jueves, mayo 31, 2012
Anastacia ayuda a Rajoy a evitar la transparencia
Hay quien diría que sea para lo que sea está bien que se recurra a Anastacia. Y no les quitaré la razón pero hay gobiernos que son tan como
nosotros que pese a su incompetencia a veces te dan ganas de coger uno por uno
a sus integrantes y dirigentes y darles una palmadita en la espalda y decirles
"no importa, chaval, todo el mundo lo hace" y seguir tu camino para
arrojarte por tu propio pie al abismo antes de que sus empujones te arrastren al
fondo de la sima.
Y eso pasa con este nuestro que reside
en Moncloa y que capitanea el noqueado Mariano Rajoy que sigue recibiendo
golpes de un púgil negro y enorme que, como hiciera el mítico George Foreman,
no necesita moverse para seguir castigando los bajos y el rostro de su pequeño
rival por más que este intente eludirle una y otra vez con su juego de pies.
Rajoy y su gobierno no están bajo
mínimos por los recortes, no están contra las cuerdas por la deuda, la prima de
riesgo o el déficit, no están en él límite de su crédito social y político por
el rescate de Bankia o por la deuda aflorada repentinamente en sus
faraónicos gobiernos autonómicos.
Lo que está desgastando hasta el tuétano
de su propia ideología al gobierno de Rajoy es el mismo error, la misma
circunstancia, que lleva más de un siglo amenazándonos con la extinción
como civilización, como cultura y como sociedad: la incapacidad para mostrarnos.
La opacidad. El gusto desmedido por ocultar lo que somos, lo que hacemos y cómo
vivimos.
El derecho que creemos añadido a la
Declaración Universal de hace siglos de no tener que dar explicaciones.
¿Alguien se acuerda de la famosa ley
de Transparencia? ¡Pues tienen suerte o muy buena memoria! Porque el gobierno
de Rajoy la ha olvidado, la ha arrinconado, la ha encerrado en un rincón de su
memoria para poder hacer lo que todos queremos hacer, lo que creemos que
tenemos derecho a hacer: no dar explicaciones.
Se recortan los fondos para las aulas
especiales de TCH en los colegios públicos mientras se mantienen las
subvenciones millonarias a los hipódromos, se suben las tasas universitarias
mientras se gasta dinero a espuertas en reconstruir antiguas murallas en
Cambrils, Ibiza o cualquier otra ciudad que lleva casi tantos siglos sin
subvención para ello como sin sufrir un ataque del pérfido sarraceno que
derribó en su momento esos muros; se elevan los criterios para la concesión de
becas buscando ahorro, mientras se elevan y mantienen concesiones de millones
de euros a asociaciones operísticas que prácticamente solamente llevan la
cultura a los miembros de la "buena sociedad" que son sus socios. Y
así ad eternum.
Y nadie cree que sea necesario
justificar el motivo por el que se quitan unas cosas y se mantienen otras.
Nadie está dispuesto a aceptar que los demás tienen derecho a saber lo que hago
y por qué lo hago. Escondo las subvenciones en la página mil y pico del
presupuesto y los recortes en la setecientos y pico y considero que nadie puede
cuestionar mi decisión.
Soy el Gobierno y gobierno. Hago lo
que quiero o creo que debo hacer y ya está punto final.
Se recurre a la defensa siciliana de
la opacidad, el secreto y la intimidad porque se cree que se está en posesión
de ese derecho. Tratamos como íntimos actos que por su repercusión en los demás
nunca lo han sido, nunca nos han pertenecido por entero, nunca han estado
exentos de la obligación de ser explicados e incluso justificados.
Se rescata Bankia y se bloquea
toda explicación de su hundimiento; se la intenta rescatar inyectando deuda
pública por la puerta de atrás y se considera que no debe comunicarse
oficialmente a las autoridades financieras europeas; se fuerza la dimisión
del Director del Banco de España y se impide que se expliquen los motivos, se
pilla al presidente del Consejo General del Poder Judicial en un renuncio
marbellí y se bloquea la posibilidad de que se investigue; se coge a La Corona
con la escopeta alzada y las calzas bajadas en Bostwana y se rechaza la
necesidad de dar explicaciones al respecto, saldando todo con una disculpa
infantil de patio de colegio de esas que se dan para eludir el castigo sin
recreo.
Se hacen públicas las deudas
millonarias y los impagos continuados de las comunidades autónomas en las que
gobernaba el PP y se impide que se reciba explicación alguna sobre por qué se
pagaba a unas empresas y a otras no.
Y así cada acto, cada acción, cada
decisión. El ínclito Mariano y la corte genovesa que ahora se ha trasladado al
Palacio de Invierno en la Moncloa ha tirado del más viejo y peligroso recurso
occidental atlántico de ser los amos del secreto, los únicos guardianes de sus
motivaciones. Del derecho a no explicar a nadie lo que hacemos.
Nada se justifica, nada se explica,
nada se aclara ni se declara, nada se esclarece. No es necesario. Como Gobierno
se consideran los amos del secreto íntimo de sus vidas y sus acciones. Les
niegan a todos el derecho a saber sobre su motivos y sus actos aunque su vida y
sus acciones estén complicando y casi imposibilitando la vida y la
supervivencia de muchos o de todos. Al menos de todos los que les están
pidiendo explicaciones.
Y nosotros callamos y no reaccionamos
ante esa clamorosa falta de transparencia por mor de que Mariano y sus gentes
no son en nada diferente de nosotros. Su opacidad es reflejo de la nuestra.
Hacen con su gobierno lo que nosotros pretendemos hacer con nuestras vidas.
Elevan a rango de decreto y mayoría absoluta parlamentaria lo que nosotros
hemos impuesto en nuestras relaciones sociales, laborales y afectivas como un
derecho universal.
El derecho a ocultarles a los otros
nuestras vidas y nuestras acciones.
Y aqui es donde entra la cantante que ilustra este post a la que todos recurririamos para muchas cosas. Porque, por obra y gracia de nuestra modernidad individualista y eogoísta, todos nos hemos vuelto los coros de la inmarcesible Anastacia en una de sus más míticas canciones: Oh, when you feel invisible, uh, Just know you're on save - O sea que cuando te sientes invisible es cuando estás a salvo. Craso error, bella Anastacia, craso error a mi juicio.-
Porque lo único que nos hace sentirnos
a salvo, que nos hace vernos protegidos es la ocultación, el secreto, el no dar
acceso a los otros a conocimiento alguno sobre nuestras decisiones, sobre lo
que hacemos.
Y eso convierte automáticamente al que
pregunta, al que pide o incluso al que exige explicaciones en el reverso
tenebroso de nuestras existencias. En el entrometido que pretende privarnos de
nuestro inmanente derecho a hacer lo que queramos sin dar explicaciones ni
asumir la responsabilidad de la repercusión de esas decisiones en las vidas -y
haciendas, en su caso- de otros.
Y el vocal Benítez es el perverso por
preguntar. Y MOFA es el entrometido por querer explicar y los sindicatos, las
asociaciones estudiantiles y el Consejo de Universidades es malévolo por exigir
explicaciones y el Tribunal de Cuentas es el malintencionado por exigir
aclaraciones y la UE se transforma en la entidad nefanda que busca inmiscuirse
en nuestros asuntos internos.
Todo el que cree que merece una
explicación recibe el silencio y se vuelve un enemigo porque nuestro
gobierno, al igual que nosotros, no reconoce que tenga la obligación de
explicarse ante nadie.
Vivimos en un falso concepto de
derecho a la intimidad que hace que creamos que, por muy afectados que están
otros por nuestros actos, por mucho que podamos perjudicarlos con ellos, por
mucho que modifiquen sus existencias, no estamos obligados a explicar los
motivos, los criterios y las justificaciones de los mismos.
Hacemos lo que queremos, porque lo
queremos y creemos que estamos en el derecho de no dar explicaciones. Como
solamente podemos vernos a nosotros mismos, nuestras necesidades y nuestras expectativas
no creemos relevante el efecto que eso produce sobre los demás y no
consideramos necesario que los demás sepan de nuestras vidas aunque estemos
interfiriendo con las suyas.
Y al hacer eso nos negamos a nosotros
y sobre todo a los demás la posibilidad de relacionarnos en rango de igualdad,
nos negamos algo que es una necesidad para que toda sociedad lo sea y pueda
vivir en paz consigo misma.
Pero no nos importa. Lo que nos
importa es que nosotros, ocultando lo que somos y lo que hacemos por más que
sepamos que está perjudicando a otro ser humano no sentimos tranquilos y
cómodos. Estamos a salvo de que nadie nos cuestione los actos, nos desmonte los
argumentos y las justificaciones, nos critique la vida o nos enmiende la plana.
Al igual que Rajoy y Moncloa no nos
damos cuenta de que nuestro secreto, nuestra opacidad, nuestro gusto por
ocultar nuestra vida y nuestros actos es precisamente lo que nos vuelve
transparentes.
A falta de más información, son
nuestros actos los que nos definen. Las explicaciones pueden modificar el
sentido de esos actos y hacerlos comprensibles, incluso justificables. Pero si
no las damos, son nuestros actos los que nos definen. La opacidad no existe por
más que la busquemos, por más que la deseemos, por más que la necesitemos para
sentirnos a salvo del mundo y de las críticas.
Por más que intentemos ocultar y
oscurecer nuestras existencias a la vista del otro, cada movimiento, cada acto,
cada respiración nos hace transparentes y cuanto más ocultamos más visible se
hace aquello que no queremos enseñar, que queremos ocultar a cualquier precio.
Más transparente se hace nuestro
miedo.
Miedo a los demás, miedo a las
críticas, miedo a cambiar, miedo a reconocer nuestros errores, miedo a
evolucionar, miedo a ser seres humanos. Miedo a vivir y a aceptar que hemos de
hacerlo con los otros.
La opacidad, el oscurantismo y la
obsesión por ocultarse de aquellos a los que sus actos les afectan, la obcecación en no conceder la potestad de opinar y criticar a aquellos que
tienen por afectación el derecho -o por lo menos la necesidad- de hacerlo es lo
que está degastando a Rajoy y su gobierno más allá de sus decisiones. Huelga
decir lo que eso está haciendo con nosotros como seres humanos.
Así que, pamadita en la espalda y "no te preocupes Mariano. Tú te estás cargando el gobierno, pero nosotros nos estamos cargando nuestras vidas y nuestra sociedad. Todos lo hacemos".
martes, mayo 29, 2012
lunes, mayo 28, 2012
Rouco Varela niega en la crisis la fe de Cristo
Hay situaciones en las que resulta
muy sencillo discernir que toda organización, por uniforme que parezca, está
compuesta por individuos que a su vez se agrupan en tendencias y que por tanto
tienden mucho más a lo heterogéneo que la homogeneidad que los dirigentes de cualquier
estructura pretenden defender por regla general a capa y espada.
Y todo esto por un quítame allá un
impuesto que todos los españoles que tienen que hacerlo pagan sin rechistar -o
rechistando, pero que pagan-, llamado IBI y todo ello en una institución que presume
de homogeneidad como la Iglesia católica española. Así que parece que un simple
impuesto sirve para separar el trigo de la paja. Parece sencillo.
Porque mientras el obispo Blázquez
dice a sus sacerdotes que paguen el IBI si se lo cobran y a otra cosa, mientras
los obispos vascos se encogen de hombros y no dicen nada, mientras no son pocas
las voces dentro de la jerarquía eclesial católica española que no se oponen a
esa medida, los hay que tiran de todo lo que tienen a mano para mantener un
privilegio que saben injusto pero que como es suyo quieren defender.
Los inmatriculadores innatos de la
iglesia navarra entran en un temblar de carnes trémulas que no se recordaba en
los reinos ibéricos desde los estertores místicos de San Juan de La Cruz cuando
echan cuentas y caen en la ídem de que esa especie de rapiña secular que llevan
haciendo con las propiedades del antiguo reino les puede costar ahora un ojo de
la cara. Así que tiran de fueros -privilegio sobre privilegio y tiro porque me
toca- para defenderse.
Pero sin duda lo más espectacular,
lo más digno de penitencia y contrición cristiana de viernes santo al caer la
noche es lo que idea el siempre difuso Cardenal Rouco Varela, director de la
nave de la Conferencia Episcopal Española que cada vez parece tener más polizones
y tripulación amotinada.
Como al ínclito Rouco el anuncio de
esto de que se les va a cobrar el IBI cuando se pueda le pilla un poco a
trasmano, enfangando como estaba en una disquisición en la que defendía, con la
misma base teológica que la cría de la langosta en cautividad, que, como ahora
a la gente le ha dado por utilizar el sexo como divertimento habría que hacer
desaparecer el delito de violación -no es una exageración, lo juro- porque
todos sabemos que las violadas "se
divierten" de lo lindo durante ese crimen en concreto –eso lo digo yo,
que conste como argumento sarcástico de refutación, que todo hay que
explicarlo, leches-, pues el hombre tira de lo primero que tiene a mano para
salir del paso con lo del dichoso impuesto.
Tira de aquello a lo que cada vez se
está acostumbrando más: de la mentira y de la amenaza.
Y antes de ponerse a su defensa a ultranza
de la necesidad de recuperar el derecho de pernada -que supongo que será el
siguiente paso en esta nueva teología del sexo impuesto que se ha inventado-
afirma que "si se le cobra el IBI a
la iglesia católica, se verán afectadas las actividades de Cáritas".
Y eso despierta una marea de
reacciones de unos y otros.
Muchos de los que dependen de la
caridad cristiana -que haberla, haila, aunque a mí me parezca que es un
concepto mal interpretado y entendido, pero la hay- se encogen de miedo ante la
posibilidad de no poder comer ni caliente ni frío, de que su fuente de
supervivencia miserable sea cerrada por mor de un impuesto cargado a la
iglesia. Y tienen miedo y es lógico que lo tengan. Eso es los que quiere Rouco
Varela. Para eso sirve una amenaza.
Pero la amenaza se basa en una
mentira. Es como si la iglesia pagara las acciones de Cáritas con su propio
dinero y por eso, si tiene que hacer frente a los pagos del impuesto, no
podrá destinar dinero a esa función.
Y eso es una mentira, y nunca mejor
dicho, como un templo.
En el último del que hay datos
Cáritas invirtió 247,5 millones en acciones de lucha contra la pobreza, de las
que se beneficiaron 6,5 millones de personas dentro y fuera de España.
De ese dinero el 65 por ciento llega
de fuentes privadas como empresas, particulares, socios, colectas y todo el que
quiere ayudar a esa caridad cristiana. Y ese dinero no va a verse afectado por
el pago del IBI, a menos que el cardenal Rouco esté insinuando que va a cometer
en nombre de los privilegios de su jerarquía un delito de alzamiento de bienes
y malversación de fondos utilizando las donaciones y las colectas para un fin
diferente a aquel para el que fueron entregadas.
No sería muy inteligente que fuera
eso. Aunque quién sabe con el egregio purpurado.
Se podría decir que queda un 35 por
ciento del dinero de Cáritas que aún está en riesgo. Pero si se dice eso la mentira
adquiere dimensiones basilicales.
El 35,11% lo pagan entes públicos,
desde Hacienda a través de la casilla de Fines sociales en el IRPF -curioso
¿no?, se supone que hay una casilla para la iglesia católica y otra para fines
sociales y al final parte va a la iglesia por otro camino. Pero eso es otra
historia-. A ello se suman el Gobierno central y los autonómicos, los
ayuntamientos y un largo etcétera de organismo entre los cuales se encuentra
por fin la Conferencia Episcopal Española con 5 millones de euros en el último
ejercicio en una aportación que lleva haciendo solamente tres años.
Así que lo que está en riesgo es,
como mucho, un dos por ciento del dinero de Cáritas. Cinco millones de casi
doscientos cincuenta. La manipulación es tremenda.
Pero Rouco está dispuesto a poner en
riesgo algo que nunca será criticable de la iglesia católica ni de ninguna otra
institución como es la ayuda a aquellos que se encuentran en el escalón más
bajo de la cadena alimenticia de esta sociedad nuestra que se empeña en no
tenerlos en cuenta y no pelear por ellos a cambio de un privilegio que no sólo
es cuestionable sino que es marcadamente injusto en su origen y desarrollo.
La archidiócesis de Madrid se gastó
el año pasado cerca de 400.000 euros en la misa por la familia que celebró en
Madrid, la de Toledo se gasta una media de 250.000 cada año en la celebración
del Corpus Cristi por no recordar que, según dijo en su momento, la conferencia
episcopal aportó de su pecunio -y no con dinero de La Comunidad de Madrid-
otros 500.000 euros a la organización de la visita papal.
Pero claro hay que quitarle dinero a
Cáritas.
La iglesia católica española tiene
70 diócesis, incluyendo la castrense -casi el doble de provincias que el Estado-.
Algunas de ellas, como la de Calahorra o la de Vic, sin desmerecer a nadie, no
parecen ciudades clave en nuestros tiempos aunque lo fueran durante la Reconquista.
Juntarlas no sería un ahorro en recursos, alquileres y gastos, se supone.
Y no parece imposible porque un país
como Francia que tiene casi 200.000 kilómetros cuadrados más de extensión que
España sobrevive perfectamente con una docena de diócesis.
Pero el purpurado del elogio
teológico de la violación está dispuesto a sacrificar lo incuestionable con tal
de no mover lo cuestionable.
Quizás ha llegado el momento de que
los católicos españoles comiencen a hacer lo que su mesías galileo les propuso
hace tiempo.
Que empiecen a no creer en escribas
y fariseos y a separar el trigo de su fe y su creencia de la paja de una jerarquía
que ni piensa en ellos, ni en el mensaje de su profeta, ni en los supuestos
deseos de su dios invisible y solamente se preocupa de mantener sus privilegios
a costa de lo que sea. Incluso de su evangelio.
Pero ese es trabajo suyo. Nadie
puede hacerlo por ellos. Cada uno llevamos nuestra cruz y es nuestra responsabilidad
librarnos de ella.
El Sión de Netanyahu no cree en su propia historia
La sordera selectiva es uno de esos vicios clásicos de los que disfrutamos los occidentales atlánticos que nos permite escuchar un suspiro que prometa los gozos y las sombras en el otro extremo del orbe conocido pero nos hace imposible prestar oídos al más estentóreo grito en demanda de ayuda que pueda producirse justo al lado de nuestro pabellón auditivo.
Pues bien, uno de los efectos secundarios de esa incapacidad para escuchar lo que no queremos oír es la memoria selectiva -quizás sea una de sus causas, si lo pensamos mejor-.
Y el último ejemplo de memoria selectiva a gran escala nos lo da de nuevo el gobierno de ese país llamado Israel al que sus gobernantes están empeñados en convertir en el epítome de todas las vergüenzas occidentales por más que muchos de sus habitantes intenten evitarlo.
Netanyahu y los suyos, concretamente su ministro de Interior, Eli Yishai, han sufrido en los últimos meses una inusitada degradación acelerada de los centros límbicos en los que reside la memoria.
Quizás sea porque tienen demasiadas sinapsis conectadas con los pensamientos de ataques preventivos a Irán y ocupadas en encontrar la mejor manera -para ellos, claro está- de poner en peligro al mundo o quizás sea porque aquello que no se utiliza tiende a degradarse. Pero lo cierto es que han olvidado de un plumazo toda la historia de su cultura, su pueblo y su Estado.
Parece que no se han quedado contentos con desconvocar unas elecciones ya convocadas cuando se dieron cuenta de que quizás no iban a ganarlas y sustituirlas por un conchabamiento nocturno en el que se repartieron entre ellos las cotas de poder y de gobierno para mantenerse en el mismo en contra de lo que solicitaba su propia ciudadanía.
Debe ser que no les satisfizo en exceso protagonizar ese bochornoso acto político, comparable solamente en estos tiempos a esos espectáculos circenses en los que el devoto mariano Hugo Chaves convierte las elecciones en su país -y han tenido suerte porque, si no existiera el ínclito militar bolivariano, la comparación nos retrotraería a acciones de dinamitado de una democracia situadas en el corazón europeo en la década de los años treinta del pasado siglo-.
Así que se han esforzado en superarse y han tomado la decisión de limpiar Israel de inmigrantes. De encarcelarlos y deportarlos porque, tal y como están las cosas, no hay sitio para ellos.
Se trata de 60.000 personas que han llegado en los últimos años desde Eritrea y Sudán a las ciudades israelíes y que parece que han traído con ellas una suerte de virus africano que ataca los centros de memoria de los gobernantes del estado hebreo.
Porque el bueno de Eli Yishai –lo del bueno es de coña, claro- se descuelga con frases como que "hay que multar a los ayuntamientos en los que se les contrate porque eso es anti israelí" o con definiciones de ellos como que "son el cáncer que se infiltra en el cuerpo de nuestro país en lugar de permanecer en el sitio en el que tienen que estar que es su país" o, rematando la faena con un clásico en todas las sociedades que están acostumbradas a echarle a otros la culpa de sus males, "si se contratara a israelíes en lugar de a esos infiltrados -el concepto de infiltración es algo que parece que los políticos israelíes no pueden evitar- seríamos un país sin paro".
Y todo esto después de celebrar hace dos días como quien dice la memoria de su genocidio, en la que supongo que tendrían que haber recordado que pasó después del pogromo nazi contra los judíos.
De repente, han olvidado que ellos están en esa tierra y han constituido ese estado porque huyeron.
Porque desde todos los países europeos, desde Estados Unidos, desde Rusia y desde un sinfín de localizaciones geográficas fueron a una tierra que no era la suya porque no la habitaban y se asentaron allí.
De repente olvidan que todos los habitantes de Israel son o descienden de inmigrantes.
Eli Yishai, ha accedido al poder en ese cambalache que se montó Netanyahu para evitar las elecciones como líder de una de las facciones más conservadoras de la derecha israelí, el Partido Ultraortodoxo Sefardí.
¡Vaya, por el dios de la zarza! ¿Pero los sefardíes no eran españoles?, ¿entonces qué hace un sefardí en el gobierno israelí?, ¿no le está quitando el puesto a alguien que haya estado en Galilea desde los albores de la humanidad?
Pero claro él es ultraortodoxo y por tanto judío. Es de suponer que, según su punto de vista, él tiene derecho a ir y asentarse donde le plazca pero los demás no. Es lo que tiene que la divinidad te haya declarado su favorito.
Israel se basa en la inmigración, pero hasta su tradición religiosa más cerril, se asienta sobre el concepto de movimiento de gente por el mapa universal como si se tratara de una riada.
Llegan 60.000 eritreos y sudaneses huyendo de una guerra interminable y de una miseria incontrolable y los halcones del sionismo más brutal afirman que deben volverse por donde han llegado porque "sólo vienen a trabajar".
¡Claro, como la gente solamente trabaja por deporte, para cubrir los tiempos en los que no se dedica a rezar a sus dioses invisibles o a preparar operaciones militares contra poblaciones civiles o estados enemigos!
Los africanos llegan atravesando el desierto del Sinaí y los gobernantes que confunden Israel con Sión tienen la sensación de que eso debería recordarles algo, de que eso les suena. Pero no consiguen acordarse.
La memoria selectiva es lo que tiene. Es un arma definitiva, una vez que se activa no hay vuelta atrás.
Así que no sólo han olvidado los hechos históricos reales de varias décadas de afluencia masiva de inmigrantes a Israel desde Polonia, Rusia, Argentina, Chile, España y Estados Unidos que iban exactamente a lo mismo: "a trabajar" y que eran acogidos con los brazos abiertos, aún a costa de arrinconar y robar tierra a los habitantes originarios de la zona, aún a costa de acrecentar y enquistar un conflicto con los palestinos que tiene como una de las razones principales la necesidad de espacio y recursos para esos aluviones de inmigración.
Tampoco recuerdan toda su mítica tradición de atravesar durante cuatro bíblicas -o talmúdicas, no se me ofendan- décadas el mismo desierto para llegar a la misma tierra -ya poblada por muchos, por cierto- huyendo de las mismas cosas: la miseria, la esclavitud y la guerra.
Han conseguido olvidar también toda su propia dinámica mitológica de continuas diásporas hacia otros países y reinos en diferentes periodos de la historia en los que aún se quejan -y muchos piden reparaciones- por haber sido tratados como ellos tratan ahora a los sudaneses y los eritreos.
Pero claro, ellos eran judíos, eran el pueblo elegido de una zarza ardiente y hacían lo que hacían por orden de su dios. Supongo que eso pesará en los razonamientos de los mandatarios sionistas que ahora quieren empujar a los que llegan al desierto.
Por suerte los hay que aún no han olvidado y se empeñan en recordárselo a gritos y pancartas, como la mujer cuya fotografía ilustra este post.
Ella ha dado en el clavo aunque crea referirse tan sólo a Israel.
Todos somos refugiados. Todos llegamos a la tierra en la que estamos huyendo de otra cosa.
Puede que hace décadas, siglos o incluso milenios. Pero todos los que ahora habitamos en algún sitio no nacimos como pueblos o como troncos genéticos en el lugar en el que ahora estamos.
Con excepción de los nipones -si no contamos como migratorios los movimientos dentro de su archipiélago-, algunas otras islas pacíficas y quizás el tronco étnico de la China de Han, todos venimos de otra parte.
Los indoeuropeos son indoeuropeos porque llegaron desde el Indo, los bárbaros se movieron hacia el sur, al igual que árabes, persas y griegos. Los romanos descendían de griegos desplazados, que a su vez eran el resultado del aluvión de tres migraciones distintas -¿quién no se acuerda de esa cadencia de las lecciones de historia de Aqueos, Jonios y Dorios?-.
Los estadounidenses -al igual que los australianos y neozelandeses- llegaron desde las islas británicas que a su vez fueron pobladas por sajones que se vieron obligados a moverse por la presión de los vikingos. Cierto es que ahí estaban los pictos –o sea los escoceses- pero esos habían llegado siglos antes desde el meollo de la cultura celta situada en Francia –no me pregunten cómo, nadie lo tiene muy claro-
Los vikingos se movieron poco pero aun así lo hicieron presionados por los eslavos, que a su vez ocuparon las llanuras rusas, presionados por los mongoles de la estepa y sus continuas rafias e invasiones.
Incluso sus pobladores originales de los lugares colonizados por los europeos -los indios americanos, los maoríes, las tribus africanas y los aborígenes- se desplazaron a los lugares en los que fueron encontrados por los europeos por la presión de poblaciones más fuertes o por la necesidad de encontrar alimento.
Así que todos somos inmigrantes. Aunque nuestra memoria selectiva nos bloquee ese conocimiento cuando nos viene bien.
Pero si hay un pueblo que debería tener un respeto casi religioso con la inmigración ese es el pueblo hebreo y el Estado de Israel. Su dios les hizo inmigrantes. Lo dicen ellos, sus textos sagrados y su historia, no yo.
Pero quizás eso ya no importe. Quizás Netanyahu, Yishai y todos los que ahora abogan por la expulsión de los inmigrantes en un país en el que toda la población es inmigrante de primera, segunda o como mucho tercera generación, ya hayan aplicado también la sordera selectiva.
Ya no escuchan ni quieren escuchar porque ya han acabado su muro, la última muralla del nuevo estado de Masada en el que quieren convertir Israel. Ya están también aislados de Líbano.
Es posible que lo único que quieran sea poder echar del recinto amurallado que ahora es su país a todos aquellos que no son parte de él para poder cerrar definitivamente las puertas y que nadie de fuera sepa lo que están haciendo dentro y como transforman un país del siglo XXI llamado Israel en una ciudad mitológica e imposible llamada Sión.
Y claro si hay sudaneses y eritreos de por medio habría que dejar alguna puerta abierta en la muralla para ellos y eso es un riesgo inasumible por los halcones sionistas que dirigen los destinos del estado hebreo.
Las puertas abiertas siempre dejan entrar el viento. Y el viento siempre puede traer cualquier cosa. Hasta cambios, hasta sentido común para Israel.
domingo, mayo 27, 2012
Divar o una amante de seda entre los Watchmen
Se
me antojaba hace unos días cuando me sacaba de mi algo perturbada manga la
comparación entre el Consejo General del Poder Judicial y los míticos Watchmen
de Alan Moore que podía tratarse de algo excesivo, de una metáfora un tanto
exagerada.
Pero
Carlos Divar y los miembros del Consejo, que fue puesto en donde está para
vigilar la justicia y que se ha convertido en el primer elemento que hay que
vigilar de esa misma justicia, se empeñan en darme la razón, en insistir en el
hecho de comportarse como un grupo de operativos encubiertos, de agentes con súper
poderes que creen que pueden decidir por su cuenta lo que está bien y lo que
está mal sin dar explicaciones a nadie y sin tener además que hacerlo.
Divar
se empeña en demostrar el motivo por el cual tiene que utilizar sus fines de
semana ampliados para hacer su trabajo oficial en Puerto Banús, dedicándose una
y otra vez durante la semana al noble arte de la elusión, de la contradicción e
incluso de la obcecación para justificar -en un retruécano absurdo- por qué no
justifica sus viajes.
De
nuevo se cuelga la chapa de los Watchmen y tira de galones para mantener sus
prerrogativas, para eludir sus responsabilidades, para demostrar que está en la
cúspide de la cadena alimenticia de los vigilantes fuera de control.
Si
el CGPJ es Watchmen. Divar se arriba el derecho de ser el Dr. Manhattan.
"Ni
voy a dimitir, ni voy a comparecer, ni voy a dar explicaciones a la
prensa". Y esta frase, esta sola frase transforma a aquel que se suponía
que salvaguardaba nuestra justicia en el principal detractor de la misma. Como
el coloso azul del comic, se engrandece a voluntad, se coloca más allá del alcance
de todos y de todo y viene a afirmar, como hiciera el Dr. Manhattan que él hace
las cosas porque las estima oportuna y tal es su poder y su conocimiento que no
le debe explicaciones a nadie.
Porque
si no dimite y no da explicaciones a la prensa es porque considera que no le
debe nada y nada ha de darle al pueblo -ahora se dice la ciudadanía- del cual
emana su poder y para cuya protección se le habían concedido sus atribuciones
de vigilante.
Si
no comparece significa que a él la separación de poderes de un estado
democrático le resulta tan indiferente como al coloso turquesa de Alan Moore le
es la división entre estados del planeta Tierra. El poder legislativo no es
quien para imponerle restricciones, para hacerle preguntas y mucho menos para
demandarle responsabilidades. Hasta ahí podíamos llegar. Él es un vigilante.
Como
tiene el poder, como tiene la posibilidad, puede hacer lo que quiera con él y
como la ley no le obliga a dar explicaciones, pues no la da.
Si
en lugar de utilizar los recursos públicos para lo que deben ser destinados los
uso para puentes auto creados en el desaforado gasto de Puerto Banús y sus spas
y restaurantes de lujo en compañías ocultas cuyos menús también son pagados por
el erario público, todo lo que tienen que hacer aquellos que le han otorgado la
condición de vigilante es callar y asentir.
Divar
quiere ser el Dr. Manhattan al que nadie cuestiona sus acciones porque siempre
se considera que sus motivaciones son puras y altruistas.
Afirma
que "no está obligado a dar explicaciones" y tiene razón. Tiene razón
pero se equivoca. La ley no le obliga y no puede obligarle con carácter
retroactivo. Pero la ética le obliga ahora y le obligó siempre.
Eso
no puede negarlo por muy vigilante que se sienta y se crea. Puede enrocarse
todo lo que quiera en la ley pero cada vez que lo haga será un escalón ´más que
descenderá su ética. Porque si no hay nada que esconder no hay motivo alguno
para esconderlo. Si se es un guardián ético no hace falta obligarle a explicar
sus acciones, se explican sin necesidad de recurrir a la ley.
Si
tiene una explicación plausible, claro.
Pero
Divar es consciente de que no puede hacer eso, de que lo incomprensible tiende
a ser inexplicable, de que si abre la boca se transformara del perfecto y puro Dr.
Manhattan en el deplorable y destructivo Comediante -su antítesis en Watchmen-
que utiliza su poder y su posición para hacer lo que le conviene y lo que le
dictan todos sus más bajos instintos.
Así
que se niega a dar explicaciones y si no le creen no es su problema. Él está
más allá de toda duda, de toda cuestión, de toda posibilidad de crítica. Él es
el más grande y poderoso de los vigilantes ¿quién se atreverá a insinuar que le
tienen que vigilar a él?
¿Y
qué hace el resto del consejo de poder judicial? Pues lo que haría toda suerte
de comunidad de vigilantes fuera de la ley. Preocuparse más del poder que de lo
judicial. Preocuparse más de ellos mismos y sus situaciones que de aquellos a
los que supuestamente deberían proteger.
Juegan
a las alianzas, a las facciones, a los poderes enfrentados. Unos piden matar al
vigilante traidor que ha osado poner el interés de todos por encima de los
privilegios adquiridos por su selecto grupo de vigilantes de la ley y otros
siguen cargando contra el Dr. Manhattan pero no por lo que ha hecho o porque
crean que no debe hacerse, sino porque quieren ser ellos los que ocupen el
sitial desde el cual, en la soledad de un planeta muerto, pueden vigilar y
hacer su santa voluntad sin que nadie le cuestione.
Ya
no discuten sobre los viajes, sobre los comprobantes o sobre la legalidad de lo
hecho o desecho por Divar. Ha quedado claro que el mayor de los vigilantes
puede hacer lo que se le antoje y nadie debe siquiera intentar controlarle.
Lo
que discuten es sobre su futuro no sobre el nuestro.
Unos
piden la cabeza de Divar porque les ha perjudicado, porque aquellos que les
miren a partir de ahora ya no verán la pureza y la magnanimidad que hasta ahora
parecían destilar, porque es posible que ya no se acepte su vigilancia con la
misma arrobada felicidad agradecida con la que, hasta que el gran vigilante
decidió colocar Puerto Banús en su agenda cotidiana, se suponía que se tenía
que aceptar la tutela del magno grupo de Watchmen togados.
No
se indignan por lo que se ha hecho. Se incomodan porque lo que se ha hecho les
afecta en su imagen pública. Vamos que no es lo mismo asesinar vietnamitas en
la jungla con un movimiento de dedo que eliminar ciudadanos estadounidenses
delante de las cámaras de TV. Otro gran clásico del famoso vigilante azur de
Alan Moore.
Otros
buscan otra cabeza diferente, la del vigilante díscolo al que se le ha ocurrido
pensar por un instante más en sus responsabilidades que en sus privilegios,
pero lo hacen por idéntico motivo.
Sólo
falta un personaje en este spin up de Watchmen puesto en marcha en los
despachos del CGPJ y en su sala de plenos. Espectro de Seda.
Esperemos
que la próxima vez que Divar, el líder de nuestros Watchmen judiciales, tome
las cuentas públicas y los gastos oficiales para ir a cenar a la luz de las
velas a Puerto Banús, ese misterioso personaje con el que cena y al que le paga
los gastos haga el papel de amante del Dr. Manhattan.
Y
cuando, indignado y confuso, el supervigilante que se encuentra más allá de la
ley refunfuñe sobre el motivo por el que la gente ahora la mira mal y le pide
explicaciones sobre sus actos en lugar de agradecerle su vigilancia y
protección, ella, amorosa, le coja la mano y le diga:
"Porque está mal, querido, porque
está mal.
Da igual lo que hayas hecho antes por
ellos y los motivos por los cuales lo hayas hecho. Lo que está mal está mal.
Incluso para ti
sábado, mayo 26, 2012
La despedida del Hierro -o de Ferro-
Contemplar
un adiós no bastará
La
falta de un viaje es miedo y coraje
Aquí
estoy y pienso todavía en ti, sí.
Desde
ahora ya se, no olvidaré
los
paisajes del mundo
y las fotografías junto a ti
Pero
yo despidiendoteahogo
Mira
desde lejos esas luces otra vez y luego
apriétame
y apriétame
Y
no será jamás
Y
mañana se que estaré siempre solo
pues
dime ahora lo que piensas
Despidiendoteahogo
Pierdo
tus ojos
Busco
el recuerdo
Lo
paro, despierto
Te
miro y me siento mejor
Pero
yo despidiendoteahogo
Mira
desde lejos esas luces otra vez y luego
apriétame
y apriétame
Y
no será jamás
Y
mañana se que estaré siempre solo
pues
dime ahora lo que piensas
Despidiendoteahogo
Mira
desde lejos esas luces otra vez y luego
apriétame
y apriétame
Y
no será jamás
Y
mañana se que estaré siempre solo
pues
dime ahora lo que piensas
Despidiendoteahogo
Y
si no llegará mañana a tu lado yo estaré
Y
si se acercará la noche te lo ruego piensa en mi
me
encuentro aquí sin entender mientras un día muere
cada
noche era amor
y
cada día era un error…
…
despidiendoteahogo
aprieta
ahora mis manos como por ultima vez
y
luego mírame a los ojos como fuera hace un año
y
mañana se que estaré siempre solo
pues
dime ahora lo que piensas
despidiendoteahogo…
Mira
desde lejos esas luces otra vez y luego
apriétame
y apriétame
Y
no será jamás
Y
mañana se que estaré siempre solo
pues
dime ahora lo que piensas
Despidiendoteahogo
Mira
desde lejos esas luces otra vez y luego
apriétame
y apriétame
Y
no será jamás
Y
mañana se que estaré siempre solo
pues
dime ahora lo que piensas
Despidiendoteahogo
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