Va a sonar un poco a eso de la parda flora argentina -que si se la meten grita y se la sacan llora- pero el pacto social que acaba de escenificar ese gobierno que pusimos en Moncloa con nuestros sufragios me resulta más que contraproducente.
La medida más visible será que cerca de medio millón de parados de larga duración recibirán durante medio año 426 euros de ayuda. Nadie va a decir que eso no sea necesario, pero las cifras dan que pensar, los porcentajes dan que pensar.
En España hay casi tres millones y medio de parados de larga duración ¿Por qué se establece una ayuda que solo cubre a 400.000?, ¿por qué, habiendo un millón de familias con todos sus miembros en paro se establecen unos principios de acceso a la ayuda que imposibilitan a muchas de ellas acceder a esos paupérrimos 426 euros?
El plan precisará como mínimo 1.200 millones de euros sin tener en cuenta los gastos de reinserción laboral -cursos y demás- que lo colocarán casi en dos mil millones ¿de dónde salen ahora esos miles de millones de euros que no existían cuando hace dos años se decidió borrar de las prestaciones del INEM a miles de parados?, si han existido siempre ¿por qué se espera a este momento para sacarlos de la chistera y utilizarlos con este fin?
Ni en la edad de jubilación, ni en las pensiones, ni en la reforma de los tipos de contratación, ni en los despidos. En nada de todo eso ha cedido el gobierno de Mariano Rajoy a la presión sindical ha lo largo de todo su desmontaje del mercado laboral español, ¿por qué ahora pasa de su primera oferta de ayuda para 40.000 parados a multiplicarla por diez solamente con un para de reuniones con los sindicatos?
Puede que la primera y más obvia respuesta se resuma en una sola palabra: elecciones, maquillaje electoral o como se quiera llamar. Pero a mi, que me gusta darle vueltas a las cosas -demasiado, según algunas- se me antoja otra respuesta.
El Gobierno ya tiene el mercado laboral donde lo quería. Ya tiene cinco millones de personas dispuestas a trabajar casi en cualquier condición, ya tiene a los que trabajan dispuestos a soportar reducciones de sueldo y pérdida de derechos laborales con tal de conservar sus puestos de trabajo, ya tiene un sistema en el que la precariedad laboral desequilibra las reglas del juego a favor del empresario hasta límites no recordados desde los cuentos de Charles Dickens.
Ya ha hecho el trabajo para el que accedió al poder, aupado por quienes querían que eso ocurriese.
Así que ahora no está demás recurrir a la limosna, desprenderse de algunas migajas para demostrarles a los siervos de la gleba del nuevo feudalismo empresarial que sus señores de horca y cuchillo pueden ser amos magnánimos y caritativos.
Eso sí, aprovechando que cada vez están más cerca las elecciones.
No sé, a lo mejor exagero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario