Lo de Rodrigo Rato tiene un cierto mérito, hay que reconocerlo.
Hacer tan calmado y modoso el tránsito de pilar y garante del mundo capitalista liberal occidental a excusa humana de un partido conservador de medio pelo no es sencillo. Aunque es de suponer que unos cuantos cientos de millones escondidos aquí y allá -más allá que aquí, me temo- ayudan por demás al tránsito de Rato por el duodeno del Partido Popular
Porque eso es lo que es o en lo que quieren convertir a Rodrigo Rato: en una simple excusa. Si alguien piensa que el otrora todopoderoso economista es otra cosa que lo olvide.
Génova ha abierto la caja los truenos, ha buscado un objetivo sobre el que descargar sus rayos olímpicos, ha encontrado a Rato y ha sonreído.
Todo el proceso, la detención, los gestos de repudio de los políticos del PP, sus declaraciones, no son otra cosa que la construcción medida, sistemática y minuciosa de una excusa que darle a sus votantes para seguir votándoles, para que tengan la conciencia tranquila mientras depositan en la urna su sufragio en favor del partido que más ha corrompido el gobierno español desde los tiempos de Cánovas y Sagasta.
Allá va Rato, franqueado por policías, contrito en el descubrimiento de sus delitos, con sus lujosos domicilios registrados y escupido en la cara por los suyos, por aquellos que hicieron genuflexiones ante él en los pasillos del Ministerio de Hacienda y le hicieron el besamanos en los despachos de Génova,13.
Como lobo abatido y arrastrado por la plaza del pueblo, le presentan como culpable, como una vergüenza para el país y para el partido al que perteneció. Le pasean por los medios y se lo muestran a su militancia.
Y así, el votante del Partido Popular ya tiene una excusa para seguir votando al PP. Ya puede decir que el PP limpia la corrupción, que hasta los más grandes caen cuando lo hacen mal, que el Partido Popular no protege a los corruptos, que bajo el gobierno de Rajoy fue procesado un prohombre popular por corrupto. Y seguir votando tranquilos al PP.
Y comprarán la excusa. Como la compró el pueblo estadounidense con Lee Harvey Oswald y la bala mágica, como la compró Francia con los juicios callejeros por colaboracionismo con los nazis, como la compró Italia con el ahorcamiento de Mussolini. Como, en el albor de los tiempos de nuestra democracia, la compró la militancia socialista con el caso Juan Guerra.
Un único lobo solitario que diezma los rebaños, destruye las cosechas y ataca los corrales. El sistema está bien, el partido está bien.
Identifica, expulsa, juzga y condena a los corruptos. Se puede seguir confiando en él. Se le puede seguir votando.
Identifica, expulsa, juzga y condena a los corruptos. Se puede seguir confiando en él. Se le puede seguir votando.
Lo único que le queda al gobierno de Rajoy para completar la escenificación es dar orden a todos los medios públicos de no incluir en su programación reposición alguna de la serie del lobo del mítico programa El hombre y la Tierra.
No vaya a ser que la gente la vea y termine recordando que los lobos atacan, cazan y devoran en manada.
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