Está tan claro que los políticos y las
instituciones que los encumbran y protegen funcionan a bandazos, a ráfagas
heladas de víscera y sinsentido, que resulta casi redundante destacarlo.
Hace pocos días el presidente de la
Comunitat Valenciana, Alberto Fabra, no podía resistir el para el hipnótico
atractivo de las cámaras y los flashes periodísticos y se dejaba caer, como
quien no quiere la cosa, frente al tendereta de las Madres de Montserrat, esas
mujeres a las que la intransigencia y furia recortadora del departamento de
Educación de su gobierno han obligado a desnudarse para poder llevar a sus
hijos al colegio en autobús, para adquirir un calendario mientras prometía que
"lo estudiaría detenidamente", no se sabe muy bien si el calendario o
el caso.
Apenas se han apagado los ecos de ese
ridículo mediático falsamente conciliador cuando la policía local valenciana,
que no debe tener tiempo para leer diarios, las aparta con cajas destempladas
de los aledaños de Mestalla cuando están realizando la misma operación.
Y puede ser que no tenga nada que ver,
puede ser que sea casualidad, puede ser que el hecho de que las retiraran no
tenga una explicación. Puede ser todo eso. Y también puede ser que el mundo se
haya acabado el pasado día 21 de diciembre y no nos hayamos dado cuenta.
Unos primeros policía municipales no
ponen problemas -si es que lo sensual es un arma que desarma al más pintado de
los agentes del orden, sobre todo si son locales- y ahí podía haber quedado la
cosa.
Pero llega un segundo grupo, que las
busca hasta que las encuentra, y les dice que no, que lo considerarán un acto
de venta ambulante y las sancionarán, que tienen que dejar de hacerlo.
No soy yo muy de partidos ligueros en
los campos de fútbol pero me temo que están rodeados los estadios de tenderetes
con banderolas, camisetas, escudos y parafernalia varia de todo equipo de
fútbol que se precie, los reventas, conocidos por todos y habituales semana
tras semana -o al menos en los grandes partidos- se pasean impunemente por las
cercanías haciendo el negocio que la afición exacerbada al fútbol les permite. Y si no los hay en Mestalla, los hay en todos los demás.
Y los agentes locales se pasean sin
pedir una licencia, con las manos en sus cintos cual agentes de la migra sin
Rai Ban ni sombrero de ala, haciendo la vista tan gorda que el orzuelo de la
indiferencia y la transigencia amenaza con cerrarles definitivamente la mirada.
Por no hablar de los cientos, casi
miles de veces, que se ve a infantes recolectando para el Domund - que siempre
es domingo, no lo olvidemos-, para la lucha contra el cáncer o para cualquier
otra causa para la que se pueda agitar una hucha ante los rostros y bolsillos
de los viandantes. Tan solidarios, como poco, como el calendario vendido por
las Madres de Montserrat. Estan vendiendo banderitas a cambio de la voluntad, según la estricta interpretación del segundo grupo de agentes para con los calendarios.
Pero cuando unas madres venden un
calendario que se han visto forzadas a hacer por la injusticia de un cambio de
criterio en las mediciones que ha dejado a sus hijos sin transporte escolar, la
cosa cambia, cuando se ponen a vender la imagen sensual de sus cuerpos para
reclamar aquello que ya debería estar pagado y cubierto por sus impuestos y los
de todos, ahora destinados a otras cosas, los agentes locales se acuerdan de la
venta ambulante.
Y tienen razón, las Madres de
Montserrat estaban en Mestalla haciendo algo prohibido y denostado por el
gobierno de Fabra en Valencia y de Rajoy en toda España. Estaban vendiendo algo
que no quieren que se propague ni se comercialice, que no desean que se
extienda ni que sea adquirido por los ciudadanos de este país y mucho
menos al módico precio de cinco euros.
Las madres de Monserrat están
dedicándose a la venta ambulante de dignidad y lucha y eso no puede permitirse.
Aunque Fabra la haya comprado por error.
Mientras se vendan gorras, camisetas
falsificadas, banderitas o llaveros valencianistas no pasa nada, mientras
se negocien a millón entradas de segunda oleada, todo está bien. Esa es la
venta que desea y potencia el Gobierno.
Todo lo que nos aleje de los recortes,
lo que nos venda victoria donde hay derrota, lo que nos venda triunfo donde hay
miseria por sus políticas, lo que nos de la imagen de un equipo ganador, de una
selección triunfante o de una liga de altos vuelos se puede vender, se debe
vender. Sea de forma ambulante o no.
Pero las Madres de Montserrat están en
otro negocio. Cada una de sus curvas, cada una sus fotos, vende lucha, vende
dignidad, vende no conformarse con las blusas cerradas y los ojos agachados
con la decisión de quitarles lo que les pertenece a sus hijos por derecho para
acumularlo como oferta de paz a una banca arruinada en negocios tan suyos como
de los políticos que las protegen.
Cada billete azul de cinco euros que
cosechan las madres es un dividendo para la lucha, un beneficio para el
esfuerzo colectivo, un respiro para los que se enfrentan a decisiones injustas,
a recortes draconianos, a gobiernos insolidarios que intentan tapar la
insolvencia que sus manejos y obras inútiles han generado con el dinero que
roban legalmente a aquellos que nunca pidieron un circuito de Fórmula 1, un
puerto deportivo o un aeropuerto fantasma en Castellón.
Y ese negocio no debe permitirse. Mestalla
no puede saber de él, no puede comprarlo y financiarlo. Mestalla debe ser
utilizado para acallar conciencias y realidades, no para despertar luchas y
dignidades.
El fútbol ha de servir para eso, no
para todo lo contrario.
http://www.calendariosolidarioautobus.com |
Por fortuna ya ni los clubes, ni los
futbolistas se creen eso ni quieren participar de ese rol asignado en la
política cada vez más quebradiza del pan y circo que inventara Tiberio para
Roma y que ahora Moncloa y el Palau de la Generalitat intentan aplicar a
rajatabla.
Los jugadores firmarán los calendarios
y se subastarán. Más ingresos de lucha y dignidad para las Madres de
Montserrat, el colegio Evaristo Calatayud, Valencia y cada rincor conocido o ignoto de España en general.
Porque ni Fabra, ni los agente locales
que impiden esa venta, ni todos los que quieren una mayoría silenciosa y
aquiescente que se resigne al papel que ellos han diseñado para ellos en una
sociedad reestructurada solo en su beneficio han captado el mensaje.
La Madres de Montserrat no posan para
ellos, Mestalla no es su circo romano y ya ni siquiera el Valencia CF quiere
jugar en su liga.
Y ellos no se han dado cuenta aún. Por
eso Fabra compra el calendario y la policía local de la capital del Turia
impide que se venda.
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