Europa se tambalea una vez más porque están a la greña Francia y Alemania, sus dos grandes columnas salomónicas -a excepción de Gran Bretaña, que siempre ha creído en Europa tanto como en los leprechauns, no nos engañemos-.
El ministro de economía alemán, Wolfgang Schäuble, abre la boca para criticar a Francia. Más allá de que, por más dinero que Alemania -bueno, los bancos alemanes- preste para la Unión Europea, tiene el mismo derecho a inmiscuirse en la política francesa que el capitán Ahab en la política de preservación de las ballenas de la ONU, la crítica que el alemán hace ya pasa la linea de lo inoportuno y se adentra en el minado terreno de lo peligroso. Según el teutón resultan "inaceptables las dificultades que se encuentran en el Parlamento y en la opinión pública (franceses, claro) a la hora de abordar una verdadera reforma laboral".
¿Perdón?, ¿inaceptables?, ¿por quien?
Quizás el bueno de Wolfrang olvide que Francia se unió y se forjó en torno a la voluntad de su parlamento -Estados Generales, se llamaban entonces-, que en Francia la opinión pública es la expresión de la voluntad del que gobierna, que es el pueblo. Quizás olvida que cortaron cabezas de reyes, de nobles y de prelados, que arriesgaron y dieron sus vidas en una revolución que se estudia en todas las escuelas del mundo como el inicio de la Edad Moderna para que su parlamento pudiera poner todas las dificultades que le diera la gana al gobierno y la opinión publica pudiera oponerse a cualquier mandato surgido del Palacio del Elisio todo lo que quisiera.
Quizás el ministro de finanzas alemán olvida que, de hecho, Francia considera que ese es el trabajo del parlamento y que la responsabilidad de cada francés como ciudadano y heredero de aquellos que atacaron La Bastilla es, perdón por la expresión, dar por culo al Gobierno. Que para eso le pagan.
Pero claro, es lógico que Wolfgang Schäuble no entienda mucho de eso.
Como capitalista a ultranza cree que el dinero da derecho a cualquier cosa. Que los que financian tienen derecho por el mero hecho de poner el dinero a decidirlo todo, a meterse donde no les llaman a imponer su criterio y su provecho en las vidas de otros.
Y como alemán, bueno como alemán.
Es heredero directo de un estado que se formó pasando por encima de la voluntad de unos y de otros. Que se creó a golpe de las órdenes y deseos del Káiser Guillermo, anexionando territorios sin pedirles permiso, imponiendo la fuerza militar y el poder del dinero, y que llevó a Europa, por esa forma de entender el Estado a la conflagración masiva. No olvidemos que hubo un gobierno alemán que cuando tuvo un problema con su parlamento terminó matándolo entre llamas.
Quizás sea por eso que le resulta imposible comprender que Francia y otros muchos preferimos hundirnos haciendo lo que hemos decidido hacer en libertad que salvarnos porque venga un mesías con un casco de punta que piense por nosotros.
Es el eterno enfrentamiento entre aquellos que construyen sus estados sobre la voluntad de los que viven y trabajan en ellos y los que los crean sobre la obediencia y la devoción a un visionario que les arrastra en todos sus delirios de grandeza.
Si a Wolfrang y a Alemania les resulta inaceptable que Francia sea democrática que abandonen la UE o le declaren la guerra una vez más.
Pero su dinero, su fuerza y su poder esta vez no les da derecho a decidir. Se hizo una revolución y se combatió en dos guerras mundiales para asegurarnos eso, al menos eso.
¡Coño, si hasta Inglaterra mató a un rey para lograrlo!
(Y pongo el trailer de Assasin Creed Unity porque mola y me parece que viene al pelo. Y el que prefiera que sus hijos crezcan con Disney a que aprendan algo de conciencia social mientras juegan, allá él.)
¿Perdón?, ¿inaceptables?, ¿por quien?
Quizás el bueno de Wolfrang olvide que Francia se unió y se forjó en torno a la voluntad de su parlamento -Estados Generales, se llamaban entonces-, que en Francia la opinión pública es la expresión de la voluntad del que gobierna, que es el pueblo. Quizás olvida que cortaron cabezas de reyes, de nobles y de prelados, que arriesgaron y dieron sus vidas en una revolución que se estudia en todas las escuelas del mundo como el inicio de la Edad Moderna para que su parlamento pudiera poner todas las dificultades que le diera la gana al gobierno y la opinión publica pudiera oponerse a cualquier mandato surgido del Palacio del Elisio todo lo que quisiera.
Quizás el ministro de finanzas alemán olvida que, de hecho, Francia considera que ese es el trabajo del parlamento y que la responsabilidad de cada francés como ciudadano y heredero de aquellos que atacaron La Bastilla es, perdón por la expresión, dar por culo al Gobierno. Que para eso le pagan.
Pero claro, es lógico que Wolfgang Schäuble no entienda mucho de eso.
Como capitalista a ultranza cree que el dinero da derecho a cualquier cosa. Que los que financian tienen derecho por el mero hecho de poner el dinero a decidirlo todo, a meterse donde no les llaman a imponer su criterio y su provecho en las vidas de otros.
Y como alemán, bueno como alemán.
Es heredero directo de un estado que se formó pasando por encima de la voluntad de unos y de otros. Que se creó a golpe de las órdenes y deseos del Káiser Guillermo, anexionando territorios sin pedirles permiso, imponiendo la fuerza militar y el poder del dinero, y que llevó a Europa, por esa forma de entender el Estado a la conflagración masiva. No olvidemos que hubo un gobierno alemán que cuando tuvo un problema con su parlamento terminó matándolo entre llamas.
Quizás sea por eso que le resulta imposible comprender que Francia y otros muchos preferimos hundirnos haciendo lo que hemos decidido hacer en libertad que salvarnos porque venga un mesías con un casco de punta que piense por nosotros.
Es el eterno enfrentamiento entre aquellos que construyen sus estados sobre la voluntad de los que viven y trabajan en ellos y los que los crean sobre la obediencia y la devoción a un visionario que les arrastra en todos sus delirios de grandeza.
Si a Wolfrang y a Alemania les resulta inaceptable que Francia sea democrática que abandonen la UE o le declaren la guerra una vez más.
Pero su dinero, su fuerza y su poder esta vez no les da derecho a decidir. Se hizo una revolución y se combatió en dos guerras mundiales para asegurarnos eso, al menos eso.
¡Coño, si hasta Inglaterra mató a un rey para lograrlo!
(Y pongo el trailer de Assasin Creed Unity porque mola y me parece que viene al pelo. Y el que prefiera que sus hijos crezcan con Disney a que aprendan algo de conciencia social mientras juegan, allá él.)
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