viernes, abril 17, 2015

El sueño del mercenario

Me voy.
Tomo todo lo que tengo que no es nada y todo lo que soy, que es lo poco que me han dejado ser, y me voy.
Vuelvo a la guerra, a mi guerra. Donde los amigos lo son aunque saben que tendrán que salvarte la vida. Donde los enemigos te disparan, te persiguen y matan porque son enemigos. No es nada personal.
Me voy.
Tomo mis armas oxidadas y mi pluma gastada, lo poco que el amor y la paz no se llevaron aún de mí ni de mi alma, y me voy.
Vuelvo a la guerra, la guerra que dejé. Donde ninguna bala lleva tu nombre escrito porque todas las balas tienen demasiados apellidos impresos en sus fundas, donde no miras a la espalda porque quien va a por ti te ataca desde el frente.
Donde el amor estalla en una bomba y la amistad se quiebra en un disparo. Donde no se leen tus palabras pero se escuchan todos y cada uno de tus gritos, donde está permitido perseguir con un arma a un hombre que te arranca la vida. Donde lloras y matas, donde ríes y mueres.
Me voy. Tomo todo lo que me queda de lo que soy, lo que fui y lo que quise ser y me vuelvo a mi guerra. Y entonces me despierto.
Y comprendo que ya no existe guerra. Que morimos de miedo, que matamos de pena.
Ya no hay guerra y no hay paz. Ya no hay vida y no hay muerte. Ya no hay nada que dar pues nada se devuelve.
Recuerdo que he sido mercenario que lo hizo por dinero, francotirador que ajustó su disparo para cada objetivo, guerrero que lo hizo por furia y altivo caballero que lo hizo por honor.
Recuerdo que he escrito por miles de motivos, que he usado la pluma como arma por cientos de causas y banderas. Comprendo que he cargado palabras, he disparado frases, he amartillado párrafos y cebado todo tipo de textos para usarlos como arma arrojadiza en todas mis batallas, en todas mis derrotas, en la guerra infinita que ha librado mi vida contra mí misma alma.
Y ninguna me sirve y ninguna me basta. Y todas se encasquillan y me fallan el blanco, pierden la trayectoria y yerran su objetivo.
Porque la única victoria es que una mujer conduzca treinta millas, aparque, atraviese las losas de ese patio de armas en el que espero cansado la batalla del día y me abrace y me diga: te quiero, no importa lo que temas, te quiero. No importa lo que digas o pienses, te quiero.
Y eso no pasará.
Así que me despierto y comprendo que no me voy a ir. Que ya no queda guerra a la aún yo pueda regresar. La guerra ha terminado y ya la hemos perdido.
Todos, incluso y sobre todo, aquellos que quisieron y quieren escapar de otras guerras.
(nota: yo lo he escrito con el Take it all de Adele. Vosotros leedla escuchando lo que os de la gana)

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