Lo que quiero pedir al año nuevo es que llegue, que políticamente nos dejen que llegue. Y me explico.
Dos presidentes autonómicos en sus discursos de fin de año han vuelto a las andadas. La única que le queda al Partido Socialista, Susana Díaz, y el más kamikaze de los muchos que tiene el Partido Popular, el inefable Monago, han vuelto a pedir lo que lleva pidiendo el bipartidismo español de cesantía y bipolaridad desde que se retomara la democracia en España: que el tiempo no pase.
Y para ello se vuelven a agarrar al clavo ardiendo del llamado "Espíritu de la Transición", que es algo así como el cuarto fantasma navideño del cuento de Dickens. Quieren que el ejercicio de la política en España se congele en ese momento.
Vamos, para entendernos, quieren que Podemos, Ciudadanos, Equo y todas las formaciones políticas de nuevo cuyo entren por el aro de lo que ellos han estado haciendo estos cuarenta años.
Suena bien, hasta parece vendible y comprable. Eso hasta que te haces la pregunta de qué diantres es el Espíritu de la Transición.
Tal como yo lo veo es algo así como "hagamos lo justito para recuperar el sistema democrático, renunciemos a ciertas cosas, pospongamos otras y finjamos que otras no existen ni han existido nunca, para que los elementos más recalcitrantes y fanáticos de ambos lados de la campana de Gauss de nuestro arco ideológico no la emprendan de nuevo a tiros por las calles de España".
Resumiendo,quieren que asumamos para siempre la política del mal menor, del parche, del cambio incompleto. De no hacer las cosas del todo por miedo a desairar a aquellos que no quieren que nada cambie.
Eso fue La Transición. Así, como diría el mítico abogado cinematográfico de Philadelphia, "explicada como si tuviera seis años". Que eran precisamente los que tenía un servidor en La Transición.
Lo que, según yo lo veo, fingen ignorar para que no nos demos cuenta es que ahora son ellos, los representantes del bipartidismo, los que no quieren que cambien nada. Son ellos los que ponen constantes trabas y tiran de miedo para evitar ese cambio completo.
Pedirnos que vivamos en La Transición para siempre es tan absurdo como que nos pidieran recuperar el Espíritu de Los Tercios en nuestras relaciones con Europa, el Espíritu de La Armada Invencible en nuestra visión sobre Gran Bretaña o el Espíritu de los Conquistadores en nuestra forma de ver América. Otros tiempos, otros espíritus, otras formas de hacer las cosas.
Vivir por siempre en La Transición supone negar el cambio, negar la posibilidad de hacer las cosas completas, vivir en un eterno camino hacia ninguna parte porque siempre habrá alguien que no quiera perder privilegios, asumir responsabilidades o afrontar reformas que les perjudican.
Así que lo que quiero pedirle al año que mañana empieza es que le dejen que llegue y que por fin nos dejen dar el salto cuántico que supondrá pasar de 1975 a 2015.
Puede que sea arriesgado pero creo que ya toca.
Feliz 2015 a todos y que nos traiga una nueva política.