Parece que el gobierno que nos ha
tocado en suerte a nosotros y a nuestra educación está empeñado en hacer bueno
eso que repiten hasta la saciedad de recurrir a nuestras raíces judeocristianas,
esas que se supone que tenemos más allá de cualquier otra, aunque estas tierras
hayan sido durante muchos mas siglos y milenios paganas, politeistas, arrianas y musulmanas que cualquier
otra cosa.
Pero se ve que los chicos de Moncloa,
con Wert a la cabeza, han debido leer ese encantador librito de fantasía
llamado Antiguo Testamento al revés, se diría que boca abajo y claro lo han
entendido todo a la contra, a la inversa.
Si en lo de la economía se empeñan en
ser el farisaico Zebedeo que exige a voz en grito la lapidación de los que
gastan esgrimiendo la piedra de los recortes en la mano mientras cuando no le
ven, por mor de las enmiendas presupuestarias pretende derrochar a manos
llenas, en lo de la economía han elegido otras dos figuras bíblicas en las que
mirarse.
Para empezar, el ministro Wert, que
ayer se dio un mes más de reflexión para su reforma educativa, se disfraza del
viejo profeta bíblico -cualquier nombre nos vale- y cae en el rocambole de
tirar de don profético.
Para defender su reforma, para
argumentar de una forma en apariencia coherente tira de don oracular y afirma
que los itinerarios que pretende imponer, que obligan a los niños a elegir a
los 13 años y que los encaminan a la inmensa mayoría hacia una formación
profesional básica y mínima -no confundir con la FP europea, que está a la
altura de nuestras titulaciones universitarias técnicas- demostrará que
"la mayoría de los estudiantes tienen su nicho de aprendizaje en esas
enseñanzas".
Cual profeta bíblico que cuenta con la
inspiración divina, avanza los resultados de su reforma como si hubiera una
posibilidad de que no fuera así, como si hubiera una mínima probabilidad de que
fuera de otra manera y al acertar se descubriera que tenía razón.
Pero no la hay. En su modelo
educativo, no la hay.
Porque se obliga a un niño de 13 años
a elegir un itinerario educativo prácticamente irreversible en la edad no se
pone de acuerdo consigo para casi nada. En una edad en la que por naturaleza la
moda le dura una semana, el amor una quincena y el ídolo de turno apenas unos
meses. Pero el sistema educativo que debería procurarle las herramientas para
elegir ese camino futuro le obliga a la elección antes de que tenga los mimbres
mentales para hacerla con una mínima lucidez.
Porque el sistema diseñado por el
profeta Wert segrega de inmediato a los niños con menores rendimientos en las
pruebas -que no en las clases, que la evaluación de esos aspectos ya se da por
muerta y enterrada- y les cierra el acceso a los ciclos que conducen a las
enseñanzas superiores, obligándoles a encaminarse hacia la formación
profesional sin otra alternativa. Como si que no se te den bien las matemáticas
fuera sinónimo de que no puedas ser abogado o que tengas un enamoramiento juvenil
que te robe el sentido durante dos trimestres en el curso clave tuviera que
pagarse el resto de la vida con no poder ser arquitecto, ingeniera o cualquier
otra profesión que exija un estudio superior.
Así que Wert el profeta en realidad no
lo es.
¡Claro, que la mayoría de los estudiantes hallarán su niño educativo en
la Formación Profesional! Pero es una profecía auto inducida porque la reforma
del indolente ministro se asegura que así sea. No por la voluntad de los
alumnos, no por los conocimientos o la organización laboral de nuestra sociedad
lo imponga de esa manera, sino solamente porque Wert y su ley se han encargado
de que así sea, de que no haya otra posibilidad.
Es como si Ezequiel hubiera
profetizado la destrucción de Sodoma y Gomorra después de colocar una carga de varios
kilos de c-4 debajo junto al cimiento de cada casa y cada palacio de las
ciudades protagonistas de ese mito bíblico y alertara sobre la furia de dios
con un detonador de radiocontrol en la mano.
Eso no es una profecía, no es una
demostración de la bondad de la ley. Es simplemente un ataque directo a la
libertad educativa. Es convertir la ley de educación en un dios ex machina que
crea el tipo de ciudadanos que Wert quiere que sean los españoles. No adecua la
ley a la sociedad impone un cambio en la sociedad para que se adecue a la ley.
Y por si fuera poco con este don
profético mal entendido y, como diría el mítico e irreverente House, auto
inmune -en este caso inmune a su propia estupidez y estrechez de miras-., el
coro de consejeros de educación de las comunidades del PP se disfraza de otro
personaje bíblico para completar el retablo de los horrores que el Gobierno
quiere dibujar en la educación española.
De repente to9dos ellos se disfrazan
de Rebeca, la artera y torticera madre de Jacob, capaz de engañar al mayor de
sus hijos en beneficio del otro que es de suponer que la hacía más arrumacos y
carantoñas.
Porque ni cortos ni perezosos, después
de haber metido la tijera hasta cortar la melena de la educación pública en sus
comunidades a lo garçon con múltiples
trasquilones, se descuelgan diciendo que el Estado debe especificar en esta ley
la obligatoriedad de subvencionar a cualquier colegio privado para garantizar
el principio de libre elección de centro.
Tienen colegios en los que la basura
sale por las ventanas porque no se pagan los servicios de limpieza, centros de
enseñanza si calefacción y sin dinero para comprar gasóleo, institutos que han
cerrado sus laboratorios, Ampas enteras disfrazadas a la fuerza de Pepe Gotera
y Otilio, pintando salones, limpiando gimnasio o arreglando verjas y elementos
deportivos, alumnos limpiando sus propias aulas y acarreando la tartera con una
comida que deben ingerir fría porque no hay electrodoméstico alguno para
calentarla. Sus recortes han originado todo eso y se sientan a la mesa con el
ministro y le exigen que sufrague ahora y para siempre la educación concertada.
Convierten a José Ignacio Wert en un
Abraham que arrebata todo lo que corresponde a su primogénito, la educación
pública, para dárselo a su otro hijo que, aunque también tiene derecho a lo
suyo, no tendría por qué ser tratado como el prioritario, la educación
concertada.
Solo que en este caso Abraham no será
engañado y sabrá lo que hace porque lo único que le ceguera será su inmovilismo
ideológico y su soberbia. Y la Educación Pública ni siquiera ganará un plato de
lentejas a cambio de su primogenitura. Se las tendrá que traer de casa y comérselas
frías. Tampoco se podíaesperar otra cosa. Ya se sabe ellos siempre se inspiran en lo sus sagradas palabras.
Y todas estas Rebecas, que pretenden
sacrificar lo que le han quitado a la Enseñanza Pública en beneficio e
intereses mercantilistas y de negocio de los colegios privados -y que conste
que de esta definición excluyo a algunas órdenes religiosas que han hecho
durante siglos de la enseñanza su signo de compromiso, aunque sea religioso-,
se atreven a tremolar la palabra libertad para justificar su engaño.
No dicen una palabra cuando el alumno
de 14 años ve cercenada su libertad porque se le obliga a elegir cuando no
tiene los mimbres mentales suficientes para hacerlo, se mantienen callados
cuando los itinerarios impermeables de Wert cercenan la libertad del estudiante
adolescente de cambiar de opinión o descubrir una nueva vocación, desoyen el
eco de la palabra libertad cuando los criterios de evaluación obligan a los
alumnos en la nueva ley a elegir una Formación Profesional que no se va a
mejorar y que no cubre sus expectativas como salida, fingen no escuchar la
palabra libertad cuando el tajo en las becas salario, en las ayudas a libros o
en los estudios de intercambio privan a miles de jóvenes de la posibilidad de
realizar estudios universitarios para los que están capacitados.
Todo eso no tiene nada que ver con la
libertad. El concepto no se maneja en esos casos.
Para los responsables de Educación en
el PP solamente hay una libertad: la de ganar dinero.
Espero que por lo menos los centros
religiosos a los que buscan favorecer con este curioso concepto de libertad
educativa enseñen en sus aulas y en sus clases de religión -cuyas partidas presupuestarias, por cierto, no ha disminuido en ninguna comunidad del PP-, el
verdadero concepto teológico de la profética oracular y el auténtico corolario
del relato mítica de rebeca y la primogenitura de Jacob.
Así los que en ella estudien se darán
cuenta que lo único que se puede profetizar con esta ley es un armagedón
educativo que conducirá a una sociedad inculta y sin horizontes y recordarán
que la historia bíblica el primogénito Esaú robado y engañado que hoy es la
Enseñanza Pública termino muriendo ahorcado entre terribles sufrimientos sin
haber hecho nada para merecerlo.
Nada, salvo negarse a doblegarse a la santa voluntad de dios, claro está. Y del ministro Wert, se supone.
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