El Presidente de la República, el
Vicepresidente, los ministros del Poder Ejecutivo, los ministros de la Corte
Suprema de Justicia, el Fiscal General del Estado, el Defensor del Pueblo, el
Contralor General de la República, el Subcontralor y los integrantes del
Tribunal Superior de Justicia Electoral, sólo podrán ser sometidos a juicio
político por mal desempeño de sus funciones, por delitos cometidos en el
ejercicio de sus cargos o por delitos comunes.
No, no es una propuesta legal de esas
que se estilan en estas endemoniadas páginas cuando uno se harta de que los
legisladores no hagan su trabajo en aras de los gobernados y en ejercicio del
sentido común. Dejen me que lo repita convenientemente referenciado.
"El Presidente de la República,
el Vicepresidente, los ministros del Poder Ejecutivo, los ministros de la Corte
Suprema de Justicia, el Fiscal General del Estado, el Defensor del Pueblo, el
Contralor General de la República, el Subcontralor y los integrantes del
Tribunal Superior de Justicia Electoral, sólo podrán ser sometidos a juicio
político por mal desempeño de sus funciones, por delitos cometidos en el
ejercicio de sus cargos o por delitos comunes". (Artículo 225 de la
Constitución de Paraguay)
La cosa cambia, ¿verdad?
Así que, ¿qué pasa entonces con el
depuesto presidente paraguayo Fernando Lugo?, ¿qué están haciendo Brasil,
Ecuador, Venezuela, Chile y todos los países y los líderes políticos
sudamericanos que están amenazando a Paraguay con represalias por la
destitución de Fernando Lugo?
Esencialmente están afirmando que la
Constitución de Paraguay, votada mayoritariamente por su población, es papel
mojado; esencialmente están diciendo que se pasan por sus respectivos
monumentos nacionales las leyes fundamentales paraguayas. En resumen, están
diciendo que la democracia paraguaya debe funcionar como a ellos les gusta que
funcione.
Más allá de que Fernando Lugo pueda
caernos bien o parecernos buen gobernante -a mi todo aquel que junta en su
descripción las palabras ex obispo y de izquierdas me produce unas buenas
vibraciones iniciales- los gobiernos sudamericanos están haciendo lo que no
puede hacerse por defenderle. Están defendiendo lo indefendible. Tan
indefendible que Fernando Lugo ni siquiera se ha parado a defenderse.
Lo que Kirchner, Correa, Chávez, Rousseff
y todos los demás están haciendo es defender que a ellos las constituciones no
pueden descabalgarles de sus cargos, que las leyes fundamentales de un país no
deben ser tenidas en cuenta cuando perjudican a un gobernante ungido con el
beneplácito de los nuevos y emergentes focos de poder el mundo.
Están haciendo ahora que son, se
sienten o se creen poderosos lo mismo que nosotros hicimos cuando nos sabíamos
poseedores de idéntico poder.
Puede que la destitución de Lugo haya
sido una maniobra política artera pero es legal, podremos criticarla o
lamentarla, pero es constitucional. No se puede pretender que la presión
internacional obligue a un país a ir en contra de sus legislaciones solamente
porque a esos países les interese otra línea de acción.
Es lo mismo que cuando el Occidente
Atlántico era el foco indiscutible de poder ocurrió con la Operación Gladio y
la victoria comunista en Italia, o con la revolución vietnamita o, sin tener
que tirar de argumentario histórico tan opaco y lejano, lo que hizo Occidente
con la democracia argelina hace años cuando, después de presionar y presionar
hasta la saciedad para que se hicieran elecciones, anuló el resultado de la
voluntad popular en las mismas simplemente porque le venía mal que Argelia
hubiera decidido que quería ser islamista y había votado masivamente al GIA.
Lugo ha caído víctima de maniobras
políticas como caen la mayoría de los políticos en los países en los que se
puede ejercer la política y lo único que nos queda es soltar un exabrupto y
asumirlo.
Pero los gobernantes sudamericanos no
saben hacerlo, no quieren hacerlo. Y no es porque sean perversos, de
izquierdas, de derechas, recalcitrantes o tiránicos.
Es porque Lugo es de los suyos y ellos
son de los nuestros. Es, porque como nosotros, creen que existen dos baremos
diferentes de ley, de justicia y de legalidad. Uno para la humanidad en su
conjunto -o sea para los que no nos interesan ni nos importan ni siquiera un
poquito- y otro para nosotros y los nuestros.
Porque han aprendido -si es que no lo
fueron siempre- a ser como somos nosotros.
Porque nosotros somos capaces de
manifestarnos furiosos pidiendo que se amplíen las penas o que se rebaje la
mayoría de edad legal para los delincuentes juveniles hasta que nuestro vástago
roba un Ipod en la Fnac, momento en el que empezamos a hablar de los malos
momentos de la adolescencia y de la comprensión necesaria para ayudarles a
tener un futuro: "pobrecito mi chaval, lo justo es que le den otra oportunidad".
Porque nada nos impide exigir -y
conseguir en este caso- que se condene a seis años de cárcel a alguien por una
bofetada, pero encontramos justificaciones históricas, sociales y personales
para que esa condena no se aplique cuando la mano que abofetea es la nuestra o
de alguna de las nuestras.
Porque estamos dispuestos a montar y
participar en juicios callejeros cuando se nos antoja condenando a gentes que
ni siquiera están procesados, pero luego clamamos por la presunción de
inocencia y el Habeas corpus cuando esos linchamientos públicos y mediáticos
afectan a alguien que está cerca de nosotros.
Porque no tenemos problema alguno en exigir a otros que renuncien a sus prendas culturales, sus ritos o sus tradiciones porque a nosotros nos resultan estúpidamente -la estupidez es nuestra, claro está- y luego clamamos por la libertad religiosa, de culto o de creencia cuando ese mismo criterio defendido a tinta y grito dominical se aplica contra nuestros crucifijos o nuestras procesiones.
Porque podemos gritar hasta quedarnos
afónicos para que se persiga a los defraudadores a Hacienda y sus cuentas
privadas en Zúrich o Caiman Brac y luego somos capaces de no renunciar a una
injusta e ilegal desgravación por una vivienda en la que no vivimos y la
justificamos con un simple "no es lo mismo".
Porque, como Salomés que se quitarán
los velos con erótico esmero, pedimos la cabeza de Dívar en una bandeja de
plata -que está muy bien puesta ahí, por cierto- pero luego capeamos con un
sencillo "¿qué otra cosa puedo hacer?" nuestras facturas
desgravadas por los gastos de un fin de semana de masajes y coitos en un spa
que nunca fue un viaje que formara parte de nuestra actividad económica como
autónomos.
Porque no nos duele en prendas
protestar cuando los actos reivindicativos de otros nos molestan o nos impiden
la vida cotidiana, pero luego nos llenamos la boca de reclamaciones de
solidaridad cuando el ERE es nuestro o cuando los demás ignoran nuestras
tragedias laborales...
¿Es necesario seguir?, ¿es necesario
descender -o ascender, según se mire- al nivel de las relaciones personales
para encontrar ejemplos de esa dicotomía en el entendimiento de la justicia que
nos está destruyendo?
No es necesario recordar como todos tienen
que acudir prestos al consuelo de nuestros males cuando nosotros no modificamos
ni un milímetro nuestros planes vitales para acudir en socorro de nadie; como
aceptamos las versiones de cualquier historia de nuestros amigos o allegados
sin preocuparnos de escuchar la versión de la otra parte en cada ruptura, en
cada enfrentamiento, en cada discusión; como consideramos que la amistad o el
amor o cualquier otra relación afectiva se fundamenta en el apoyo incondicional
a lo que hacemos y rechazamos como faltos de afecto a todos los que nos
critican o nos enuncian el más mínimo reproche.
No, no es preciso recordarlo. No hay
que recordar aquello que se practica todos los días. No han de recordarnos que
somos incapaces de ver una realidad tan cristalina que debería deslumbrarnos
con su brillo. Que nos negamos a ver que la justicia y la ley es igual para
todos, les queramos o no, nos caigan bien o no y que cuanto más quieres a
alguien, más cerca estás de él, más obligado estás a reclamarles esa justicia
en su vida y en sus actos.
Que el amor, el afecto o la
concomitancia ideológica no son un eximente de la ley y la justicia que se
pueda exigir cuando nos afecta.
Así que no es de sorprender que los
líderes sudamericanos hayan decidido que la Constitución de Paraguay no es
aplicable cuando perjudica a uno de los suyos. Desde sus palacios
presidenciales miran a sus sociedades, desde las escalerillas de sus aviones
oficiales cuando visitan el Occidente Atlántico miran a las nuestras y a unos y
a otros nos ven hacer lo mismo cada día.
El amor de madre no justifica defender a un criminal, el amor de padre no es excusa para defender a apoyar a una hija en una injusticia, el afecto por un amigo no es un es un refugio para ignorar una ilegalidad o apoyar en un dislate, amar a alguien no es óbice, balladar ni cortapisa para recriminarle una injusticia, la autoestima no es un parapeto para justificar nuestas ilegalidades. La verdad no impide ni debe impedir el amor. Esa es su hermosura
Pero todo se pega menos la hermosura. Y hay que estar muy dispuesto a la hermosura para aprender a pensar en contra propia y de aquellos a que los que dices querer o amar. No estamos dispuestos a ser tan hermosos.
3 comentarios:
No se, no sé...
Legalmente es como dices, pero es una tremenda injusticia que se carguen a este hombre cuando él precisamente es un hombre que ha defendido siempre la justicia social y está en contra de este tipo de cosas, y ha aceptado la dimisión del comisario que lo realizó, y hasta la del ministro a cargo.
Y los hechos fueron la invasión de unos terrenos de un exsenador de los Colorados, su rival político.
Huele a trampa total, encima de que se reprime a los campesinos para defender a los rivales (seguramente a petición de los rivales), un comisario se propasa (convenientemente "untado", seguro) y asesina.
A partir de aquí, el comisario dimite y se va a Miami a disfrutar de sus milloncetes, cae el molesto presidente, condenado por los rivales que le pidieron ayuda, y por su propio partido horrorizado ante la matanza.
Todo ello sin que él, muy probablemente, hubiera participado en nada de lo anterior.
Manipulación tipo CIA total.
http://blogs.publico.es/dominiopublico/5378/el-golpe-paraguayo-responde-a-los-intereses-de-las-multinacionales-estadounidenses/
No digo que no sea así. Pero la crisis española responde a los intereses de la banca europea, el apoyo financiero recibido en la campaña electoral por Rajoy responde a los intereses de las cajas, la caida de Royale en La Rochelle responde a la retirada de apoyo de los lobbies que la mantenían y así podría seguir listando hasta la extenuación tampas políticas una tras otras hasta llegar a las abdicaciones de Bayona pasando por la encerrona parlamentaria de Yeltsin a Gorvachev o el escándalo Watergate.
Todos ellas son trampas políticas que utilizan la ley para librarse de un gobernante en un momento determinado en beneficio de los intereses de unos o de otros.
No digo que sea justo. Lo que digo es que si consideramos ilégitimo un acto apoyado en una Constitución democrática porque perjudica a un gobernante que nos parece bueno tendremos que empezar por deslegitimar todos nuestros gobiernos antes que empezar con el de Paraguay.
Yo no tengo nada en contra de hacerlo. Pero hacerlo solamente con la acción política que se ha llevado a cabo en Paraguay me parece un hipocresía enorme.
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