jueves, mayo 31, 2012

Anastacia ayuda a Rajoy a evitar la transparencia

Hay quien diría que sea para lo que sea está bien que se recurra a Anastacia. Y no les quitaré la razón pero hay gobiernos que son tan como nosotros que pese a su incompetencia a veces te dan ganas de coger uno por uno a sus integrantes y dirigentes y darles una palmadita en la espalda y decirles "no importa, chaval, todo el mundo lo hace" y seguir tu camino para arrojarte por tu propio pie al abismo antes de que sus empujones te arrastren al fondo de la sima.
Y eso pasa con este nuestro que reside en Moncloa y que capitanea el noqueado Mariano Rajoy que sigue recibiendo golpes de un púgil negro y enorme que, como hiciera el mítico George Foreman, no necesita moverse para seguir castigando los bajos y el rostro de su pequeño rival por más que este intente eludirle una y otra vez con su juego de pies.
Rajoy y su gobierno no están bajo mínimos por los recortes, no están contra las cuerdas por la deuda, la prima de riesgo o el déficit, no están en él límite de su crédito social y político por el rescate de Bankia o por la deuda aflorada repentinamente en sus faraónicos gobiernos autonómicos.
Lo que está desgastando hasta el tuétano de su propia ideología al gobierno de Rajoy es el mismo error, la misma circunstancia, que lleva más de un siglo amenazándonos con la extinción como civilización, como cultura y como sociedad: la incapacidad para mostrarnos. La opacidad. El gusto desmedido por ocultar lo que somos, lo que hacemos y cómo vivimos.
El derecho que creemos añadido a la Declaración Universal de hace siglos de no tener que dar explicaciones.
¿Alguien se acuerda de la famosa ley de Transparencia? ¡Pues tienen suerte o muy buena memoria! Porque el gobierno de Rajoy la ha olvidado, la ha arrinconado, la ha encerrado en un rincón de su memoria para poder hacer lo que todos queremos hacer, lo que creemos que tenemos derecho a hacer: no dar explicaciones.
Se recortan los fondos para las aulas especiales de TCH en los colegios públicos mientras se mantienen las subvenciones millonarias a los hipódromos, se suben las tasas universitarias mientras se gasta dinero a espuertas en reconstruir antiguas murallas en Cambrils, Ibiza o cualquier otra ciudad que lleva casi tantos siglos sin subvención para ello como sin sufrir un ataque del pérfido sarraceno que derribó en su momento esos muros; se elevan los criterios para la concesión de becas buscando ahorro, mientras se elevan y mantienen concesiones de millones de euros a asociaciones operísticas que prácticamente solamente llevan la cultura a los miembros de la "buena sociedad" que son sus socios. Y así ad eternum.
Y nadie cree que sea necesario justificar el motivo por el que se quitan unas cosas y se mantienen otras. Nadie está dispuesto a aceptar que los demás tienen derecho a saber lo que hago y por qué lo hago. Escondo las subvenciones en la página mil y pico del presupuesto y los recortes en la setecientos y pico y considero que nadie puede cuestionar mi decisión.
Soy el Gobierno y gobierno. Hago lo que quiero o creo que debo hacer y ya está punto final.
Se recurre a la defensa siciliana de la opacidad, el secreto y la intimidad porque se cree que se está en posesión de ese derecho. Tratamos como íntimos actos que por su repercusión en los demás nunca lo han sido, nunca nos han pertenecido por entero, nunca han estado exentos de la obligación de ser explicados e incluso justificados.
Se rescata Bankia y  se bloquea toda explicación de su hundimiento; se la intenta rescatar inyectando deuda pública por la puerta de atrás y se considera que no debe comunicarse oficialmente a las autoridades financieras europeas; se fuerza la dimisión del Director del Banco de España y se impide que se expliquen los motivos, se pilla al presidente del Consejo General del Poder Judicial en un renuncio marbellí y se bloquea la posibilidad de que se investigue; se coge a La Corona con la escopeta alzada y las calzas bajadas en Bostwana y se rechaza la necesidad de dar explicaciones al respecto, saldando todo con una disculpa infantil de patio de colegio de esas que se dan para eludir el castigo sin recreo. 
Se hacen públicas las deudas millonarias y los impagos continuados de las comunidades autónomas en las que gobernaba el PP y se impide que se reciba explicación alguna sobre por qué se pagaba a unas empresas y a otras no.
Y así cada acto, cada acción, cada decisión. El ínclito Mariano y la corte genovesa que ahora se ha trasladado al Palacio de Invierno en la Moncloa ha tirado del más viejo y peligroso recurso occidental atlántico de ser los amos del secreto, los únicos guardianes de sus motivaciones. Del derecho a no explicar a nadie lo que hacemos. 
Nada se justifica, nada se explica, nada se aclara ni se declara, nada se esclarece. No es necesario. Como Gobierno se consideran los amos del secreto íntimo de sus vidas y sus acciones. Les niegan a todos el derecho a saber sobre su motivos y sus actos aunque su vida y sus acciones estén complicando y casi imposibilitando la vida y la supervivencia de muchos o de todos. Al menos de  todos los que les están pidiendo explicaciones.
Y nosotros callamos y no reaccionamos ante esa clamorosa falta de transparencia por mor de que Mariano y sus gentes no son en nada diferente de nosotros. Su opacidad es reflejo de la nuestra. Hacen con su gobierno lo que nosotros pretendemos hacer con nuestras vidas. Elevan a rango de decreto y mayoría absoluta parlamentaria lo que nosotros hemos impuesto en nuestras relaciones sociales, laborales y afectivas como un derecho universal.
El derecho a ocultarles a los otros nuestras vidas y nuestras acciones.
Y aqui es donde entra la cantante que ilustra este post a la que todos recurririamos para muchas cosas. Porque, por obra y gracia de nuestra modernidad individualista y eogoísta, todos nos hemos vuelto los coros de la inmarcesible Anastacia en una de sus más míticas canciones: Oh, when you feel invisible, uh, Just know you're on save - O sea que cuando te sientes invisible es cuando estás a salvo. Craso error, bella Anastacia, craso error a mi juicio.- 
Porque lo único que nos hace sentirnos a salvo, que nos hace vernos protegidos es la ocultación, el secreto, el no dar acceso a los otros a conocimiento alguno sobre nuestras decisiones, sobre lo que hacemos.
Y eso convierte automáticamente al que pregunta, al que pide o incluso al que exige explicaciones en el reverso tenebroso de nuestras existencias. En el entrometido que pretende privarnos de nuestro inmanente derecho a hacer lo que queramos sin dar explicaciones ni asumir la responsabilidad de la repercusión de esas decisiones en las vidas -y haciendas, en su caso- de otros.
Y el vocal Benítez es el perverso por preguntar. Y MOFA es el entrometido por querer explicar y los sindicatos, las asociaciones estudiantiles y el Consejo de Universidades es malévolo por exigir explicaciones y el Tribunal de Cuentas es el malintencionado por exigir aclaraciones y la UE se transforma en la entidad nefanda que busca inmiscuirse en nuestros asuntos internos. 
Todo el que cree que merece una explicación recibe el silencio y  se vuelve un enemigo porque nuestro gobierno, al igual que nosotros, no reconoce que tenga la obligación de explicarse ante nadie.
Vivimos en un falso concepto de derecho a la intimidad que hace que creamos que, por muy afectados que están otros por nuestros actos, por mucho que podamos perjudicarlos con ellos, por mucho que modifiquen sus existencias, no estamos obligados a explicar los motivos, los criterios y las justificaciones de los mismos.
Hacemos lo que queremos, porque lo queremos y creemos que estamos en el derecho de no dar explicaciones. Como solamente podemos vernos a nosotros mismos, nuestras necesidades y nuestras expectativas no creemos relevante el efecto que eso produce sobre los demás y no consideramos necesario que los demás sepan de nuestras vidas aunque estemos interfiriendo con las suyas.
Y al hacer eso nos negamos a nosotros y sobre todo a los demás la posibilidad de relacionarnos en rango de igualdad, nos negamos algo que es una necesidad para que toda sociedad lo sea y pueda vivir en paz consigo misma.
Pero no nos importa. Lo que nos importa es que nosotros, ocultando lo que somos y lo que hacemos por más que sepamos que está perjudicando a otro ser humano no sentimos tranquilos y cómodos. Estamos a salvo de que nadie nos cuestione los actos, nos desmonte los argumentos y las justificaciones, nos critique la vida o nos enmiende la plana.
Al igual que Rajoy y Moncloa no nos damos cuenta de que nuestro secreto, nuestra opacidad, nuestro gusto por ocultar nuestra vida y nuestros actos es precisamente lo que nos vuelve transparentes.
A falta de más información, son nuestros actos los que nos definen. Las explicaciones pueden modificar el sentido de esos actos y hacerlos comprensibles, incluso justificables. Pero si no las damos, son nuestros actos los que nos definen. La opacidad no existe por más que la busquemos, por más que la deseemos, por más que la necesitemos para sentirnos a salvo del mundo y de las críticas.
Por más que intentemos ocultar y oscurecer nuestras existencias a la vista del otro, cada movimiento, cada acto, cada respiración nos hace transparentes y cuanto más ocultamos más visible se hace aquello que no queremos enseñar, que queremos ocultar a cualquier precio.
Más transparente se hace nuestro miedo.
Miedo a los demás, miedo a las críticas, miedo a cambiar, miedo a reconocer nuestros errores, miedo a evolucionar, miedo a ser seres humanos. Miedo a vivir y a aceptar que hemos de hacerlo con los otros.
La opacidad, el oscurantismo y la obsesión por ocultarse de aquellos a los que sus actos les afectan, la obcecación en no conceder la potestad de opinar y criticar a aquellos que tienen por afectación el derecho -o por lo menos la necesidad- de hacerlo es lo que está degastando a Rajoy y su gobierno más allá de sus decisiones. Huelga decir lo que eso está haciendo con nosotros como seres humanos.
Así que, pamadita en la espalda y "no te preocupes Mariano. Tú te estás cargando el gobierno, pero nosotros nos estamos cargando nuestras vidas y nuestra sociedad. Todos lo hacemos".

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