lunes, diciembre 03, 2012

Los halcones de Israel deciden jugar en otra liga.


En estos tiempos en el que los velos parecen objeto continuo de debate y motivo constante de protesta hay uno que ha caído.
Ha caído de un rostro que a nadie se le antojaba oculto, que nadie quería creer que lo estuviese. En estos tiempos que los velos islámicos saltan a los periódicos a las primeras de cambio, una votación, una reacción y un conclusión ha hecho deslizarse otro velo de un rostro inesperado: el velo de Israel, de sus gobernantes sobre todo, se ha deslizado de su rostro mecido por el la brisa de 153 sufragios en la ONU.
Porque desde que Estados Unidos se quedó solo en la defensa del absurdo que los halcones de Israel mantienen y mantendrán, su velo se ha soltado de su cara y no solamente nos ha dejado ver lo que son, que ya lo sabíamos, sino que ya no les permite ocultar lo que no son.
Durante décadas han ocultado el torcido gesto de su militarismo, el crispado semblante de su expansionismo y la torva mirada de su deseo de supremacía y su odio bajo un solo velo, uno con varios pliegues, pero un solo velo.
Decían que eran un Estado soberano legal y que eran de los nuestros. Decían que esos dos pliegues en el velo de la historia justificaban lo que hacían, justificaban lo que eran y lo que obligaban a su país, su población y su futuro a ser.
Pero ahora ya no existe ese velo.
Pese a que filósofos europeos, opinadores estadounidenses y diplomáticos israelíes sigan gritando a los cuatro vientos que los gobernantes de Israel son demócratas -aún de esa paupérrima democracia que disfrutamos en el Occidente Atlántico- el velo de sus acciones ya no les oculta.
Porque un gobierno democrático no responde a tiros a través de una alambrada a la propuesta de un país de ser admitido en la ONU como observador; porque un gobierno democrático no responde con la ampliación de un plan de invasión, declarado ilegal por la ONU, sobre una tierra que ha sido reconocida hace apenas unas horas por el resto del mundo como un territorio que no le pertenece.
Ya da igual que se vote o no se vote dentro de las fronteras de Israel, no se puede ser demócrata cuando se ignora y se reacciona con la fuerza a la decisión más mayoritaria de las Naciones Unidas desde su fundación. Más mayoritaria incluso que aquella que antaño permitió la fundación del estado soberano sobre el que ellos gobiernan y del que su pueblo disfruta.
Ya da igual que haya o no libertad religiosa dentro de las lindes de Sión porque no se la reconocen a otros aunque el mundo al completo les diga que deben hacerlo; ya da igual que tengan parlamentos, división de poderes o Constitución porque se niegan a reconocer la soberanía de otro estado al que todos reconocen -aunque sea como observador-.
Porque como los monarcas absolutos de los tiempos salomónicos, reaccionan reteniendo un dinero que no les pertenece, invadiendo una tierra que no les pertenece, matando a agricultores que no han cometido otra falta que andar por la tierra que el mundo al completo dice que les pertenece.
Así que el velo de la supuesta defensa democrática de Israel se ha rasgado como dice el mito religioso que lo hiciera aquel del templo de Jerusalén.
Y por fin hemos podido ver lo que algunos ya sabían, los que muchos intuían y lo que la mayoría no quería aceptar: que, por más que lo digan, los halcones de Sión, que tienen como rehenes a todos los ciudadanos de Israel, nunca fueron de los nuestros.
Si la votación que aceptó a Palestina como observador en la Asamblea General de Las Naciones Unidas les dejó solos ante el mundo, su reacción violenta, invasiva, ilegal y desmesurada a esa decisión mayoritaria les ha granjeado nuevas amistades.
Porque hay otros que tampoco reconocen en su locura yihadista y mesiánica un estado soberano que todo el mundo acepta, porque hay otros que también responden con balas y bombas cada vez que el mundo les reprocha algo o les lleva la contraria, porque hay otros que también matan a civiles inocentes cada vez que no consiguen sus objetivos. Los gobernantes de Israel han dejado de jugar en nuestra liga. Todavía les quedan Estados Unidos y Las Islas Marshall. Pero no son demasiados -aunque uno pese mucho- para decir que cuentan con el apoyo del mundo.
Ahora han cambiado de liga. Los halcones que confunden Israel con sionismo y exterminio con defensa juegan en la liga de Irán, Hezbollah, Hamas, Al Qaeda... Esos son ahora los suyos.
Tampoco es sorprendente. Llevan demasiado tiempo jugando al mismo juego de guerra, odio, violencia y despotismo que ellos. Solo que al Gobierno de Israel le estaba permitido jugar levando velo.

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