sábado, junio 14, 2014

Gomendio y la necia confusión entre valor y precio.

Hoy, que parece que la siempre presente Marca España se tambalea merced a cinco goles logrados por unos muchachitos holandeses allende de los mares, toca desayunar con otra cosa.
Los que están empeñados en desmembrarnos el futuro a fuerza de dinamitar el acceso mayoritario  a la educación han vuelto a mostrar lo que realmente quieren, cual es su objetivo en esta cascada continua de recortes. En este caso en la educación universitaria.
Llevan dos años largos hablando de austeridad, de cultura del esfuerzo y llevándose a la boca cualquier cosa que se les venga a la mente, explicaciones como las de un  niño que no quiere hacer los deberes para justificar sus recortes y su política draconiana de becas, excusas peregrinas como las de una amante para no compartir el lecho para dar sentido al número de alumnos creciente que tiene que renunciar a los estudios superiores por falta de recursos.
Y ahora, dos años después de que el ínclito Wert lo esbozara, para luego matizarlo, posteriormente corregirlo y luego acallarlo, llega su alter ego, Montserrat Gomendio, a la sazón secretaria de Estado de Educación, y lo vuelve a decir.
El objetivo de reducir las becas, de endurecerlas, de recortarlas, no es que los estudiantes se esfuercen más, ni siquiera es que las cuentas cuadren. Es simplemente que tengan que bajar a la calle, cruzar la acera y pedir un crédito universitario.
O sea, convertir el futuro formativo de todo un país en un negocio para unos pocos, para los de siempre, para los únicos que merecen ser rescatados cuando gestionan mal sus negocios. Para los únicos españoles de primera división.
No importa que toda una generación nazca y crezca endeudada, que una sociedad desmadejada por sucesivas reformas laborales que han llevado al desempleo y la precarización tenga que sumar a sus ahogamientos hipotecarios otra losa crediticia sobre sus hombros ya maltrechos e incapaces de sostener el peso de las cada vez más empobrecidas economías familiares.
Y Gomendio, que demuestra saber de dinámica y equilibrio social lo mismo que un calamar gigante de tres patas bailando un minué, se queja simulando una pregunta al viento sobre "si se debería de seguir en un sistema de becas donde los estudiantes reciben unas cuantías importantes de dinero que luego no devuelven".
En el más absurdo ejemplo de economicismo que se recuerda desde las 30 monedas de Judas, la secretaria de Estado de Educación comete el error contra los que el poeta del 98 canto y contó: confunde valor con precio.
Todo estudiante que se gradúa devuelve a la sociedad el dinero que le ha dado en cuanto se pone a trabajar. A menos que se vaya al extranjero. 
Y eso, que ahora está ocurriendo, no se le puede achacar precisamente a los estudiantes sino más bien a la falta de expectativas y los seis millones de parados que la política laboral del PP ha generado.
Esa es la devolución. Esa ha sido siempre y no puede ser otra. Incluso en el más cerril razonamiento neocon un graduado devuelve a la sociedad lo que le ha dado en becas porque su trabajo especializado y necesario mejora el rendimiento de las empresas que son las generadoras de riqueza para esa sociedad.
Y no lo digo yo. Lo dijo Milton Friedman.
Pero a Gomendio y su ministro no les interesan las dinámicas y el equilibrio social, no les interesa la justicia y casi ni siquiera les interesa el liberalismo económico salvo como excusa.
La excusa necesaria para encaminar esa supuesta generación de riqueza social que da el estudio becado hacia alguien en concreto, hacia quienes ellos desean que ganen dinero, no valor social, solamente dinero.
Como hacen con la concertación de centros en las enseñanzas obligatorias bajo el falso paraguas del "derecho a la libre elección" de las familias; como hacen en la Formación Profesional con sus propuestas de trabajo semi esclavo en las empresas hasta los 35 años.
Saben que si se pone en órbita un sistema masivo de créditos universitarios será cuando el estudiante y posterior graduado o licenciado no le devolverá nada a la sociedad porque no podrá hacerlo. 
Con los sueldos que pretenden fijarse para nuestro futuro, ese licenciado no tendrá prácticamente espacio para el consumo por mucho que trabaje, ahogado por su crédito universitario, su hipoteca y los gastos que la destrucción o privatización de los servicios públicos le generen.
Será un trabajador clientelista de esos bancos durante quince o veinte años. No podrá dar riqueza a la sociedad en la que vive y trabaja. Tan solo, en el mejor de los casos, podrá devolverle ese dinero a los bancos.
Y ya sabemos lo que hacen los bancos de este país con el dinero. Pagar campañas electorales y obras faraónicas a fondo perdido, entre otras cosas.
Quizás sea por eso que se les busquen desde los gobiernos todas las fuentes de ingresos posibles.
Pero a lo mejor estoy equivocado.

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