Muchos dirán que la muerte de RTVV tampoco es para echarse las manos a la cabeza, que el hecho de que un canal de televisión, un medio de comunicación, caiga en la ruina no es diferente de que lo haga otra empresa, que algo que no es rentable no puede seguir generando pérdidas y es mejor cerrarlo.
Y todo eso sería razonable y hasta verdadero si RTVV, la televisión pública valenciana, hubiera muerto y si lo hubiera hecho por su propia naturaleza, por la desidia o la falta de profesionalidad de los que la hacían o por la incapacidad de dar con la conexión necesaria con el público para mantener las siempre temidas y deseadas audiencias.
Pero RTVV no ha muerto. Ha sido asesinada. Si muere un medio de comunicación la culpa es de muchos y puede no ser de nadie en concreto. Si lo matan, los verdugos tienen nombre y apellido.
Y, no nos confundamos, no son los trabajadores los que pierden RTVV, ellos pierden su puesto de trabajo; no son los políticos los que pierden el medio autonómico, ellos pierden una plataforma de comunicación que han transformado con sus manejos y su ceguera en un altavoz propagandístico de su poder.
Los que pierden RTVV son los valencianos, es la sociedad a la que los medios públicos de información deben garantizar el acceso a ese bien fundamental para la supervivencia de la libertad de elección política. Los que la perdemos somos nosotros.
Hoy, un día después de que la justicia anulara el ERE que anteponía el negocio al servicio público, que ponía por delante las veleidades políticas de las necesidades sociales, la televisión autónoma valenciana va a ser cerrada, sacrificada en el altar del orgullo de aquellos que la han llevado al patíbulo.
Como un juez les dicen que RTVV no es suya para hacer lo que quieran con ella sino que es de los valencianos entonces ya no la quieren. Y la rematan.
Porque el cierre es solamente el tiro de gracia en la frente de un reo que ha sido ajusticiado poco a poco, de un medio secuestrado que ha sido torturado mientras se esperaba un rescate en forma de sufragios y escaños por él y de cuyo cadáver se deshacen ahora, cuando ya no puede reportarles beneficio alguno.
Empezaron a matarla cuando la convirtieron en otro elemento de ganancia personal, de enriquecimiento de sus amigos y socios, de control político.
Cuando permitieron que se inflaran presupuestos para llevárselo muerto con la mano escondida en la espalda, cuando se empeñaron en colocar a parientes y amigos para garantizarles puestos estables y pingues sueldos públicos.
Siguieron matándola y sangrándola cuando la embarcaron en proyectos sin sentido, en costosas retransmisiones, que solamente cubrían la necesidad de mostrarse de los políticos que la dirigían, que la manipulaban.
Cuando permitieron y forzaron que aquellos que la dirigían en su nombre no buscaran la audiencia y sí el voto, no persiguieran la información y sí el adoctrinamiento, no buscaran el entretenimiento y sí el aborregamiento.
Y la clavaron la estocada mortal cuando obligaron a sus profesionales de la información a callar, a manipular, a decir mentiras como puños o callar verdades como panes. Cuando convirtieron los informativos en un mitín político continuo y constante. Cuando la separaron de la realidad de valencia para vincularla al mundo de ficción que precisaban los gobernantes valencianos para sus intereses electorales.
Y ahora, uno de esos que era de obligada salida en los informativos, de los que había que hablar, a los que había que hacer constantes genuflexiones informativas, la da el tiro de gracia.
El Presidente Fabra ha hecho todo lo posible para mantenerla como herramienta de propaganda, como forma de hacer ganar dinero a sus socios y acreedores políticos con las "externalizaciones", para mantener el sueldo a sus adlateres y acólitos purgando el ERE de afines y soguillas y, ahora que un juez le hace ver que no puede utilizarla para eso, como la mítica zorra de la fábula clásica, dice: "no las quiero que están verdes" y decide cerrarla.
Y encima se atreve a poner de excusa los colegios, los centros de salud, los hospitales para justificar la medida. Se atreve a poner a los profesionales que protestan en el bando de los egoístas, de los que quieren mantener su puesto de trabajo a costa de otros ahora que no hay dinero y hay que elegir.
El Gobierno de la Comunitat Valenciana hace tiempo que dejó de pensaren los colegios, en los hospitales y ahora deja de pensar en los medios de comunicación.
No nos confundamos cerrar RTVV es lo mismo que cerrar un colegio, que cerrar un hospital, que cerrar un centro de desintoxicación de drogadictos o cortar los fondos a un programa de ayuda a personas dependientes. Es cercenar un derecho.
Y da igual que sea el derecho a la asistencia sanitaria, a la educación, a recibir información o a comunicarla en libertad. Todos esos derechos son nuestros y Fabra ni ningún otro político tiene potestad para quitárnoslos.
Así que no nos engañemos. Con la ejecución de RTVV no pierden los 1.800 profesionales que se van a la calle a sumarse a los otros 30.000 profesionales de los medios que ya están en el paro. Perdemos todos. Los que emitimos y los que recibimos.
Como si nos cerraran un colegio o un quirófano.
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