sábado, septiembre 10, 2011

El futruro es del alumno (aunque luche el profesor)

Que la educación, la educación publica, se haya convertido en un foco de conflicto dice mucho de un país, dice mucho de una tendencia política, dice mucho de un gobierno. Dice mucho de muchas cosas, de muchas situaciones, pero dice poco del futuro.
Los profesores están en pie de guerra desde Lugo hasta Toledo, desde Madrid hasta Sagunto. Y eso dice mucho de ellos, poco de su país y nada de sus alumnos.
El Partido Popular, ese partido que grita a los cuatro vientos con sus estentóreas voces que es de centro derecha y demuestra en los cuatro puntos cardinales de geografía autonómica que de centro tiene poco y demasiado de neocon, había decidido adelantar sus procesos de gobierno, sabiéndose o creyéndose ganador ya de las Elecciones Generales del 20 de noviembre.
Las huestes genovesas han dado rienda suelta a sus caballos de batalla para adelantar trabajo, para que el ínclito Mariano tenga ya cabezas de puente firmes y estables en su desembarco en La Moncloa.
Madrid, Valencia, Castilla La Mancha o Galicia debían ser los cuarteles generales de sus unidades de despliegue táctico y se han convertido en los primeros focos de una resistencia que por soberbia no esperaban los chicos de Rajoy, que por incompetencia no son capaces de entender.
Podría gastar y desgastar estas líneas en la crítica de como el Partido Popular hace lo de siempre. No mira al país que pretende gobernar, no mira al futuro, no mira a las gentes y se choca con ellas de repente, pero no lo haré.
Podría explicarle a tita Espe, la musa política del Chanel mal encajado, el motivo por el cual le parece que los que se encuentran en las manifestaciones de profesores semejan los mismos que protestaban contra el gasto encubierto del erario público en la visita del máximo jerarca católico a Madrid en el agobiante y caluroso estío de agosto.
Podría decirle que le parecen los mismos porque son los mismos. Son los que se han cansado de que el dinero público se gaste en fastos y promoción y se recorte de la sanidad y la educación.
Podría recordarle que, aunque ella mienta voluntariamente - e ideara una estrategia destinada a que esas agresiones ocurrieran-, esa gente no agredió ni una sola vez a un peregrino y la policía sí les agredió reiteradamente a ellos.
Podría contarle que se le antojan semejantes porque si algo ha conseguido el famoso movimiento indignado del 15 de Marzo es romper esa tradicional contrición cristiana que hace de nosotros, los españoles, un pueblo llevadero, una ciudadanía acomodaticia, una feligresía resignada.
Podría listarle cómo ha criminalizado una y otra vez a todo colectivo que se ha opuesto a sus medidas: a los bomberos, a los sanitarios, a los indignados, incluso a sus propios polícias. Porque siempre que alguien le recuerda que tiene derecho a participar en la definición del Estado ella asegura que lo único que quieren es quebrar el Estado de Derecho en el que ella demuestra cada día no creer.
Podría hacer todo eso y simular que me creo que los principales actores de este drama son los profesores y la absurda política del Partido Popular de recortar gasto de donde no se debe recortar -incluso para el Centro Derecha- y gastarlo en lo que no es plausible gastarlo -incluso para los neocon-.
Pero el fingimiento no es algo que se me de bien y menos en cuestiones política. Así que no voy a simular que las dramatis personae de este esperpento sean Espe y los profesores.
Los verdaderos protagonistas de toda este enfrentamiento que amenaza con transformase en guerra son los que no salen en los papeles, aquellos que no están en escena.
Como lo fuera Ulises en la resistencia tejedora de Penélope, como lo fuera Edipo en las diatribas de Antígona, como lo fuera Godot en la espera de Samuel Beckett.
No voy a hablar con los profesores, no voy a hablarle a Esperanza. Voy a hablarle a los alumnos.
Son ellos los que tienen que decir algo. Son ellos los que tienen la oportunidad de posicionarse.
Los que, con el ímpetu de la juventud, tienen que dar la cara por ellos mismos y no dejar a sus maestros solos en la pelea contra unos gobiernos regionales -y un futuro gobierno nacional- que lo único que plantea como solución al futuro es sacrificar ese mismo futuro en aras de cuadrar las cuentas del presente.
Porque, por más que les pueda parecer estupendo que el día catorce de septiembre no haya clase, por más que se encuentren sus adolescentes mentes en la ardua tarea de decidir entre Cristiano Ronaldo Y Justin Bieber para la decoración trimestral de carpeta, o entre la numeración de Messi o de Ozil para su camiseta, esto va con ellos, solamente va con ellos.
Aunque la tita Espe les garantice un futuro de excelencia si se esfuerzan, aunque la política neocon disfrazada de centro derecha intente convencerles de que sus profesores solamente quieren más dinero y menos trabajo. Esto va con ellos.
Aunque unos crean que su genética y su trabajo es suficiente y otros se conformen con seguir con su desidia y buscar un "curro" que les de dinero suficiente para vivir o sobrevivir. Esto va con ellos.
Porque lo que ha sacado a la calle a sus maestros, a sus profesores, no es la esperanza de menos horas de trabajo, es la certeza de que el recorte de profesores, el aumento de horas docentes por profesor,  originará maestros más cansados, asignaturas dadas más por encima, tutorías más superficiales, apoyos más efímeros...
Y esas situaciones son cambios, son pérdidas, que no afectarán a los profesores más allá de su horario de trabajo, pero que destruian el entramado de conocimientos y espectativas en el que se debe basar el futuro de sus alumnos.
Así que, aunque les incordie, aunque no lo esperasen, aunque no lo tuvieran registrado en las agendas de sus móviles ni en las notas de su Tuenti. Esto va con ellos.
Hoy los alumnos no están llamados a la huelga no, están llamados a la pelea.
No lo están porque sus docentes son lo suficientemente responsables para no pedirles ese esfuerzo, no lo están porque sus maestros tienen la suficiente vocación de servicio público -aunque algunas gobernantas, como las de antaño, se la nieguen- como para intentar pelear por ellos.
Hoy los alumnos no están en ese frente verde de batalla por la educación porque muchos de sus padres, preocupados por el inefable problema de qué hacer con ellos si los profesores se ponen en huelga, ni siquiera se han planteado pelear por el futuro de sus hijos.
Mientras las asociaciones de padres -¿donde están cuando se las necesita y no se trata de organizar festorrios?- y las organizaciones estudiantiles -¿donde se encuentran cuando no se trata de cerrar una capilla universitaria o hacer un foro de contracultura?- no se sumen al frente al que deben sumarse, Esperanza, María Dolores, Fabra, Feijoo y otros tantos podrán seguir vendiendo a los profesores como lo que no son, como un colectivo privilegiado que quiere mantenerse en sus privilegios. Lo de siempre.
Pero esos alumnos, capaces de motivarse masivamente por un concierto juvenil, por una serie televisiva, por la puesta en el mercado de la última versión de teléfono movil o de una consola con conexión por satélite y almacenaje ilimitado, tienen la obligación de contribuir a esa defensa de ellos mismos, tienen la necesidad moral de ponerse por fin el mono de trabajo y hacer lo que tienen que hacer.
Porque sus profesores, sus maestros, se jubilarán cuando ellos se hayan convertido en una sociedad que no solamente no piense sino que no sabe que no pueda pensar; porque, si no lo hacen, su egoísmo y su lógica desidia adolescente con respecto a la educación será aprovechada por un gobierno que lo único que pretende es sustituir ciudadanos por mano de obra no cualificada y crear una elite intelectual que ellos se encargarán de adoctrinar para seguir haciéndoles creer que ellos, el falso centro derecha, les dieron lo que en realidad les habría facilitado de todas formas su genética y su esfuerzo.
Porque si esos alumnos no aprenden ahora de qué lado están y descubren que su lado no es el de las materias más sencillas, los trabajos más fáciles y los profesores tan desbordados que no pueden centrarse en sus necesidades docentes, no lo harán nunca.
Y el entramado neocon, que solamente busca el beneficio económico -el propio a ser posible-, les habrá convertido ya hoy en una masa que no sabe y que, lo que es peor, no sabe que no sabe. En una sociedad que se limitará a sobrevivir en lugar de decarse a vivir.
El alumnado de esos profesores que luchan ha de hacer algo. Ha de comprender, aunque les pese darles la razón a sus torturadores intelectuales de deberes e instituto, que los docentes no están luchando por un presente propio, están combatiendo por un futuro ajeno, el de sus alumnos.
Y no pueden hacerlo solos.
Si siguen escuchando las voces e inspiraciones de esa generación parental, escudada en el miedo y el egoísmo, que les dice que solamente miren por sí mismos, que no se metan en líos, que no exijan, quie no reclamen, que no luchen, ya habrán perdido.
Puede que no les guste pensar, pero habrían de hacerlo y les queda poco tiempo. Hasta el catorce de septiembre.
Después de eso, sus docentes poco tiempo podrán mantener la batalla si nadie, ni padres, ni alumnos, les guardan los flancos.
Vosotros mismos. Es vuestra esperanza, es vuestra decisión. Es vuestro futuro.

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