Hay cifras que un día se arrojan sobre nosotros y nos demuestran lo que está pasando. Cifras que nos llegan desde los titulares virtuales y físicos a cuatro columnas, desde los sumarios de los informativos y desde los avances de los boletines radiofónicos.
Esas cifras nos arrojan a una realidad de la queremos huir, de la que ansiamos escapar, de la que queremos escondernos. Pero ni todo el sensacionalismo, ni toda la objetividad ni todas las portadas nos dicen la auténtica verdad. Ya somos seis millones de parados. No tenemos seis millones de parados, no hay seis millones de parados. Somos seis millones de parados.
Y si crees que porque tu aún tienes empleo no está parado es que el egoísmo de la mirada constante a tu propio ombligo no te deja ver la realidad de que un país no puede moverse con un tercio de su población estancada en la falta de recursos.
Somos seis millones de parados porque, aunque parezca que resistes, que llevas dinero a casa y que aún puedes costearte la compra, los recibos y los gastos, no puedes avanzar dejando en la cuneta a uno de cada tres españoles.
Porque eso hará que su miseria te detenga, te impida progresar, te imposibilite llegar a ese futuro que solamente dibujas y piensas para ti pero que es imposible, aunque te lo niegues en todos tus sueños, sin todos los demás.
Somos seis millones de parados porque, aunque a ti no te hayan quitado la paga, no te hayan bajado el sueldo, no te hayan incluido en un ERE o no te hayan enviado a la cola de la desesperación, no podrás avanzar.
No podrás seguir el ritmo de los precios que subirán ante la caída de la demanda para mantener los beneficios, no podrás esconderte en tu puesto de trabajo cuando tu empresa empiece a darse cuenta que seis millones de nosotros que ahora no te importan ya no compran, ya no gastan, ya no tienen de donde consumir sin consumirse.
Y entonces mirarán hacia ti y te recordarán que ya estabas parado.
Que empezaste a estarlo con la Reforma Laboral a la que no te enfrentaste; que seguiste parado cuando hubo que moverse contra los recortes en prestaciones sociales y en desempleo y tú ni te enteraste ni quisite enterarte; cuando hubo que acudir a las calles y los juicios a defender los derechos de todos y tú tan solo te escondiste tras tu mando a distancia, tu egoísmo y tu individualismo apenas reprimido.
Ya somos seis millones de parados porque, aunque tengas un seguro privado, aunque lleves a los niños a un colegio privado y creas que a no vas a sufrir que seis millones de todos los que somos no coticen, no sostengan lo público, verás que tus sueldos descienden porque hay muchos que, en la desesperación que aporta la miseria, trabajarán por menos de lo que tú precisas para fingir que lo tuyo privado te salva de tener que defender lo público de todos.
Así que, trabajemos o no, ya somos seis millones deparados.
Porque, aunque tengas casa y pagues la hipoteca, tus salarios cada vez más pírricos que miran al pasado en lugar de al futuro no darán para todo. Porque tu empresa y las de todos tendrán donde escoger en un inmensa bolsa de pobreza de un millón de familias y seis millones largos de individuos que no tienen que llevarse a la boca.
Así que, aunque creas que huyes, aunque creas que has logrado esconderte, aunque creas que aún no estas parado, si piensas eso en serio ya no tienes trabajo, ya no tienes recursos, ya no tienes futuro.
Aunque solo haya seis millones de inactivos laborales estamos a punto de ser casi cincuenta millones de parados. Parados en la historia, parados en un presente sin futuro. Parados en la miseria.
Parados en la única expectativa laboral de ser sepultureros. El único oficio con futuro en esta tierra nuestra, condenada por la inconsciencia arribista de nuestros gobernantes y la irresponsabilidad insolidaria y egoísta de muchos gobernados.
Y no hay lugar donde esconderse, no hay lugar a donde huir. No espejo en el que contemplarse el ombligo, no hay agujero en el que meter la cabeza.
Podrás preguntar cómo, podrás preguntar cuándo, podrás preguntar dónde. Pero ya no tienes derecho a preguntar por qué.
Sin aún no sabes por qué hay que luchar es que sobras en esta sociedad, en este tiempo y en el futuro de todos. Sobre todo en el futuro de los seis millones de parados.
Bienvenido a tu futuro si no luchas. Por mucho que creas que aún tienes empleo.