En estos tiempos en el que los velos
parecen objeto continuo de debate y motivo constante de protesta hay uno que ha
caído.
Ha caído de un rostro que a nadie se
le antojaba oculto, que nadie quería creer que lo estuviese. En estos tiempos
que los velos islámicos saltan a los periódicos a las primeras de cambio, una
votación, una reacción y un conclusión ha hecho deslizarse otro velo de un
rostro inesperado: el velo de Israel, de sus gobernantes sobre todo, se ha
deslizado de su rostro mecido por el la brisa de 153 sufragios en la ONU.
Porque desde que Estados Unidos se
quedó solo en la defensa del absurdo que los halcones de Israel mantienen y
mantendrán, su velo se ha soltado de su cara y no solamente nos ha dejado ver
lo que son, que ya lo sabíamos, sino que ya no les permite ocultar lo que no
son.
Durante décadas han ocultado el
torcido gesto de su militarismo, el crispado semblante de su expansionismo y la
torva mirada de su deseo de supremacía y su odio bajo un solo velo, uno con
varios pliegues, pero un solo velo.
Decían que eran un Estado soberano
legal y que eran de los nuestros. Decían que esos dos pliegues en el velo de la
historia justificaban lo que hacían, justificaban lo que eran y lo que
obligaban a su país, su población y su futuro a ser.
Pero ahora ya no existe ese velo.
Pese a que filósofos europeos,
opinadores estadounidenses y diplomáticos israelíes sigan gritando a los cuatro
vientos que los gobernantes de Israel son demócratas -aún de esa paupérrima
democracia que disfrutamos en el Occidente Atlántico- el velo de sus acciones
ya no les oculta.
Porque un gobierno democrático no
responde a tiros a través de una alambrada a la propuesta de un país de ser
admitido en la ONU como observador; porque un gobierno democrático no responde
con la ampliación de un plan de invasión, declarado ilegal por la ONU, sobre
una tierra que ha sido reconocida hace apenas unas horas por el resto del mundo
como un territorio que no le pertenece.
Ya da igual que se vote o no se vote
dentro de las fronteras de Israel, no se puede ser demócrata cuando se ignora y
se reacciona con la fuerza a la decisión más mayoritaria de las Naciones Unidas
desde su fundación. Más mayoritaria incluso que aquella que antaño permitió la
fundación del estado soberano sobre el que ellos gobiernan y del que su pueblo
disfruta.
Ya da igual que haya o no libertad
religiosa dentro de las lindes de Sión porque no se la reconocen a otros aunque
el mundo al completo les diga que deben hacerlo; ya da igual que tengan
parlamentos, división de poderes o Constitución porque se niegan a reconocer la
soberanía de otro estado al que todos reconocen -aunque sea como observador-.
Porque como los monarcas absolutos de
los tiempos salomónicos, reaccionan reteniendo un dinero que no les pertenece,
invadiendo una tierra que no les pertenece, matando a agricultores que no han
cometido otra falta que andar por la tierra que el mundo al completo dice que
les pertenece.
Así que el velo de la supuesta defensa
democrática de Israel se ha rasgado como dice el mito religioso que lo hiciera
aquel del templo de Jerusalén.
Y por fin hemos podido ver lo que
algunos ya sabían, los que muchos intuían y lo que la mayoría no quería
aceptar: que, por más que lo digan, los halcones de Sión, que tienen como
rehenes a todos los ciudadanos de Israel, nunca fueron de los nuestros.
Si la votación que aceptó a Palestina
como observador en la Asamblea General de Las Naciones Unidas les dejó solos
ante el mundo, su reacción violenta, invasiva, ilegal y desmesurada a esa
decisión mayoritaria les ha granjeado nuevas amistades.
Porque hay otros que tampoco reconocen
en su locura yihadista y mesiánica un estado soberano que todo el mundo acepta,
porque hay otros que también responden con balas y bombas cada vez que el mundo
les reprocha algo o les lleva la contraria, porque hay otros que también matan
a civiles inocentes cada vez que no consiguen sus objetivos. Los gobernantes de
Israel han dejado de jugar en nuestra liga. Todavía les quedan Estados Unidos y
Las Islas Marshall. Pero no son demasiados -aunque uno pese mucho- para decir
que cuentan con el apoyo del mundo.
Ahora han cambiado de liga. Los
halcones que confunden Israel con sionismo y exterminio con defensa juegan en
la liga de Irán, Hezbollah, Hamas, Al Qaeda... Esos son ahora los suyos.
Tampoco es sorprendente. Llevan
demasiado tiempo jugando al mismo juego de guerra, odio, violencia y despotismo
que ellos. Solo que al Gobierno de Israel le estaba permitido jugar levando velo.
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