Hay una vieja canción del mitificado pop de los 80 españoles, ese de la movida, que dice algo parecido a "si tienes que jugártelo a una carta, ve de cara al decir tu palabra. Pero antes de que el eco la repita, Dios y El Diablo te ayuden a estar lejos porque la vida en la frontera no espera, es todo lo que debes saber".
Si sustituyes la difusa frontera por las más concretas convenciones geográficas de la ciudad Estado del Vaticano, algo parecido debe estar sintiendo Jorge Mario Bergoglio, más conocido como Francisco.
Porque el hombre no pierde el tiempo en decir todo lo que tienen, quiere y cree que debe decir sobre la estructura de su jerarquía, de su credo y de sus fieles. Por si la vida en Roma tampoco espera, como ya demostró en edades pretéritas.
Pero lo último que ha dicho nos compete. Seamos laicos, ateos, agnósticos, católicos, protestantes o de cualquier otro credo o no credo, nos compete. Puede que sus quejas sobre otros asuntos nos importen, que sus revisiones sobre gais o sobre la familia nos interesen. Pero Francisco ha hablado de corrupción y eso nos compete por españoles. Creamos o no creamos lo que sea.
Como quien no quiere la cosa, como quien en la cosa nada tiene que perder -salvo la vida, quizás- el papa sin numerar se ha descolgado diciendo: "A todos aquellos que con una mano defraudan al Estado
y con la otra dan dinero a la Iglesia: para los cristianos de doble vida no hay
perdón de Dios”.
De un plumazo se ha cargado la política de toda la derecha española desde los tiempos de Cánovas y Sagasta, desde que el falso general del bigote y las botas fundara el nacional catolicismo, desde que el Partido Popular decidiera escuchar los arrullos de la Conferencia Episcopal en lugar de los quejidos de la sociedad que debía gobernar..
Se ha cargado nuestro más típico modus operandi de catolicismo castizo de andar por casa: el " a Dios rogando y con el mazo dando".
Así que don Mariano, el bueno de don Mariano ya no tendrá que perder el tiempo en la Almudena ni en visitas compostelanas para congraciarse con su dios y los jerarcas que dicen servirle falsamente.
La Santa Cospedal de mantilla de encaje en la catedral toledana no tendrá que reservar en su agenda espacio para hacer genuflexiones buscando la indulgencia plenaria a sus manejos, sus sueldos sobrecogidos y sus comisiones ilegales.
Güemes, Lamela o Aguirre pueden ahorrarse el rito de la comunión dominical mientras sigan disfrutando de sus sueldos millonarios en empresas a las que favorecieron o de comisiones millonarias por sus componendas nepotistas.
Porque no merecen el perdón de dios. Merecen la cárcel, la inhabilitación y hasta, si se apura, la deportación de antaño a Cabo Verde, pero no el perdón de dios.
Porque defraudar a Hacienda, a la sociedad, no se cubre con una limosna. Porque robar al erario público no se cubre con pagar a los profesores de religión, porque apropiarse de dinero que nos les pertenece y es de todos no se cubre dando subvenciones o regalando terrenos al Opus Dei para que haga negocio con sus colegios o sus universidades.
Porque, al parecer, su dios ha empezado a pensar más en lo de todos que en lo que le dan a él. O al menos lo hace su pontífice.
Y puede parecer que no. Pero eso coloca a una buena parte de este país en una encrucijada.
Porque si la democracia cristiana española ya no es democracia por corrupta ni cristiana porque ni su mesías ni su pontífice les perdonan: ¿alguien puede decir qué opina Rouco de esta nueva singularidad teológica española?
Porque su jefe acaba de decir que no puede adscribirse a ellos, que no debe pedir el voto para ellos, acaba de decir que no merecen el perdón de dios. De hecho, ha sido un poco más explícito: “Se merecen -lo dice
Jesús, no lo digo yo. Y el yo no soy yo, es el papa Francisco- que les pongan
en el cuello una piedra de molino y los arrojen al mar”.
¿Tiene Rouco tantas piedras de molino para colgar del cuello de aquellos a los que da de comulgar cada domingo?, ¿tiene piedras de molino suficientes para lanzar al mar a aquellos que le pagan los profesores de religión, los curas castrenses y hospitalarios, las residencias obispales y el proselitismo evangelizador disfrazado de educación?
¿Cuantos de sus amigos y aliados caerán dentro de la nueva definición vaticana de fariseo y pecador: "finge ser cristiano, pero lleva una doble vida. Y la doble vida de un cristiano hace tanto mal, tanto mal… Dice: ¡Yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en el bolsillo y doy a la Iglesia. Pero con la otra mano, roba: al Estado, a los pobres… Roba. Esta es la doble vida”?
Si una limosna ya no limpia un robo, si una dádiva a la iglesia ya no esconde la corrupción a los ojos de su dios, Rouco Varela y todos los jerarcas católicos hispanos que se han aliado con los corruptos, los nepotistas y los estafadores tiene un problema teológico y social de considerables proporciones.
Pero hay otros que tienen otro problema que dirimir, otra decisión que tomar. Otros que nos importan más, otros que son fundamentales para esta sociedad porque forman parte de ella.
Todos aquellos que votan al Partido Popular porque se supone que son aquellos que defienden lo que sus prelados y purpurados les dicen que hay que defender.
Pero si Francisco dice que no, que por corruptos no son cristianos, que por defraudadores no merecen perdón, que dejen de pensar exclusivamente en los gais y en la familia tradicional y en el aborto a la hora de emitir sus sufragios y piensen en lo esencial.
¿En qué excusa se refugiarán ahora para dar su voto a quienes demuestran que no son demócratas al incumplir sus promesas, que no son liberales al alterar la economía en su favor y que no son cristianos al defraudar?
Por suerte para ellos todavía les queda España. Les queda la bandera, les queda el soberanismo y les queda Gibraltar para justificar su apoyo a los que nos desangran, a los que nos roban y aquellos a los que su propio dios rechaza por boca de su propio pontífice. Pero ya no pueden refugiarse en que se lo impone su credo y su iglesia.
Cierto es que nada de lo que diga Francisco afecta a nuestras leyes. Pero nunca está de más que sepan que se están quedando incluso sin justificaciones internas. Que además de la cárcel por corruptos y ladrones, merecen el desprecio de su dios por pecadores irredentos.
Por más que defiendan la familia tradicional, besen el anillo obispal en manifestaciones y comulguen los domingos.
Y ya no lo decimos los laicos y los ateos. Ya lo dice hasta el Papa.
Cierto es que nada de lo que diga Francisco afecta a nuestras leyes. Pero nunca está de más que sepan que se están quedando incluso sin justificaciones internas. Que además de la cárcel por corruptos y ladrones, merecen el desprecio de su dios por pecadores irredentos.
Por más que defiendan la familia tradicional, besen el anillo obispal en manifestaciones y comulguen los domingos.
Y ya no lo decimos los laicos y los ateos. Ya lo dice hasta el Papa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario