Que en este país nuestro el fútbol
sirve de metáfora de casi todo es algo que nadie que viva y sobrevive dentro de
nuestras fronteras puede poner en duda y que en nuestra geografía la lacerada
Comunitat Valenciana es el epítome de los resultados que la política de tierra
quemada ideológica del actual Gobierno está consiguiendo hacernos sufrir es
algo que pocos que leen la prensa o vean lo informativos televisivos pueden
atreverse a negar por mucho que se empeñen en intentar ocultarlo.
Y ahora se suman Valencia y el
fútbol para darnos una pincelada de la incongruente inconsistencia de lo que ha
decidido poner en marcha Moncloa y todos los gobiernos autonómicos del
Partido Popular, de las ruedas dentadas que han puesto a girar para triturar
nuestro futuro.
Mientras unos veteranos del
Valencia CF se machacan un poco sus ya bastante maltrechas espinillas -o sus
isquiotibiales, que suena así más de periódico deportivo- par lograr unos pocos
euros para un autobús escolar, el Gobierno Valenciano gasta lo que no tiene y
avala con lo que ya ha gastado las cuentas deficitarias de ese mismo club de Fútbol. De ese y del Villarreal, del Levante y de todo club futbolístico que
haga mover el balón por un campo de la Comunitat Valenciana en primera
división.
¿Puede utilizarse el fútbol de dos
formas más distintas?
Los padres y madres de La FAPA
valenciana denuncian la precariedad -e incluso la inexistencia- de al menos 17
infraestructuras escolares en la comunidad, los alumnos del 107 siguen
estudiando en la calle, los padres y las madres de Montserrat se ven obligados
a desangrarse en desesperados debates intestinos, intentando descubrir si tiene
más prioridad el autobús recortado, los barracones infectos o cualquiera de las
otras deficiencias y carencias que el recorte impertérrito de Catalá y su
Conselleria les impone y así en un suma y sigue interminable.
Y ahora que el Estado concede al
manirroto gobierno valenciano, que ha arrojado el futuro de su sociedad en
aeropuertos vacíos, circuitos automovilísticos infructuosos, puertos deportivos
lustrosos e inútiles y visitas papales corrompidas, una aportación de casi 300
millones de euros que el presidente Fabra jura y perjura que va a usar en
Sanidad y Educación, se dedican a sufragar la burbuja futbolística de los
clubes de primera división con el aval de un crédito recuperado por la mínima y
a trancas y barrancas.
Ese es su concepto de sociedad. Ese
es su concepto de gobierno. Ese es su concepto de negocio.
Porque a las malas, si todo pinta en
bastos, el Valencia CF podrá vender a Soldado, a Banega o a cualquier otro de
sus futbolistas y tendrá ingresos y ellos, como accionistas del club podrán
pillar -bajo cuerda, por supuesto- un trozo de ese transfer. Podrán hacer
negocio.
Los padres afirman que los baños
están en pésimas condiciones porque son muy viejos mientras que el tejado de
uralita no cumple la norma y tiene goteras o las ventanas no aíslan. La
antigüedad crea muchos problemas como en el patio infantil o el porche, pero el
dinero es para el Valencia CF
Los patios de los centros infantiles
necesitan ser rellenados porque tiene muchos agujeros que producen caídas. Hay
que reparar cañerías, cisternas, puertas metálicas. Lo de la pintura ya no es
una necesidad, es una urgencia, pero el aval y el dinero es para el Villareal.
En el Max Aub piden la adecuación
del espacio para huerto escolar y en el Soto Micó critican el retraso en el
mantenimiento de zonas verdes así como el mal estado de las fuentes, pero el
crédito es para el Levante.
En el colegio Sara Fernández se
quejan de que solo disponen de una pila de agua potable, del deterioro de la
pintura, la inutilización de vestidores y duchas deportivas o las rejas
corroídas, pero el dinero vuela a Mestalla.
En el colegio de El Saler o en el
de Montserrat recuerdan que los niños estudian en barracones metálicos desde
hace nueve años por lo que quieren la construcción de un centro nuevo, pero el
Govern pone su interés en avalar al Ciutat de Valencia.
Igual pasa en el del El Perelló
donde hay goteras cuando llueve pero la prioridad es mantener en funcionamiento
el estadio de El Madrigal.
En el Lluís Sant Àngel-Instituto de
El Saler hay problemas de estructura, las goteras y la falta de calefacción y
ducha en el gimnasio pero Fabra mira al fútbol, a los clubes de fútbol y a sus
deudas y convierte a la Comunitat valenciana en su principal accionista.
Así entienden aquellos a los que
nuestros sufragios inconscientes condujeron al poder el ejercicio del mismo y
del gobierno.
Mientras un grupo de hombres que
vive o ha vivido del fútbol intenta que el fútbol, algo solamente lúdico, sirva
para algo y ayuda a la sociedad, aquellos que deberían preocuparse solamente de
esa sociedad y de solucionar sus problemas tiene la mirada, la prioridad y el
dinero solamente puestos en el fútbol.
Los futbolistas recaudan dinero
para el Educación pública mientras el principal accionista de sus clubes, el
gobierno de la Generalitat, se lo niega para dárselo a sus equipos de
procedencia. Un retruécano casi ilógico, una cadencia ridícula, una orden de
prioridades dantesco.
Y no nos engañemos. Lo malo no es
el fútbol, lo malo no es el dinero que gasta o que adeuda. Lo absolutamente
perverso es cómo lo utilizan.
Porque, del mismo modo que el
inefable y despótico José Ignacio Wert hace con los toros, al igual que la
nunca retirada Esperanza Aguirre hacía con los fastos del madrileño Dos de Mayo
o la siempre oculta alcaldesa Botella hace con la candidatura olímpica, Fabra,
Catalá y los irresponsables responsables del gobierno valenciano hacen con el
fútbol.
Pretenden que sigan vivos y activos,
funcionando a pleno rendimiento no porque les importe el deporte -si fuera así
arreglarían gimnasios e instalaciones deportivas escolares-, no porque les
interese la cultura -si fuera así repondrían y abrirían bibliotecas escolares o
simplemente arreglarían las aulas en las que esa cultura se transfiere a los
más pequeños-, sino porque necesitan una cortina de humo, porque necesitan el
máximo de actividad posible, el máximo de ruido social para ocultar lo que
están haciendo.
Porque necesitan que los bares
hablen de derbis, de clásicos y de árbitros caseros y no de despidos, huelgas y
protestas; porque quieren que las tertulias hablen de manoletinas, chicuelinas
y verónicas y no de corruptelas, dádivas y nepotismo. Porque les resulta
imprescindible que los apellidos que suenen en las bocas de los que hablan sean
Soldado, Messi o Ronaldo y no Rajoy, Fabra o Catalá.
Y así, mientras el los futbolistas
veteranos del Valencia nos muestran en Monserrat un ejemplo de lo que podría
ser el fútbol, el gobierno valenciano y los avales a los clubes de la región
mientras la Educación Pública se cae literalmente a pedazos en toda la
Comunidad Valenciana, nos demuestran cómo quieren que seamos nosotros, nuestra
sociedad y nuestro fútbol.
Un negocio para unos pocos y un espectáculo
alienante y elusivo para otros que, en su miseria, son los que garantizan el
negocio de esos pocos.
Saben que ese camino nos conducirá
al desastre, ya nos está conduciendo al desastre. Pero no les importa, ni
nosotros, ni la Educación, ni el fútbol, ni la caída de todo ello. Sus
bolsillos ya estarán llenos.
Es tan antiguo como el egoísmo. Es
tan antiguo como El Circo Máximo. Es tan antiguo como Roma y su muerte como
imperio, como civilización y como sociedad.
Eso quieren que sea el fútbol. Eso
quieren que seamos nosotros.
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