Existe una costumbre cada vez más arraigada de no llamar a las cosas por su nombre.
La costumbre del eufemismo, del circunloquio nos invade como en su día lo hizo la del apocope que nos obligó a contraer la historia en una sola fecha reducida a una cifra y una letra.
Y si hay alguien que es un auténtico maestro en esto de las cosas dichas al revés, enunciadas a escondidas con un nombre falso, ese es el Gobierno que cargamos sobre los hombros desde nuestra última emisión de sufragios.
Tienen nombres falsos y alias para todo. Herencia recibida para incapacidad de gestión; necesidad para ideología inflexible, externalización para privatización, repunte y brotes verdes para manipulación de cifras, mejor mes de agosto en las cifras de desempleo para cero estadístico, revalorización mínima de las pensiones para pérdida de poder adquisitivo, crecimiento muy moderado de los sueldos para bajada proporcional de las nóminas, radicalismo antisistema para protesta ciudadana justificada, antidemocracia para oposición callejera a sus medidas, estabilización de la justicia para colocar a sus militantes al frente de los máximos órganos jurisdiccionales del Estado... y así un largo etcétera que les haría merecedores de un sillón en la Real Academia de la Lengua Española dedicado al eufemismo impropio.
Pero si hay, dentro de ese partido -que no de ese gobierno- alguien que ha depurado el arte de no llamar a las cosas por su nombre es la Santa Patrona del de la Austeridad, la Virgen Santa de los Recortes: Nuestra Señora de los Dolores de Cospedal.
Y lo demuestra con la última ley que pretende sacar adelante. Con la reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla - La Mancha que pretende -y conseguirá- aprobar en el Congreso de los Diputados, amparada en la mayoría absoluta de su partido.
Llama a esa reforma ahorro pero resulta absurdo porque no ahorra nada por más que reduzca el numero de diputados del Parlamento castellano manchego. No ahorra nada porque, después de haberles quitado el sueldo, es absolutamente irrelevante que haya 49 diputados como ahora, 25 como ella quiere dejar o 100.00 como fueran en su día los Hijos de San Luis. Si el coste en sueldos es cero, reducir o aumentar el numero de diputados no modifica esa cuantía.
También la llama redistribución territorial pero tampoco sirve. Porque no es en nada racional que aumente el número de diputados en una circunscripción, Ciudad Real, hace un año y ahora reduzca a la mitad el numero total de diputados.
Se refiere a ello como un sistema de representación más justo. Pero falla de largo y por mucho. Porque nada de justo tiene que formaciones políticas que antes precisaban un 5% de los sufragios para entrar en el parlamento regional ahora tengan que alcanzar el 18%, mientras que las que ya tienen representación y que no han recibido esos votos se repartan los escaños sobrantes cuando no se alcance ese porcentaje -para entendernos, un 17% de la población castellano manchega podría votar a IU, por ejemplo, pero al no ser suficiente para alcanzar un escaño, ese escaño iría al partido más votado-.
Defiende que es un sistema más equilibrado pero no dice la verdad si llegar a mentir. Y volvemos a Ciudad Real.
Con las actuales reglas del juego, al PSOE le basta con superar en un 7% los votos obtenidos por el PP para desbancarles en la provincia de Ciudad Real. De superar esa frontera porcentual, 7 escaños serían para los socialistas y 5 para el PP. Sin embargo, con los nuevos cambios previstos, reduciendo de 12 a 6 el número de diputados a elegir, el partido que pretenda romper el empate deberá obtener un 20% más de votos que su inmediato rival: un escenario prácticamente imposible.
Y con todos estos eufemismos y nombres falsos la autoproclamada profetisa del recorte a ultranza y oráculo de la austeridad ciega se gana otro titulo, otra beatificación que podrá lucir con orgullo en sus tardes toledanas de mantilla y crucifijo a las puertas de la catedral: Santísima Redentora del totalitarismo.
Porque, la llame como la llame, la oculte bajo el nombre que la oculte, su reforma no es otra cosa que una lay pergeñada, ideada y redactada para garantizar su mantenimiento en el poder, para eludir y manipular la voluntad popular en el caso de que le sea adversa. Para garantizar que nadie la pueda descabalgar del caballo del gobierno que tanto tiempo, esfuerzo y cadáveres políticos arrojados dentro del armario le ha costado montar.
Por más que luego, en otro gesto de los típicos de los dictadores más recalcitrantes, se dedique a besar bebés por las esquinas.
Así que no llamemos a lo que Cospedal trama reforma estatutaria, representación equilibrada, redistribución territorial, ahorro presupuestario ni ninguno de los alias eufémicos que emplea para ella. Ni siquiera usemos los términos reforma injusta, pucherazo electoral o cambio electoralista que son los apelativos blandos usados por la oposición para denunciar esta nueva cacicada novecentista de Nuestras Señora de Cospedal, digna de los Santos Inocentes o EL Disputado voto del Señor Cayo
Cuando algo se diseña, se redacta, se presenta y se aprueba de la manera en la que se ha hecho con esto solamente tiene un nombre ajustado a la realidad. Es, simple y llanamente, un Golpe de Estado.
Las cosas por su nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario