miércoles, octubre 23, 2013

Posada o el miedo totalitario al seno protestón.

Una mujer es invitada al Congreso –por la oposición- y dos policías la llevan a una sala, la desnudan y comprueban que no lleve nada escrito entre los pechos. 
Por fortuna para ella no lleva tatuado el nombre del churri de su vida en el pecho izquierdo, ni el amor de madre legionario en el derecho.Como tampoco luce uno de esos étnicos o florales que están tan de moda entre el chonismo adolescente patrio, la dejan pasar pero la vigilan no vaya a ser que le dé por protestar. 
Por desgracia para el presidente del Congreso y las policías que cumplen sus órdenes la mujer es Profesora de Derecho Constitucional en la Universidad de Alicante. 
Y La jurista, que no tenía intención alguna de marcarse una danza de senos al viento para protestar por nada, no tiene problema para darse cuenta de que han incumplido varios preceptos constitucionales, se han pasado por el arco del triunfo un buen puñado de sus derechos fundamentales y ahora sí protesta, denuncia, se queja y monta un pollo mediático y judicial de proporciones épicas. 
 De nuevo los falsos demócratas, los instrumentalistas de la democracia como forma de mantenimiento en el poder, cometen el error que ningún auténtico demócrata cometería, que nadie que de verdad tuviera claro en su ideología y su conciencia que la democracia es el camino hacia la convivencia.
En su desesperación por evitar la disensión, en su intento de manual de totalitarismo de dar una imagen de pleno apoyo a todo lo que hacen, lo que deciden y lo que decretan, provocan lo que intentan evitar, echan más leña, papel y queroseno a la hoguera de la oposición social a sus medidas, a sus decisiones, a su intento de transformar la sociedad española a imagen y semejanza de las necesidades de aquellos que les mantienen en el poder.
Porque hay gobiernos alrededor del Occidente Atlántico que no saben gestionar la oposición social, los hay que no saben lidiar con las protestas, los hay que son incapaces de integrarlas dentro del diálogo democrático de las instituciones. Y luego está el Gobierno Español.
La corte moncloita procedente de Génova 13 ha lanzado a la palestra el triple de iniciativas para recortar los derechos que garantizan el reflujo social al ejercicio del poder que para asegurarse de que ese poder se ejerce de forma limpia, transparente y sin corrupción. Desde los bancos y los despachos del PP por todo el país se ha propuesto recortar el derecho de manifestación, de huelga, de reunión y hasta de reunión virtual -si es que ese derecho existe y se puede recortar- . Se han buscado mil y una forma de acallar las protestas, de silenciar las quejas, de impedir las manifestaciones.
Todas menos la única posible. Todas menos la única democrática: el dialogo. La eliminación de la injusticia que provoca esa protesta.
La asunción por aquellos que ejercen el poder de la posibilidad de haberse equivocado, de la posibilidad de que la sociedad sobre la que gobiernan tenga voz propia y no quiera, ejerciendo su soberanía, que se lleven a cabo los planes que ellos y sus socios han diseñado para ella.
Porque las mesnadas de Rajoy no conocen otra forma de reaccionar a la protesta que la represión, de contrarrestar la disensión que la persecución, de responder a la crítica que el silenciamiento. Porque tiran de lo que son para intentar evitar que los demás seamos lo que somos.
Echan mano de sus raíces totalitarias para impedir que las reacciones democráticas tengan cabida en su diseño de una sociedad dócil, servil y adecuada a sus propios intereses de poder y beneficio.
Y esa larga cadena de fallos democráticos que empezó con el "incumplí mis promesas electorales porque era mi deber" y paso por el tristemente mítico "que se jodan" de Andreita Fabra, la "modulación del derecho de manifestación" de la accidentada Cristina Cifuentes, la "indemnización diferida a modo de sueldo que no era un sueldo" de Cospedal y el "ejercicio de irresponsabilidad antidemocrática y radical" de los profesionales de la sanidad y de la educación, culmina ahora con el registro de los pechos de una profesora de Derecho Constitucional.
¡Una profesora de Derecho Constitucional! 
¿De verdad creen que alguien que atesora el conocimiento de las leyes nacionales e internacionales que protegen nuestros derechos necesita sus pechos para instruirnos sobre ellos?, ¿de verdad el pacato presidente del Congreso, estupefacto hace unas jornadas ante el bamboleo pectoral de las chicas de FEMEN, cree que la profesora necesita su escote para mostrar al mundo algo que lleva enseñando a golpe de neurona desde hace años?
¿de verdad temen más a unos pechos que aun cerebro?, ¿de verdad temen más la protesta que la injusticia?
A todas esas preguntas la respuesta es sí. Cualquier espíritu totalitario se fija más en un pecho que en  un cerebro. Porque el pecho puede ocultarlo y el cerebro siempre, por fortuna, escapa a su control. 

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