domingo, septiembre 18, 2011

Netayahu crea el Estado Independiente de Massada (y le asigna su defensa al Irgún)

Allá por los albores de la llamada era cristiana unos individuos con un raro penacho en el casco y unas sandalias de tiras de cuero se acercaron a la puerta de una fortaleza. Llevaban siete meses intentando entrar y no lo habían conseguido. 
Se encontraron con los víveres intactos, los pobladores muertos y el resto de la fortaleza en llamas. Los chicos del penacho en el casco, a la sazón la X Legión Fretensis, con sus cuatro cohortes auxiliares y sus dos alas de caballería, no entendieron nada, aunque Flavio Josefo afirma que experimentaron una profunda admiración hacia la determinación de los que allí habían muerto.
Eso fue en Massada -Metzuda para los amigos-. Eso fue en el año 73, vamos casi al principio. Eso está siendo ahora.

Porque Benjamín Netanyahu y los halcones guerreros de su gobierno están empeñados en convertir toda Israel en Massada.
Y esta vez Flavio Josefo no estará allí para hacer baldía apologética de la valentía de su suicidio. Está vez ni siquiera tienen una razón lógica para quitar a los israelíes la vida.
Dice Israel -o al menos sus gobernantes- que se siente bajo asedio. Ha tenido que sacar sus embajadores de todas sus legaciones falsamente aliadas. Egipto ya no teme a Mubarak, aunque Mubarak siempre temió a Estados Unidos; Turquía ya no teme a Europa y se vuelve moderada, islámica, otomana; Jordanía sigue temiendo a todo el mundo pero no tanto como para seguir fingiendo una paz inestable con Israel.
Y los enemigos, pues bueno, siguen siendo enemigos.
Libano es incontrolable -al menos para las fuerzas israelíes-, Palestina irreductible y Siria...  Nada de lo que pase en Siria será para el bien de Israel.
Así que los halcones del sionismo político del cañón y la expansión se sienten sitiados porque solamente saben ver guerra, medrar en la batalla y provocar enfrentamientos.
No deberían sentirse sitiados. Deberían saberse solos.
Mahmut Abbas se cansa, se agota, se jubila y decide hacerlo a lo grande. Reclamando en el Consejo de Seguridad el reconocimiento del Estado Palestino. Sabe que lo perderá. Sabe que Estados Unidos no puede consentirlo porque está en año electoral, porque los tea party están al acecho. Pero lo hace porque sabe que en la Asamblea General podría ganar por goleada.
Porque el mundo ha cambiado. Porque muchos países están cansados de que la resistencia israelí a ese cambio se pague con la excusa de la locura yihadista bañada en la sangre de gentes de todo el planeta.
Porque en el fondo siempre hemos sabido que Palestina tenía razón -Palestina, no los locos de la yihad que la usan como excusa- y estamos cansados de ignorarlo.
Y eso no sitiará a Israel, pero la dejara sola.
Y Netanyahu reacciona mal ante la soledad. Ante la posibilidad de que el mundo al completo le diga en la cara que está equivocado, que debe moverse, que Sión no puede existir porque nunca existió. Israel sí, pero Sión no.
Y en lugar de planteárselo, he hacérselo mirar, de buscar los motivos y las explicaciones, se refugia en el impulso de la resistencia a cualquier precio.
Un impulso que fue cuestionado por el sionismo político cuando los palestinos lo tuvieron, que él ha calificado de absurdo cuando los sirios lo han mantenido -para recuperar Los Altos del Golán-, que su gobierno ha rechazado cuando los libaneses lo aplican a las sucesivas invasiones.
Pero él recurre a la resistencia a cualquier precio ignorando todo eso, aún cuando sabe -como han sabido siempre los halcones guerreros del gobierno israelí- que las resistencias de sus enemigos tenían razón y que en su caso la razón fue algo que perdieron en el mes de abril de 1948. Un mes después de que se aprobara la fundación del Estado Hebreo y del Estado Palestino, un mes después de que se repartiera esa tierra entre cannanitas -palestinos para entendernos-y judíos, sus tradicionales habitantes.
La Sociedad de Naciones realizó una partición de Palestina y, antes de que se secara la tinta de la firma que Israel había estampado aceptando esa partición, Tiberias fue ocupada el 19 de abril de 1948, los israelíes invadieron Haifa el 22 de abril, Jaffa el 28 de abril, los barrios árabes en la Ciudad Nueva de Jerusalén el 30 de abril, Beisan el 8 de mayo, Safad el 10 de mayo y Acre el 14 de mayo. Todas ellas eran ciudades concedidas a los árabes y de todas ellas se expulsó a los habitantes árabes para colocar a colonos judíos.
Fue en esos días, días de sangre y terror, días de deportaciones y ahorcamientos masivos, días de niños arrojados por las murallas de Jerusalén y de aldeas barridas de la faz de la tierra, cuando Israel se quedó sola, cuando los gobernantes del Estado Hebreo perdieron la posiblidad de recurrir hoy al heroísmo fatuo de Massada.
Cuando cualquier sitio que puedan invertarse no es otra cosa que el reflejo de la soledad que se construyeron.
Pero ellos lo hacen. Por más que se apoyen en el mítico concepto del Reino de David y de Salomón para justificar su concepción territorial, no tiran de las enseñanzas de sus reyes mitológicos. No abusan de la negociación de David con los reinos circundantes, no echan mano de la salomónica justicia de esto para ti y esto para mi y ya está, punto final.
No recurren a la negociación ni a la justicia. Tiran de Massada. Tiran de resitencia armada heroica. Aunque ignoran que no se puede ser heroico defendiendo algo que todo el mundo considera injusto y arbitrario.
Ante el posible reconocimiento como nación y estado de Palestina ellos lo único que hacen es armarse.
Refuerzan sus posiciones militares, envían mas armamento a los colonos y aceleran la construcción de un tercer muro, en este caso en la frontera con Egipto, que les separe del mundo y de la lógica.
Y recurren a aquello que ellos mismos han denostado. Ignoran aquello que es lo único en lo que todo el mundo les daba la razón. 
Eliminan  la única frontera que el mundo percibía que les separaba -por los pelos, pero les separaba- de los locos furiosos que habían puesto la sangre y los holocaustos a su dios como bandera de la liberación de Palestina: el terrorismo.
Quizás sea porque una vez, en los años cuarenta del pasado siglo, mucho después de Massada y mucho antes de su actual "asedio", les funcionó.
Será que aún recuerdan con nostalgia aquellos días en que unos cuantos paramilitares judíos -unos 2.500- plantaban bombas que volaron en pedazos a civiles en autobuses, mercados y cafés, introduciendo esas tácticas en el siniestro y sangriento tango que Oriente Próximo baila desde entonces.

Quizás sea por todo lo contrario. Porque ya no recuerdan.
No se acuerdan de cuando estos guerreros sionistas -así se llamaban a sí mismos- rodearon a todos los pobladores de una aldea -251 hombres, mujeres y niños- y los mataron a balazos. O porque han olvidado como , en contra de todas las normas internacionales de la guerra -curioso concepto, por cierto-, celebraron la captura de soldados del bando enemigo a los que mantuvieron en cautiverio durante semanas hasta que finalmente los colgaron del cuello.
Esos grupos se llamaban Irgún y Lehi, y estaban formados por nacionalistas judíos cuyos hijos ahora forman parte de la elite gobernante israelí. Algunos primeros ministros israelíes fueron sus jefes.
Durante las décadas de 1930 y 1940 sembraron bombas por toda Palestina, tomando como blancos tanto a soldados británicos como a civiles palestinos. Tenían dos objetivos: expulsar a los británicos y orillar mediante el terror a la población palestina para que aceptara incondicionalmente la creación de Israel, de su Israel, claro, no de la que habían aprobado todo el resto de los países de La Tierra.
Quizás sea porque se acuerdan, quizás sea por que ya no lo recuerdan. O quizás sea por pura y simple incoherencia. Pero cuando han temido que el resto del mundo no les de la razón, los gobernantes de Israel, los señores de Sión,  han recurrido al terrorismo.
Han permitido que los colonos acojan en sus fortificados bastiones a miembros de La Liga de Defensa Judía, una organización francesa considerada terrorista incluso por ellos mismos y por los estadounidenses.
Les han permitido dar formación militar a los colonos en guerra urbana -pero ¿eso no era terrorismo?- y tener libre acceso a todo el armamento que el gobierno hebreo ha enviado a los asentamientos que, es obligado recordar, son ilegales para todos los países del orbe salvo para Israel.
El resultado no ha sido una defensa heroica de los asentamientos coloniales israelíes, no han sido un puñado de colonos resistiendo las embestidas de una carga tras otra de genízaros otomanos, de guardias califales sirios o de yihadistas furiosos en verde y negro.
El resultado han sido tres mezquitas  incendiadas en las últimas semanas en el norte de Cisjordania, grupos de colonos entrando en Birzeit, junto a Ramala, y realizando abundantes pintadas con frases como "Muerte a los árabes" y "Mahoma cerdo" en la universidad y disparos en mitad de la calle por grupos de colonos que salen a las cuatro de la mañana a "dar un paseo a ver qué encuentran"..
Así que la respuesta de Netanyahu a un acto de legalidad internacional largamente postergado es la guerra y el terrorismo. Aquello que no han se han cansado de repudiar desde que ese sionismo político que representa iniciara ambas cosas en la década de los treinta del siglo XX en Oriente Próximo.
En eso ha transformado la resistencia heroica. En eso ha convertido Massada.
Bastante malo es buscar de ejemplo una resistencia que llevó a la muerte autoinflingida a todos los que la practicaron. Pero lo que es criminal es arrastrar a toda la población de un país a ese suicidio cuando se sabe que no se tiene la más mínima razón lógica para exigirlo.
Pero claro Israel no cree en el suicidio. No pueden creen en él. Yahve lo prohibe.
Así que quizás sea por eso -o quizás no. De hecho, es más probable que sea por todo lo contrario- los israelíes no quieren suicidarse.
Las mujeres y los niños israelíes no van a dejar mansamente que sus hombres les corten las gargantas como hicieran las familias de los sicarios -era su nombre, no es una abjetivación- en Massada; los hombres del ejército israelí no se van a echar a suertes quien mata a los demás para evitar el suicidio -que bien le ha hecho a ese ejército Breaking the Silence-.
Israel está en las plazas de Tel Aviv gritándole a su gobierno que no hace falta sacar los víveres al patio antes de inmolarse. Que lo que hay que hacer es repartir los víveres y asegurarse de que se pueden conseguir más; El ejercito israelí está recordando a Netanyahu con Breaking the Silence que el honor y la defensa de un país no pasa por la humillación y la derrota de sus vecinos.
Puede que el bueno de Benjamín no tenga tan fácil como Eleazar Ben Yair, convencer a sus gentes de que se suiciden para evitar una derrota que lo único que demostraría es que él y el sionismo político, estaban equivocados.
Algo que poco o nada tiene que ver con el verdadero futuro y la supervivencia de Israel, de la autentica Israel, no la que ellos se han empeñado en inventar y proclamar como el nuevo Estado Independiente de Massada.
Esperemos que nosotros, los occidentales, no nos veamos obligados a hacer de Lucio Flavio Silva el día en el que penetremos dentro del muro de este nuevo estado de resistencia y suicidio heroícos.
Esperemos que no tengamos que encogernos de hombros como el injustamente olvidado gobernador romano de Siria -¡Anda, Judea pertenecía a la provincia romana de Siria. Otro dato histórico misteriosamente ignorado!- y emular sus palabras: "no les hacia falta morir solos, ¿tanto les cuesta vivir con otros?".

Pero ellos siguen en sus trece. Cuando esté concluido el muro que separa Israel de su frontera egipcia ya nada permitirá a los israelíes mirar al otro lado. Los tres muros y el mar les separan del mundo. El Estado Hebreo será Massada.
Ya podrán resistir. La teoría de la raza solitaria odiada por los hombres y elegida por dios volverá a cobrar fuerza. Y Netenyahu y los suyos ya podrán dormir tranquilos. Ya tendrán lo que buscan. Ya serán Ben Yair y sus sicarios. Ya serán mesias.

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