domingo, septiembre 11, 2011

Un paréntesis en el once de septiembre

Ya es Once de Septiembre. Me niego a apocoparlo.
No hay apócope posible a la locura y la sangre, a la muerte y la guerra. No hay elisión que pueda contener las negligencias sociales de occidente que llevaron a esos hechos, los excesos ideológicos de los fanáticos religiosos que llevaron a esas muertes, las explotaciones occidentales, las injusticias atlánticas y los dolores y terrores árabes que culminaron en esa sangre.
Tanto odio, tanta guerra y tanta historia de errores y frustraciones, de injusticias y demandas, de falacias y mentiras, apenas caben en una sola fecha. Mucho menos en su acrónimo.
Así que hoy, diez años después del último once de septiembre -los siguientes solamente han sido repetición del día en que la guerra llegó a América- quiero hacer un paréntesis en la explicación racional del mismo.
Y el símbolo de apertura de ese paréntesis es, ni más ni menos que Donald Sutherland.
El veterano y canoso actor se calza el Stevson hasta las cejas, mete las manos en su exquisitamente recreada gabardina sesentona, cruza las piernas en un banco del parque que rodea el Capitolio en Whasington y dice: "El como y el cuando son sólo montajes para el público, cortinas de humo que impiden hacer la gran pregunta: ¿Por qué?"
Esa escena de JFK, una película que debería ser la biblia audiovisual de cabecera de todo conspirativo que se precie, es el comienzo de un paréntesis que hoy, once de septiembre, está dedicado a ese cansino y reiterado ejercicio que sobre este asunto prolifera y proliferará y que se ha dado en llamar Teoría de La Conspiración.
Porque lo que hace creíble un relato -de lo que sea, pero sobre todo de una conspiración- no son los cómos ni los cuandos- son los porqués.
Y en eso el entramado conspiranoico está más que cojo.
Se ha oído y leído de todo.
Porque querían una excusa para invadir Afganistán e Irak: Es la que parece más sólida pero no cuentan con unos cuantos nombres:  Vietnam, Corea, Haití, La Isla de Granada, Cuba, Panamá, Nicaragua, México, República Dominicana, Tailandia, China y Honduras entre otros. Como si un país que ha invadido a lo largo de la historia y sin excusa sólida alguna todos esos países necesitara una excusa de ese nivel de tragedia para invadir Afganistán e Irak.
Por no hablar de que hay excusas mucho más fáciles de generar: un ataque a su embajada, el quebrantamiento de la zona de exclusión aérea en Irak, un atentado simbólico, la existencia de armas de destrucción masiva en esos países -¡anda,coño, esa la usaron!-.
Porque querían poner a cubierto la base de operaciones que la CIA tenía en el complejo del World Trade Centre para espiar a los diplomáticos de la ONU: Otro momento de retruecano lógico de lo más divertido. No dudo que la tuvieran y la usaran para eso pero, ¿qué sentido tiene montar una hecatombe para ocultar algo que nadie sabe que existe? Si quieren ponerla a salvo solamente tienen que fingir unas obras de remodelación, unas grietas ruinosas, una venta privada y ya está. Se acabó el problema.
Porque el World Trade Centre perdía dinero y querían derribarlo cobrando el seguro. Esta es muy buena. Los propietarios del World Trade Centre llaman a la CIA y les encargan una demolición del edificio con tres mil personas dentro. Resulta mucho más sencillo encargársela con ellas fuera, a las doce de la noche, fingir un atentado y dar tiempo a desalojar antes de hacer estallar las bombas. Como motivo es irrisorio, como modus operandi es casi ridículo.
Porque George Bush quería la reelección y subir su nivel de popularidad: Pongámonos en modo Watergate. Es cierto que ese fue el efecto. Pero la consecuencia no es necesariamente la explicación causal de un acto. George Bush se enfrentaba a un candidato demócrata que no estaba en auge, podría haber sacado o inventado mil escándalos de amantes, stripers, infidelidades, veleidades con las drogas y antipatriotismo de su antagonista para deshacerse de él que, por cierto, tenía un pasado bastante hippie, que en Estados Unidos es sinónimo, no lo olvidemos, de radicalismo de izquierdas -¡No sé en que arco de radicalismo colocarán los yankies a nuestros borrokas o nuestros okupas!-.
Incluso si quería que los estadounidenses se pusieran patrióticos le habría bastado con una docena de muertes en un atentado menor -no olvidemos que una vida estadounidense vale mucho más que cien mil vidas de cualquier otra nacionalidad-. Un porqué sin duda exagerado.
La versión oficial tiene lagunas, tiene sombras y tiene más puntos negros que la piel de María Jiménez después de una sesión de rayos Uva y eso alienta a los conspiranoicos, eso les hace convertirse en marionetas de aquellos que les utilizan, sin que ellos se den cuenta, para desviar la atención, para cubrir lo que es mucho más probable que ocurriera.
Como no encuentran los porqués porque no saben donde buscarlos, los conspiranoicos se regodean en los comos y los cuandos, en los indicios, en las incongruencias, que presentan como pruebas irrefutables de que fue un auto atentado.
Alguien oyó a unos personajes hablar en hebreo en una furgoneta: ¡Paf, el Mossad!
¿Cómo sabemos que era hebreo?, ¿como sabemos que no era arameo, caldeo, pastún, árabe clásico, armenio o druso?, ¿el tipo que los escuchó era catedrático de semíticas en la Universidad de Harvard?, ¿no resulta un poco absurdo pensar que profesionales adiestrados durante años en infiltrarse en sociedades hostiles no hablen entre ellos en la lengua local -que por otra parte dominan- y lo hagan en su lengua materna? Preguntas sin respuestas, porqués sin explicación. La nueva fe conspiranoica no las permite.
Los trabajadores judíos no fueron a trabajar y es que fueron avisados por el Mossad. Independientemente del Yon Kippur, independientemente de la veracidad por confirmar de esa información, este es un ejemplo del trabajo que los conspirativos están desarrollando sin querer para ese sistema al que creen desenmascarar.
Si es cierto que los trabajadores de religión judía fueron avisados ¿eso indica que el Mossad organizó el atentado?, ¿eso indica que fue un auto atentado?
Seamos serios, recordemos a nuestro olvidado amigo Occam -el de la cuchilla- y repitámonos la pregunta en términos generales ¿qué significa que el Mossad avisara a los judíos de que no fueran a trabajar?
Significa que el Mossad sabía que ese día sería peligroso estar en las Torres Gemelas.
Sigamos pues en la dinámica del monje franciscano de que la respuesta más simple suele ser la acertada y analicemos qué significa eso.
Significa que, en lugar de conspiración, hay una negligencia criminal que le costó la vida a tres mil personas.
Significa que los servicios de seguridad estadounidenses sabían que existía ese riesgo y lo pasaron por alto tras cumplir el trámite de comunicárselo a sus aliados. Significa que el Mossad, que considera una alerta de nivel dos que un ciudadano inglés de origen árabe ponga su reloj en hora el día del Yon Kippur ante el Big Ben en Londrés -esto es literal, la emitieron en 1998-, se la tomó más en serio y avisó a sus correligionarios -que no compatriotas- por si acaso.
Y así con todo. Su obsesión enfermiza por demostrar el auto atentado desvía la atención de otros crímenes -menos espectaculares, eso sí- que acabarían con sus responsables en la cárcel sino en la horca acusados de negligencia criminal o alta traición.
Que, después de que un avión arda en un infierno de queroseno a alta temperatura,  aparezca, prácticamente impoluto, el pasaporte de un terrorista significa que eso es una ops negra de cabo a rabo -otra frase mítica de Sutherland-. Significa que fue puesto ahí para aportar unas pruebas que se habían destruido ¿por qué?
Porque sería un poco chocante para la población estadounidense decir que Mohamed Ata había pilotado al avión sin enseñar una prueba física de ellos surgida con posterioridad a los hechos.
Porque, si se dice que había sospechas y se permitió a ese individuo subir a un avión, habría que explicar el motivo por el cual no se tomó en serio la amenaza. Habría que pagar por la soberbia de creer que nadie podía atacar al imperio en el corazón mismo de su capital.
Los conspirativos existen porque el aparato estadounidense los utiliza para cubrir sus fallos. Si se buscan conspiraciones grandilocuentes resulta casi imposible percibir negligencias infinitas que han creado la tragedia.
Y para terminar está lo técnico. Todo el mundo se ha convertido de repente en ingeniero, arquitecto, profesor universitario de dinámica de masas, de física aplicada y de estructuras flexibles.
Que si tal o cual impacto no hace que las torres se derriben, que si tal o cual explosión no se corresponde con la longitud de onda expansiva típica...
Tampoco podía hundirse el Titanic, también las gradas del Estadio Hassel de Bruselas podían soportar la presión de varias toneladas de peso, tampoco podían chocar dos aviones en vuelo, tampoco un cable de acero tensado podía cortar el ala de una avión de caza, según los ingenieros alemanes en la Segunda Guerra Mundial, tampoco un calentamiento de un grado originaba una fisura y una reacción en cadena en Chernobil, tampoco un terremoto podía abrir una grieta en Fukushima, tampoco se podían desprender las suficientes planchas de protección como para que el Challenger explotara en vuelo, tompoco una explosión ínfima en Seveso podía originar un escape químico mortal, también el Kurks no podía ser hundido por una fuga radiactiva... ¿sigo?
En definitiva, que los conspiranoicos le hacen el caldo gordo a las estructuras de gobierno estadounidenses atiborrando a los ciudadanos de conspiraciones imposibles e impidiéndoles que se fijen en negligencias criminales y en la única conspiración creíble que hay detrás de esta fecha apocopada.
Que alguién supiera que el yihadismo estaba preparando eso, que estaba en condiciones de llevarlo a cabo y que lo había puesto en marcha y se sentara, contemplando en el espejo las condecoraciones de su pecho, a esperar a que ocurriera para utilizarlo para sus fines.
Pero eso no se puede probar con un vídeo o una foto. Nadie está en la mente de los demás. Siempre podrá decir que se equivocó y cambiar la crueldad por ineptitud.
Pero cuando un paréntesis se abre tiene que ser cerrado.
Y el momento que cierra esta explicación es otro instante audiovisual -qué se le va a hacer- Un instante visual perteneciente a una de las peores películas de la historia de La Humanidad. Un tipo abre los ojos y de golpe se da cuenta que está en caída libre, se gira en el aire y no tiene tiempo de evitar chocar irremisible contra el suelo. El principio de Predators.
Eso es lo que les ha pasado a los conspiranoicos. Un hecho les ha abierto los ojos y no han tenido tiempo de evitar el golpe brutal que lo que ven supone para ellos.
En un post dedicado a los porqués, no sería justo que no hubiera una explicación del motivo por el cual los conspirativos se empeñan en sus conspiraciones.
Para mí son dos. Uno cultural y otro inconscientemente psicológico.
El primero se basa en la explicación de un fenómeno sin referenciar. Carecen de la capacidad de ver la línea de la historia. Pretenden explicar el mundo desde el once de septiembre en adelante, eludiendo todo lo que ocurrió hasta entonces, ignorando todo el desarrollo histórico previo e incluso el posterior. Es la dinámica del hecho aislado.
Si el asalto bélico al World Trade Centre es un auto atentado ¿qué es el de la estación de Atocha?, ¿qué es el del metro de Londres?, ¿qué son los misiles kasan?, ¿qué es el salafismo marroquí o sirio?, ¿qué es la insurgencia suicida irakí o la resistencia afgana?, ¿qué son los atentados  a los hoteles hindúes?
 No me importa. No estoy hablando de eso. Yo estoy hablando del once de septiembre.
Si lo que ocurrió en Nueva York es un trágico y cruel montaje interno ¿qué fue, antes de él, el conflicto árabe israelí y sus sucesivas guerras?, ¿qué fue la revolución coránica en Teherán?, ¿qué fue el apoyo estadounidense a los muyahedines, el entrenamiento de Bin Laden y los suyos para oponerse a la Unión Soviética?, ¿qué fue la OLP, los atentados a las terminales de El Al, el secuestro de Munich, la Operación Entebbe, el Achile Lauro?
No lo sé ni me importa. Yo estoy hablando del World Trade Centre.
Intentar explicar el once de septiembre de 2001 de una forma aislada es tan absurdo como intentar explicar la invasión nazi de Polonia y la Decisión Final sin tener en cuenta los escritos de Hitler, el pacto de no agresión soviético alemán, la anexión de Austria, el surgimiento del fascismo inglés, el fiasco del frente del Este, la derrota en El Alamein, el bombardeo de Montecasino y el desembarco de Normandia.
Sólo nos puede llevar a la conclusión conspirativa de que Inglaterra se inventó la invasión para entrar en la guerra y de que el exterminio de judíos no existió. Un absurdo.
Los conspirativos no tienen la paciencia o la cultura necesaria para referenciar los hechos y los colocan exclusivamente en un entorno supuestamente conocido por ellos en el que las piezas conspirativas encajan porque se omite todo lo demás.
Pero el segundo porqué es más aterrador, es más preocupante, es más triste. Buscan explicaciones conspirativas porque eso les convierte en inocentes.
Si ha sido el complejo militar industrial estadounidense, el lobby armamentístico, el Grupo de Bilderberg, La Agencia Central de Inteligencia, Segurity Homeland -aunque todavía no existiera-, La Agencia de Seguridad Nacional, El Mossad, La masonería de la Operación Gladio, Propaganda 2, el lobby energético, los asesores presidenciales de George Bush o cualquier otro grupo oculto, esquivo o secreto que se nos antoje, nosotros estamos a salvo y libres de toda responsabilidad.
Por el simple hecho de que nosotros ni pertenecemos ni conocemos la existencia ni la forma de funcionamiento de ninguno de esos grupos. Es la misma respuesta, obtenida por un camino inverso -y mucho más rebuscado, por cierto-, que la que dan los que le echan la culpa al islam y al fanatismo religioso. Nosotros no hemos sido.
Porque, si nos dedicamos a pensar que un sinfín de negligencias y la locura fanática de unos yihadistas, alimentada por la sinrazón de nuestra postura social  y política con respecto a su sufrimiento, a la justicia internacional y a los intereses de La Humanidad, fueron los causantes últimos -que no primeros- de esas 3.000 muertes, tendremos que llegar a la conclusión ineludible de que lo que hicimos y lo que no hicimos, lo que permitimos que se hiciera y lo que no obligamos a que se realizara, son los causantes de lo que ocurrió hace diez años en el World Trade Centre.
Tendremos que llegar a la conclusión de que nosotros matamos a 3.000 personas -y a todas las anteriores y posteriores en Oriente Próximo- un once de septiembre del año de gracia de Vuestro Señor Jesucristo de 2001. Y eso es muy duro.
Se cierra paréntesis.
Pero no nos preocupemos, siempre surgirá una teoría conspirativa que defienda que no murieron y que están retenidos contra su voluntad, junto con los que viajaban en los aviones que nunca se estrellaron, en un pueblo escondido entre los maizales de Idaho -¿hay maizales en Idaho?- y que permanecen alejados de la vista gracias a una tecnología de invisibilidad desarrollada por la NASA con los datos obtenidos a través de los abducidos y de los materiales extraterrestres conseguidos en los aterrizajes del área 51.
Ahora sí, se cierra paréntesis.

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