Siempre hacen falta unos días para digerir las nuevas situaciones. Ya sean victorias, derrotas o simples empates técnicos, es bueno pararte y esperar a ver qué pasa, como evoluciona todo. Si es que se digna evolucionar.
Y ciertamente parecía que, tan dados como son algunos de sus miembros a las terapias religiosas del retiro espiritual y la contrición cristiana -esa parece que más para otros que para ellos mismos- los chicos y chicas del Partido Popular iban a aprovechar su Convención -que ellos no hacen congresos- para eso. Para preguntarse por qué y de donde les venían los guantazos que últimamente les están cayendo encima.
Pero no.Como si todo hubiera acabado, como si las cosas no fueran con ellos, como si no hubiera mañana, ellos han decidido hacer eso que tanto multan y tanto persiguen a los jóvenes: se han ido de botellón.
Para empezar han vuelto a caer en el ridículo jocoso que hacen siempre por aquello de no hacer congresos, como el Partido Socialista, como los de izquierdas, convocando y organizando una Convención y recordando la asamblea más izquierdista y radical de la Revolución Francesa que, bajo el mandato de Robespierre, paso por el filo de la guillotina miles de cuellos de los que ellos desciende social y políticamente.
Pero lo peor de todo es que han transformado Valladolid en el parking de una macrodiscoteca y se han lanzado a una fiesta choni de polígono en toda regla.
La Comunitat Valenciana está en quiebra y no para de pedir dinero al gobierno central, el Gobierno de la Comunidad de Madrid sufre derrota tras derrota: en los tribunales y en la calle por la privatización sanitaria, en sus componendas por la deserción de Eurovegas, en su política por el aumento irremisible del paro que alcanza casi las 700.000 personas; Castilla - La Mancha, regida por la santa Cospedal es la comunidad en la que más ha aumentado la pobreza y el riesgo de exclusión social.
Las astas de sus estandartes autonómicos se quiebran bajo el peso de la realidad y ellos, en lugar de llamar a las armas a los suyos para apuntalar el fuente, se arrojan a una macrofiesta de autoafirmación y de hipermotivación que hace dudar sobre el contenido de los canapés que se distribuyen en el catering del magno evento.
Y en lo que al Gobierno central tampoco están las cosas como para tirar de tecnotrance y bailar alocadamente en la macrofiesta vallisoletana.
Bruselas les enmienda la planay afirma que es ilegal no atender sanitariamente a los inmigrantes ilegales; Estrasburgo da carpetazo definitivo a la doctrina Parot y al simbionte electoral del terrorismo que el PP utiliza desde el albor de los tiempos.
Su reforma laboral, esa por la que decidieron vender como siervos y esclavos a los españoles a las compañías multinacionales para que se asentaran en España naufraga una y otra vez: Eurovegas no llega, Coca Cola se va, los gigantes de Internet siguen deslocalizando sus ganancias en España, Inditex sigue fabricando en China...
La calle y los profesionales siguen contra la Ley Wert de Educación y amenazan con la insumisión, los profesionales sanitarios de muchas comunidades siguen su lucha contra el modelo que ya ha sido parado en Madrid y que ya está fracasando estrepitosamente en Valencia. Los pueblos se rebelan contra sus alcaldes y ellos les dejan subirse el sueldo con la nueva Ley de Administraciones Locales; el juez Ruz sigue sacando detritos cada vez que mueve una baldosa en Génova, 13; la calles les reprocha la Ley de Dependencia, la Ley del Aborto...
Pero ellos tiran de autoafirmación en su convención. Echan mano de motivación extrema en sus pasillos y salas de reunión. Cuando tenían que estar postrados de hinojos -en su linea- y entonando el Non Nobis y el Te Deum tiran de Pitbull y de David Ghetta para organizar la versión pepera del Ibiza Dance Party ni se sabe ya que número.
"En la buena dirección" reza el eslogan presentado y defendido por la Santa Patrona del Recorte, María Dolores de Cospedal ¿de verdad que todo lo que está ocurriendo lo tenían previsto?, ¿de verdad que el hecho de que el 23% de la infancia de este país esté en el umbral de la exclusión económicas es la dirección adecuada?, ¿en serio que la "flexión" del paro hasta un 27,3% es ir en la dirección correcta?, ¿creen que más de 500 desahucios por mes durante el año pasado es el camino que debe seguir este país?
Saben que no pero no quieren verlo, no quieren verlo, no quieren saberlo. Los botellones no se organizan para sentarte en un banco del parque y reflexionar sobre lo absurdo de estar bebiendo en medio de la calle mientras estás suspendiendo asignaturas a cascoporro y tu novia te ha dejado; las macrofiestas no se ponen en marcha para acodarte en la barra y pensar sobre lo absurdo de intentar ligar con la música a más decibelios de los que desataría un estallido nuclear ni qué es lo que falla en tu vida como para no tener trabajo, ni dinero y necesitar polvo de ángel y pastillas para sentirte feliz.
Como perfectos adolescentes nini, el Gobierno y el partido político que lo sustenta no han organizado su convención no para reflexionar, sino para olvidar. No para buscar soluciones a la realidad, sino para olvidar que esta existe.
Y por eso se agarran a sus pírricas falsas victorias. Por eso colocan como símbolo en sus paredes y su aparato de mercadotecnia una flecha diagonal hacia arriba, ignorando que esa forma de crecimiento tiende al infinito y no alcanza nunca su objetivo si la base sobre la que se sustenta sigue cayendo y cayendo como los datos cotidianos les demuestran que está ocurriendo.
Por eso se agarran a esas escasas centésimas de mejora en las cifras macroeconómicas que son más producto de los maquillajes estadísticos y las situaciones coyunturales que de otra cosa, para tener algo que celebrar.
Usan el pírrico aumento del PIB o la mínima creación de empleo estacional como una droga de diseño que les permita arrinconar en su cerebro todo lo demás; utilizan las cifras de la deuda como un cubata de garrafón que les ahogue las penas por todas sus derrotas; usan a sus delegados como si fueran la choni y el petado protagonistas de un polvo rápido en el baño que les impida ver que nadie les quiere y mucho menos les respeta.
Y nada mejor para una fiesta de motivación máxima que recurrir a los viejos temas, a las viejas canciones.
Invitan a intérpretes clásicos para hacer sonar los mismos ritmos de la defensa de las víctimas y la derrota de ETA cuando ya saben hasta en Filipinas que ETA yace derrotada por el pueblo de Euskadi, el independentismo democrático y la acción policial; las mismas melodías sobre moral, respeto a la vida y aborto que en realidad afectan a una mínima parte de las mujeres y los hombres españoles y que saben que al final no tocarán; buscan las mismas armonías sobre la unidad territorial de la patria cuando hasta el más soberanista de los soberanistas de cualquier rincón de este país tiene ahora cosas mucho más importantes en la cabeza.
Pero no hay nada como la música conocida y machacona para poder disfrutar en un espectáculo que tiene como objetivo obviar lo desconocido que les golpea la cara, ignorar lo importante que les sacude el rostro.
Muchos, incluso del Partido Popular, se preguntan que objetivo tiene la convención vallisoletana del PP.
La respuesta es sencilla.
No está hecha para lanzar la candidatura europea, no está hecha para hacer examen de conciencia sobre errores propios en sus políticas y varapalos externos a sus estrategias.
El PP se reúne en Valladolid para danzar al ritmo de sus canciones favoritas, extasiarse con sus drogas favoritas y tratarse el desamor del electorado follando en los servicios. Para olvidar y pasarlo bien.
No tiene nada que ver con España o con nosotros. Es solo su macrofiesta.
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