A lo largo de la historia es algo común. En ocasiones solamente diplomático y banal, en otras histórico y trascendental.
Pues bien, se acerca uno de esos que será trascendental. De hecho, el más trascendental para la historia del mundo desde el Tratado de Utrech, que puso fin a la Guerra de Sucesión española.
Y para aquellos que creen que para el mundo no fue tan significativo que los Austrias o los Borbones reinaran en España solo diré tres palabras: Asiento de negros.
La Unión Europea y Estados Unidos han negociado casi en secreto, de espaldas a sus instituciones nacionales y a sus ciudadanos un acuerdo que, aunque tiene el anodino e inocuo nombre de Tratado Trasatlántico para el Comercio y la Inversión -TTIP, en inglés-, en la práctica es la recuperación del Asiento de Negros del tratado de Utrech. La única norma a lo largo de la historia en la que se reconoce a los seres humanos como pura mercancía.
Y ahora no van a ser los negros mandigos de África, ni los indios de Calcuta, ni los enemigos vencidos del imperio. El Tratado de marras da poder a cualquier empresa transnacional para esclavizar a cualquier ciudadano de la Unión Europea y Estados Unidos.
Así de sencillo.
Y quienes arqueen una ceja, resoplen o alcen las manos con desesperación cuando lean tan radical definición, que sigan leyendo.
"El objetivo es reducir, o incluso eliminar barreras no arancelarias al comercio". Puede que parezca otra cosa pero las únicas "barreras no arancelarias" que tiene el comercio son las leyes. Las leyes que anteponen los derechos a la actividad económica, las leyes de seguridad en el trabajo, la protección laboral. Las Constituciones nacionales.
Así que quien lo firma está diciendo que si un derecho de algún colectivo dificulta la obtención de beneficios, ese estado se reúne y cambia su ley, su norma o incluso su Constitución.
Quien pueda decirme que eso no es esclavitud que lo haga.
"La competencia económica es una libertad fundamental suprema e inalienable". O lo que es lo mismo o somos neocon o estamos fuera de la ley.
La competencia económica reconocida como derecho fundamental, supremo -sí, supremo- y inalienable significa que los derechos de las empresas se anteponen a los de las personas, que son solamente considerados "barreras no arancelarias".
Quien encuentre argumento para defender que esto mejora las condiciones de los trabajadores, que lo intente.
Y para rematar la faena, para retrotraernos al tratado de Utrech definitivamente, el TIIP proporciona a las corporaciones privadas "derecho de litigio contra las leyes y regulaciones de los diversos estados, en aquellos casos en los que dichas corporaciones sientan que tales leyes y regulaciones representan obstáculos innecesarios para el comercio, el acceso a los mercados públicos y a las actividades de suministro de servicios. Estos litigios no serán ya más establecidos de acuerdo a las jurisdicciones nacionales, sino a través de estructuras privadas de arbitrio".
O sea que si alguna ley, decreto, conjunto de normas, reglamento o constitución nacional, supone un impedimento subjetivo -repito, subjetivo- para una corporación tiene derecho a litigar contra él y no en los tribunales nacionales, ni siquiera en las instancias judiciales europeas o en el Tribunal Supremo estadounidense.
¡En un sistema de arbitraje privado que tiene como máxima norma el propio tratado y solo el tratado!
El comercio, el dinero y los beneficios cambian, anulan y dictan la ley. Los seres humanos dejan de tener derechos si estos dificultan el comercio.
Si eso no es esclavitud que alguien me lo explique.
Bienvenidos al nuevo Asiento de Negros.
Dicen que así se generarán millones de puestos de trabajo en todo el mundo.
También los generó la esclavitud, también los generó la servidumbre. Todos trabajaban pero carecían completamente de derechos.
Y si alguien todavía cree que puede defender ese tratado para oponerse al comunismo, el estatalismo o cualquier otra estupidez que se les pueda ocurrir que cierre los ojos y se imagine qué le va a decir a su hija cuando, dentro de una generación, tenga que dar las gracias por cobrar 600 euros por 50 horas de trabajo semanales y a lo peor tenga que abrirse de piernas si el dueño de su empresa se lo exige.
Si tiene claro lo que va a decirle, que me lo escriba.
A lo mejor los europeos y los estadounidenses blancos, católicos, protestantes, anglosajones, teutones o latinos, no lo tienen claro. Pero yo sé de donde vengo y donde no quiero volver.
No voy a dejarle ese mundo a mis hijos. Sus ancestros ya pasaron por eso.
Un almirante inglés dictó una carta al Gobierno de Estados Unidos mientras bombardeaba y arrasaba hasta los cimientos la última fortaleza de esclavos de África: "me es muy grato comunicarles que estaban en lo cierto, la fortaleza de esclavos de Sierra Leona no existe"
Y va a seguir sin existir.
Así que quien lo firma está diciendo que si un derecho de algún colectivo dificulta la obtención de beneficios, ese estado se reúne y cambia su ley, su norma o incluso su Constitución.
Quien pueda decirme que eso no es esclavitud que lo haga.
"La competencia económica es una libertad fundamental suprema e inalienable". O lo que es lo mismo o somos neocon o estamos fuera de la ley.
La competencia económica reconocida como derecho fundamental, supremo -sí, supremo- y inalienable significa que los derechos de las empresas se anteponen a los de las personas, que son solamente considerados "barreras no arancelarias".
Quien encuentre argumento para defender que esto mejora las condiciones de los trabajadores, que lo intente.
Y para rematar la faena, para retrotraernos al tratado de Utrech definitivamente, el TIIP proporciona a las corporaciones privadas "derecho de litigio contra las leyes y regulaciones de los diversos estados, en aquellos casos en los que dichas corporaciones sientan que tales leyes y regulaciones representan obstáculos innecesarios para el comercio, el acceso a los mercados públicos y a las actividades de suministro de servicios. Estos litigios no serán ya más establecidos de acuerdo a las jurisdicciones nacionales, sino a través de estructuras privadas de arbitrio".
O sea que si alguna ley, decreto, conjunto de normas, reglamento o constitución nacional, supone un impedimento subjetivo -repito, subjetivo- para una corporación tiene derecho a litigar contra él y no en los tribunales nacionales, ni siquiera en las instancias judiciales europeas o en el Tribunal Supremo estadounidense.
¡En un sistema de arbitraje privado que tiene como máxima norma el propio tratado y solo el tratado!
El comercio, el dinero y los beneficios cambian, anulan y dictan la ley. Los seres humanos dejan de tener derechos si estos dificultan el comercio.
Si eso no es esclavitud que alguien me lo explique.
Bienvenidos al nuevo Asiento de Negros.
Dicen que así se generarán millones de puestos de trabajo en todo el mundo.
También los generó la esclavitud, también los generó la servidumbre. Todos trabajaban pero carecían completamente de derechos.
Y si alguien todavía cree que puede defender ese tratado para oponerse al comunismo, el estatalismo o cualquier otra estupidez que se les pueda ocurrir que cierre los ojos y se imagine qué le va a decir a su hija cuando, dentro de una generación, tenga que dar las gracias por cobrar 600 euros por 50 horas de trabajo semanales y a lo peor tenga que abrirse de piernas si el dueño de su empresa se lo exige.
Si tiene claro lo que va a decirle, que me lo escriba.
A lo mejor los europeos y los estadounidenses blancos, católicos, protestantes, anglosajones, teutones o latinos, no lo tienen claro. Pero yo sé de donde vengo y donde no quiero volver.
No voy a dejarle ese mundo a mis hijos. Sus ancestros ya pasaron por eso.
Un almirante inglés dictó una carta al Gobierno de Estados Unidos mientras bombardeaba y arrasaba hasta los cimientos la última fortaleza de esclavos de África: "me es muy grato comunicarles que estaban en lo cierto, la fortaleza de esclavos de Sierra Leona no existe"
Y va a seguir sin existir.
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