De nuevo toca escribir una de esas cosas que a muchos -sobre todo a muchas- no gustarán. De nuevo toca hablar del mal que nos aqueja y nos hace ayudar constantemente, aunque sea de manera involuntaria y suicida, a aquellos que están decididos a revertir nuestra sociedad a un estado de neo feudalismo empresarial en beneficio de unos pocos. De nuevo toca hablar de egoísmo y egocentrismo. De individualismo mal entendido.
Y en esta ocasión las principales dramatis personae de esta tragedia de ir por libre, de ir a lo nuestro a despecho de todos los demás, son las activistas de Femen, que ayer protagonizaron una de sus protestas sui generis en el Hemiciclo del Congreso de los Diputados.
Y son una muestra de egoísmo más allá de que se esté de acuerdo con su reivindicación. Son un ejemplo de egocentrismo social más allá de si sus pechos desnudos perturban o no el orden de una sesión parlamentaria -disquisición judicial muy parecida a esas que tanta hilaridad nos producen de la jurisprudencia estadounidense sobre si se puede o no aparcar un camello atado a una farola en el estado de Dakota del Norte-.
Son una muestra de individualismo mal entendido más allá de la sorpresa que provoca un lema como "el aborto es sagrado", que suena tan extraño que se antoja casi como consideraran necesario sustituir al dios de los católicos por la furibunda divinidad de su feminismo.
Son un ejemplo de todo eso porque van a la suya cuando este país necesita que todos vayamos a la de todos.
Ayer se debatía la ley más demoledora, la legislación más peligrosa para nuestra sociedad desde la reforma de la Ley de Vagos y Maleantes del malhadado dictador. Ayer era el día en el que la LOCME llegaba al Congreso y a ellas no les preocupaba en absoluto.
No les importaba el futuro de los nacidos y de los por nacer. No les importaba que todas las mujeres -y también los hombres, pero pensemos en modo feminista- que estudien bajo esa ley vean restringidas sus posibilidades de acceso a la educación, se vean sometidas a un sistema educativo que las transforme en semi esclavas de las empresas al negarles a las primeras de cambio, si no tienen recursos económicos, la posibilidad de una formación que les permita escapar de un sueldo de setecientos euros mensuales.
Todas esas niñas, adolescentes y mujeres no les importaban. No decoraron sus pechos con un lema que las defendiera, con una máxima que defendiera su derecho a la educación. Se limitaron a aprovechar la expectación mediática que el debate sobre ese problema ocasionaba para ir a la suya.
Para clamar contra una reforma de la Ley del Aborto que afecta a diez mil mujeres -como mucho- mientras ignoraban y minimizaban con su actitud los problemas que la LOCME acarreará a millones de mujeres españolas.
Los periódicos, las columnas de opinión y los foros debaten hoy sobre si su acción es constitutiva de delito o no, se mofan sobre la actitud pacata del Presidente del Congreso o de la sorpresa estupefacta y paralizada vivida por los representantes de la izquierda parlamentaria ante su aparición. Se han convertido en la cortina de humo perfecta para que la aprobación de la LOCME pase inadvertida, le han hecho un favor inmenso a aquellos que quieren cambiarles su "sagrado" aborto a ellas y a nosotros todo lo demás.
Estarán orgullosas.
No quiero ni imaginarme su indignación si el día en que se debata esa reforma de Ley del aborto -si es que llega a debatirse, que yo aún no lo tengo claro-, la Marea Blanca invadiera el Congreso hablando del Copago, la Marea Verde cercara el hemiciclo hablando de la LOCME, los funcionarios organizaran una trifulca en el gallinero hablando de sus recortes salariales o los activistas antidesahucios tomaran la Cámara Baja para exigir la dación en pago como solución económica definitiva a la crisis hipotecaria que está desangrando a las familias españolas.
Las activistas de Femen son la prueba perfecta de que ir a lo nuestro nos está matando, de que pensar solamente en lo que para nosotros es una prioridad -por víscera o por ideología- nos está impidiendo enfrentarnos a aquellos que nos quieren arrebatar lo de todos. Son el epítome del egoísmo social que nos aqueja.
Porque ayer se debatía un modelo docente en el que miles de mujeres -y de hombres, pero sigamos en modo feminista- verán como sus hijos e hijas son expulsados del sistema educativo y a ellas les importaba más el aborto.
Porque ayer se debatía un sistema educativo que retoma asignaturas en las que se enseñan principios morales que no dejan mucho margen de libertad a las mujeres que digamos y a ellas les daba lo mismo.
Porque ayer se llevaba a votación una ley educativa que eliminará o minimizará asignaturas que permitirían a una generación entera de mujeres ser más firmes, mas libres y más independientes del poder político y empresarial.
Pero todas esas cosas, todos esos peligros y todas esas pérdidas sociales, a ellas y a sus bamboleantes senos, se la traían floja.
Porque hoy se debate el copago sanitario y sus pechos no mostrarán su repulsa contra algo que afecta a toda la sociedad -incluidas las mujeres-.
Hay comunidades autónomas en las que se hace pagar por las mamografías o se recortan en la sanidad pública. Eso ya está matando mujeres y ningún lema decorará sus morenos escotes oponiéndose a ello.
El Gobierno amenaza con un sistema sanitario que dejará a mujeres inmigrantes sin atención médica gratuita o que obligará a muchas mujeres a pagar no solamente si no quieren tener un hijo sino también si quieren tenerlo. Y no veremos ninguno de sus airados gritos considerando la sanidad, la atención gratuita o las revisiones ginecológicas "sagradas".
Lo que hicieron ayer las señoras de Femen no es reivindicación, no es activismo, no es lucha social. Es puro y simple egoísmo egocéntrico que pretende anteponer sus necesidades ideológicas a las necesidades de todos, que las hace movilizarse solamente por lo que les quitan a ellas y a su ideología, como si el hecho de que les afecta a ellas justificara que lo antepusieran a aquello que pone en peligro lo de todos.
Pero, aunque sea una digresión final, de alguien que grita "el aborto es sagrado" tampoco cabe esperar otra cosa. Si pensaran realmente en la libertad gritarían "el derecho de la sociedad española a decidir sobre el aborto de una vez por todas es sagrado".
Pero eso, claro, no les garantiza la obtención de sus fines. Garantiza la libertad, pero no el aborto libre y gratuito. Y para ellas la libertad no debe merecer que se pinten los pechos y los saquen al aire.
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