Hoy a leer le prensa - vale, leo la prensa, ¿y qué?- me he dado cuenta y he quedado perplejo. Pedro Solbes es clavado, clavadito a Jesús Vázquez.
Más allá de los plexos solares de infarto del adonis televisivo, más allá de la barba canosa y recortada que otroga aspecto de respetable patriarca -uy, perdón que en la era de las paridades ningún patriarca es respetable- que nos luce el ministro. Mas allá de trajes serios o camisas floreadas y ajustadas, más allá de calvicies y ondas de pelo mareantes, el laborioso y silencioso ministro y el risueño y deseado presentador son la misma persona.
A Pedro y a Jesús se les caen las cajas a las primeras de cambio.
Y puestos a pensarlo, esto de Caja Castilla La Mancha y su caída no iguala solamente al ministro con el chico del programa ¡Alla tú !y su constante obsesión con librarse de cajas. Iguala a este gobierno y los que dicen ejercer de honrada oposición con pizzeros, dependientas e incluso zapateros -pero de los que venden zapatos, no de los que dirigen gobiernos-.
No por tirar las cajas en si mismas, que un cartón con cuatro macilentas rodajas de insulso peperoni o una cajita mona para guardar pendientes, no son lo mismo que una señora caja -de esas que dicen que están guardando ahorros, pero juegan con ellos a la ruleta rusa- de a nueve mil millones el tropezón.
Los iguala con ellos sólo por los motivos por los cuales la caja acaba abollada en el suelo.
Cuando el pobre estudiante que se gana las copas deja caer el cuadrado envoltorio del encargo, saturada su vista y su atención por el escote promiente de alguna clientela; cuando la dependienta, absorta en la canaosa mirada interesante del que compra las joyas, traspapela cajita y envoltorio o cuando el zapatero hace volar su mercancia al aire, más pendiente de las piernas que se ofrecen a ella que de los infinitos tacones que pretende endosar a la tarjeta de la propietaria de piernas y zapatos, se parecen a Solbes por dejar que la caja se les caiga, pero se asemejan quizás más todavía al señor presidente y al ínclito Mariano.
A Solbes se le cae la caja. Pero a los otros, se les cae por fijar su mirada en lo que a nadie importa y no mostrarse atentos a lo que realmente concierne a sus tareas.
A Solbes se le cae la Caja de Castilla La Mancha y pilla al gobierno aprobando la reforma de una ley del aborto en plena crisis, al presidente a 22.000 kilómetros de ausencia, arreglando retiradas de tropas anunciadas a destiempo y sin formas y a la vicepresidenta hablando de manifestaciones que cuestionan realidades de hace más de dos décadas.
Y así, entre tanta atención dispersa y descentrada, la caja, que lleva un buen tiempo tambaleandose inquieta, ansiando responder con su salto a las míticas fuerzas descubiertas por Newton, se les va de las manos y se estrella en el suelo de la quiebra y la falta de liquidez, antes de que ni siquiera perciban -ninguno, salvo Solbes, que para eso le pagan- lo que ha estado pasando.
Y lo de la oposición es mas o menos lo mismo, más sin mirar escotes -que ellos no hacen eso, o no lo reconocen-.
Se les cae una caja y pilla a Don Mariano mediando en disputas por otra -La de Madrid, al caso-, al partido exigiendo facturas de trajes no pagados, a Soraya discutiendo sobre los aliados, los abortos o el papel de la iglesia -su iglesia, desde luego- en España -su España, por supuesto-.
Pilla Génova disfrutando del irónico sesgo de presidir un parlamento -el vasco- en el que nunca ha creído del todo; a Trillo sacando de la manga querella tras querella contra un juez del Estado y a Montoro -el que fuera ministro y hoy debiera encargarse de que al señor ministro no se le precipitara al abismo una caja de 9.000 millones- quejumbroso, quemado e irascible porque al Gobierno le aburre la pelea del PP por controlar otra caja -Cajamadrid, se entiende- y decidir así quien es fuerte en sus filas, si Aguirre, la eterna liberal o el siempre esquivo e imprevisible Gallardón.
De modo que, al igual que al gobierno al que a veces se oponen, la caja se les cae por estar centrados y pendientes en escotes, piernas, pechos y nalgas de la política patria y no dedicarse a mirar de frente y a la cara el rostro de la crisis.
Quiera la suerte -porque en esto, como en lo de las cajas del señor Jesús Vázquez, las cosas comienzan a ponerse tan chungas que parece que nuestro mejor aliado es el recurso al hado- que a Solbes se le borre el parecido con el hermosos Vázquez y no deje que las cajas se le sigan cayendo hasta quedar en una.
Porque como eso ocurra y al abrirla descubra un cepillo de dientes o un inmenso agujero de miles de millones. Entonces ni la oferta a deshora de la banca a Jasús, ni el aval de banco alguno, aunque sea de España, podrá evitar el caos.