Estamos condenados a la ironía. En
estos tiempos nuestros en la que nuestra invención de la sociedad occidental
atlántica está al borde mismo de su extinción como sistema de organización
humano, el sarcasmo nos ataca desde todos los frentes.
Mientras nuestros gobernantes se
empeñan en tratarnos como gusanos y nosotros seguimos empeñados en darles la
razón arrastrándonos debajo de la mesa de nuestras necesidades, nuestra
supervivencia y nuestros instintos más primarios para resistir sus constantes
acometidas, un gusano de verdad -de esos de los nematodos segmentados de toda
la vida- de nombre Caenorhabditis nos
explica eso que todos decimos desconocer, que muchos de nosotros creemos que no
sabemos cómo hacer.
Un gusano nos muestra cómo
enfrentarnos a la crisis.
Y es que Corin Bargmann, una de las
más hermosas acumulaciones de neuronas que pueblan el Rockefeller Center -y lo
digo por el interior de su cerebro, no por su pálido rostro y su melena rubia,
no se me ofendan las feministorras extemporáneas- ha descubierto gracias a este
arrastrado bicho que, en los cerebros y organismos complejos la motivación
personal modifica el sistema nervioso con la misma rapidez a la que un fotón
nos llega desde Andrómeda.
¿Y eso que tiene que ver con la
crisis, con nuestra forma de comportarnos en ella y con nuestra manera de
enfrentarnos a aquellos que la engrandecen solamente en beneficio de unos
pocos?
Parece que nada. Pero todo.
"Nos diferenciamos unos de otros
por dos razones: por nuestras experiencias individuales y deseos que dan forma
a nuestro sistema nervioso, y porque diferencias genéticas sutiles innatas nos
distinguen unos de otros",
ha dicho esta santa mujer cuando ha descubierto que cuando cambian las
motivaciones del innombrable nematodo, se modifica de arriba abajo su sistema
nervioso.
Y eso nos cambia el mundo. Bueno el
mundo no. Nos cambia a nosotros.
Ya no podemos echarle la culpa a
nuestra educación por ser unos egoístas, adalides del individualismo a
ultranza, que solamente encuentran o buscan soluciones para sí mismos.
Ya no podemos refugiarnos en que "nos repudia la violencia" o "no somos dados a la acción
física" o "nos bloquean las
situaciones de enfrentamiento" para evitar meternos en el meollo de
los problemas que nos acucian en los personal y en lo social e intentar
eludirlos a cualquier precio -siempre y cuando el precio lo paguen otros, claro
está-.
Ya no nos es suficiente el recurso a
nuestro material genético heredado de la parsimonia de nuestro padre o la
natural resignación de nuestra madre para eludir el riesgo que supone luchar
por lo que sabemos justo y por lo que conocemos que es necesario.
Un gusano y Cori Bargmann nos han fundido
los escudos como una ráfaga acertada de un caza rebelde le hizo en los tiempos mitológicos
del cine a La Estrella de La Muerte.
Se acabó el "yo soy así", el "no
me sale" o el "yo no valgo
para esas cosas" porque las motivaciones personales nos cambian todo
eso.
Y las motivaciones son solamente
nuestras. Nosotros las cambiamos y nosotros las elegimos.
Así que si cambiamos nuestras
motivaciones y dejamos de movernos por el gusto por hacer lo que queremos,
cuando queremos, como queremos y con quien queremos por el deseo de que se haga
lo que se debe hacer, lo que es justo hacer aunque no nos venga bien, nuestro
pasivo sistema nervioso que clama por la inacción se modificará.
Si cambiamos la motivación de la
supervivencia propia a cualquier precio por la de la vida digna para todos,
nuestros atávicos recursos neuronales al egoísmo y a la huida del
enfrentamiento perderán su fuerza y serán sustituidos por otros tan atávicos
como esos pero convenientemente enterrados como son la defensa de la especie y
la lucha por la dignidad.
Porque si ponemos nuestra motivación
en el todo y no en la ínfima parte que somos nosotros mismos nuestro sistema
nervioso cambiará y nos permitirá hacer lo que ahora no encontramos o no
buscamos fuerzas para hacer.
El sonriente rostro de una
investigadora yanqui que probablemente jamás ha pensado en todo esto y un puto
gusano nos demuestra que no es que no podamos hacerlo, es simplemente que no
queremos.
Que si cambiamos, el mundo cambia. Así
de sencillo. Tan sencillo que un simple nematodo es capaz de hacerlo.
Ya, si no hacemos algo para parar lo
que está ocurriendo, ya ni siquiera podremos decir que nos comportamos como
gusanos ¡Que triste!
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