martes, diciembre 31, 2013

2013: Rajoy y el Síndrome de la Amada Envanecida

Dicen que el poder corrompe
Y puede que sea cierto en algunos casos, en esas vidas que carecen de dominio sobre sí mismas, sobre lo que quieren y lo que buscan. Pero en la mayoría de los casos no es así. 
El poder no corrompe, se limita a ejercer de espejo y escaparate de la naturaleza humana.
Si hay que hablar de poder en este último día del año, hagamos una excepción y pongámonos filosóficos y metafóricos. Al fin y al cabo, con la LOCME de Wert, pocas oportunidades tendremos de hacerlo de ahora en adelante.
Mariano Rajoy, ese presidente del Gobierno que nos echamos a la espalda en las últimas elecciones, ha sufrido este año un mal. En realidad, la sufre desde que accedió a la Moncloa pero en este año se ha agravado hasta límites clínicos. Es algo que solamente podría definirse como el Síndrome de la Amada Envanecida -Léase Amado Envanecido para que se sienta más cómoda o cómodo con ello, que uno, como hombre heterosexual que es, tira al monte-. 
Don Mariano es esa persona que desplegó sus encantos -sus pocos encantos, es cierto-, que se hizo querer con promesas, con sonrisas, con gestos, con ósculos y abrazos y con todo lo que pudo concentrar durante la treintena preelectoral para hacerse con el amor en forma de sufragio que quería conseguir de un parthenaire, de un compañero de baile, al que en realidad no quería, que no despertaba su deseo, pero que le era absolutamente necesario: la sociedad española.
Y, ya sea por hastío, por equivocación, por cansancio, por comparación o por pura y simple convicción, ese enamorado indeseado le aceptó, se rindió a él, le creyó. Quizás porque necesitaba creer a alguien, quizás porque estaba harto de sentirse solo y abandonado.
Y así le concedió el poder sobre su vida, sobre su corazón, sobre su futuro. Le transformó en su amada.
Y fue entonces, tras recibir el beso con lengua de los españoles en la oscuridad de la noche electoral en un coche aparcado frente a Génova, 13, después de lograr el poder sobre el corazón del amante en forma de mayoría absoluta, cuando empezó a desarrollar su síndrome. Cuando comenzó a actuar como la Amada Envanecida.
Creyó y se convenció de que podía hacer lo que quisiera con sus enamorados que, como le amaban, le tolerarían cualquier cosa. 
Comenzó a cambiar las promesas sugeridas y sugerentes por desprecios, las sonrisas por puñales, las mentiras piadosas por las verdades que siempre había guardado para sí y que nunca había dicho para que nadie notara su miedo, su ansia de poder, su cobardía, su necesidad patológica de sentirse poderoso sobre alguien.
Endosiada en su posición de poder, la amada que eran Don Mariano y su Gobierno, empezó a necesitar alejarse de aquel a quien había convertido en su enamorado sin quererlo pero necesitándolo, pusieron distancia con él. 
Se mantuvo alejado en las conversaciones, espació los encuentros, se limitó al mínimo necesario de contacto que le permitiera no mirar a los ojos ni a la cara a aquellos que por aquel entonces ya habían empezado a darse cuenta de que algo fallaba, de que su amor no era correspondido, de que Don Mariano no había retirado la boca de su beso en la noche electoral por vergüenza o por miedo sino simplemente por desidia y por asco.
Encerrada en su torre de Cristal de Moncloa, la amada vanidosa se concentró sobre todo en no quedarse a solas con el enamorado indeseado, en no hablarle de frente, en no encontrase con él cara a cara y en privado. 
Buscó la compañía de terceros y de cuartos. Daba igual que fuera un alto cargo de la Unión Europea o un periodista polaco, daba igual que tuviera que dirigirse a él desde Fidlandia o desde Estados Unidos. 
La cuestión era no presentarse ante él en condiciones en que pudiera contestarla, en que fuera posible la réplica, en las que le pudiera echar en cara lo que ya comenzaba a ser una acción artera en toda regla.
Como quien se refugia tras un whatsapp acelerado o un SMS lacónico para justificar una ausencia o presentar una excusa descreída e increíble, Don Mariano tiraba de nota de prensa, de comunicado oficial, de videomensaje grabado y emitido para eludir el contacto, para evitar enfrentarse a quien ya tenía más que claro que su presidente no era igual que su candidato, que el que gobernaba era radicalmente distinto de aquel que les había pedido gobernar.
Y cuando por fin el enamorado -que ya no lo era tanto, de hecho ya no lo era nada- le exigió atención, le conminó a hacer lo que tenía que hacer, a cumplir sus promesas, a ser como había dicho que era, entonces recurrió a la furia, a la fingida indignación. 
En su endiosamiento, en su soberbia egoísta, les recordó que él era la amada porque tenía el poder, porque la mayoría absoluta había puesto en sus manos el corazón de la sociedad española. 
Les acusó de ser malos enamorados, de intentar machacarle, de ser antidemocratas, de ser radicales. Les azuzó a los perros, les castigó con el látigo de su indiferencia y su silencio. Utilizó el catálogo completo de desprecios y reproches mohínos que se aprenden en la adolescencia en los patios de instituto.
Les acusó de la misma traición que estaba ejecutando él pero a la que, como Amada Envanecida, creía tener derecho mientras que los demás, los dóciles enamorados, solo tenían derecho a adorarla, consentirla y obedecerla.
Pero como aún les necesitaba para algo, no para nada que a ellos les importara o les interesara, pero para algo intentó apaciguarles. Como les quería para sus resistencias al soberanismo o para sus fatuos intentos de recuperar un peñón, como la amada envanecida necesita enamorados para hacer lucir su ego ante el espejo,  tiró de excusas, de explicaciones, de motivos que nada tenían que ver con él, que en nada implicaban la voluntad de la amada.
Como si no fuera responsabilidad de la Amada de Moncloa haber dejado a un país entero sentado aterido en un banco del parque esperando a que se presentara a un encuentro que ella misma había propuesto y organizado y a la que no llegó nunca, sin tener ni siquiera el valor ni el respeto suficiente para llamar para excusarse y enviando un triste mensaje, en forma de Decreto Ley, intentando explicar los "imponderables" que forzaban su ausencia. 
Intentó que el enamorado cumpliera el papel de Lemony Sniket, agobiado por una serie interminable de catastróficas desdichas que no eran culpa de nadie y mucho menos suya cuando en realidad empezaba a parecerse cada día mas al Dr. Cal Lightman, especialista en descubrir mentiras en la celebrada serie televisiva.
La amada que era el Presidente del Gobierno no quería hacerlo, no quería dejar en la estacada a quien le había creído pero era "una mala época", él no quería menospreciarlos, faltarles al respeto, menoscabar su dignidad pero "había circunstancias heredadas que habían de arreglarse".
Como el mítico Vizconde de Valmont recurriera a la letanía del "no puedo evitarlo" ante las críticas y los reproches de la dama a la que había enamorado por una simple apuesta, la Amada Envanecida de Moncloa tiraba de lo inevitable para justificar sus desaires, sus humillaciones, sus ataque a la dignidad más básica de aquellos que le reclamaban que fuera como había fingido ser antes de tener su vida y su futuro en sus manos.
Quizás, como el aristócrata protagonista de las Amistades Peligrosas o como quienes utilizan las reuniones de amistades para mostrar los mensajes guardados en la memoria del móvil de los airados pretendientes o las recriminaciones de las incomprendidas enamoradas, lo único que hacía la Amada Envanecida de Moncloa era echarse unas risas sobre esas quejas con aquellos que son sus auténticos amores y aliados.
Y así ha pasado el año y la legislatura Don Mariano Rajoy, la Amada Envanecida del Palacio de La Moncloa...
Convencida de que podía hacer lo que quisiera con aquellos que le habían entregado el poder sobre su vida en unas elecciones. Convencida de que puede engañarles, mentirles, humillarles y utilizarles a su antojo y para sus intereses porque es más lista que ellos, más poderosa que ellos. Porque tiene su corazón en una caja. O en una urna, que tanto da.
Y es posible que esta rocambolesca metáfora se parezca a la vida y las obras de alguien en cualquier otro ámbito. No es de extrañar. Al fin y al cabo nuestros políticos y gobernantes salen de nosotros mismos.
De modo que nuestro presidente del Gobierno y su síndrome de la Amada Envanecida han demostrado que no. El poder no corrompe. 
El poder puede mostrar la corrupción, la crueldad y los mentira, pero no corrompe. Si le das poder a alguien, hará lo que quiere hacer y  siempre ha querido hacer porque sentirá que no tiene cortapisas para hacerlo. 
Y da igual que sea en política, en el mundo empresarial o en lo intimo de lo afectivo; da igual que ese poder sea el Gobierno de la nación, la presidencia de un Consejo de Administración o el dominio sobre un simple corazón individual.
Da igual que sea Mariano Rajoy, un empresario cualquiera o el Sursum Corda.
Cuando tienes poder o crees que lo tienes demuestras simplemente lo que eres.
Ojala 2014 traiga a cada cual toda la felicidad, verdad, respeto y dignidad que se esforzó por dar a los demás durante 2013. 
Aunque para algunos y algunas suene más a amenaza o a maldición que a felicitación de Año Nuevo.

lunes, diciembre 30, 2013

Wert, Heráclito y la mentira de la equidad según Pisa

Dijo Heráclito: "La mentira más cruel es aquella que se construye sobre la mitad más dolorosa de la verdad".
Es posible que el ínclito ministro Wert y todos los que le escoltan en su guardia pretoriana en el arduo y continuado esfuerzo de desmontar piedra a piedra, aula a aula y docente a docente la enseñanza pública hayan leído a Heráclito y hayan decidido aplicar esa máxima. Aunque es más probable que hayan dado con la clave del maestro clásico por pura casualidad.
Pero lo cierto es que para justificar su desmantelamiento de la enseñanza pública han tirado de la mentira más cruel que podían haber encontrado: Han echado mano del informe Pisa.
Esas páginas que se han convertido en el nuevo evangelio arcano anual de la educación europea no nos dejan en muy buen lugar. 
Nuestra ortografía es un océano tempestuoso en el que se estrellan una y otra vez las naves de los profesores de lengua incapaces de atravesar entre los Escila y Caribdis de los apocopes tuiteros y las expresiones de Whatsapp. Nuestras operaciones matemáticas son lentas y erróneas. Nos salvamos por los pelos en las pocas materias que nos salvamos y en el resto nos encontramos a la cola de los países de la OCDE.
Y Wert, Catalá, Figar y todos los avatares de la nueva educación para el beneficio empresarial que pretende implantar el Partido Popular han cogido esa parte cruel - y necesaria- de la verdad para construir una mentira que suene plausible, que haga parecer que lo que hacen es necesario. De hecho, que es imprescindible.
Ellos y sus medios afines han tremolado esos datos y los han expuesto hasta la saciedad, hasta el hartazgo. Han buscado ejemplos de colegios concertados que superan el informe para defender su modelo de concertación en contra de la educación pública; han tirado de datos en matemáticas y Lengua para defender sus revalidas o la eliminación de asignaturas "superfluas" como la innecesaria Filosofía...
Pero al construir su mentira con la parte cruel de la verdad han ocultado la otra mitad de la verdad del Informe Pisa, la que sirve para explicar muchas cosas, la que es necesaria para comprender en toda su extensión lo que ocurre en nuestra educación pública. La que es imprescindible para enfrentarse a los que el Partido Popular está haciendo con la educación.
Han ocultado esto.


Para los que no están acostumbrados a las gráficas y demás zarandajas que utilizan los informes les resumo: Wert y su corte han ocultado el hecho de que el sistema educativo español es el 2º mejor del mundo, que garantiza la equidad, solo por detrás de Finlandia. 
Voy a repetirlo por si no estaban sentados cuando lo han leído El sistema educativo español es el 2º mejor del mundo, que garantiza la equidad, solo por detrás de Finlandia. 
Vaya hombre, no es como ganar el Mundial pero es casi como llegar a la final. Marca España. 
Pero ¿por qué un gobierno que supuestamente está comprometido con la mejora educativa omite ese dato?, ¿por que una Administración que se llena la boca de decir que quiere mejorar y modernizar la educación pública genera una mentira por omisión basada en la verdad cruel de los aspectos más crudos y negativos del informe Pisa?
No es difícil de contestar. Para empezar porque en realidad no están comprometidos con la mejora educativa, están empeñados en su cambio y regresión para utilizarla como herramienta de mantenimiento de una sociedad en la que la mayoría de la población viva con la educación mínima necesaria para trabajar sin protestar ocho horas al día por 700 euros al mes.
Y la segunda mucho más maquiavélica, porque si muestran esos datos alguien puede darse cuenta de que esa posición de privilegio en la tabla de educación equitativa se ha ganado con todo aquello que ellos nos quieren recortar y quitar.
El sistema educativo español, sus inspectores, sus docentes, sus equipos directivos, han conseguido que las diferencias sociales, de origen, de condición económica se minimicen a la hora de los resultados académicos, que se limite al máximo su impacto sobre el rendimiento escolar -que eso es lo que significa la equidad educativa- utilizando las herramientas que ellos ahora les quieren quitar.
Ese puesto en el podio de la equidad educativa, que supone que "hemos sido el segundo país que mejor ha progresado en las últimas décadas, logrando mejores índices educativos que Finlandia, Suecia, Francia, Alemania y todos los demás, solo por detrás de Corea del Sur", se ha logrado con inversiones en la escuela pública.
Se ha  logrado con ratios ajustados de alumnos por aula, con desdobles para los alumnos con dificultades, con aulas de inmersión para los inmigrantes o los alumnos que tienen dificultades con el español.
Se ha obtenido con psicólogos en los colegios, con profesores de refuerzo, con inspecciones rigurosas, con programas de adaptación curricular.
Se ha logrado con becas de comedor y transporte, con ayudas para libros, con becas salario, con becas de movilidad para los que tienen que estudiar fuera de su ciudad.
En definitiva, es posible gracias a todo lo que ellos, desde su visión mercantilista de la educación, han recortado o han eliminado directamente. Con todo lo que le están quitando a la educación pública para dárselo a aquellos que tienen como primer fin evangelizar antes de educar.
Toda esa equidad es posible porque no se expulsa del sistema educativo a las primeras de cambio con una revalidad a los que tienen dificultades debido a su condición familiar o económica, a los que son incapaces de concentrarse porque llegan con problemas de aprendizaje, a los que fallan un examen porque sus dificultades con el idioma en un país nuevo, con unas costumbres nuevas, les impiden la correcta comprensión de los que se les está enseñando.
Y sobre todo se consigue con las maestras que se esfuerzan en conseguirlo, con los profesores que se dedican a intentarlo. Todos esos que, según Wert sobran. Todos esos que según Catalá son "redundantes". Todos esos que según Figar "no son necesarios".
Así que los garantes de la educación pública para el servilismo tienen que ocultar ese dato, ese triunfo de la educación española para no poner en peligro la visión determinista que quieren imponer en nuestra sociedad. Para no poner en peligro la justificación de su contrarreforma educativa.
Menos mal que hay gente como SoyPublica - de cuyo blog está extraído el gráfico y algunas citas- que se preocupa porque la mentira basada en la parte cruel de la verdad no prospere, que la traición a sociedad que supone cambiar mejores notas en matemáticas por la exclusión social en la educación no progrese.
Menos mal que nosotros sí hemos estudiado historia, filosofía y humanidades y sabemos lo que quiso decir Heráclito.

domingo, diciembre 29, 2013

Sangre, humo y el eterno tropiezo ideológico

No tenemos remedio.
No está muy claro si es nuestra condición de humanos o simplemente la casualidad geográfica que nos ha hecho criarnos dentro de las fronteras de nuestro país lo que determina el hecho, pero lo cierto es que tropezamos todas las veces que haga falta en la misma piedra. A lo mejor las dos primeras son por ser humanos -como todos- y las restantes por ser españoles.
Un inciso, solo para conste: El Gobierno de la Comunidad de Madrid ha decidido comerciar con nuestra sangre. No volveré a hablar de este asunto hasta el final. Sigamos.
Lo cierto es que da igual cuantas veces nuestros gobiernos realicen la misma estrategia, da igual en cuantas ocasiones busquen apelar a nuestra ideología más visceral -y en ese caso visceral no quiere decir otra cosa que arraigada en lo más profundo de nuestras vísceras, nada peyorativo- para tapar sus vergüenzas, sus carencias o sus excesos. Nosotros lo hacemos.
¿Qué no es cierto?, Veamos.
Los actuales inquilinos de Moncloa se encontraban inmersos en su Reforma Laboral, la involución social más intensa desde el fugaz intento de recuperar la servidumbre que se produjo en la Francia de la restauración borbónica tras la Revolución Francesa. Los sindicatos estaban pie de guerra, se convocó una huelga general sin precedentes y el Gobierno reaccionó criminalizando las protestas, proponiendo leyes que restringían el derecho de reunión y de manifestación, dando carta blanca a los elementos más represivos del sistema de Orden Público.
Entonces, justo entonces, alguien filtra, anuncia o expone que se proyecta una Ley de Educación en la que se va a recuperar la religión como asignatura obligatoria.
Y todos los agnósticos, ateos, antiteistas, anticlericales y laicistas cambian el foco de sus miradas y se centran en eso. Los periódicos ideológicamente contrarios al Gobierno llenan páginas y páginas con esa noticia, toda la izquierda laica se moviliza, las bancadas de la oposición hierven de indignación...
Resultado. La Reforma Laboral, hacedora de la mayor y más rápida destrucción de empleo de la historia de la democracia española, generadora del más alto grado de precarización laboral de este país desde los tiempos de Los Santos Inocentes de Delibes, pasa a un segundo plano, los sindicatos y las protestas laborales pasan a un segundo plano porque el laicismo no es un foro en el que sean voces relevantes.
Tropezamos en la piedra de nuestro laicismo y dejamos pasar a nuestro lado lo que en ese momento hubiera debido ser una prioridad sobre cualquier otra cosa.
¿Queremos un segundo tropiezo? Ahí va.
Comienza la campaña -porque casi es una campaña militar- de desmontaje de la Sanidad Pública. Se recorta en todo lo imaginable. Se elimina a los inmigrantes de las prestaciones, se anuncia el copago sanitario, se introduce -o intenta introducir- el euro por receta, se eliminan 283 millones de euros de las prestaciones a la Dependencia. 
Valencia, Castilla-La Mancha y Madrid, puntas de lanza de la reforma de la sociedad que proyecta el Partido Popular, se lanzan a la privatización de todas las instituciones sanitarias que se les ocurren.
Y, claro, Los profesionales sanitarios, los colectivos de pacientes, de defensa de las ayuda a la Dependencia, de trabajadores de los servicios sociales, se lanzan a la calle, inician su Marea Blanca y Naranja, se mantienen firmes en su huelga, en su defensa de la sanidad y las prestaciones de todos.
Y es entonces, precisamente entonces, cuando, como si con él no fuera la cosa, el ministro de Justicia Gallardón se levanta y anuncia que va a tramitar una nueva Ley del Aborto. Lo dice, se sienta y el mundo desaparece de nuevo ante nuestros ojos trs la cortina de humo.
De nuevo los periódicos no hablan de otra cosa, las activistas de Femen invaden el Congreso, la bancada socialista redobla sus críticas, sus esfuerzos en esa linea. 
Se habla de la Iglesia, de los obispos, del Opus Dei, de las leyes ideológicas y de repente la Sanidad Pública, su defensa y el destrozo que están realizando en ella pasan a un segundo plano.
Bueno, el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Pero el ser humano español debe ser el único que tropieza infinitamente en la misma piedra. Vamos a por la tercera.
Comienzan los recortes en la Educación, la remodelación de nuestro futuro a imagen y semejanza de los que quieren una sociedad de semi esclavos que se dediquen exclusivamente a trabajar sin pensar y no tengan opción de protestar por sus salarios miserables. Los estudiantes se lanzan a la calle, la comunidad educativa se viste de verde y se opone en masa a esos cambios y recortes. La Universidad arde como no lo hacía desde el Cojo Matecas y en esta ocasión con el apoyo de sus profesores, catedráticos y rectores.
Y casualmente es entonces cuando Artur Mas, cabeza de uno de los gobiernos autonómicos que más se ha esmerado en recortar hasta el tocino del jamón, lanza su supuesto órdago soberanista con la consulta.
Y de nuevo vuelve a ocurrir. La Ley Wert queda subsumida en los medios de comunicación bajo el combate floral, la discusión versallesca, entre Rajoy, Don Mariano y Mas, Don Artur. Sin olvidar que seguimos arrastrando todas las anteriores, desde la enseñanza de la religión hasta el proyecto -todavía- de Ley del Aborto.
Las gentes de La Marca -dicho esto con el máximo cariño y respeto histórico de La Marca Hispánica- salen a la calle para revindicar que no les nieguen Catalunya en lugar deque no les cierren las universidades, les quiten aulas de primaria o les suban las tasas. La gentes del Imperio Español -las pocas que afortunadamente quedan- se quejan bandera en mano por las esquinas. En los bares, en las casas, se empieza hablar de España y Catalunya, de Puyol y Casillas en lugar de hablar de becas y comedores escolares.
La cosa sigue. Y nosotros a lo nuestro. A comprar todo burro que nos coloquen delante en la feria de ganado informativo.
Congelan las pensiones y de repente surge de la nada del olvido histórico un enfrentamiento nacionalista con La Pérfida Albión por el eterno y cansino asunto de Gibraltar. Lo compramos. 
Se anuncian las primeras privatizaciones hospitalarias en Madrid y oportunamente se inicia un debate sobre la decisión de Ana Mato de no pagar la fecundación asistida a las mujeres que no estén en pareja. Los medios lo compran, nosotros lo compramos.
Los jueces empiezan a entrar con la podadora en las decisiones del Gobierno, a paralizarlas por los recursos y el gobierno reacciona con la Ley de Seguridad Ciudadana más retrógrada desde la Ley de Vagos y Maleantes -por no retrotraernos a la de convivencia cívica de 1931 en Alemania- y nos sacude el fin de la doctrina Parot, de las manifestaciones por "una paz con victoria" y del relato continuado y constante en las portadas y las cabeceras de informativos de cuantos terroristas, asesino y violadores con sus condenas ya cumplidas según la ley -eso se omite, obviamente- quedan en libertad.
Y por fin llegamos al hecho del que se ha dejado constancia al principio de todo esto.
Nuestro gobierno decide comerciar con nuestra sangre. Como si se tratara del capítulo más delirante de True Blood o de la entrega más sórdida de Crónicas Vampíricas, decide ponerle precio y tasa a la sangre que damos para salvar la vida de otros. Decide lucrar a un tercero con el precio de nuestra hemoglobina que, obviamente no tiene precio y...
El País dedica seis de sus informaciones de portada digital de Sociedad al aborto, ni uno solo de los informativos de las cadenas de televisión con cobertura nacional han hablado de ellos, El Mundo habla de soberanismo catalán hasta el hartazgo, ABC y La Razón siguen con sus ERE andaluces y sus discursos reales.
Nuestros gobernantes deciden transformarnos en una especie de mezcla entre el Mundo de Daybreakers y Vampire Nation y consiguen  que pase inadvertido porque vuelven a lanzar a la palestra uno de esos asuntos que nos encienden, un asunto del que no se habla ni argumenta en la linea correcta por ninguna de las ideologías en conflicto -desde este humilde punto de vista- desde que se empezara a hablar de ello allá, en la década de los años setenta del pasado siglo.
Una ley que se modificará en el Congreso -¿de verdad creemos que la disensión repentina de Cifuentes, los matices de los mandamases autonómicos del Partido Popular y todas esas repentinas voces discordantes no responden a una estrategia prediseñada?-, una ley que se anuncia justo antes y para calentar ese famoso domingo de las familias que la jerarquía católica ha puesto de moda y que se celebra precisamente hoy, una ley que entre recursos, trámites judiciales y demás es posible que no llegue a entrar en vigor o que simplemente dure exclusivamente lo que tarde el PP en perder el poder.
Y ellos consiguen lo que quieren, lo que realmente les interesa que no tiene nada que ver con los derechos o no derechos de la mujer, con la integridad territorial de España o con la dignidad de las víctimas del absurdo y criminal terrorismo de ETA.
Consiguen que uno de sus negocios pase inadvertido en una maraña de visceralidad ideológica que nos impide separar unas cosas de otras y establecer prioridades comunes en lugar de batallas individuales.
Consiguen que nos importe más algo que ni siquiera ha empezado a pasar aún que el hecho de que estén comerciando con nuestra sangre al módico precio de 67 euros la bolsa de litro.
Pero todo esto no empezó ahora, al menos con este Gobierno. 
Empezó cuando incumplieron todas sus promesas electorales, se les descubrió en todo tipo de chanchullos nepotistas que ponían lo público en manos de sus socios y nos robaron para salvar a los bancos que ellos mismos habían hundido y nosotros, nuestros medios de comunicación y nuestra indignación compro de saldo el Caso Bárcenas.

sábado, diciembre 28, 2013

Lasquetty: Vivir en Matrix o la cruel inocentada del estajanovismo sanitario

Acabando el Año de las Sombras -que esperemos que no se transforme en el Bienio Oscuro- ya no nos sorprende nada de lo que hacen y pretenden hacer con la Sanidad Pública desde los despachos que les hemos dado en las últimas elecciones a la corte genovesa en los centros del gobierno central y autonómico.
En los primeros días del próximo año la judicatura debe resolver todos los recursos contra la privatización hospitalaria madrileña que pretende privar a la sanidad pública de la región de gran parte de los que luchan por nuestra salud día a día y precarizar a los que queden al pie del cañón de nuestro futuro sanitario; el primer día de Enero entre en vigor el copago hospitalario que logrará que las ya menguadas mesnadas de los profesionales sanitarios públicos vean reducido el arsenal necesario de herramientas para pelear por nuestra salud.
O sea que se pretende dejar el combate sanitario diario -que es imprescindible en cualquier sociedad, desde los tiempos de Asclepio- sin efectivos y sin armamento para destinar los fondos a otros menesteres supuestamente más importantes.. Diríase que Malthus ha invadido la mente de nuestros gobernantes.
El copago hospitalario también está recurrido en algunas comunidades autónomas pero mientras los jueces deciden sobre el futuro de la sanidad madrileña y española, los hacedores de ese infortunio se encargan de defender sus posiciones, de atrincherarse en sus decisiones.
Y como no van a decir que pretenden desarmar al ejército sanitario público, a la última linea de defensa de nuestra salud, para beneficiar a sus amigos y familiares, para hacer caja con sus negocios privados y para asegurarse un retiro de la política suculento en algún consejo de administración, tiran de todos los argumentos que se les vienen a la cabeza.
El primero nos lo lanza el ínclito Javier Fernández Lasquetty a modo de broma de Santos Inocentes de mal gusto y se descuelga diciendo en una publicación económica que "los profesionales de los hospitales madrileños están deseando que se privaticen".
Y la afirmación del consejero madrileño hace que uno se pase la mano por la nuca en busca de una entrada de conexión a Matrix escondida bajo la cabellera.
Porque si no se está viviendo en una realidad alternativa a la que maneja Lasquetty no se comprende porque uno tiene constantes imágenes de profesionales sanitarios manifestándose contra las privatizaciones hospitalarias madrileñas durante todo el año, uno no entiende porque tiene el recuerdo de huelgas continuadas en todos los hospitales madrileños, desde el de La Princesa hasta La Paz, desde el Gregorio Marañón hasta el Infanta Sofía - y siéntanse incluidos, por supuesto, todos los demás- contra la privatización, uno no comprende como es posible que en la lista de contactos de su twitter haya perfiles de todos los hospitales madrileños, de varias asociaciones de médicos y facultativas, de combativas agrupaciones de personal sanitario cualificado, de trabajadores de la transfusión de sangre e incluso de empleados de los servicios de lavandería clamando contra la "externalización", la canallada antes conocida como privatización hospitalaria.
Así que te preguntas si es que el proceloso Lasquetty es Morfeo, el primero que ha conseguido salir de Matrix y ve la realidad o es Neo, el que aún no ha tomado la pastilla adecuada y se empeña en seguir al conejo blanco de su propios intereses y percepciones hasta el profundo agujero de su nepotismo.
Claro que la pregunta se transforma en retórica cuando recuerdas que todos los recursos contra esas privatizaciones han sido interpuestos por asociaciones profesionales y además lees la siguiente afirmación del adalid del negocio sanitario antepuerto a la salud pública de la sociedad.
Así, como el que felicita las navidades a disgusto, como el que te da una palmadita en la espalda para colocarte el monigote del Día de los Santos Inocentes, Lasquetty afirma que "no quiere funcionarios en la sanidad porque perciben unas retribuciones prácticamente iguales sea cual sea el rendimiento de su trabajo"
Y eso ya pasa de la película de ciencia ficción al insulto directo. Pasa del malthusianismo de recortar la sanidad hasta dejar fuera de ella a quienes no interesa curar porque no son productivos, al estajanovismo puro y duro de intentar imponer la servidumbre hospitalaria.
O sea que el futuro de la sanidad pública que dibuja con su carboncillo Lasquetty son unos hospitales en los que se cobre por pieza, como los colaboradores periodísticos, como los monteros de las cacerías medievales, como los vaqueros del salvaje oeste estadounidense.
Unos hospitales en los que te contabilicen las operaciones, las anestesias aplicadas, las vendas puestas, las cuñas cambiadas. En el que se trabaje a destajo en  espera de que se contabilice ese aumento de productividad en tu nómina a final de mes.
Un esputo en el rostro de aquellos que llevan desde que empezó el desmantelamiento de la sanidad pública que lo que menos les importa -aunque les importa, como es lógico- es lo que cobran o dejan de cobrar.
De aquellos que han sacrificado nóminas enteras para defender lo de todos, de aquellos que se han jugado su condición de trabajadores públicos -y la seguridad que ello supone o suponía- para defender un modelo de sanidad pública justa y necesaria.
Lasquetty pretende vendernos el mismo modelo viciado que el Gobierno de la nación intenta impulsar con su Reforma Laboral. Pretende que compremos eso de que hay que cobrar más si eres más productivo. Algo que al parecer, según él, se puede aplicar a la fabricación de Iphones y a las colonoscopias indistintamente.
Y cuando se ponga en marcha ese paradisíaco modelo de sanidad pública ¿qué harán los profesionales?, ¿rechazarán participar en una operación de cuatro horas para que no baje su ratio de intervenciones?, ¿arrojarán una solución de alcohol y betadine al 50% con un aspersor a los heridos para que aumente su número de curas diarias?, ¿se calzarán patines, cual reponedora del Carrefour, para ganar el suplemento asignado al mayor ratio de cuñas cambiadas a la hora?
Intentar aplicar el concepto de productividad cuantitativa de Stajanov a los profesionales sanitarios es el mayor insulto que se puede hacer a la medicina, a la sanidad y al juramento hipocrático. La productividad en la sanidad se mide en términos de vida y muerte de los pacientes, de curación y enfermedad de los enfermos, de comodidad y dignidad de los atendidos. Precisamente por eso  no tienen que tener la espada de Damocles del despido o de las exigencias de ganancia financiera de su empresa sobre sus cuellos y sus nóminas.
Porque esa presiones conducen al error y el error es algo que no se pueden permitir, que no nos podemos permitir que comentan.
Alguien dijo, un médico, por supuesto, que "los errores de diagnostico se cubren con medicación, los errores de medicación se cubren con cirugía y los errores de cirugía se cubren con tierra". Por eso necesitamos que sean funcionarios y no trabajen bajo el yugo de la incertidumbre laboral. Por eso hay que hacer todo lo posible para alejar a esos profesionales del error.
Porque no queremos ni podemos permitirnos que nuestros hospitales públicos se vacíen convenientemente con un excelso ratio de productividad mientras nuestros cementerios se llenan de montones de tierra a causa de la loca carrera por el estajanovismo sanitario que quiere emprender Lasquetty.
Es de mal gusto, hasta como inocentada.

viernes, diciembre 27, 2013

Y La hija mejora a los padres (por suerte)

Gerardo Boneque Molina
La Farmacia de Steinber

Hubo un tiempo en el que en la esquina entre Maine y St .John’s se alzaba la farmacia de Steinber, orgullosamente fundada en Febrero de 1871.
El orgullo desapareció y ahora sólo quedan unos muros carcomidos por la polución y el agua de la lluvia neoyorquina, unas jambas de ventanas fijadas con tablones y unos muros que el ayuntamiento hizo apuntalar con vigas de nogal de Virginia para evitar que se derrumbaran.
Eso y los restos de un farol, colgado en el interior de un cartel de madera, carcomido por el paso de los años y de los vientos, cuyos cristales rotos han herido a mas de un transeúnte.
Pero en la comisaría del distrito 14 hay un dossier, uno de esos dossieres que se utilizan como broma en las fiestas de despedida de los agentes y de bienvenida de los novatos. Un dossier que tiene 365 páginas.
Trescientas sesenta y cinco páginas que contienen 112 declaraciones de prostitutas, traficantes, proxenetas, yonkies, borrachos y demás halcones de la noche que juran haber visto ese roto farol encendido y  ese escaparte iluminado en la noche. Y un hombre que parecía gordo pero no lo era, podría ser judío pero no lo era y podría ser negro pero no lo era, mirando a altas horas de la madrugada su escaparate.
Los halcones de la noche neoyorquina susurran entre bourbon y bourbon  y juran entre cerveza y cerveza que ellos también han visto a Samuel Blackman esperando, con paciencia infinita mientras contempla el cartel de una muchacha que anuncia un adelgazante, a que se abra la puerta de la Farmacia de Steinber, alguien salga y le devuelva su muerte.



Claudia Boneque Arnanz
¿De veras quieres cambiar?
 (está escrito antes de que viera Matrix, lo juro)

Un mundo sin color; debe ser triste un mundo sin color.
Monótono, desesperante, pálido.
Un mundo en el que el plomizo cielo cae pesadamente sobre tus hombros; un mundo en el que el cantar de los pájaros se convierte en un simple y cenizo susurro; un mundo en el que el más sabroso de los manjares pierde sus sabor y se deshace lentamente en tu boca. Esa es mi vida. Una vida sin luz, una vida sin vida. Pero no siempre ha sido así.
Todo comenzó con el engaño de la Mano Izquierda:
“Corría el año 1919, en la ciudad de Florencia reinaba el caos: fuertes y flamantes caballos tiraban de pesados carros queriendo llevar lo más rápidamente posible a los impacientes nobles que aguardaban la llegada. Preciosas muchachitas de finos y delicados rostros correteaban en busca del caballero perfecto; y por último, la gente… ¡qué locura de gente! Gritos, voces, cantos, fiesta, jolgorio… todo estaba dispuesto para la deseada llegada del príncipe; las guirnaldas, los pasteles, las trompetas, los tambores, la alegría… todo, salvo yo. Paseaba vagabundo sin saber a dónde ir. Quería alejarme del mundo, y creedme si os digo que lo conseguí.
Anduve por oscuras y polvorientas callejuelas que parecían no tener fin, torciendo innumerables esquinas y oyendo el continuo zapateo de mis pies al andar. Entonces la vi. Se trataba de una pequeña farmacia situada en un rincón de una estrecha calle.
Pero no era una farmacia cualquiera; parecía estar sacada de otra época, otro tiempo, otro mundo. Allí el silencio era sepulcral, cosa que me extrañó teniendo en cuenta el alboroto que se vivía en toda la ciudad.
Decidí acercarme lenta y parsimoniosamente al lugar. Poseía una gran y pesada puerta de hierro provista de una campana. Llamé; y sin esperarlo, un potente y ensordecedor eco lo envolvió todo, aumentando por momentos el tintineo de campanillas. Todo cesó, de nuevo silencio.
Esperé prudentemente a que alguien me abriese, pero nada sucedió. Me disponía a marchar cuando, con un quebradizo chirrido se abrió la puerta tras de mí. Me volví, intrigado, y al entrar en el extraño lugar observé: tarros y frascos tallados en reluciente cristal rellenos de líquidos de brillantes colores, baúles y cofres del más refulgente y liso de los mármoles, y al fondo de la estancia, sentado en una pequeña silla y escondido bajo un enorme paletó había un hombre. “¿Qué has venido a buscar?” preguntó él de improviso con una serpenteante voz. Dudé unos instantes y contesté. “No busco nada, tan solo estoy de pasada”
“Es cierto que estás de pasada, eso no lo dudes, pero todo aquel que entra aquí lo hace en busca de algo” me reprochó.
“Es muy sencillo, tan solo tienes que decidir Samuel” dijo el hombre, aún sentado en la silla.
“¿Cómo sabes mi nombre? y… ¿qué es este lugar?” inquirí comenzando a asustarme.
“Que te resuelva esas dudas ya no te salvará, Samuel” contestó. “Ahora te toca decidir” dijo mostrándome dos frasco llenos de líquido “¿deseas cambiar radicalmente tu vida?” alzó el frasco de contenido carmín “¿o prefieres seguir viviendo tal y cómo estás?” señaló el frasco de contenido turquesa “Tú decides”
No creáis que me costó demasiado escoger, temblando cogí el frasco rojizo, lo abrí con un sordo chasquido, y con el rostro marcado por la desesperación me lo bebí de un sorbo.
Si queréis que os cuente la verdad, mi vida en ese momento no cambió en absoluto, todo seguía igual, hasta que salí de allí.
Mi mundo, que ya de por sí parecía nefasto, cambió, si cabe, a peor: vi a mi esposa, mi dulce esposa, en brazos de otro caballero, sollozando amargamente como si la vida le fuera en ello. Me acerqué cegado por la ira a separarle de aquel malnacido, pero pareció no verme.
Grité toda clase de barbaridades, pateé el suelo. Vociferé su nombre a los cuatro vientos, pero no me escuchó, o al menos, no quiso escucharme. Decidí marcharme a casa, indignado por lo ocurrido. Las cosas a mi alrededor parecían perder color, sonido, poco a poco, como si se extinguieran. Llegué, y lo que el destino allí me deparaba no era mejor que lo anterior. La puerta estaba abierta.
Tres zancadas  y caos total. Personas de luto, gritando, desgarrándose las gargantas, llorando desconsoladamente.
¿Qué ocurre? ¿Qué ha sucedido? ¿Este es el cambio que he hecho en mi vida? No lo quiero, no me gusta, Él me engañó… ¡devolvedme mi vida! – grité exasperado.

No cabía en mí de asombro, quería volver, regresar a la vida. Pero no ocurrió, no ocurrió nada.” Y aún sigo aquí, loco y desquiciado viviendo lo que parece pero no es una vida. Ahora solo busco silencio, oscuridad… muerte.

Mi resumen del año (con imágenes de otros)


El hijo putativo del Florido Pencil.

África paga, África espera. África muere en Tumbuctu.

Toda resistencia es inútil.

Egipto: luchar para volver al punto de partida.


Pues que no haya paz para el Gobierno ¡A la Brecha!


El futuro no  mira hacia las prisiones del pasado.
El califato decide matar a sus propios hijos.

Cosas mías, ¿o no?


Arriba la Cultura y la Educación.
No fue Saladino pero fue lo más parecido que conocí. Allah Yafhasla, compañero.
En un lugar indeterminado de un país de Oriente Medio.

¿A relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor?

Barriendo el nepotismo privatizador de la Sanidad Pública.

Líbano: Veinte años con la muerte en brazos


La "justicia y necesidad" de la glaciación salarial.

El año 2014 vamos a vivir congelados. No es que la glaciación se haya adelantado 98.000 años, no es que el cambio climática predicado por Al Gore nos haya bajado los termómetros hasta el cero absoluto, ni siquiera es que nuestra intolerancia occidental atlántica para el sufrimiento y la frustración nos haya llevado a la decisión de criogenizarnos hasta que pase este invierno eterno que los gurús de la economía nos auguran.
Es simplemente que nuestro gobierno, ese que se supone que tiene que hacer algo por nosotros, nos ha congelado el salario mínimo.
Y no es que nos lo haya congelado en los 1.700 euros de Luxemburgo o en los 1.400 euros mensuales de Francia. Nos lo han mandado al congelador en unos pírricos 640 euros que suponen un 60% menos del salario mínimo recién aprobado en la siempre citada Alemania. Eso que ellos estaban en contra del mismo concepto de salario mínimo.
Como estamos en esas fechas tan señaladas, que diría el Rey de Bostwana -¡Uy perdón!, de España, en qué estaría yo pensando-, vamos a hacer un ejercicio de buena voluntad y vamos a suponer que esa congelación del salario mínimo para el año que viene tiene una intención positiva.
Vamos a suponer que es justa y necesaria. Que, como diría el rezo, "es nuestro deber y salvación".
Pero el ejercicio de ciencia ficción navideña nos dura poco.
Porque si fuera justa no se congelaría el salario mínimo en 640 euros mientras se considera que lo mínimo que necesita en dietas para mantenerse un diputado son 1.823 euros. Así como suena.
Un individuo -o individua, seamos paritarios y pateemos el diccionario en los lomos- que cobra un sueldo de 3.126 euros brutos al mes necesita además 1.823 euros adicionales al mes para alojarse y comer. Como si su sueldo no se lo pagaran, como a todo el mundo, para que pague su casa y su comida.
Los españoles deben pagar su alojamiento y su comida con 640 euros mientras que el Estado paga 1.823 a alguien a quien ya le paga un sueldo para que se pague el alojamiento y la comida.
Pues muy justo no parece. Pero hay más.
Se congelan los sueldos de los funcionarios mientras se eleva el techo de remuneraciones de los cargos políticos municipales en la nueva Ley de Régimen Local -o como sea que la terminen bautizando-; se aumentan las retribuciones de los cargos de confianza mientras se externalizan servicios básicos como la gestión de las llamadas de urgencias, la lavandería hospitalaria o las donaciones de sangre con el único objetivo de poder reducir a la mitad los sueldos de los que trabajan en esos servicios.
Pero sobre todo esa congelación salarial no es justa porque está sola, es una isla de hielo en mitad de un proceloso mar de aguas ardientes que nadie se esfuerza por congelar.
Porque si realmente fuera justa no estaría sola. Se congelarían los precios de las tarifas eléctricas, pero se suben un 11% -que luego serán un 5% o un 6%, para que les demos las gracias-; se congelarían las tasas universitarias, pero se incrementan hasta un 75%; se congelarían los impuestos, pero se sube el IVA de forma estratosférica; se congelarían los precios, pero todo el mundo da palmas con las orejas y respira aliviado porque la inflación sube.
Y sobre todo porque, como siempre desde que la corte genovesa fue puesta por nuestros sufragios en el inquilinato de La Moncloa, la carga de esa congelación, de ese "obligado sacrificio", que dirán nuestros gobernantes no tiene una contraprestación en el otro agente del mercado laboral.
Sería justa si se congelaran los beneficios empresariales en aras de esa misma recuperación, si, por ejemplo, se impusiera una tributación del 50% en el ejercicio de 2014 sobre la parte de beneficios que excediera de la presentada en 2013, o se impusiera a las entidades financieras que no pueden elevar durante ese año el cálculo de sus intereses hipotecarios por encima del euribor marcado en 2013, aunque suba, o que los rendimientos financieros y especulativos, extraídos de los intercambios de acciones y valores,  tributarán el doble durante el próximo año.
Pero, obviamente, nada de eso se ha hecho, ni se piensa hacer. De modo que la congelación del salario mínimo en 640 euros no responde a ningún criterio de justicia.
Y ahora es cuando muchos se tirarán de los pelos, se rasgarán las vestiduras o moverán la cabeza a uno y otro lado resoplando y diciendo ¡Eso no se puede hacer en un sistema de libre mercado!, ¡Eso sería alterar las reglas del juego del sistema!
Y tendrán razón pero nadie ha dicho que se tenga que salvar el sistema a costa de la gente y de sus necesidades , nadie ha dicho que el liberal capitalismo tenga que ser mantenido a toda costa, incluso cuando el tufo de su cadáver ya empieza a conducirnos al desmayo. Si hay que cambiar el sistema pues se cambia.
Y para aquellos que comiencen a atisbar las sombras del colectivismo y los fantasmas del estatalismo solamente una frase: "el mundo es un inmenso cúmulo de grises". Entre la el parqué de La Bolsa y el koljos hay un inmenso abanico de posibilidades.
Así que solamente podemos suponer que esa congelación se hace porque es necesaria.
Es necesaria para que los empresarios tengan un colchón en el que arrojarse para no subir los salarios en las negociaciones colectivas, para realizar contrataciones precarias con sueldos de 700 euros al mes, para que los beneficios empresariales se mantengan o se eleven a costa de la reducción de poder adquisitivo de sus trabajadores, para que el Gobierno pueda cuadrar sus cuentas de un déficit, originado por otros factores, congelando los importes de todas las prestaciones que dependen del salario mínimo para su cálculo.
Aquellos que van de puristas del sistema liberal capitalista deberían estar rabiando y pidiendo cabezas. Eso es, por definición, una intervención del Estado para alterar a la baja el precio de la fuerza laboral ¿no va eso en contra del sistema?, ¿o solo se protesta cuando las intervenciones estatales perjudican a los empresarios?
O sea que es necesario para el sistema y los que medran dentro de él, no para nosotros. 
Tan necesario como que un diputado cobre 1.823 euros en dietas y un sueldo de 3.126 euros mientras los españoles más desfavorecidos deban conformarse con 640 euros al mes.

jueves, diciembre 26, 2013

Educación para o Educación, cuestión de confianza.

Cuando se nos va el Año de las Sombras, el año en el que se han cumplido los augurios de destrucción de lo público, de regresión de lo social y de avance incontrolable e incontrolado de la miseria por nuestros suelos y nuestras tierras, quizás sea el momento de parar un momento nuestra agotadora lucha contra lo que parece imposible y mirar qué hemos estado haciendo.
Muchos son los que se dejan la vida, el tiempo y la supervivencia -incluidos sus sueldos- enfrentándose a quienes nos están quitando aquello que los que vivieron antes ganaron para nosotros. Y sobre todo hay dos áreas, dos pilares básicos de la sociedad, del futuro que habíamos empezado a construir y que ahora nos vemos obligados a defender: la Sanidad y la Educación.
Y si la Sanidad es el espejo en el que ya se empieza a reflejar la tragedia de nuestro presente, el sufrimiento de unas víctimas, incluso mortales, que ya tienen nombre y apellido, la Educación es el lienzo en el que comienza a dibujarse el drama de nuestro futuro.
El desmantelamiento de la Sanidad nos enseña los muertos de hoy. La manipulación de la Educación nos anticipa los esclavos de mañana.
Y es precisamente en la Educación, en la preparación de aquellos que tienen que continuarnos, donde podemos haber cometido el error capital, donde en nuestro deseo de mejorar podemos haber creado la herramienta que ahora aquellos que pretenden utilizar la enseñanza pública como una maquinaria bien engrasada de fabricar siervos empresariales están usando en su beneficio.
Es una herramienta muy sencilla, muy simple. Es tan sutil como una preposición.
En la década de los noventa, arrastrados por el empuje por entonces imparable de las teorías del progreso, dejamos de considerar la Educación como un bien absoluto, dejamos de pedir educación y la hicimos acompañarse de una preposición finalista. 
Empezamos a reclamar Educación para...
Educación para el progreso, Educación para la igualdad, Educación para... Desde entonces parece que la Educación tiene que tener un destino, un fin, una dirección y eso es lo que han aprovechado los buscadores de siervos para pervertirla, para redirigirla. Ahora es educación para la supervivencia, para el beneficio.
En nuestro intento de mejorar nos olvidamos que la educación no busca otra finalidad que permitir que el ser humano piense por sí mismo, que llegue a sus propias conclusiones. Que lo único que tiene que buscar es dar las herramientas a la mente para que pueda estructurarse y acceder a los niveles de conocimiento necesarios para ser independiente -o por lo menos autónoma- de los influjos exteriores.
Los fines que se buscaban eran plausibles, libertad, igualdad, progreso, pero el mecanismo de la Educación para... no era diferente que el utilizado durante siglos con otros fines. Educación para la fe, Educación para la formación de la raza aria, Educación para la grandeza de España, Educación para la resignación y la aceptación de tu condición, Educación para la creación del Estado Socialista, Educación para el sometimiento al varón, Educación para..., Educación para..., Educación para...
Creímos que encaminarla hacia otra dirección era la solución cuando la solución era no encaminarla hacia ninguna parte, hacia ninguna ideología, hacia ningún lugar preconcebido.
Ignoramos las lecciones que la historia nos dio con Sanit Simon, Rousseau, Montesquieu o Mirabeau, todos ellos educados para la aristocracia, para el mantenimiento de los privilegios de su clase social y todos ellos impulsores del mayor movimiento igualitario de la historia de la humanidad.
Pasamos por alto el ejemplo que en nuestras mismas fronteras nos dieron Jovellanos, Moratín Samaniego o Mendizabal, todos ellos educados a los pechos de la educación jesuítica para la religión y la moral cristiana e impulsores de los mayores momentos de anticlericalismo y laicismo en nuestro país.
Educar es darle al individuo la posibilidad de ser libre, de elegir el camino de su pensamiento. No es dirigirle hacia un lugar determinado por paradisíaco que nos parezca, no alejarle de ningún razonamiento por avieso y perverso que se nos antoje. La Educación es el entrenamiento del libre pensamiento. Tome este el camino que tome.
Aunque sea el sentimiento que más nos cuesta en esta sociedad occidental atlántica nuestra, tenemos que recurrir a la confianza. Algo tan poco nuestro hoy en día que casi ya no sabemos como funciona.
Tenemos que educar para el libre pensamiento y luego confiar en que nuestros principios, nuestras ideologías, nuestras creencias o nuestras filosofías serán lo suficientemente coherentes, estables y lógicas como para convencer a aquellos que ya saben pensar por sí mismos.
Y ahora aquellos que no piensan en otro bien que el de sus propias cuantas corrientes y su mantenimiento en el Gobierno, toman ese arma bien intencionada de la educación encaminada a un fin y la dirigen hacia los propios. Hacia la creación de una sociedad de feudalismo empresarial en la que ellos sean el continúo epítome del poder.
Así que, cuando recuperemos la Educación para la sociedad, que lo haremos, más nos valdría no volver a caer en el error de dirigirla más allá de las necesidades del educando de pensar por su cuenta y llegar a sus propias conclusiones sociales, éticas, morales y políticas.
Más nos vale defender solo la Educación. No la educación para... Educación y punto.
Muchos se están jugando mucho para que tengamos la oportunidad de enmendar ese bienintencionado error. No les defraudemos. Ellos y ellas no nos están defraudando a nosotros.

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