viernes, enero 11, 2013

Castilla La Mancha ce Moi, dijo la santa Cospedal

María Dolores de Cospedal, la santa patrona del recorte, está de moda. Se ha dedicado ella solita a ponerse de moda en algo que semeja una sustitución de eso que las divas hacen para aparecer en los programas, de ese constante decir cosas y hacer cosas que las permite no bajarse nunca del candelero.
Y la última de la Virgen de Cospedal, después de quitar sueldos a los diputados, que han corrido a ponérselos en otros estamentos de gobierno, después de sufrir ataques prematuros de amnesia senil que le han hecho olvidar incluir en la declaración de la renta 7.000 euros de nada que ganó en un ejercicio fiscal, ahora le ha dado por cambiarnos la historia.
Como todo el gobierno del PP, cono todos los que nos hemos echado encima en nuestra última visita a las urnas, Cospedal ha decidido sumarse al carro de la regresión cuántica del tiempo que práctica Génova en nuestro territorio.
Y, con el glamour que destila la moza, con ese estilo de madura interesante que se gasta entre peineta y peineta y procesión y procesión, la santa Cospedal no podía haber elegido otro periodo de la historia que ese en el que la autoridad lucía con toda la pompa y ceremonia, con toda la magnificencia que podía permitirse y todo el lujo que podía extraer de la miseria a la que había condenado al resto de la población.
María Dolores de Cospedal nos ha regresado al Versalles del siempre malinterpretado -pobrecillo- Luis XIV, a los tiempos del Rey Sol.
Porque más allá de sus cobros y sus declaraciones, más allá de su política ciega de recortes y austeridad suicida y socialmente asesina, hay una acción, una decisión que arroja toda Castilla La Mancha a los tiempos en los que el monarca solar francés paseaba y jugaba al ajedrez humano en los jardines de Versalles.
Unos ecologistas -estos chicos no aprenderán nunca- acusan a su marido de beneficiarse con esa nueva ley de costas que indulta masivamente a los que la llevaban incumpliendo desde hacía tiempo inmemorial y Cospedal lo lee, lo escucha, mira a los ojos de Greenpeace y no se le ocurre otra cosa que disfrazarse de rey sol.
Se pone la peluca de largos rizos, las calzas, los armiños y oropeles y pronuncia el famoso Le Etat ce moi, o sea,  El Estado soy yo.
Porque nadie que no se considera a sí misma la personalización del Estado reacciona como ha reaccionado Cospedal ante las acusaciones de Greenpeace. Nadie que no crea que ella y el Estado son la misma cosa se vuelve a sus servicios legales -que bien podrían, dado el caso, ser sus alguaciles o sus mosqueteros, ya puestos- y les dice que castiguen al acusador que ella considera falaz, que persigan al  presunto difamador, que acorralen al pérfido denunciador.
Porque Greenpeace no ha atentado -en caso de que diga una mentira- contra el honor de Castilla La Mancha, contra el honor del Gobierno de Castilla La Mancha y ni siquiera contra el honor de la Presidencia del Gobierno de Castilla La Mancha.
Greenpeace ha cuestionado el honor de un ciudadano privado que, da la casualidad, que comparte cama y residencia -y contrato social, vale- con la presidenta de la Comunidad de Castilla La Mancha, la santa María Dolores de Cospedal.
Pero ella, ya tocada con el manto y el cetro de la autoridad manchega, establece desde su trono el mismo falso silogismo que llevara al Rey Sol a su famosa expresión.
El marido es mío y Castilla La Mancha es mía, quien insulta a mi marido me insulta a mi, así que quien insulta a mi marido insulta a Castilla La Mancha. Así que serán los servicios jurídicos de Castilla La Mancha los que se encarguen del asunto.
Tan simple y sencillo como un Le Etat ce moi dicho a tiempo.
En plena era de individualismo devorador, la egregia presidenta castellano manchega se olvida de las más mínimas nociones de la concepción del ser humano como individuo.
El honor de su marido es de su marido, ni siquiera es de ella. Así que es su marido el que debe hacer algo si considera que tiene que hacerlo.
Ella no ha promulgado la ley indulgencia plenaria de Costas -que no se le puede llamar ya ni ley- así que no está implicada, Castilla la Mancha ni siquiera tiene costas -a menos que se consideren como tales las riberas del tejo- así que no está implicada, los servicios jurídicos de Castilla La Mancha no son suyos ni de su marido, así que no tienen la obligación de defender su honor ni el de su consorte, por mucho que a la reina sol le venga bien que lo hagan, para no mermar su cada vez más reducido patrimonio después de que se viera obligada a pagar esos ingresos "olvidados", de que tuviera que renunciar a un par de sueldos y de que sus últimos intentos de colocar por la puesta de atrás al susodicho consorte se hayan convertido en un fiasco.
Y luego pretende que la aplaudamos cuando les quita el sueldo a los diputados autonómicos o cuando anuncia a bombo y platillo en ese atril propagandístico en el que han convertido al área de informativos de Televisión Española que, cuando deje de ser presidenta renunciará a sus privilegios.
Se ha equivocado, se ha disfrazado del gobernante del que ya no está permitido disfrazarse.
No se trata de que renuncies a los privilegios del cargo cuando dejes el cargo -eso se da por supuesto- se trata simplemente de que no te inventes privilegios cuando no los tienes por el mero hecho de confundir un cargo público con una corona.
A Castilla La Mancha lo que es de Castilla La Mancha, a la bienaventurada Cospedal lo que es de ella y a su santo marido un abogado privado pagado de su bolsillo.
Y si Cospedal, en su inventado brillo monárquico absolutista, no quiere pagarlo, que firme una separación de bienes. 

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