Hay derivas, mareas, oleajes y toda
una gradación de movimientos marinos y terrestres que pueden definir la
metáfora de lo político y la metonimia de lo personal.
En los últimos días se está
produciendo uno de esos movimientos que quizás necesita de una nueva metáfora
oceánica para definirlo, no es una deriva porque es demasiado rápido, demasiado
notable y notorio, no es una marea porque no se va, no se aleja -al menos no
del todo- y no es un oleaje porque no termina de romper, siempre se queda a
medio camino.
En apenas un ciclo terrestre el
Gobierno español y el partido que lo sustenta ha protagonizado tres episodios
de uno de esos arranques suyos que le sacan las vergüenzas, que le hacen
aflorar los pasados, que les exponen a la vista de son lo que fueron, lo que
son o lo que aún no han conseguido dejar de ser.
Algo que solamente puede definirse
como una marejadilla antidemocrática y totalitaria. De momento una marejadilla.
Para empezar el Señor del Silencio,
Don Mariano, se saca de la manga una pataleta de patio de colegio -la enésima-
y como lo que le decimos no le gusta se niega a hablarnos, como el estado de la
Nación es una ruina y él no hace mucho para sacarlo de ahí -más bien golpea
algún que otro muro de carga para contribuir a ella- pues se niega a debatir
sobre el mismo.
Así por la tremenda, en el más puro
estilo de la inmarcesible Schiffer o de la no menos inmensa en su belleza
Evangeline Lilly. ¡Porque yo lo valgo!
Pero él no lo vale. Las normas son las
normas, el juego es el juego, las reglas son las reglas. Y si la oposición te
va dar panes consagrados hasta en el carné de identidad porque tienes el país
hecho unos zorros -incluida la herencia, vale- y no sabes muy bien por donde te
llegan las ventiscas, pues subes al atril del hemiciclo y apechugas con ello;
si tu desgaste como gobernante se va acrecentar hasta los límites del record
mundial y el debate va a hacer que súbala presión social contra tus ideas y
medidas -o sea, tus recortes, principalmente- pues, cual roca basáltica de
acantilado gallego a soportar los golpes del oleaje e intentar capear el
temporal.
Pero si eres demócrata, si de verdad
crees que la soberanía reside en aquellos que han votado y en sus
representantes. No les quitas la voz y la palabra negándoles los mecanismos que
ellos se han dado a sí mismos para ejercerla.
Primero descreditas a los que
protestan y se manifiestan en las calles diciendo que esa no es la forma de
hacer política, que para eso están el Congreso y el Senado y luego cuando sabes
que van a utilizarlos para eso los conviertes en el mítico Bastión de
Tormentas, alzas el puente levadizo y resistes ignorando el sonido de los
golpes del ariete contra las puertas selladas del ejercicio democrático.
Puede parecer muy épico pero esto es
un estado democrático, no Juego de Tronos.
Eso para empezar con esa marejadilla
de autoritarismo totalitario que siempre se le escapa el Partido Popular -y
para ser justo, de vez en cuando a otros- cuando la partida pinta en bastos.
Pero el siguiente golpe de mar, el
siguiente arrebato de la autoestima L'Oreal que llega del PP, el siguiente
¡Porque yo lo valgo!, convierte la marejadilla en algo mucho más peligroso que
la rabieta de un político porque nadie le apoya o la negativa de un gobernante
a reconocer públicamente que las cosas van rematadamente mal. Trasforma la
marejadilla de Rajoy en la mismísima tectónica de placas submarina.
Siendo ella de Chaneles y otras
excelencias en moda y vestimenta, no iba la ínclita tita Espe a perder la
oportunidad de compararse con las musas de la moda y el ungüento que convierte
en vergüenzas lo que deberían ser los orgullos de la edad y la experiencia.
Su ¡Porque yo lo valgo! la lleva a
pedir -a exigir, perdón, que ella nunca pide nada- que se elimine el Tribunal
Constitucional.
¡Acabáramos! Vamos, que las
garantías constitucionales sirven mientras me sirvan. Que los órganos jurisdiccionales
destinados a garantizar que somos un estado constitucional tienen que
eliminarse solamente por el hecho de que han dictado una sentencia que está en
contra de lo que yo pienso, de lo que yo quiero, de lo que yo defiendo.
Sortu siempre fue legal porque la Ley
de Partidos siempre fue inconstitucional. Puede que eso lo digan los
abertzales, pero también lo dice Estrasburgo y ahora también lo dice el
Tribunal Constitucional. Así que hay que eliminar el Tribunal Constitucional.
El totalitarismo de esa afirmación no
acepta ambages, interpretaciones ni excusas. La Constitución no sirve si no me
sirve.
Y puede criticarse su funcionamiento,
su forma de organización, su politización -y yo me he hartado de hacerlo- pero
no su existencia en sí mismo. Porque Aguirre nunca criticó todas esas cosas
cuando las sentencias favorecían su posición ideológica, lo utilizó de
argumento de autoridad cuando las sentencias reafirmaban sus postulados o sus
actos. Pero ahora que no sucede eso hay que eliminarlo.
Eso no es una reflexión, no es una
opinión, no es una declaración política. Es una declaración de guerra al Estado
Constitucional a través del cual -por si no se acuerda- ha llegado y se ha mantenido
en el poder. Es simple y llanamente el llamamiento a un golpe de Estado.
O a un Alzamiento Nacional, llámenlo
como quieran.
Y el gobierno la desautoriza, la
corrige, sí, pero con la misma boca pequeña con la que convoca para el 11 de
Julio que no será del Estado de la Nación pero en el que se podrá hablar de
esas menudencias.
Si realmente se considerara el
arranque de Aguirre como algo intolerable, habría sido el mismísimo Rajoy el
que la obligara a dimitir porque su sola frase la desautoriza como gobernante democrática.
Si es que sus 28.000 millones de deuda impagada no la habían desautorizado
mucho antes.
Y el siguiente golpe de mar
totalitario en esta marejadilla de lo que fue o de lo que quiere ser el PP que
le está saliendo en estos tiempos en los que las cosas no les marchan como
ellos querrían es algo más sutil, más discreto pero igualmente sintomático de
esa tendencia hacia lo autoritario en ese partido que nunca se sabe si está
abandonando esos vicios o volviendo a ellos.
Seis individuos miran su reloj
sincronizado y tiran al unísono de la palanca de freno de un vagón de metro en
una suerte de protesta por el aumento de los precios de los billetes.
Y meses después en un ejercicio de
despliegue policial que no se conocía en el orbe desde la detención -también
muy democrática por cierto- de Lee Harvey Oswald en un cine de Dallas, no se
sabe cuántas unidades policiales, incluidos elementos de antiterrorismo, se
presentan en sus casas, las rodean, prácticamente las asaltan, y los detienen.
La imagen es dantesca. Los policías
van encapuchados y con la cara tapada como si se enfrentarán a la ETA de los
peores tiempos, llevan armaduras de kevlar, van vestidos de paisano algunos de
ellos. Y junto a ellos unidades de Intervención con equipo antidisturbios y toda suerte de maquinaria policial.
Convierten en terroristas a manifestantes,
convierten en una operación peligrosa y de alto riesgo una detención que, en
condiciones normales, hubiera podido hacer una pareja de la Policía Municipal,
como lo hecho siempre. En una detención que no puede producirse dentro de nuestro
sistema de justicia porque una falta no justifica una detención.
Transforman en saboteadores y
terroristas antisistema a unas personas que solamente se enfrentan a una multa
de x veces el precio del billete por accionar un freno sin justificación, que
ni siquiera han incumplido una normativa municipal, sino solamente el
reglamento de funcionamiento de un servicio público.
Transforman una falta administrativa
en un delito de Estado. Una vez más, ¡porque ellos lo valen!
Y el arreón totalitario ya es tal que
encima se atreven a sacar pecho y a decir que han sacado las pistas del Movimiento 15 M.
Muchos somos los que estamos echando
horas y horas en intentar organizar ideológicamente la coherencia de ese
movimiento, muchos somos los que estamos dejándonos las teclas y las reuniones
en intentar hacer el trabajo que deberían estar haciendo lo políticos y ninguno
de nosotros hemos recibido la visita de la Unidad Central de Información de las
Policía -o como se llame ahora-. Y los reconocería. Estudié con algunos de
ellos.
¿Están diciendo entonces que han
espiado, investigado y seguido a personas por formar parte de un movimiento
ciudadano que no ha cometido delito alguno, que no se ha visto implicado en
ningún acto criminal?
¿Están afirmando que mantienen
delatores infiltrados en una organización que tiene derecho a realizar las
protestas que se le antoje y que no deben resignarse a la conformidad con la
política que impone el actual Gobierno?
¿Están reconociendo que usan a la
policía como Goebbles a la Gestapo, como Kruchev al KGB, como la DDR a la
Stasi, como McCarthy al FBI o como Franco a la tristemente famosa
"secreta"?
Si están diciendo eso no me extraña
que Esperanza Aguirre pida a gritos que se elimine el Tribunal Constitucional.
Porque no hay constitución democrática que soporte que la disensión sea tratada
como un acto de terrorismo contra el Estado. Salvo la de Uzbekistán claro,
pero...
Así que bien haría el Gobierno de
Rajoy en controlar sus marejadas totalitarias y a todos los que reman
fuertemente dentro de sus filas hacia las playas del autoritarismo. Porque como
esas barcas lleguen alguna vez a varar en las arenas de nuestra sociedad y
nuestro futuro, es muy posible que el fuego valirio de Tyrion Lanister en Aguas
Negras se recuerde como una demostración de fuegos de artificio comparado con
lo que les esperara a pie de playa.
¡Porque nosotros y nuestra democracia,
sí que lo valemos!
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