jueves, octubre 25, 2012

El sutil distingo entre reloj suizo y pincho de tortilla.



Ni siquiera en este país y en este gobierno, en los que los personalismos parecen ser la medida de todas las bondades, los ministerios  y las políticas son cosa de una sola persona.
Así que en nuestra educación parece ser que no Wert todo lo que desluce.
En esta ocasión le ha tocado el turno a la secretaria de Estado de Educación, FP y Universidades, Montserrat Gomendio, que se ha sumado a la eterna batalla dialéctica que mantienen los cargos de este ministerio por defender políticas en las que ni ellos mismos creen pero que se ven obligados a decir que siguen para ocultar otras cosas.
Ella la ha emprendido con la FP dual (formación en centros educativos y en empresas) y ha afirmado que "los resultados demuestran que incrementa las posibilidades de empleo con una formación específica y experiencia práctica inicial".
Obviamente esos resultados a los que se refiere Gomendio no son españoles, no podrían serlo. Se ha ido ni más ni menos que a valorar los datos de Suiza. Ni siquiera los de Alemania o Francia que también han optado por ese tipo de FP, sino ni más ni menos que los de Suiza.
La ministra dice que el 76% de los estudiantes suizos optan por esa FP y no por estudios universitarios, afirma que el 85% por ciento de ellos encuentra trabajo y se incorpora al mundo laboral en un plazo mínimo y eso parece demostrar que ese tipo de FP -que Wert y su cohorte dicen defender frente al bachillerato y los estudios universitarios como principal salida educativa- es el camino a seguir.
Y no voy a decirles que no es cierto porque en este caso el problema no está en lo que dice la secretaria de Estado, sino en lo que deja de decir
Para empezar pasa de puntillas por el hecho de que en suiza solamente un 3% de los jóvenes abandonan los estudios mientras que España lo hace un 30%. Puede que Gomendio no lo tenga claro, pero a mí me enseñaron en la extinta EGB que el único cero que no implica diferencia es que está a la izquierda, no a la derecha -sin ningún matiz político en ello, supongo-.
La nueva jerarquía educativa ignora ese dato porque para ellos  eso se soluciona con mano dura. Porque eso solamente es producto de la vaguería intrínseca de la juventud española, de sus botellones, de sus macrodiscotecas, de sus furibundas hormonas sexuales y de sus drogas de diseño. No tiene nada que ver el hecho de que en nuestro país un 68 por ciento de las ofertas de trabajo no requieran cualificación con lo cual se puede acceder a ellas sin estudios, con que exista una diferencia de tan sólo un 15% -y bajando- entre las remuneraciones de los trabajos que exigen estudios y los que no y esa brecha se reduzca cada día más, bajando los segundos, por supuesto, no incrementando los primeros.
Nada de eso tiene que ver y por tanto el gobierno no tiene que hacer nada para solucionarlo. Es una cuestión de mano dura y disciplina que compete a los padres.
Por supuesto, doña Montserrat se calla cual artera buhonera de carreta que intenta vendernos una panacea que en Suiza esa FP incluye materias como microelectrónica, balística, aeronáutica, óptica, diseño de materiales, desarrollo informático y muchas otras enseñanzas que están aquí consideradas como carreras técnicas con lo claro, lo que obtienen las empresas de ellas son especialistas, no camareros, administrativas u operarios de línea de montaje y mecánicos -aunque supongo que también- como ocurre en nuestro país.
Y esto ocurre simplemente porque Suiza no los necesita, ya que sus empresas tienen deslocalizadas en otros países el 70% de sus cadenas de producción y es allí donde obtienen esa mano de obra no cualificada o cualificada de forma básica que aquí origina nuestra FP. Eso también se le olvida comentarlo.
Al igual que un dato fundamental como que las empresas están obligadas a costear parte de ese proceso educativo -no solamente a pagar el sueldo del estudiante y que la incorporación laboral una vez concluida la fase educativa no es mínima, es inexistente porque empresa y estudiante se comprometen a un periodo mínimo de dos años de trabajo, la empresa para amortizar su inversión y el estudiante para acceder ya plenamente al mercado laboral.
Es de suponer que a la secretaria de Estado se le olvida porque tiene en mente que en España lo más parecido que hay a eso son los becarios que reciben sueldos mínimos, que realizan funciones de puestos que no les corresponderían y a los que las empresas sustituyen impunemente, pasado el plazo de su beca, por otros becarios que hacen las mismas funciones por el mismo precio irrisorio sin que haya normativa ninguna que los impide o al menos fomente el modelo suizo.
En esas condiciones resulta lógico que los jóvenes opten por ese tipo de formación, mientras que en las nuestras resulta lógico que los nuestros opten por saltárselo y acceder -o al menos intentarlo- a trabajos que ni siquiera se la exigen puesto que van a ganar lo mismo y van a estar en la misma situación de precariedad tomen la opción que tomen.
Y todo eso por no hablar de que el salario medio en Suiza es de 5.900 euros brutos mensuales y de que ahora está debatiendo incrementar el salario mínimo a -¿estamos sentados?- 3.300 euros brutos mensuales para limitar la brecha entre el campo y las zonas urbanas.
Si la FP te da conocimientos especializados, estabilidad laboral y te asegura un salario de 3.300 euros mensuales es lógico pensar que la inmensa mayoría opte por ella. Aquí, sin todos esos componentes del sistema, se pretende que los jóvenes también la elijan para liberar al Tesoro Público de las cargas financieras que para él suponen los estudios superiores.
Vamos, igualito, igualito que en las tierras del chocolate, los bancos y los relojes.
Pero el silencio que más llama la atención de la señora secretaria de Estado en este falso silogismo que pretende hacer entre su propuesto modelo de FP dual y el que funciona al otro lado de los Alpes es su omisión más dolorosa
Todo eso se realiza a través de un sistema público de Educación que invierte 13.000 millones al año en investigación y desarrollo, que gasta unos 10.000 euros anuales por alumno de unos presupuestos que suponen el segundo mayor gastó público de la nación, al que se destinan tres de cada 10 euros gastados por el gobierno suizo, que es seis veces mayor que el presupuesto de defensa y once veces mayor que el presupuesto de Interior y en el que el 85% de los centros son de titularidad pública.
Las similitudes con el sistema que está diseñando Wert con sus medidas, sus recortes y su proyecto de ley educativa son tan mínimas que bordean la frontera de la inexistencia. 
Y la secretaria de Estado lo calla, lo omite voluntaria y conscientemente, porque quizás entonces no solamente su frase careciera de sentido sino que nos sería posible calibrar las mil pequeñas diferencias entre un relojero suizo y en camarero español.
O no tan pequeñas.

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