Hace dos años cuando ya pareciá que todo era espantoso y no podía ir peor me emcontré con una suerte de panfleto milenarista en mi correro electrónico.
Hoy, que se sabe que las cosas van a ir peor me lo he vuelto a encontrar.
Pero como ahora lo que se estila es la versión, la actualización y la modernización pues han hecho lo que hace el cine con los comics, los libros con los libros antiguos y la televisión consigo misma. Lo han versionado y adaptado a la segunda ola de milenarismo que nos invade.
Ahora el correo de marras habla de nosotros, es identico pero cambiando las fotos parece que habla de nosotros. Para quepensar algo nuevo que, como hace horas me ha recordado una miga que dicen los irreverentes Les Luthiers "el que piensa, pierde"..
Así que me veo en la obligación de decir lo mismo más o menos que por entonces.
A saber:
Lo malo de tener correo electrónico no es el spam voluntario, comercial, fraudulento o publicitario. Lo malo no es que te ametrallen a ofertas de viagra, de loterías millonarias y de premios por ser el visitante un millón de tal página o tal otra -es curioso cuantas veces se puede llegar a ser el visitante un millón de la misma página incluso sin haberla visitado nunca-. Lo peor del correo electrónico es lo que podría definirse como el spam del por si aca.
Son esos correos en cadena que, de vez en cuando, te llegan de amigos, de gente de toda confianza, incluso de personas que suelen vivir su vida real con los pies en la tierra, pero que, de repente, deciden seleccionar su lista de correo y enviar un Power Point -siempre suele ser un Power Point e ir escrito en femenino, no se por qué motivo- con doce principios budistas, diez frases escogidas del zen, veinte proverbios árabes o cualquier otra cosa "por si aca" se cumplen las veladas amenazas de apocalipsis vital que se anuncian en caso de romper la cadena o "por si aca" se cumplen las explícitas promesas de plenitud y felicidad en caso de que se de circualción al correo.
Pues hoy ha llegado a mi bandeja de entrada uno de esos correos de la filosofía del "por si aca" y además me he enterado de que debe haber una especie de concurso entre los Power Points de ese estilo porque, ni más ni menos, me ha llegado como el mejor email del año. Y yo, como no soy de reenviar cosas de estas -aunque he de reconocer que en ocasiones lo he hecho y sigo sin ser rico y sin ser amado, por cierto- he decidio realizar mi peculiar aportación a esta cadena en particular.
El correo es, en esencia, una serie de fotografias, convenientemente ordenadas en la inevitable presentación en Power Point, eso sí, que muestran a personas - en su versión original la mayoría chinas y africanas, ahora ya son mas blancas, más occidentales, más atlánticas¿por qué será?- en situaciones de extrema pobreza, miseria, explotación, hambre y muerte. Las frases que las acompañan establecen continuos paralelismos entre la situación que muestran las fotografías y las quejas más comunes en el entorno del español -y el occidental, por ser más universal- medio, como lo son los problemas económicos, la falta de acceso a determinados bienes de consumo -hacía años que no utilizaba esa expresión- la soledad, la falta de amor o de amistad, etc. En definitiva, la imposiblidad de ser felices tal y como entendemos los occidentales la felicidad.
Y hasta ahí va bien. Es conveniente recordarnos de vez en cuando a los habitantes de esta parte del mundo que nuestros criterios de felicidad están un tanto hinchados, que nuestros mínimos de supervivencia exigidos y deseados son el máximo inalcanzable en las tres cuartas partes del mundo, que nuestras quejas universales son tan injustas como improcedentes. Que somos unos llorones y no tenemos el más mínimo derecho a serlo, al menos por nosotros.
Pero lo que hace del mejor correo del año un ejercicio baladí, un envío absurdo y casi perverso es que se acaba ahí. No es la primera parte de nada, se agota en si mismo. Nos dice que no tenemos derecho a las lágrimas innecesarias, pero no nos dice que esas lágrimas son de cocodrilo.
Pero lo que hace del mejor correo del año un ejercicio baladí, un envío absurdo y casi perverso es que se acaba ahí. No es la primera parte de nada, se agota en si mismo. Nos dice que no tenemos derecho a las lágrimas innecesarias, pero no nos dice que esas lágrimas son de cocodrilo.
Como en todo, hay varios finales -este tipo de correos tienden a ser cuanticos y alterar sus finales en virtud de los objetivos de aquel que los envía- pero todos ellos son igual de deseperantemente vacíos, inútiles, tan innecesarios como las quejas y llantos que critican.
El primero reza así -y digo reza con toda precisión-.
La próxima vez que hagamos un berrinche, que lloremos por un capricho, que nos quejemos, que critiquemos, que ignoremos, que nos ceguemos en nosotros mismos, preguntémonos:
¿Nos ha faltado comida, trabajo, abrigo, amor, cariño, amistades familia?
Verdaderamente,
¿Nos ha fallado Dios?
(y me niego a reproducir los colorines, las faltas ortográficas y los errores de puntuación)
Aparte de la urticaria que suele provocarme la mención de la divinidad cuando se abordan los problemas del mundo, lo que realmente me produce sarpullido es el hecho de que nadie dice que se tenga que hacer nada para solucionar esa situación.
No te quejes porque estás mucho mejor que ellos, consideraté afortunado porque alguien -en este caso dios, pero podría ser el karma, el destino o cualquier otra cosa- ha decidido que, en el reparto arbitrario -y al parecer inmutable- del mundo, tú tengas una fortuna medianamente aceptable. Tienes suerte de estar mejor que ellos, así que, no sólo debes resignarte a no pedir nada mejor, sino que además debes dar gracias por lo que tienes. La situación está así y dios -en este caso- te ha colocado en el grupo de los favorecidos, así que debe considerar necesario que haya desfavorecidos y nadie debe cuestionarlo. Sólo agredecer el hecho de no tener que pasarlo como ellos.
El final de este correo electrónico del año carga sobre los hombros de dios la responsabilidad de lo que ocurre y de evitar que siga ocurriendo, nos libera del deber de impedir que las cosas sigan así, nos exonera de toda obligación de trabajar, de esforzarnos, de buscar formas de arreglar las cosas. Eso ya lo hará dios. Nosotros tenemos que dar gracias porque nos hizo nacer a este lado de la línea. Punto final.
No me extraña que le hayan votado como el mejor correo del año. Nos hace mirar hacia nosotros mismos -lo que más nos gusta-; nos recuerda que tenemos el derecho e incluso la obligación de sentirnos felices pese a la infelicidad de los demás -lo que más queremos- y nos dispensa de toda responsabilidad en el esfuerzo del cambio -lo que más tememos-. Una joya, vamos.
Pero hay otro final, otro en apariencia más comprometido, más solidario, pero igualmente falaz.
Somos afortunados, tenemos mucho más de lo que necesitamos para ser felices...
Vamos a intentar no alimentar este ciclo sin fin de inmoralidad en el que esta sociedad 'moderna y avanzada' olvida e ignora los otros dos tercios de hermanos y hermanas.
(este, como es más serio y comprometido, va sin colorines)
Es un avance, pese a que todavía rezuma terminología religiosa implícita, pero sigue sin acercarse de lejos a lo que, en mi molesta opinión, es el quid de la cuestión.
De nuevo se olvida de que esas lágrimas que vertemos por nuestra infelicidad -interna o externa, espiritual o material- no son sólo innecesarias, egositas e injustas. Son lágrimas de cocodrilo. Se olvidan de que el actor determinante para que esos "dos tercios de hermanos y hermanas" las pasen putas -por resumir- somos nostros.
Se olvida -¡bendito olvido!- de recordarnos que nosotros somos los culpables de esa situación, de decirnos que no se trata de no protestar por no tener unas zapatillas de marca, sino de impedir que esas zapatillas de marca se fabriquen con el sudor y la sangre de niños.
Se olvida de recordarnos que las dos terceras partes de la tierra no tienen lo suficiente para comer porque nosotros tiramos los recursos por el sumidero todos los días y a todas horas.Se olvida de comentarnos que el ochenta por ciento de las guerras están mantenidas por los que se lucran con las acciones que nosotros hacemos todos los días y que, según el correo electrónico del año, debemos considerar como suficientes para ser felices.
Se olvida de decirnos que "esta sociedad moderna y avanzada" no es una entelequia, somos nosotros. Se olvida de decirnos no que no tenemos derecho a quejarnos -que es cierto- sino que no tenemos derecho a no hacer nada para evitarlo. Se olvida de decirnos que no olvidamos e ignoramos a dos tercios de la población del mundo, sino que -aunque sea involutariamente- los estamos matando.
Se olvida de comunicarnos que no deberiamos poder disfrutar de la felicidad -al menos la material- que tenemos porque se fundamenta sobre la infelicidad de otros.
El correo del año vende lo que somos y que tenemos derecho a serlo a todos los que quieren comprarlo. Ofrece un viagra emocional a todos aquellos que necesitan saberse felices mirando solamente el ombligo de su existencia, anuncia el premio en la loteria del reparto universal de roles, suertes y destinos.
Nos convierte en el visitante un millón de la página en la que hemos ganado el inmerecido trofeo de una existencia feliz, aunque no sepamos verlo.
Por eso el correo del año no es otra cosa salvo spam. Bellamente camuflado, pero spam. Por lo menos no anuncia desgracias si no se reenvía. Algo hemos avanzado
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