jueves, enero 31, 2013

Cospedal tira de esclavos para cuadrar sus cuentas

En mis mocedades -pero que muy mocedades- tuve una profesora de prácticas y, claro, no podría ser de otra forma, me enamoré perdidamente de ella.
No es que la chica fuera arrebatadora, pero sonreía, tenía una sonrisa radiante y luminosa, algo completamente desconocido en mí siempre mal encarado y casi calvo profesor de literatura-alias El Redondo-, que desconocía por completo el concepto de sonrisa en general y de radiante y luminoso en particular.
Y sobre todo me enamoré de ella porque era imposible no hacerlo. Cada vez que levantabas la cabeza de tu extenuante esfuerzo de batir el récord del mundo en la toma de apuntas para dejar descansar tu casi dislocada muñeca un instante, allí estaba ella, quieta, tomando apuntes en lenta y mesurada taquigrafía, sentada al lado del profesor, haciéndonos preguntarnos como sería la voz que estaba detrás de esa sonrisa que nos dedicaba. Y cuando dio la clase de La Celestina... bueno, creo que nunca se ha experimentado una motivación masculina más intensa hacia el conocimiento de los recovecos de la literatura medieval española que la que experimentaron en aquella evaluación los alumnos varones de mi clase.
¿Y a qué viene este romántico recuerdo? ¿es que me la he encontrado en estos días por la calle paseando? ¿es que la he redescubierto en Facebook con la sonrisa algo menos radiante y sin la luminosidad del enamoramiento adolescente?
Pues no. Mi recuerdo y posterior diatriba viene a costa de alguien a quien, como dirían  los literatos de los tiempos de Fernando de Rojas,  recordar no quiero pero me veo en la obligación de tener casi todos los días presente en mi memoria.
la muy ínclita y santa señora María Dolores de Cospedal, patrona innominada del recorte austero y desmedido.
Porque la gobernanta -que no gobernante- de los destinos de Castilla La Mancha le ha robado a todos los estudiantes de las aulas sus ensoñaciones febriles y a todas las estudiantes sus enamoramientos fugaces y hormonales.
Ha convertido a todos esos calíxtos juveniles en siervos de la gleba y a todas esas melibeas adolescentes en esclavas.
Ha puesto a los profesores de prácticas a trabajar, a dar clase, a cubrir las ausencias de los profesores interinos despedidos por ella y sus recortadores. Y además los ha puesto a millares.
Y hay quien dirá que tampoco está de más esa medida. Que total, que cojan callo de soportar alumnos desde el principio y así estarán curtidos y preparados cuando les toque enfrentarse a un alumnado que ya no les mirará con ojos golositos sino con miradas furiosas y desesperadas cuando anuncia la fecha inminente del examen.
Y habría que darles la razón. Habría que dársela si les pagaran por ello. Pero no lo hacen.
Cospedal ha retomado el magisterio clásico, pero clásico en el más estricto sentido de la palabra. Aquel que en Grecia y Roma otorgaba el cargo de preceptor, de educador, a un esclavo comprado en el mercado -era la única función que tenían los esclavos viejos-. Un esclavo de confianza, pero un esclavo a fin de cuentas.
Porque esos profesores en ciernes, recién salidos de sus escuelas normales o facultades, no trabajan por un sueldo, no dan clase por una remuneración. Trabajan a cambio de una promesa, de un juramento de servidumbre. Como el esclavo que recogía algodón a cambio de la promesa de manumisión en sus postreros años, como el siervo que doblaba el espinazo en los bancales a cambio de la promesa de que algún día el señor le concedería un triste pedregal que pudiera denominar como propio, como el aparcero que se deslomaba creyendo en la promesa de que con eso saldaría sus deudas.
Esos profesores en prácticas dan clase como si fueran veteranos, como si ya hubieran aprobado una oposición, como si se hubieran ganado ya la plaza de la forma en la que la ley estipula que se la tienen que ganar pero sin haberlo hecho. Sin haberlo intentado siquiera.
Lo hacen por unos créditos de más en las oposiciones. por una dádiva que Cospedal y sus huestes ni siquiera tienen derecho a darles.
Ahorran sueldos a alguien que no tiene derecho a ahorrárselos porque no están pagados con su dinero, sino con el de los castellano manchegos; cubren plazas que han sido recortadas pese a ser necesarias, porque si no lo fueran los profesores en prácticas no serían requeridos para cubrirlas y sobre todo trabajan por nada.
Por humo, por menos que humo, por la promesa de que habrá humo.
Porque esos créditos para las oposiciones que la caridad de la Junta de Castilla La Mancha arroja displicente en los escuálidos cestillos de sus futuros no son nada. Cospedal se comporta como el arrendatario con sus aparceros, como aquellos que mantenían siempre a un centímetro escaso de la liberación a sus esclavos para incentivarles y hacerles trabajar pero siempre encontraban a última hora una deuda perdida, una cláusula escondida que les obligaba a serviles una jornada más, un año más, una vida más.
Esos créditos se convierten en humo por el simple motivo de que Cospedal y su gobierno están en pleno proceso de desmantelamiento de la educación pública, de masificación de las aulas, de entrega generosa de la enseñanza a los conciertos de centros privados y eso hace que sus créditos no valgan para nada.
Con el simple hecho de no convocar oposiciones todo su trabajo esclavo no se verá recompensado, el favor que sin sueldo le han hecho a Cospedal para que le cuadren sus cuentas, para poder atesorar el dinero que necesita para sus fines, que en nada coinciden con los de sus ciudadanos, a cambio de nada. Esa es la trampa y es tan obvia que deberían verla desde lejos.
Siempre habrá otra promoción que se ofrezca a cubrir esas plazas de interinos que ahora llena de practicantes que trabajan por la voluntad. Pero la voluntad de Cospedal no existe, al menos en lo que se refiere a la Educación Pública.
Ellos pueden creer que es una oportunidad de mejorar, una oportunidad de lograr un futuro de estabilidad y dignidad dentro de la enseñanza pública pero la santa Dolores de Cospedal ya tiene pensado y planeado otro futuro para ellos.
Las plazas que ocupan no saldrán a concurso, serán cubiertas por otros practicantes que cometan en el mismo error que este primar millar de profesores en prácticas esclavas y el futuro de todos será el mismo: con un Educación pública desbaratada, habrán de buscarse un nicho en la nueva servidumbre de los salarios de subsistencia que impongan los colegios concertados y privados cuando el baremo salarial que impone la enseñanza pública haya desaparecido con ella, cuando ya no exista la posibilidad de hacer unas oposiciones, cuando tras utilizarlos a ellos de herramienta para ganar tiempo y dinero mientras desmantelaba la enseñanza pública.
De modo que aunque ellos crean que les toca mirar por su futuro y por sus expectativas prestándose a esa farsa, aunque piensen que es tiempo, recién abandonadas sus facultades, de soñar con un futuro estable y transigir con esto por sus oposiciones, les ha tocado para su joven desgracia algo muy diferente. les ha tocado lo que nos toca a todos. Pelear por lo de todos en aras de lo nuestro.
Porque si exigen pago ya no le servirán a Cospedal para cuadrar su déficit, si se niegan a cubrir esas plazas de gratis y sin emolumento alguno la mística patrona del recorte no tendrá más remedio que desvelar sus cartas, que idear otra forma distinta de ganar tiempo para su destrucción y venta de la enseñanza pública.
Y ellos, educados como todos nosotros en este Occidente Atlántico, en la ciega visión del futuro individual, del egoísmo particular de mirar -o creer que se mira- tan solo por lo nuestro les ha tocado ese difícil cambio, esa complicada mutación que pasa por proyectarse como parte de un sociedad en su conjunto y ver que su futuro y sus expectativas han de buscarse en lo general y colectivo y no en lo particular.
Es duro para alguien tan joven e inexperto. Pero siempre ha habido y habrá una generación a la que le toca esa triste elección en una disyuntiva histórica y social. Tiene que elegir bando en un enfrentamiento que opone a los muchos y sus expectativas contra los intereses tan solo de unos cuantos. A eso les ha abocado la santa del recorte. A eso les obliga Dolores de Cospedal.
Tienen que elegir entre el sueño postergado de la manumisión propia irreal y la lucha inminente por una abolición que sea colectiva. Como cualquier esclavo.

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