Últimamente se ha instalado una especie de reacción resignada a todo lo que nos rodea. De sentimiento de ese trágico del que hablaba el bueno de don Miguel -De Unamuno, se entiende- por el cual todo parece inútil. Por más que veamos a gentes luchando por ellos y por nosotros, por sus derechos y por los nuestros, por su presente y nuestro futuro, nosotros seguimos agarrados a nuestra coca cola light, nuestro mando a distancia y nuestras clases de batuca o sesiones de gimnasio.
"¡Mira de lo que ha servido tanta marea y tanta manifestación!", exclamamos como un mantra de resignación cristiana para en parte justificarnos y en parte poner los cimientos de una excusa eterna que nos sirva para todo.
Claro, que la realidad, empeñada siempre en caminar por su lado más allá de nuestras necesidades de autojustificación, se empeña en obligarnos a torcer el gesto, a no creernos mucho eso que decimos.
Lasquetty, el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid quería -y sigue queriendo- vender la sanidad madrileña por partes y colocarla en manos de sus conocidos, socios y amigos.
La marea blanca madrileña se movilizó, perdió meses de sueldo, puso en riesgo sus puestos y sus cargos para enfrentarse a ello. Se encerró en sus hospitales, defendió sus centros de Salud y al final tuvieron que dejar de hacerlo. Siguieron con sus manifestaciones, siguen con su lucha.
Pero nosotros nos quedamos con que ya no están en huelga, con que el consejero de Sanidad no dimitió. Nos quedamos con el aparente fracaso porque nos conviene. Porque eso justifica que nosotros no hiciéramos nada y no estemos dispuestos a arriesgar nada.
Pero nos mentimos.
La Consejería de Sanidad quería privatizar en su gestión 27 centros de Salud y de atención primaria y ahora resulta que solamente lo va a intentar con cuatro.
¿Por qué?
Porque la presión de pacientes y profesionales -los que se movieron, los que se arriesgaron, los que pelearon- ha hecho que muchas de esas empresas que se frotaban las manos con los ingresos que obtendrían de ese cambalache político que era la privatización ya no las tengan todas consigo. Ya vean conflictividad y problemas donde antes veían resignación y pingues ingresos y curvas de beneficio ascendentes.
Porque la reacción de esos profesionales hizo que La Comunidad de Madrid inventara una fórmula que mejorara la imagen -en realidad, ocultara- del verdadero objetivo de esas privatizaciones.
Hizo que se inventara una fórmula de sociedades científicas en las que los profesionales de la sanidad deberían tener el 51 por ciento del accionariado de la empresa para que se les concediera la gestión del centro de salud.
En la práctica solamente suponía que cualquier empresa tendría que tener un médico -o un científico- con un 51% del accionariado para optar a la adjudicación. Era una cortina de humo del tamaño del incendio del Reichstag, pero creían que podía funcionar.
Pero no han encontrado profesionales dispuestos a servir de testaferros, de hombres de paja a las grandes empresas del sector para poder acceder a esas concesiones, no han encontrados profesionales dispuestos a poner la salud de todos en riesgo a cambio de recibir dividendos en sus cuentas corrientes cada semestre.
En realidad, solamente han encontrado a cuatro que estén dispuestos a enfrentarse a la posición mayoritaria de la denominada Marea Blanca. Esa que pelaba y se arriesgaba mientras los adalides de la resignación unamuniana seguían pasando los canales en sus televisores de plasma.
Y lo mismo pasa con los Hospitales.
Lasquetty no renuncia -aunque ya manda a su segunda a hablar del asunto porque no todo marcha como debería- y anuncia que todo empezará en días sino en horas, pero ya ha tenido que parar en el Hospital de La Princesa, cada vez tiene menos claro que sus amigos y socios de las grandes empresas se hagan cargo de hospitales en guerra, cada día mira de reojo a los tribunales no vaya a ser que le venga una sentencia judicial que le paralice el asunto, como le ha pasado a Cospedal en Castilla La Mancha o a la Generalitat en Valencia.
Así que funciona, por más que nuestra cobardía y nuestra resignación necesiten lo contrario, funciona. Con riesgo, con lucha, con insistencia, pero funciona.
¿Acaso creíamos que una manifestación o una huelga sería suficiente?, ¿acaso creíamos que los que están dispuestos a quitarnos todo para su beneficio iban a renunciar en una sola tacada?, ¿acaso creíamos que podíamos seguir en casa mientras otros peleaban esperando que ellos ganaran en solitario por nosotros para no tener que arriesgar nada?
Siempre hemos sabido que no. Siempre hemos sabido que eramos necesarios en esa pelea.
Así que la próxima vez que nos sorprenda una noticia de una manifestación de la Marea Blanca, Verde, Negra o de cualquier otra entre el partido de fútbol y la telenovela tendremos que hacer un esfuerzo.
2 comentarios:
Amén.
Se puede decir más alto pero no más claro. Te felicito por ello. A ver si nos enteramos de una vez.
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