Don Mariano, nuestro Don Mariano porque nuestros votos le pusieron donde está no porque trabaje para nuestro beneficio, tiene una tendencia natural a no hablar o a hacerlo solo en presencia de extranjeros. Es como una querencia que se repite una y otra vez.
Parece que en esta ocasión el silencioso inquilino de Moncloa ha decidido romper esa tendencia y se ha arrancado por bulerías en el diario El País en una amplia entrevista. Y, como cada vez que emprende una de estas, como cada vez que Mariano habla, sube el pan. Bueno en realidad amenaza con subir el pan y todo lo demás.
“La mejor forma de corregir la desigualdad es que todo el mundo tenga un puesto de trabajo y que el que no lo tenga, porque no puede, o porque ya es mayor y está jubilado, esté atendido por unos buenos servicios públicos”, ha dicho el presidente. Y se ha quedado tan pichi él, con esa media sonrisa galaica que pone el de "ya está, ya lo dije".
Los medios de comunicación que le apoyan, sus jefes de clap, sus acólitos más devotos, aplauden con las orejas y asienten aquiescentes porque el presidente tiene razón, porque no puede haber verdad más cristalina que la que Rajoy ha enunciado.
Pero se equivocan de medio a medio. Saben que Rajoy miente. Para que ellos, amigos de contriciones cristianas y confesiones, lo entiendan, el Presidente del Gobierno peca por omisión.
Porque la mentira no está en lo que dice sino en lo que calla. A su primera frase le falta un sintagma, un complemento circunstancial que la trasformaría en una verdad innegable.
"La mejor forma de corregir la desigualdad es que todo el mundo tenga un puesto de trabajo con un salario que le permita vivir dignamente".
Puede parecer lo mismo pero a estas alturas no lo es. Mariano Rajoy, su corte genovesa y el gobierno del Partido Popular han dado demasiadas pistas como para que se pueda adivinar que las dos frases no son sinónimas.
Porque La Reforma Laboral del Partido Popular busca justo todo lo contrario. Busca abaratar los costes laborales hasta el grado de la manutención de los siervos a la que estaban obligados por honor los señores feudales de antaño.
Su reforma laboral pretende crear empleo a fuerza de dividir los sueldos entre más puestos de trabajo. Pretende que los empresarios puedan contratar a más gente gastando lo mismo por el simple hecho aritmético de que con un solo sueldo se pagarán dos o tres.
Tener empleo cuando tu sueldo es de 600 euros mensuales no te garantiza salir de la pobreza. Un 13% de los trabajadores españoles lo sabe. Trabaja sus ocho horas, tiene un puesto de trabajo y luego tiene que recurrir a la caridad o a la solidaridad para poder comer todos los días porque el dinero que le reporta su empleo no le llega ni a la primera semana de mes.
Tener empleo no es suficiente para acabar con la desigualdad cuando los gobiernos del Partido Popular en todas las comunidades autónomas son capaces de vender a los ciudadanos a inversores extranjeros que exigen pagarles un salario de miseria, no dejarles sindicarse y saltarse todos los mínimos exigibles para la vida laboral digna como contraprestación a la creación de esos puestos de trabajo que, según el ínclito Presidente del Gobierno, aseguran la eliminación de la desigualdad.
Lograr un trabajo no es una garantía de corregir las desigualdades cuando las propias administraciones públicas están dispuestas a privatizar servicios como la Lavandería Central Hospitalaria madrileña y hacer que sus trabajadores cobren apenas 700 euros brutos mensuales para ahorrarse dinero en sus presupuestos.
Así que el presidente del Gobierno miente, lo sabe y lo hace a conciencia porque es consciente de que un trabajo sin el sueldo adecuado para poder vivir con dignidad no es suficiente para corregir la desigualdad. Es más, es la mejor herramienta para incrementarla.
Es el mejor camino para aumentar la brecha entre aquellos que siguen obteniendo los mismos beneficios o más -los rentistas, los accionistas, los empresarios y todos los que obtienen sus rendimientos a través de los movimientos financieros- y aquellos que trabajan lo mismo pero reciben menos sueldo por su trabajo -o sea, todos los demás-.
Además Don Mariano oculta otra cosa, realiza en su frase otra elipsis perversa, porque ignora el otro camino que hay para corregir la desigualdad económica.
Por hablar en plata: meterle mano a todos los que tienen beneficios incontrolados en sus empresas y sus actividades financieras. No se trata solo de dar sino también de quitar.
Y no se me rasguen las vestiduras gritando "¡comunismo, comunismo!" -o háganlo si les apetece-. Se trata de controlar los beneficios financieros, haciéndoles tributar tanto o más que los rendimientos del trabajo; se trata de controlar los beneficios empresariales y ser firmes con las tributaciones; se trata de eliminar todas las lagunas fiscales y legales que hacen que miles de millones de beneficios empresariales acaben registrados en Luxemburgo y Andorra o escondidos en Ginebra y Caiman Brac.
Se trata, en definitiva de redistribuir la riqueza. Algo que ni una sola de las leyes de este Gobierno busca ni buscará.
Algo que no se soluciona creando puestos de trabajo precarios y mal pagados para aquellos a los que la Reforma Laboral ha hecho perder sus empleos anteriores que estaban mucho más dignamente remunerados que los que se les ofrecen ahora.
Así que por más que Mariano Rajoy repita que crear puestos de trabajo es la forma de corregir la desigualdad no hará que sea cierto.
Asegurarse de que los puestos de trabajo estén adecuadamente retribuidos y que los beneficios empresariales estén tributariamente controlados y ajustados es la única vía para corregir la desigualdad.
Y Don Mariano sabe que hay mucha desigualdad que corregir y que ya no puede quitar más de donde no empieza a haber otra cosa que miseria y precariedad.
Sabe dónde es el único sitio en el que puede meter mano para corregir esa desigualdad. Pero todos sabemos que no lo hará.
Un títere nunca se atreve a cortar las cuerdas que le mantienen en pie. Y mucho menos un títere mentiroso.
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