Acabando el Año de las Sombras -que esperemos que no se transforme en el Bienio Oscuro- ya no nos sorprende nada de lo que hacen y pretenden hacer con la Sanidad Pública desde los despachos que les hemos dado en las últimas elecciones a la corte genovesa en los centros del gobierno central y autonómico.
En los primeros días del próximo año la judicatura debe resolver todos los recursos contra la privatización hospitalaria madrileña que pretende privar a la sanidad pública de la región de gran parte de los que luchan por nuestra salud día a día y precarizar a los que queden al pie del cañón de nuestro futuro sanitario; el primer día de Enero entre en vigor el copago hospitalario que logrará que las ya menguadas mesnadas de los profesionales sanitarios públicos vean reducido el arsenal necesario de herramientas para pelear por nuestra salud.
O sea que se pretende dejar el combate sanitario diario -que es imprescindible en cualquier sociedad, desde los tiempos de Asclepio- sin efectivos y sin armamento para destinar los fondos a otros menesteres supuestamente más importantes.. Diríase que Malthus ha invadido la mente de nuestros gobernantes.
El copago hospitalario también está recurrido en algunas comunidades autónomas pero mientras los jueces deciden sobre el futuro de la sanidad madrileña y española, los hacedores de ese infortunio se encargan de defender sus posiciones, de atrincherarse en sus decisiones.
Y como no van a decir que pretenden desarmar al ejército sanitario público, a la última linea de defensa de nuestra salud, para beneficiar a sus amigos y familiares, para hacer caja con sus negocios privados y para asegurarse un retiro de la política suculento en algún consejo de administración, tiran de todos los argumentos que se les vienen a la cabeza.
El primero nos lo lanza el ínclito Javier Fernández Lasquetty a modo de broma de Santos Inocentes de mal gusto y se descuelga diciendo en una publicación económica que "los profesionales de los hospitales madrileños están deseando que se privaticen".
Y la afirmación del consejero madrileño hace que uno se pase la mano por la nuca en busca de una entrada de conexión a Matrix escondida bajo la cabellera.
Porque si no se está viviendo en una realidad alternativa a la que maneja Lasquetty no se comprende porque uno tiene constantes imágenes de profesionales sanitarios manifestándose contra las privatizaciones hospitalarias madrileñas durante todo el año, uno no entiende porque tiene el recuerdo de huelgas continuadas en todos los hospitales madrileños, desde el de La Princesa hasta La Paz, desde el Gregorio Marañón hasta el Infanta Sofía - y siéntanse incluidos, por supuesto, todos los demás- contra la privatización, uno no comprende como es posible que en la lista de contactos de su twitter haya perfiles de todos los hospitales madrileños, de varias asociaciones de médicos y facultativas, de combativas agrupaciones de personal sanitario cualificado, de trabajadores de la transfusión de sangre e incluso de empleados de los servicios de lavandería clamando contra la "externalización", la canallada antes conocida como privatización hospitalaria.
Así que te preguntas si es que el proceloso Lasquetty es Morfeo, el primero que ha conseguido salir de Matrix y ve la realidad o es Neo, el que aún no ha tomado la pastilla adecuada y se empeña en seguir al conejo blanco de su propios intereses y percepciones hasta el profundo agujero de su nepotismo.
Claro que la pregunta se transforma en retórica cuando recuerdas que todos los recursos contra esas privatizaciones han sido interpuestos por asociaciones profesionales y además lees la siguiente afirmación del adalid del negocio sanitario antepuerto a la salud pública de la sociedad.
Así, como el que felicita las navidades a disgusto, como el que te da una palmadita en la espalda para colocarte el monigote del Día de los Santos Inocentes, Lasquetty afirma que "no quiere funcionarios en la sanidad porque perciben unas retribuciones prácticamente iguales sea cual sea el rendimiento de su trabajo"
Y eso ya pasa de la película de ciencia ficción al insulto directo. Pasa del malthusianismo de recortar la sanidad hasta dejar fuera de ella a quienes no interesa curar porque no son productivos, al estajanovismo puro y duro de intentar imponer la servidumbre hospitalaria.
O sea que el futuro de la sanidad pública que dibuja con su carboncillo Lasquetty son unos hospitales en los que se cobre por pieza, como los colaboradores periodísticos, como los monteros de las cacerías medievales, como los vaqueros del salvaje oeste estadounidense.
Unos hospitales en los que te contabilicen las operaciones, las anestesias aplicadas, las vendas puestas, las cuñas cambiadas. En el que se trabaje a destajo en espera de que se contabilice ese aumento de productividad en tu nómina a final de mes.
Un esputo en el rostro de aquellos que llevan desde que empezó el desmantelamiento de la sanidad pública que lo que menos les importa -aunque les importa, como es lógico- es lo que cobran o dejan de cobrar.
De aquellos que han sacrificado nóminas enteras para defender lo de todos, de aquellos que se han jugado su condición de trabajadores públicos -y la seguridad que ello supone o suponía- para defender un modelo de sanidad pública justa y necesaria.
Lasquetty pretende vendernos el mismo modelo viciado que el Gobierno de la nación intenta impulsar con su Reforma Laboral. Pretende que compremos eso de que hay que cobrar más si eres más productivo. Algo que al parecer, según él, se puede aplicar a la fabricación de Iphones y a las colonoscopias indistintamente.
Y cuando se ponga en marcha ese paradisíaco modelo de sanidad pública ¿qué harán los profesionales?, ¿rechazarán participar en una operación de cuatro horas para que no baje su ratio de intervenciones?, ¿arrojarán una solución de alcohol y betadine al 50% con un aspersor a los heridos para que aumente su número de curas diarias?, ¿se calzarán patines, cual reponedora del Carrefour, para ganar el suplemento asignado al mayor ratio de cuñas cambiadas a la hora?
Intentar aplicar el concepto de productividad cuantitativa de Stajanov a los profesionales sanitarios es el mayor insulto que se puede hacer a la medicina, a la sanidad y al juramento hipocrático. La productividad en la sanidad se mide en términos de vida y muerte de los pacientes, de curación y enfermedad de los enfermos, de comodidad y dignidad de los atendidos. Precisamente por eso no tienen que tener la espada de Damocles del despido o de las exigencias de ganancia financiera de su empresa sobre sus cuellos y sus nóminas.
Porque esa presiones conducen al error y el error es algo que no se pueden permitir, que no nos podemos permitir que comentan.
Alguien dijo, un médico, por supuesto, que "los errores de diagnostico se cubren con medicación, los errores de medicación se cubren con cirugía y los errores de cirugía se cubren con tierra". Por eso necesitamos que sean funcionarios y no trabajen bajo el yugo de la incertidumbre laboral. Por eso hay que hacer todo lo posible para alejar a esos profesionales del error.
Porque no queremos ni podemos permitirnos que nuestros hospitales públicos se vacíen convenientemente con un excelso ratio de productividad mientras nuestros cementerios se llenan de montones de tierra a causa de la loca carrera por el estajanovismo sanitario que quiere emprender Lasquetty.
Es de mal gusto, hasta como inocentada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario