Si hay algo que hemos perdido en este
mundo nuestro tras generaciones de dedicarnos solamente a ir a la nuestra como
sociedad y a mirarnos el ombligo como individuos es la capacidad de
contextualizar. Para nosotros no existe el contexto, no prestamos atención
a lo que rodea a nuestros actos ni a los de los demás.
En contra de Ortega, ya
no somos "yo y mis
circunstancias". Somos solamente “Yo
y mi acto aislado en cada ocasión”.
Y si hay un individuo de los actuales inquilinos
de Moncloa que está jugando con esa incapacidad secular del Occidente Atlántico
de contemplar más allá de las fronteras del hecho aislado es José Ignacio Wert.
Y si hay un acto que pretende explicarse de esa forma por los portavoces,
voceros y embajadores de Wert en cada una de las comunidades autónomas de este
país es su reforma educativa.
Después de pelearse por el monolingüismo,
bilingüismo o trilingüismo, después de acabar definitivamente con Educación
para la Ciudadanía -la asignatura de cabecera del anterior gobierno- y de otras
luchas menores, Wert ha abordado en su nueva ley educativa novecentista lo que
realmente le importa, lo que busca desde el principio con ella.
La solución a la dicotomía entre la
educación pública y la concertada.
Y en su ley incluye una serie de elementos
que juegan a ser buenos, positivos, asumibles pero que, si por una vez nos
paramos a mirar el contexto general, nos damos cuenta de que quizás, por
decirlo de algún modo, no sean castos y puros en su elaboración.
Wert, que no hace referencia alguna en
su ley a garantizar la oferta de enseñanza pública para los ciudadanos, sí
incluye la garantía de "enseñanza subvencionada allá donde haya
demanda".
Y eso está bien. Está bien hasta que
se mira a Madrid, a Valencia o a Castilla La Mancha. Entonces la cosa cambia.
No por las palabras sino por el contexto.
Porque el por ejemplo, María José
Catalá, Consejera de Educación de la Comunitat Valenciana es capaz de posar en
una instantánea con esa pose orgullosa del político satisfecho con los brazos
cruzados ante el pecho mientras en el colegio 103 le crecen los enanos,
mientras en el Evaristo Calatayud se le encierran los padres y se le ven
obligadas a desnudarse las madres, mientras en los colegios públicos se caen
los techos, se cortan las calefacciones o se le enmohecen los barracones que
dan cabida a las aulas.
Y ¿Por qué está orgullosa Catalá? Pues
por esto:
"Este dinero (los adelantos del
Estado) lo dedicamos a pagar gastos corrientes de instituciones y centros que
dependen de nosotros. Ya hemos pagado a los colegios concertados y ahora en
diciembre queremos afrontar un cuatrimestre de los centros de Secundaria
públicos. También se abonan gastos de transporte, comedor y todo aquello
relacionado con servicios que se prestan y que precisan de pagos con cierta regularidad".
Vaya hombre ¿Y por qué ha empezado por
los centros concertados?, ¿por qué no lo ha hecho por los públicos?, ¿por qué
se ha preocupado de pagar las rutas de los concertados y no de pagar el autobús
de Montserrat o la luz de los centros concertados y no el gasóleo del Luis
Vives?
Por sí solo no tendría explicación plausible.
Pero, en el contexto general, sí la tiene. Se llama crear demanda.
Porque si machacas a la educación
pública, la reduces a su mínima expresión y la haces impracticable mientras
cuidas la concertada conseguirás que haya demanda de esta. En realidad será
demanda de cualquier centro educativo que funcione pero como solamente permites
funcionar a los concertados, pues los padres, madres y alumnos optarán por la
concertada.
Y así con todo.
En La Comunidad de Madrid, Lucía Figar
lleva negando el pan y la sal a once municipios que piden desde hace años un
segundo centro educativo -colegio o instituto- en sus términos municipales, en
Valencia Catalá lo hace con Montserrat y otras al menos seis localidades, en
Galicia, Feijoo riza el rizo y cierra colegios públicos para meter a alumnos de
distintas edades en idéntica aula.
¿Qué pasa si, en esas condiciones,
aparece un visionario y comprometido empresario educativo -lleve sotana o no- y
con suelo cedido por las Administraciones, con ayudas y subvenciones para la
construcción y con exención del pago de impuestos, de tasas y de licencias,
construye un colegio privado?
Pues que entonces entra en acción la
famosa máxima de la ley Wert de la garantía de "enseñanza subvencionada
allá donde haya demanda" y, ¡Voila!, tenemos un colegio concertado.
Si se hubiera construido uno público
no existiría esa demanda, si se hubiera facilitado el transporte o el comedor
no existiría esa demanda, sí se hubiera mantenido la calidad de la enseñanza
con el adecuado ratio de alumnos, las condiciones adecuadas de las
instalaciones o la situación idónea del profesorado no existiría esa demanda.
Porque la comunidad educativa busca
educación de calidad no educación pública o concertada. Pero Wert, Figar,
Catalá y todos los demás crean un contexto en el que la única oferta de calidad
ha de llegar desde la concertada porque ellos se aseguran de que a la pública
le resulte imposible competir.
Es como decir que la televisión
pública no puede competir con la televisión privada cuando te empeñas en
programar documentales sobre la reproducción de cangrejos de río en alta
montaña mientras las cadenas privadas proyectan Los Tudor o Juego de Tronos.
De esa forma se va creando el contexto que
hace que la ley no sea neutral, no sea equilibrada. No sea una ley. Sea un
panfleto propagandístico y una resolución dictatorial.
En la misma entrevista que no tiene desperdicio, Catalá -de la que voy a abrir un club de fans en Facebook,
proponiéndola para el record mundial de cagadas políticas por segundo- contesta
a un entrevistador, que recuerda a los que en el NODO introducían las peroratas
del gobernante de antaño de las botas altas y cargo militar superlativo,
"Las familias necesitan que la Administración facilite el tener a todos
escolarizados en el mismo centro, o que si quieren elegir un colegio lejos de
su domicilio porque tienen determinada preferencia, como una especialización en
nuevas tecnologías o idiomas, lo puedan hacer".
Ole, ole y ole. Saliendo por la puerta
grande.
De modo que no hay 43.000 euros para
pagar un autobús a los niños de Montserrat para que acudan al único y más
cercano colegio que tienen, el Evaristo Calatayud, pero si hay disposición para
que sea posible acudir a cualquier centro concertado en cualquier rincón de la
Comunidad Valenciana. Y lo mismo con el Calvo Sotelo de Madrid o con el Rosalía
de Castro de Galicia.
Y será concertado. Porque las
autoridades educativas del PP se asegurarán de que los centro públicos no
puedan competir con los concertados en programas de idiomas, de tecnología o de
cualquier otra cosa. Y lo harán como ya lo están haciendo. Negándoles fondos,
inversiones y dinero en general.
Creando el contexto, en definitiva.
Y solamente queda una pregunta, una de
esas triples a lo Mourinho: ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?
No es porque la educación concertada
sea más barata para el Estado, que no lo es. No es porque sea la más utilizada
por los ciudadanos porque solamente el 25% la utiliza en contra del 70% de la
pública -el resto va a la privada pura-. No es ni siquiera porque tenga más
calidad porque entre los 100 mejores colegios e institutos de Madrid, por
ejemplo, hay 89 públicos y entre los diez mejores, siete.
Su preferencia está fundamentada en otra parte del contexto que se
explica con otras dos normas que quiere introducir Wert -y que lo hará, aupado
por su mayoría absoluta-.
La primera es el aumento de un periodo
máximo de cuatro años para renovar los conciertos a un mínimo de seis en
primaria y cuatro en secundaria. Lo que significa que los empresarios del
sector tendrán más seguridad de que, hagan lo que hagan, tendrán un mínimo de
seis años para ganar dinero. Ya no un máximo de cuatro, sino un mínimo de seis
que podrían ser más porque es un mínimo.
Y eso puede que no le dé estabilidad
al modelo educativo, pero si se lo da al negocio. Si se lo da a los beneficios
y a las ganancias porque sabes que recibirás dinero público durante más de un
lustro como poco.
La segunda es que se eliminan los
representantes municipales en el consejo escolar. Lo que supone a todos los
efectos que, aunque cambie el gobierno municipal y vaya a manos de otros
gobernantes más propensos a la responsabilidad con la educación y con el dinero
que el Estado dedica a los concierto, no podrán meter mano en el negocio hasta
que se acabe el concierto, si es que se acaba.
Así que la Ley Wert no quiere que la
educación concertada se haga mayoritaria por su calidad, por sus bajos costes o
por su mejor gestión, sino porque así se transformará en un negocio del que
podrán beneficiarse no los alumnos ni los padres ni, por supuesto, los
profesores, sino los empresarios que utilicen la educación como se usó la
vivienda o ya se está usando la sanidad.
Y luego está la guinda del pastel. La
última pincelada que termina dibujando el contexto que ha creado el PP para la
educación en España.
El 80% de los integrantes de las
patronales de educación concertada son religiosos. En este país el 93% de los
religiosos se ganan la vida con la educación. Les da negocio y les da capacidad
de proselitismo. Supervivencia y poder.
De manera que potenciar la educación
concertada es potenciar la educación religiosa, es asegurarse de que la mayoría
de los alumnos estudia en centros religiosos de enseñanza. Es volver al
nacional catolicismo.
Wert lo sabe, el PP lo sabe y por
supuesto La conferencia Episcopal lo sabe. Educación para la Ciudadanía, la
asignatura alternativa a la religión o la contrainmersión lingüística son el
chocolate del loro.
http://www.calendariosolidarioautobus.com/index.php |
La educación concertada debe
prevalecer. Si unas madres tienen que tirar de lucha y de encantos sensuales
que lo hagan, si unos padres tienen que tirar de encierro y barricada que lo hagan,
si una comunidad escolar tiene que enviar a sus hijos a casa por la acumulación
de basura en sus aulas, que procedan a ello.
La educación concertada debe
extenderse y prevalecer. Está en juego la enésima evangelización de España.
Id y predicad el evangelio clama Wert
y sus apóstoles autonómicos. Hacedlo aunque los derechos de los demás sean
pisoteados en el intento.
1 comentario:
Pero aquí estamos nosotras. No vamos a parar, a ver si se enteran que queremos que ellos paguen el autobús que por LEY corresponde. De momento lo pagaremos como podamos pero no vamos a parar hasta que se hagan cargo de sus obligaciones. Esperamos que todo el mundo empiece a actuar igual. No podemos permitir que estos señores se llenen los bolsillos con el sudor de nuestra frente.
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