sábado, junio 23, 2012

El efecto L'Oréal y la marejada totalitaria del PP


Hay derivas, mareas, oleajes y toda una gradación de movimientos marinos y terrestres que pueden definir la metáfora de lo político y la metonimia de lo personal.
En los últimos días se está produciendo uno de esos movimientos que quizás necesita de una nueva metáfora oceánica para definirlo, no es una deriva porque es demasiado rápido, demasiado notable y notorio, no es una marea porque no se va, no se aleja -al menos no del todo- y no es un oleaje porque no termina de romper, siempre se queda a medio camino.
En apenas un ciclo terrestre el Gobierno español y el partido que lo sustenta ha protagonizado tres episodios de uno de esos arranques suyos que le sacan las vergüenzas, que le hacen aflorar los pasados, que les exponen a la vista de son lo que fueron, lo que son o lo que aún no han conseguido dejar de ser.
Algo que solamente puede definirse como una marejadilla antidemocrática y totalitaria. De momento una marejadilla.
Para empezar el Señor del Silencio, Don Mariano, se saca de la manga una pataleta de patio de colegio -la enésima- y como lo que le decimos no le gusta se niega a hablarnos, como el estado de la Nación es una ruina y él no hace mucho para sacarlo de ahí -más bien golpea algún que otro muro de carga para contribuir a ella- pues se niega a debatir sobre el mismo.
Así por la tremenda, en el más puro estilo de la inmarcesible Schiffer o de la no menos inmensa en su belleza Evangeline Lilly. ¡Porque yo lo valgo!
Pero él no lo vale. Las normas son las normas, el juego es el juego, las reglas son las reglas. Y si la oposición te va dar panes consagrados hasta en el carné de identidad porque tienes el país hecho unos zorros -incluida la herencia, vale- y no sabes muy bien por donde te llegan las ventiscas, pues subes al atril del hemiciclo y apechugas con ello; si tu desgaste como gobernante se va acrecentar hasta los límites del record mundial y el debate va a hacer que súbala presión social contra tus ideas y medidas -o sea, tus recortes, principalmente- pues, cual roca basáltica de acantilado gallego a soportar los golpes del oleaje e intentar capear el temporal.
Pero si eres demócrata, si de verdad crees que la soberanía reside en aquellos que han votado y en sus representantes. No les quitas la voz y la palabra negándoles los mecanismos que ellos se han dado a sí mismos para ejercerla.
Primero descreditas a los que protestan y se manifiestan en las calles diciendo que esa no es la forma de hacer política, que para eso están el Congreso y el Senado y luego cuando sabes que van a utilizarlos para eso los conviertes en el mítico Bastión de Tormentas, alzas el puente levadizo y resistes ignorando el sonido de los golpes del ariete contra las puertas selladas del ejercicio democrático.
Puede parecer muy épico pero esto es un estado democrático, no Juego de Tronos.
Eso para empezar con esa marejadilla de autoritarismo totalitario que siempre se le escapa el Partido Popular -y para ser justo, de vez en cuando a otros- cuando la partida pinta en bastos.
Pero el siguiente golpe de mar, el siguiente arrebato de la autoestima L'Oreal que llega del PP, el siguiente ¡Porque yo lo valgo!, convierte la marejadilla en algo mucho más peligroso que la rabieta de un político porque nadie le apoya o la negativa de un gobernante a reconocer públicamente que las cosas van rematadamente mal. Trasforma la marejadilla de Rajoy en la mismísima tectónica de placas submarina.
Siendo ella de Chaneles y otras excelencias en moda y vestimenta, no iba la ínclita tita Espe a perder la oportunidad de compararse con las musas de la moda y el ungüento que convierte en vergüenzas lo que deberían ser los orgullos de la edad y la experiencia.
Su ¡Porque yo lo valgo! la lleva a pedir -a exigir, perdón, que ella nunca pide nada- que se elimine el Tribunal Constitucional.
 ¡Acabáramos! Vamos, que las garantías constitucionales sirven mientras me sirvan. Que los órganos jurisdiccionales destinados a garantizar que somos un estado constitucional tienen que eliminarse solamente por el hecho de que han dictado una sentencia que está en contra de lo que yo pienso, de lo que yo quiero, de lo que yo defiendo.
Sortu siempre fue legal porque la Ley de Partidos siempre fue inconstitucional. Puede que eso lo digan los abertzales, pero también lo dice Estrasburgo y ahora también lo dice el Tribunal Constitucional. Así que hay que eliminar el Tribunal Constitucional.
El totalitarismo de esa afirmación no acepta ambages, interpretaciones ni excusas. La Constitución no sirve si no me sirve.
Y puede criticarse su funcionamiento, su forma de organización, su politización -y yo me he hartado de hacerlo- pero no su existencia en sí mismo. Porque Aguirre nunca criticó todas esas cosas cuando las sentencias favorecían su posición ideológica, lo utilizó de argumento de autoridad cuando las sentencias reafirmaban sus postulados o sus actos. Pero ahora que no sucede eso hay que eliminarlo.
Eso no es una reflexión, no es una opinión, no es una declaración política. Es una declaración de guerra al Estado Constitucional a través del cual -por si no se acuerda- ha llegado y se ha mantenido en el poder. Es simple y llanamente el llamamiento a un golpe de Estado. 
O a un Alzamiento Nacional, llámenlo como quieran.
Y el gobierno la desautoriza, la corrige, sí, pero con la misma boca pequeña con la que convoca para el 11 de Julio que no será del Estado de la Nación pero en el que se podrá hablar de esas menudencias.
Si realmente se considerara el arranque de Aguirre como algo intolerable, habría sido el mismísimo Rajoy el que la obligara a dimitir porque su sola frase la desautoriza como gobernante democrática. Si es que sus 28.000 millones de deuda impagada no la habían desautorizado mucho antes.
Y el siguiente golpe de mar totalitario en esta marejadilla de lo que fue o de lo que quiere ser el PP que le está saliendo en estos tiempos en los que las cosas no les marchan como ellos querrían es algo más sutil, más discreto pero igualmente sintomático de esa tendencia hacia lo autoritario en ese partido que nunca se sabe si está abandonando esos vicios o volviendo a ellos.
Seis individuos miran su reloj sincronizado y tiran al unísono de la palanca de freno de un vagón de metro en una suerte de protesta por el aumento de los precios de los billetes. 
Y meses después en un ejercicio de despliegue policial que no se conocía en el orbe desde la detención -también muy democrática por cierto- de Lee Harvey Oswald en un cine de Dallas, no se sabe cuántas unidades policiales, incluidos elementos de antiterrorismo, se presentan en sus casas, las rodean, prácticamente las asaltan, y los detienen.
La imagen es dantesca. Los policías van encapuchados y con la cara tapada como si se enfrentarán a la ETA de los peores tiempos, llevan armaduras de kevlar, van vestidos de paisano algunos de ellos. Y junto a ellos unidades de Intervención con equipo antidisturbios y toda suerte de maquinaria policial.
Convierten en terroristas a manifestantes, convierten en una operación peligrosa y de alto riesgo una detención que, en condiciones normales, hubiera podido hacer una pareja de la Policía Municipal, como lo hecho siempre. En una detención que no puede producirse dentro de nuestro sistema de justicia porque una falta no justifica una detención.
Transforman en saboteadores y terroristas antisistema a unas personas que solamente se enfrentan a una multa de x veces el precio del billete por accionar un freno sin justificación, que ni siquiera han incumplido una normativa municipal, sino solamente el reglamento de funcionamiento de un servicio público.
Transforman una falta administrativa en un delito de Estado. Una vez más, ¡porque ellos lo valen!
Y el arreón totalitario ya es tal que encima se atreven a sacar pecho y a decir que han sacado las pistas del Movimiento 15 M.
Muchos somos los que estamos echando horas y horas en intentar organizar ideológicamente la coherencia de ese movimiento, muchos somos los que estamos dejándonos las teclas y las reuniones en intentar hacer el trabajo que deberían estar haciendo lo políticos y ninguno de nosotros hemos recibido la visita de la Unidad Central de Información de las Policía -o como se llame ahora-. Y los reconocería. Estudié con algunos de ellos.
¿Están diciendo entonces que han espiado, investigado y seguido a personas por formar parte de un movimiento ciudadano que no ha cometido delito alguno, que no se ha visto implicado en ningún acto criminal?
¿Están afirmando que mantienen delatores infiltrados en una organización que tiene derecho a realizar las protestas que se le antoje y que no deben resignarse a la conformidad con la política que impone el actual Gobierno?
¿Están reconociendo que usan a la policía como Goebbles a la Gestapo, como Kruchev al KGB, como la DDR a la Stasi, como McCarthy al FBI o como Franco a la tristemente famosa "secreta"?
Si están diciendo eso no me extraña que Esperanza Aguirre pida a gritos que se elimine el Tribunal Constitucional. Porque no hay constitución democrática que soporte que la disensión sea tratada como un acto de terrorismo contra el Estado. Salvo la de Uzbekistán claro, pero...
Así que bien haría el Gobierno de Rajoy en controlar sus marejadas totalitarias y a todos los que reman fuertemente dentro de sus filas hacia las playas del autoritarismo. Porque como esas barcas lleguen alguna vez a varar en las arenas de nuestra sociedad y nuestro futuro, es muy posible que el fuego valirio de Tyrion Lanister en Aguas Negras se recuerde como una demostración de fuegos de artificio comparado con lo que les esperara a pie de playa.
¡Porque nosotros y nuestra democracia, sí que lo valemos!

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