Entre las páginas de prensa y los minutos de emisión llenados por la muerte del prócer bolivariano venezolano allende los mares y los que ya llena y estar por llenar el juego de tronos con el que el Sanedrín elegirá al nuevo Sumo Sacerdote vaticano -¡Uy, perdón!, se me fue la pinza histórica, quise decir el cónclave que elegirá al Papa- nos queda un reducido espacio, un ínfimo momento para el ejemplo, el ejemplo pequeño de algo que es mucho más grande, de algo que estamos condenados a que sea mucho más grande.
Nos queda un post para Arroyo de la Encomienda.
Si lo acaecido hace unos días en la Clínica de La Milagrosa era el epítome perfecto de las situaciones a las que nos aboca la visión comercial y privatizadora de la Sanidad con personas siendo trasladadas en pleno infarto a otro hospital por aquello de los protocolos y las cuentas, lo que está por ocurrir en el pequeño pueblo vallisoletano de Arroyo de la Encomienda nos demuestra en lo que se ha convertido en lo que se pretende convertir nuestra educación.
La Junta de Castilla León ha tenido meses, años, casi lustros, para conseguir los 450.000 euros que supondría la ampliación del Colegio Elvira Lindo de la localidad castellana, ha tenido todo el tiempo del mundo desde que el boom demográfico de esa población elevó el número de niños.
En un primer momento se puso a ello. Se suponía que iban a abrir más colegios -uno lo hizo- se suponía que iban a construir salas polivalentes, gimnasios y todo lo necesario para que estos centros públicos sirvieran a la educación pública de los niños de Arroyo de la Encomienda.
Pero llegó un momento en el que se pararon, al rebufo de la crisis, de la falta de fondos, de los recortes, se detuvieron y dejaron a los niños de Arroyo de la Encomienda hacinados en dos colegios que no tienen espacio para todos ellos, en los que no queda espacio para nuevas aulas de cursos superiores a medida que van creciendo.
Los padres los reclaman y la Junta se encoge de hombros, los educadores los exigen y la Junta se sigue encogiendo de hombros y cuando la desesperación parental alcanza el límite, cuando la imposibilidad docente llega al punto de saturación, tiran de su chistera ideológica y proponen la solución.
Cogen un terreno que el Ayuntamiento les cedió para un instituto público y se lo ceden por el artículo 14 -es decir por las bravas, por sus santos...- a una institución privada de educación para que haga un colegio concertado.
Y a eso le llaman Libertad de Elección de Centro.
El alcalde, miembro como otros tantos de la región de la corte genovesa del Partido Popular, asegura que es la única solución y se queja de que nadie había protestado hasta que supieron el nombre de la institución educativa a la que había sido adjudicada la privatización de la educación en Arroyo de la Encomienda a través del modelo del concierto.
¡Nos ha jodido mayo con no llover a tiempo! Puede que el sistema de concierto no sea el más apropiado para la Educación Pública, puede que no sea la mejor solución, pero si se le concede a un colegio que no incluye en su educación matiz ideológico ninguno puede pasar, si lo lleva a cabo un colegio que no antepone su creencia a los planes de estudio oficiales, sus dogmas a la ciencia más pura y dura y su ideología a lo establecido por las leyes de este país, puede tolerarse e incluso apoyarse.
Pero si concedes el concierto a un colegio católico que hace todo lo contrario cuando es el único centro en el que se va a poder estudiar en un municipio entonces es como para protestar.
Porque los alumnos no tendrán otra opción, lo quieran o no, que empaparse de esos principios, de esos dogmas, de esa forma de ver el mundo. Porque habrás cercenado de un plumazo el derecho a elegir el derecho a pensar por su cuenta y la libertad religiosa de Arroyo de La Encomienda.
Y más cuando hay otra manera de hacerlo.
¿Quiere la Institución Arenales abrir un colegio en Arroyo de la Encomienda? Perfecto, que lo haga, este es un país libre.
El Ayuntamiento le vende el terreno y con lo que gana empieza a arreglar el Elvira Lindo, el Ayuntamiento le cobra las licencias de obras y con lo que recauda comienza a ampliar los públicos, la Junta de Castilla León les cobra sus impuestos -como a cualquier otra empresa- y lo recaudado lo destina a la mejora y mantenimiento de los centros públicos.
Y de repente, por arte de la magia que se llama buen gobierno y no predisposición ideológica, resulta que las gentes de Arroyo de la Encomienda tiene de verdad libertad de elección porque mantienen una escuela pública, laica accesible para todos y luego tiene una concertada e ideológica si quiere que as sus hijos les inculquen desde pequeños esa ideología en concreto. Las dos de calidad -suponiendo que la del colegio Arenales la tenga- y las dos en la mejor de las disposiciones posibles.
Pero no nos engañemos. Ni la Junta de Castilla León, ni el colegio Arenales, ni la política educativa del Partido Popular han querido nunca eso.
En esas condiciones los propietarios de la institución nunca abrirían su colegio. La página web de la institución en cuestión asegura que 350 familias han expresado su interés en matricular a sus hijos en el nuevo centro. Obvian el hecho de que no hay otro en Arroyo de la Encomienda, el Gobierno de Castilla León se ha encargado de ello. Obvian el hecho de que aquellos que supuestamente se tendrían que haber encargado de garantizarles la libertad de elección de centro se han encargado precisamente de todo lo contrario. De que no tengan otra opción que un colegio católico concertado si quieren que sus hijos vayan a la escuela.
¿Nadie se pregunta por qué una institución privada ha puesto el ojo en una localidad de la, como diría el cantar del Mío Cid, la terrible estepa castellana?
La respuesta es tan sencilla como demoledora. Porque sabe que ahí tendrá negocio, que esa localidad alguien se ha encargado con sus demoras, su falta de inversión y su olvido de la Enseñanza Pública de sentarlas bases para que pueda disfrutar del nuevo mercado de la Educación en exclusiva.
Como antaño hicieran los gobernadores del as plazas fuertes con los piratas y corsarios, se ha llegado a un acuerdo secreto, privando a las ciudades de sus guarniciones, a las murallas de sus defensores, a los cañones de su munición para que estos pudieran saquearlas sin problemas y luego repartirse con ellos en privado la parte del botín que consiguieran.
Algo que va en contra del libre mercado que tanto dicen defender precisamente esos políticos por monopolista, algo que va en contra de la Constitución que tanto tremolan en otras lides los mismos que pasan la pasan por alto en cuestión de libertad religiosa y aconfesionalidad, algo que va contra la supuesta política recaudatoria y de contención de gasto a ultranza en la que se supone que se han basado los continuos recortes de inversión en el Elvira Lindo y todos los centros públicos de la localidad.
Pero ni la Constitución ni el Libre Mercado, ni la Austeridad importan cuando hay en juego otras cosas que les resultan más importantes.
Hoy, el Elvira Lindo combate en soledad contra los nuevos bucaneros de la educación católica en España. Y no espera refuerzos. No cuando lo es cuando está en juego es el pecunio personal de los gobernantes y la nueva evangelización de España.
Por la terrible estepa castellana, polvo, sudor y hierro. La Educación Pública castellana camino del destierro.
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