Corría el año de gracia de 1237 y
todo eran parabienes para un presbítero, criado den San Millán de La Cogolla,
por la publicación de sus Loores, que habían dejado sin habla y arrebatados de
clamor sacro a todos cuantos lo leyeron.
“Ellos
esto diciendo encogiose la mar,/en muy poco instantes retornó a su lugar
/quieríales don Cristo gran milagro mostrar,/ para que de su Madre tuviesen qué
contar”.
Uno se podrá preguntar a qué viene
este medieval y medievalista comienzo de post pero es que por más que lo he intentado
no he encontrado nada que se asemeje más ni de lejos que estos versos de
Gonzalo de Berceo, escritos allá cuando el milenarismo apenas estaba superado
por los pelos, para encontrar una comparación más o menos pareja a lo que está
haciendo la Conselleria de Educación del gobierno de la Comunitat Valenciana
Porque en el año de gracia de 1237
-aproximadamente que por entonces los calendarios variaban con la misma
frecuencia que la prima de riesgo- el bueno de Gonzalo de Berceo daba una clase
magistral en lo escolástico en versos pareados sobre Los Milagros de Nuestra
Señora y hoy, en el año de desgracia de 2012, María José Catalá, consellera de
educación del Gobierno valenciano, intenta hacer lo mismos. De hecho se ha
puesto a ello.
Y no esperen una de esas
comparaciones que se destilan en la esencia típicas de estas endemoniadas
líneas. La cosa es absolutamente literal.
Catalá no tiene 40.000 euros para
proporcionar un autobús escolar, por supuesto no tiene más allá de un par de millones
de euros -fijados en su propio presupuesto- para impedir que los barracones que
son muchos de los centros de enseñanza públicos se le vuelen por los aires con
la microgénesis explosiva de las narices, desde Montserrat hasta Benidorm,
desde El Saler hasta el innominado 107, Catalá no tiene unos miles de euros
para manos de pintura, relleno de socavones o arreglo de cañerías y ni siquiera
unos cientos para las facturas del gasóleo de institutos valencianos, pero si
lo tiene para dar unos cursos sobre Los Milagros de Nuestra Señora.
Así como suena, sin anestesia ni
nada, sin el más mínimo intento de disfrazarlos de otra cosa, sin el menor
pudor a mostrar como un gobierno autonómico, emanado de los poderes de un
estado aconfesional, gasta y tira el dinero en ampliar los conocimientos del
profesorado y de la comunidad educativa de su región en una materia tan
relevante para nuestra supervivencia presente y futura como son los Milagros de
Nuestra Señora.
Y no es que Catalá entienda la
aconfesionalidad de esa forma absurda que se entiende en este país que es estar
con todos para que no se pueda decir que no se está con nadie. No, no es eso.
Porque uno busca ansioso un curso
sobre La importancia y los Milagros de Fátima en la tradición islámica y no lo
encuentra, uno busca uno sobre Sara, Miriam y las mujeres de los patriarcas del
Talmud o algo sobre las novias de Siddhartha, las deidades femeninas fenicias o
cualquier otra cosa por el estilo y no lo encuentra.
Así que a Catalá ya no se le ve de
qué pie cojea. Es que lo mueva arrastrándolo con tan desmedido descaro que va
dejando un surco en la tierra sobre el que se podría plantar un huerto- para lo
que , por cierto, su consejería tampoco tiene dinero, según ellos. Para huertos
escolares, se entiende-.
Para para Nuestra Señora sí.
La consejería tiene dinero
suficiente para ofertar un curso de reciclaje del profesorado basado en los
hechos sorprendentes atribuidos a una madre soltera de tiempos del emperador
Augusto nacida y muerta en Galilea.
Y no es una charla cualquiera de
aquí te pillo aquí te mato, no. Es un curso en toda regla, que se impartirá en
el Obispado de Alicante ¿por qué no me sorprende?, y se desarrollará desde el
próximo 7 de febrero hasta el próximo 14 de marzo. En total, 30 horas lectivas
divididas en seis sesiones.
Y, a ver, no es que vaya a
sorprender a está alturas que esta émula del ínclito ministro Wert en tierras
valenciana haga algo de eso. Acaba de donar miles de millones en suelo y
exenciones de impuestos a las llamadas por ella Escuelas de Iniciativa Social,
que no son otra cosa que conciertos con entidades religiosas -algo que ya
hiciera allá en sus años de acólita, ¡Uy perdón!, de juventud, cuando era
alcaldesa de Torrent- y otras lindezas por el estilo que solamente favorecen a
quien está vinculada, o sea el Opus Dei.
Lo que indigna es el tempo, la
forma, el modo y la circunstancia en la que eso sucede.
Pero con la educación pública
recortada y arrasada, con madres desnudándose para lograr un autobús, con
padres encerrándose para lograr un colegio digno, con la FAPA valenciana
en pie de guerra, viendo como no pueden apagar todos los fuegos que enciende el
bombardeo sistemático a la línea de flotación de la Enseñanza Pública al que
somete la desidia y el recorte de su Conselleria, que les destine un solo euro,
aunque sean solamente los gastos que precisa para anunciarlos -que es mucho
más, seguro-, a los milagros de María, la Galilea no es solo criticable, es un
insulto medido y desmedido. Es una prevaricación en toda regla.
Porque ella sabe que una entidad
pública no puede sufragar algo de tan marcado contenido religioso que se
explicita diciendo que en las clases se "presentarán los elementos que
configuran la presencia del cristianismo" al tiempo que se
"reflexionará sobre la validez del mensaje de Jesucristo en nuestro
tiempo" y hay sentencias judiciales que lo afirman por activa y por
pasiva.
Porque ella sabe que los cursos
dados por las comunidades autónomas deben aportar contenidos finalistas, que en
este caso son la capacitación de los profesores, y la vida mariana no capacita
a los profesores para nada -salvo para aguantar con resignación cristiana toda
la impotencia y la falta de recursos que ella misma les obliga a asumir-. Y los
dictámenes judiciales sobre casos de cursos corruptos en las comunidades de
Madrid o Galicia -incluso alguno que otro en Euskadi- así lo afirman.
Y sobre todo porque María José
Catalá, que no debe ser tonta para poder haber medrado dentro de la Obra de
Balagué sobre La Tierra, que no es ciegue, pese a que deje que su lobbismo
religioso la haga apartar la vista de la realidad, sabe que su obligación como
consejera, la obligación que juró al jurar su cargo es para con la enseñanza
pública, no para con otra cosa, que el dinero del que dispone es para la
Enseñanza pública no para conseguir que los profesores de colegio e instituto
sientan devoción mariana, que su cargo está al servicio del Estado, de lo
público y de los ciudadanos. No de la Ciudad de Dios, de lo religioso y de los feligreses.
Y por si la ciencia, la filosofía y
la teoría política laica no le deja eso claro, Catalá también sabe de otras
fuentes.
Si estás en el gobierno, tus amos son
los ciudadanos y debes servirlos a ellos. De igual quien te adoctrinara, quien
te encumbrara, quien te cubra las vergüenzas y te diga que te ha perdonado los
pecados, quién finja garantizarte la salvación.
Si quieres seguir al otro amo, lo
tienes muy fácil. Coge tu cruz y síguele. Creo que eso fue lo que te exigió, María
José. Pero síguele tú sola, no nos lleves a nosotros.
Pero María José Catalá no pretende
servir a dos amos, pretende que sus dos amos la sirvan a ella, porque en
realidad, cumple a pie juntillas la máxima del dueño único.
Catalá parece servir a dos, al
estado y al Opus Dei, pero solamente sirve a uno que no es ninguno de esos dos,
ni por supuesto ese dios que tanto tiene en la boca, en la peineta y
supuestamente en la mente.
Catalá usa a dios, al Opus y al
estado para servir a su dinero, solamente a su dinero, a su único dios, a su
único gobernante, a su único dueño.
Y por eso se atreve a malgastar el
nuestro resucitando la pedagogía mariana del bueno de Gonzalo de Berceo.
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