Hay situaciones que estamos acostumbrados a ver en la ficción, que ideadas y escritas dentro de un guión cinematográfico y televisivo ayudar a dar énfasis dramático a una denuncia que el autor de la obra quiere exponer.
Y una de las típicas es la que reflejan muchas series de esas "de médicos" en las que la dirección de un hospital, inflexible y terca, niega la atención a un paciente por cuestiones burocráticas, por falta de cuota del seguro o cualquier otra de esas situaciones que nos hacen torcer el gesto ante la escena que retrata de forma descarnada lo que menos nos gusta del sistema estadounidense.
Pues bien, ya no tenemos que aguantar la torcida sonrisa del apogeo ligón de George Clooney, ni la sangrienta ironía de Hugh Laurie ni siquiera las mareantes anatomías de Carolina Cerezuela para contemplar una de esas escenas.
Solamente tenemos que pararnos en la esquina de las madrileñas calles de Modesto Lafuente con Fernández de la Hoz para contemplar ese espectáculo.
Un paciente sufre un ataque cardíaco -no un acceso de fiebre, no un salpullido alérgico, un ataque cardíaco- en las instalaciones de las consultas externas de la Clínica de La Milagrosa y ¿qué hacen los facultativos que pueblan el edificio?
Llaman a una ambulancia.
Avisan al 112 municipal, cuya unidad de asistencia más cercana está a tres kilómetros y tarda nueve minutos en llegar y mientras se quedan con él.
Pero no. No hay piernas kilométricas de Cerezuela corriendo a toda velocidad por los pasillos, no hay bastón de House golpeando furioso la camilla, no hay musculatura proporcionada de Clooney desplegada en el servicio de urgencias.
Hay una llamada al 112 desde la consultas externas de un hospital.
¿Es que no tienen camillas? ¿es que la Cerezuela no sabe correr con tacones? ¿es que House está demasiado borracho o drogado para atender a nadie? ¿es que Clooney se ha ido a hacer el tatuaje que lucirá en su próxima película?
No. La respuesta es más simple, mas demoledora. Es que la Clínica de La Milagrosa es un hospital privado.
Y aunque los facultativos quieran trasladarle al hospital, aunque se encuentren a 200 metros de uno de los centros hospitalarios mejor equipados de Madrid hasta el punto de que es el encargado de la enésima operación que se realiza a nuestro rancio monarca -a ver si en esta por fin le han recolocado las sinapsis y decide abdicar y enterrar su corona para que nadie se la vuelva a poner-, no pueden poner todo ese despliegue médico al servicio de un hombre que está sufriendo un infarto.
Tienen que esperar diez angustiosos minutos a que una UVI móvil se desplace por el caótico tráfico madrileño para recogerle y trasladarle a un Hospital público que se encuentra a más de dos kilómetros.
Ya no tenemos que esperar una semana para ver el capítulo. Ya sabemos de primera mano lo que supone la privatización de la sanidad.
Los responsables de La Milagrosa hablan de protocolos, hablan de que el hospital y su edificio de consultas externas tienen direcciones diferentes y son empresas distintas, de que no tienen comunicación interna. Dan todas las excusas legales que se les ocurren. Hasta llegan a decir que hubiera sido "ilegal" atenderle, pero ninguna de ellas sirve ni de lejos.
Porque ninguna de ellas alude a la más mínima ética profesional, porque ninguna de ellas tiene en cuenta el juramento hipocrático, porque ninguna de ellas, las disfracen de lo que las disfracen, tiene en cuenta otra cosa que el dinero, solo el dinero, nada salvo el dinero.
Diez minutos de riesgo vital por ahorrarse unos costes que nadie iba a sufragar, diez minutos de infarto -y no es metafórico- por no poner en un ínfimo peligro su cuenta de resultados con alguien que no va a tener porque pagar sus servicios, al que no le van a poder pasar la factura por su atención.
Si hubiera sido el rey hubieran corrido como alma que lleva el diablo, le hubieran trasladado a toda prisa. Pero claro ese es un cliente de pago y además de relumbrón. Con eso hubieran ganado algún que otro cliente privado de cuentas elevadas y gastos millonarios.
Así que ya no nos hace falta ver como Clooney mueve las vayas de la obra del hospital para justificar que el tiroteado está dentro del recinto y hay que atenderle, ya no tenemos que ver a House falsear las firmas para aceptar pacientes gratuitos y eludir la siempre vigilante mirada de la insinuante Lisa Cuddy, más pendiente de sus sueños húmedos con él que del protocolo hospitalario.
Ahora solamente tenemos que mirar a la Clínica de La Milagrosa y a una UVI Móvil en la Plaza de Colón para ver lo que nos espera.
Excusas administrativas para eludir atenciones sanitarias urgentes y necesarias pero que no reportan beneficios; preocupación por reyes, presidentes y seres adinerados en general y omisión de auxilio -de los responsables del hospital, no de los médicos, que conste- cuando la billetera no está llena.
Y eso es lo que nuestros gobernantes quieren para nuestro país, para nuestra atención sanitaria, para nuestros servicios públicos.
Ya no hay que ver la tele. EL futuro ya está aquí. Bienvenidos a él.
1 comentario:
Es mas, los costes no es que no los sufragara nadie, seguramente estaría de alta en la Seguridad Social, así que la SS tendría que pagarselos a La MIlagrosa.
Así que los motivos serían:
- La SS y los hospitales acuerdan unos protocolos de forma que se envíen estos casos a la SS, para que ésta no pague servicios de este tipo: Menor seguridad en salud para los ciudadanos (recorte).
- Al hospital se le cubre el coste pero le incomodan en la lista de pacientes con operaciones programadas, que probablemente son de VIPs, así que prefiere que se lo lleven.
Esperar 10 minutos a una UVI móvil y llevarle 3,2 Km en medio del tráfico de Madrid, en vez de llevarle a 320 metros al quirófano, para no molestar a los VIP. Lamentable
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