jueves, mayo 17, 2012

Cuando el claustro corrige los deberes de Mariano



Don Mariano, después del gatillazo electoral -que ha sido más que un gatillazo un disparo en la sien de nuestro futuro- que le ha llevado a incumplir una tras otra todas sus promesas y hacer todo lo que dijo que no iba a hacer y a no realizar la inmensa mayoría de las cosas que aseguró que iba a poner en marcha, ha elegido un movimiento y una frase para resistir, cual Guzmán el Bueno ante el moro, toda suerte de críticas y avatares que le asedian a él y a su cohorte económica.
El movimiento es el enroque -no podía ser otro, el privilegio del rey- y la frase es, por curiosa y pueril, hasta impactante. Ahora dice, perora y ratifica que "hace los deberes".
Si lo dices una vez como símil de andar por casa queda claro y campechano, si lo dices dos o tres puedes convertirlo en un lema de esos molones que la gente repite como el famoso "A por ellos, oe". Pero si lo repites como justificación, excusa y explicación hasta el hartazgo te transformas de repente en un tierno infante, más pueril que su famosa niña, que no tiene argumentos y que solo busca aprobar la asignatura.
Pero su asignatura es el gobierno y no está en condiciones de pasarla por los pelos o de esperar a las recuperaciones de septiembre para lograr el suficiente.
Su recurrente frase le arroja a una realidad imposible, a una dejación absurda, a una explicación demencial sobre la bondad de su gobierno.
Que sube la prima de riesgo hasta superar a la Griega, mira a Europa y dice "España hace los deberes"; que se le lanzan los funcionarios a la calle, "España hace los deberes"; que le critican los premios Nobel de Economía, "España hacer los deberes".
Cuando la profesora pregunta por las tareas, Mariano levanta la mano y la agita en el fondo de la clase diciendo "yo, seño, yo los he hecho, yo los he hecho".
Como el infante de primaria al que sus padres han dejado al cargo y al arbitrio de la televisión y la PlayStation, se emociona y se reconforta cuando llega con todos sus deberes hechos al aula.
Pero olvida que sus padres, que no tenían tiempo ni ganas de echarle a un ojo a su trabajo escolar, no han repasado su tarea, no han revisado sus cuentas, no le han tomado la lección. O sea que en realidad no sabe si están bien hechos.
Mariano Rajoy olvida que hacer los deberes solo es un cinco por ciento de la nota y que hacerlos bien como mucho es un tercio de la misma. Eso no sirve de nada si no apruebas los exámenes.
Hacer los deberes es una muestra de actitud. Hacerlos bien lo es de aptitud. Y aprobar los exámenes es un signo de conocimiento.
Pero Don Mariano en su furia parvularia está pidiéndole, de hecho exigiéndole a su país, a la sociedad sobre la que gobierna, a los ciudadanos a los que exige sacrificios y a la Europa que le mira de soslayo como el profesor reticente sobre la capacidad del alumno que le aprueben y la dejen pasar decurso solamente por la actitud.
Es muy probable que Rajoy y su gobierno quieran mejorar las cosas y por eso se han puesto a hacer los deberes. Pero no se les puede dar más allá del beneficio de la duda por eso. Los presentan en clase, pero llenos de tachones, de correcciones de última hora y sobre todo de problemas mal resueltos que fallan en el planteamiento o en el resultado o incluso en ambas cosas.
Cada recorte les saca un gasto social inasumible por los ciudadanos, una falla social, cada impuesto cambiado les saca un desequilibrio, les crea una injusticia. Cada vez que lo intenta se aleja más de la asignatura que se supone que tiene que aprobar.
Porque en su metonímica mente infantil -en cuanto símil de gobierno, no se me enfade, Don Mariano- ha confundido el todo con la parte. Ha transformado la asignatura de la recuperación económica con una de las separatas de su temario opcional que es el control del déficit público.
Y cree que haciendo los deberes en esa ínfima parte del temario ya puede aprobar la asignatura.
Aunque ni siquiera los haga bien del todo. Y en muchas ocasiones los haga a toda prisa.
Aun concediéndole rango universitario de repente al infante Don Mariano -¡que aristocrático suena!, casi se le puede imaginar uno cazando elefantes en Bostwana-, solo se puede pensar de él que ha confundido la cátedra con el seminario que sube la nota.
Solamente hace caso a su profesora del seminario que con las anteojeras del que solamente conoce su materia insiste e insiste en la contención e ignora e incluso tuerce el gesto, confuso y disgustado, cuando el resto del claustro le recuerda que si no estudia y aprueba el resto del temario de la asignatura, no puede aprobar el curso.
A lo mejor tiene que darse cuenta de que sus deberes, aunque demuestren, que quiere hacer las cosas bien son cuando se corrigen, la prueba fehaciente de que no lo está haciendo.
De que aún no ha pasado ni siquiera un control o un examen de autoevaluación de los que se ponen en mitad del trimestre.
Y solo hay que mirar a la calle y al parqué para darse cuenta de que le están suspendiendo uno tras otro.
Quizás debería pedir hora en secretaría y preguntarle a alguien cómo, cuando y donde y sobre todo para qué y por qué tiene que hacer sus deberes para que le salgan bien y le hagan aprender lo suficiente para pasar el curso.
Mientras no lo haga eso de que "España hace los deberes" será sólo un gag de dudoso gusto cómico y social.

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