- Buenos días, buen labriego. ¡Soy un paladín europeo y he acudido al rescate!
- No me joda, buen hombre, no me joda -menea el
labrador la cabeza mientras contempla al individuo trajeado y con maletín que le
saluda-.
- He recorrido las tierras del Viejo Continente
para llegar aquí, a la ancestral Hispania, presto para el rescate -afirma el
paladín como para darse importancia, así, poniendo cara de Lagarde en horas
bajas-.
- ¡Me cachis!, ahora entiendo que lleve ese traje
tan caro todo arrugado y ese maletín tan elegante lleno de polvo. Por cierto,
perdón por lo de las heces de la Jacinta, ¿cómo iba a saber ella que esa
cosa era suya?, la pobre es una cabra.
- No se apure, buen villano, son cosas con las
que hemos de lidiar los paladines del rescate -el hombre se atusa el traje,
cosido a mano, hecho a medida, enviado a su casa por su sastre y pagado en unas prisas por su
chofer-.
- Y ¿de qué se supone que debe rescatarnos?
-pregunta el campesino sin dejar de doblar el espinazo. El tipo toma aire, así
como Jean Reno en Gran Azul, antes de responder-.
- De la imposibilidad de inyectar liquidez desde
los procesos financieros que parten del Estado en las entidades llamadas a una recapitalización
como motor del impulso económico necesario para mantener la zona monetaria y
facilitar así el repunte de las economías de la eurozona afectadas por la
competencia emergente de los nuevos actores en el concierto económico mundial -vuelve a expeler el aliento después de batir el récord
mundial de tiempo empleado en dar una excusa política sin respirar-.
- ¡Anda, leches! ¿Y eso lo han descubierto
ustedes solos?
- No, maese. Hemos sido convocados al rescate por
su gobierno
- Ah, ¿pero tenemos gobierno? –el hombre se
incorpora genuinamente sorprendido-.
- Ahora exactamente no. Se han ido a ver el
fútbol a Polonia.
- Tenemos 100.000 millones de doblones en nuestros cofres -continúa el paladín- y no
encontramos muy bien a quien hacer entrega del rescate.
- Me lo temía, Un clásico, no se preocupe. Pues
hable con la Oposición.
- Tampoco han hecho acto de presencia, buen
labriego, se han ido a Solares, Cantabria para ver el fútbol y criticar en el
descanso que el Gobierno se haya ido a Polonia a ver el fútbol.
- Ya veo, mítico. Pero dicen por ahí que tenemos
algo que se llama gobiernos autonómicos ¿ha probado con ellos? Lo digo por si
acaso.
- Es usted un avispado plebeyo, buen labriego. Pero
mis compañeros de rescate y yo mismo ya lo hemos intentando sin resultado
alguno. Una está ensordecida por los pitos al himno nacional, otro buscado
donde esconder sus trajes, sus facturas, un circuito de coches y un puerto
deportivo, otro haciendo negocios fraudulentos con aristócratas de braguetazo
regio y otro buscando gente que no haya trabajado nunca a la que despedir para
cobrar los ERES. Ninguno de nuestros mensajeros ha podido encontrarles.
- No me extraña. Pobre hombre el de los ERES, si
tiene que elegir entre la gente que no tiene trabajo en este reino tendrá un montón
de curro. Pues pregunte a la Administración. Ahora tienen que contestarle.
Tenemos, según dicen, una Ley de Trasparencia.
- Pues no dicen ni mu, buen hombre, pero es que
ni mu –y al paladín ya se le pone cara Junker mintiéndose con Grecia-.
- Será porque la ley es transparente y por eso no
la han visto todavía. Paciencia. ¿Y ha probado su usía con el Rey?
- Lamentablemente el monarca coronado no nos ha
recibido, Nuestros contactos le hacen en Brasil, pescando pirañas en el
Amazonas que ahora, según los médicos, no tiene la cadera para esfuerzos. Creo
que no hicimos bien al pensar en él como interlocutor.
- No se lo tome a pecho, hombre. Fue un error, se
equivocaron. No volverá a ocurrir. ¿Y han probado con eso que dicen que tenemos
que se llama Poder Judicial
- No hay nadie en sus despachos, en sus
residencias oficiales, ni en sus tribunales.
- ¿Han mirado en Marbella?
- Todos de viaje oficial
- ¿y en los spas y los restaurantes de Marbella?
- Viaje oficial
- ¿Y en los burdeles de Marbella?
- Viaje oficial
- Pues ya es mala suerte ya, que no encuentren a nadie para darle todos
esos doblones –rezonga el labriego viendo que se le agotan las ideas-. Pero se
le ve cansado, hombre, siéntese aquí mientras sigo mi labor, que voy un poco
retrasado.
El labriego continua con lo suyo y el paladín del
rescate se apoya distraídamente en una piedra hasta que salta de ella como un
resorte cuando escucha un grito que llega desde el suelo
-¡No a los recortes!, ¡no a los recortes! –el pobre
rescatador contempla demudado el rostro de un hombre con el pelo largo como
recogido en sucias coletas y un trozo de metal brillándole en la nariz.
-¡Por el amor de Keynes, buen labriego! ¿Es una
cabeza humana eso que asoma por el fondo de su huerto?
-¡Ah, sí!, no se preocupe –asevera el labriego
restándole importancia-. Es un antiespañol.
- ¿Un antiespañol?, explíquese labriego o probará
el filo de mi espada de los Derechos Humanos.
- Vera, yo era ingeniero agrónomo con un master
en el MIT y dos postgrados en Francia. Pero con esto de la crisis me quedé sin
curro y he tenido que aceptar este trabajo. Después de reducir mi currículo
hasta que sólo figuraba mi experiencia a los 13 años como vendimiador, conseguí
que me incluyeran en este equipo de trabajo que busca la manera de mejorar la
imagen de España desde la agricultura para evitar el nerviosismo de los
mercados. Eso me han dicho.
- Y ¿qué tiene que ver eso con los antiespañoles?
- Pues que los barbechamos. Hemos dividido los
campos en zonas y los vamos intercambiando. Primero enterramos a los que se
quejan por la sanidad hasta que se cansan. Cuando ya están agotados los
cambiamos de tierra y ponemos a los que protestan por los recortes en
educación, en cultura, en ciencia, por la falta de transparencia y así seguimos
con los que se que quejan por el paro, por el aumento de los impuestos, por las
tasas surgidas de la nada. Ellos siguen quejándose pero nadie los oye porque
están al nivel del suelo y así los mercados no les escuchan y ustedes cuando
llegan con su rescate no los ven.
- Ingenioso, labriego, muy ingenioso.
- Ahora ya tenemos 68 parcelas en barbecho y rotación de cultivos y
vamos a incorporar dos más para los que pitan al himno y para los que protestan
por el rescate.
El paladín mira de repente al cielo y ve que el sol
comienza a descender- ¡Voto a tal, buen hombre, su agradable cháchara me ha distraído
y corro riesgo de llegar tarde al rescate! ¿Por dónde me recomienda que continúe?
- Veamos, Por ahí no, que se va a encontrar con casi
seis millones de personas que le impedirán el paso. No es que sean mala gente,
es que no tienen otra cosa que hacer y no tenemos tierra suficiente para
esconderlos –afirma el labriego contrariado-. Por ahí tampoco, que se topará con
las ardientes ruinas de tres comunidades autónomas y todos sus deudos y acreedores
reclamando lo suyo –el labriego se gira en otra dirección-. Por ahí tampoco
porque el paso está difícil con tanta gente en los andamios desmontando la
educación y la sanidad pública. Así que sigua de frente, paladín del rescate.
De frente y con la cabeza gacha, como para embestir, como los toros patrios,
como todos nuestros gobiernos.
- Muchas gracias, ha sido usted de gran ayuda –
afirma el paladín al alejarse. De repente se para y se vuelve hacia el labriego
que ya volvía a inclinarse para sembrar otro antiespañol que se queja por la
corrupción judicial en el bancal-. Pero ¿qué hago con los 100.000 millones de
doblones que llevo en mis cofres?
- ¡Métalos en los bancos, paladín, métalos en los
bancos -grita el labriego al paladín que se aleja-, dicen que es una inversión
segura! Dentro de un año se habrán multiplicado y tendrán un agujero de 200.000
millones. Siempre pasa –susurra el hombre volviendo a sus quehaceres-
¡O si no invierta en Deuda Soberana!
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