Hay una señora que está de muy buen
ver -y no se me ofenda, que sé que eso no es lo más importante en su definición
como mujer y como persona y se lo digo solamente con admiración-, hay una
señora que es concejala de un pueblo toledano, hay una señora que pese a sus
años de matrimonio aún le echa imaginación a la relación, hay una señora que
disfruta del sexo y del amor.
Hay una señora que maneja la tecnología
con cierta desenvoltura, su cuerpo y su placer con total libertad y su amor con
absoluta imaginación. Hay una señora que se llama Olvido Hormigos que va a
dimitir de su puesto en la corporación municipal por todo eso.
Bueno, en realidad va a dimitir por
otras cosas.
Va a dimitir porque hay un pueblo
llamado Los Yébenes de 6.400 habitantes en el que sus pobladores han decidido
comportarse como seres pacatos, novecentistas y dignos de la España costumbrista
de Pérez de Galdós y casi del esperpento carpetovetónico de Valle Inclán.
Va a abandonar su cargo porque una
población ha decidido que el cotilleo, el horadar en la vida íntima y privada
de los demás, es un derecho universal ineludible que nadie puede quitarles.
Va a marcharse a su casa porque un
hacker de tres al cuarto ha decidido mostrar lo acaecido en la intimidad de un
dormitorio para divertirse y publicar en Internet todo aquello que ni a él ni a
nadie le compete. Porque alguien, escudado tras una identidad tan falsa como
sus motivaciones, ha subido a las redes un video, conseguido con toda seguridad
de forma delictiva y que no añade ni resta nada a lo que Los Yébenes y el resto
del universo conocido debe o tiene derecho a saber sobre una señora que es
concejala y que se llama Olvido Hormigos.
Va a dejar su puesto porque la
policía, la Guardia Civil o a quien le toque, pone esfuerzo y recursos para que
yo no me baje una película y pague los derechos a gente que ya es millonaria
pero no dedica ni un segundo de su ajetreadas jornadas a descubrir quién ha
subido ese vídeo, de donde lo sacó y a ponerle a disposición de la justicia.
Va a retirarse de la actividad
política porque cientos de descerebrados comentaristas de foros y páginas
diversas han decidido que tienen patente de corso para realizar intervenciones hirientes al
ver un video que ni siquiera tienen derecho a conocer. Porque foreros de poca
monta que se indignan en defensa de la copia privada y de la libertad luego
pueblan de emoticonos eróticos una pantalla afirmando que la concejala ganará
más dinero dedicándose a realizar ese tipo de videos o le piden, entre bromas
groseras sobre su anatomía, un show privado, ignorando que ellos no han cuidado,
querido y complacido jamás a esa señora como probablemente ha hecho su marido
para merecer tal regalo.
Va a despedirse de su cargo porque
alguien ha decidido importar la hipocresía protestante de allende los mares que
hace que sea más importante que Kennedy se acostara con Marilyn que el hecho de
que evitara dos guerras y quisiera poner fin a otra, que se recuerde más que Clinton practicara
sexo oral con una becaria que la realidad de que pusiera en marcha la cobertura
sanitaria universal en Estados Unidos.
Porque aparte de eso, de las
hamburguesas y de la Coca Cola, no nos hemos traído nada de ese país. Y desde
luego no nos hemos traído The Bill of Rights.
Va a renunciar porque sabe que
seguramente algún cabestro disfrazado de rival político sacará el video a
colación, cuando en los próximos comicios necesite votos, para definirla, para ponerla en
entredicho, después de muy probablemente haberse masturbado secretamente con él
video en la seguridad de su disco duro con clave de acceso de Windows 7.
Va a tirar la toalla porque una
corporación municipal que probablemente cerraría filas ante la puerta del
consistorio y en silencio ante otras formas de maltrato no lo hace cuando ese
maltrato proviene de todo un pueblo, de una sociedad cotilla e irrespetuosa con
lo íntimo en general y que desde que existe Internet cree que todo lo que está
en la red es público, se puede opinar sobre ello y no tiene por qué
cuestionarse su origen.
Y yo, en contra de sus
compañeros de partido, no puedo pedirle que no dimita. No puedo hacerlo porque
no vivo en Los Yébenes.
Porque no voy a estar a su lado cada
vez que vaya a trabajar, que salga a comprar, para ayudarla a defenderse de
miradas reprobadoras o lascivas, para ayudarla a responder a comentarios
susurrados de beatas pacatas y vecinas, envidiosas de su cuerpo y de su
libertad. No puedo hacerlo porque no estoy en condiciones de contribuir a su
defensa más allá de este post.
Lo que sí puedo pedirle a Olvido
Hormigos, porque no hace falta que yo esté ahí, que yo la apoye y ni siquiera
que yo lo vea -como no he visto el video- para que lo haga, es que no deje de
ser una señora que maneja la tecnología con cierta desenvoltura, su cuerpo y su
placer con total libertad y su amor con absoluta imaginación.
Puede que Los Yébenes necesiten
concejalas, pero lo que es seguro es que España, el mundo en general y las
relaciones afectivas humanas necesitan mujeres y hombres como ella. Aunque
ninguno lo veamos ni tengamos derecho a verlo.
5 comentarios:
Cuando "clikeo" para comentar me sale un anuncio del inglés con mil palabras... Ahí lo dejo para tu reflexión.
Con respecto al tema, lo de la dimisión es lo de menos, yo pediría una orden de alejamiento a todo poblador (Hombre o mujer)de Los Yébenes con un coeficiente menor de 100. ¿Cómo coño se saca un vídeo de un teléfono privado?
En fin, país...
Saludos
No hay hacker. Lea usted.
He leído hoy que fue un amigo el receptor del vídeo y el primer divulgador. Ahora se aclara el método. Vistas las imágenes de la turba gritando, me reafirmo en lo de la orden de alejamiento.
Hacker es también todo aquel utiliza Internet para divulgar de forma ilegal información. Assante no rompió ningún ningún servidor ni pirateo ninguna señal. Se limitó a tomar información que otro el dio y subirla a Internet y se le considera un hacker.
Lea usted, anónimo, lea usted.
Vaya, ahora parece que el video se lo mandaba a su amante. Por lo visto esa señora no es precisamente una mojigata. Bueno ¡y qué! eso solo le importa, o solo le debe importar a ella, a su supuesto amante y a su marido, a nadie más. Y los pobladores de Los Yébenes deberían ser condenados a recibir clases de educación sexual y comportamiento cívico
Arturo
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