lunes, septiembre 10, 2012

Hollande y el patriotismo no urticante -con perdón-.


Hace apenas unas horas dirimía yo una pequeña discusión sobre patriotismo, de esas de intercambio de comentarios, con uno de mis amigos de siempre, recuperado virtualmente recientemente para la causa del Facebook y del intercambio ideológico.
Y, ¡mira tú por donde!, en estas se nos aparece Hollande. No se asuste nadie que no se trata de que el inquilino de El Eliseo se nos materializara, volátil y etéreo, de la nada y nos flotara sobre las cabezas para darnos algún mensaje misterioso que completara los misterios de Lourdes.
El hombre se sienta en un plató de televisión, en horario de máxima audiencia, un domingo por la noche que todo el mundo suele estar en su casa y se despacha con la noticia de que va a ajustar el presupuesto galo en 33.000 millones de euros.
Y alguien dirá: Joder, como nosotros.
Pero no. Es radicalmente distinto a los que no pasa a nosotros por un simple motivo. Porque François Hollande será un buen o un mal presidente, tendrá un buen o un mal plan de ajuste económico, pero cree en Francia y en los franceses. O sea, lo que por definición debería considerarse un patriota.
Cree en Francia y en los franceses porque se planta ante ellos, reconociéndoles el derecho a estar informados, reconociéndoles el derecho a saber, y les dice lo que va a hacer, lo que tiene previsto realizar, cómo va hacerlo y en cuanto tiempo tiene previsto hacerlo.
No corre de aquí para allá informando antes a entidades internacionales, a supuestos aliados europeos, no se esconde en los pasillos ni sale por puertas traseras de aparcamientos para eludir las preguntas incómodas, no mantiene en vilo al país cada viernes para saber por dónde vendrá el golpe después de cada consejo de ministros, para tener que reajustar nuestras previsiones de supervivencia cada fin de semana con el nuevo tijeretazo ideado a toda prisa o con el nuevo impuesto aumentado por la tremenda.
Se planta ante Francia en su conjunto y la informa como es su obligación, como es la obligación de todo gobernante que respete a su país y los ciudadanos que lo habitan. Como es la obligación de cualquier patriota -y mira que a mí el término me suele crear una leve urticaria-.
Pero las muestras de respeto que Hollande da hacia su país, hacia su población y hacia su patria van mucho más allá.
Hollande anuncia que tomara una serie de medidas, subir los impuestos de forma proporcional, aplicar una tasa impositiva a las grandes fortunas, gravar los beneficios no reinvertidos de las grandes empresas, congelación del gasto público...
Y de nuevo demuestra ese otro patriotismo que no depende de himnos ni banderas sino de respeto y compromiso, que no se asienta en frases grandilocuentes ni en recuerdos de grandezas históricas.
Porque no anda desesperado solicitando una audiencia con la nueva emperatriz del mercado europeo germánico para que le diga lo que tiene que hacer, lo que le viene bien que haga, lo que desea que realice para aceptar hacerse una foto con ella y mejorar así su imagen política. No acude corriendo a su despacho a rehacer las cuentas cada vez que un organismo económico que hace números sin tener en cuenta ni las situaciones nacionales, ni las realidades sociales hace una exigencia disfrazada de recomendación o intenta imponer una línea de acción disfrazada de consejo de obligado cumplimiento y de verdad universal incuestionable.
Porque, con acierto o error, Hollande piensa en Francia, luego en Europa y nunca en los mercados como termómetro y vigilantes incontrolados de la vida de Francia.
Los mercados exigen recortes, Francia no los puede soportar y él no los hace. El FMI exige aumento del IVA, Francia no está en condiciones de asumirlo y él lo reduce o lo congela, El BCE clama a los cuatro vientos por el recorte del gasto en servicios sociales, su país no está en condiciones de asumirlo y el solamente congela el de sanidad y aumenta el de educación, los gurús de la economía liberal capitalista con Lagarde -curiosamente francesa- a la cabeza agitan la bandera del recorte social y del incremento de la edad de jubilación, del aumento de los precios y de la flexibilización del mercado laboral y Hollande, que sabe que eso conducirá a Francia a la miseria, congela el precio del transporte público, de los alquileres, de la gasolina, vuelve a colocar la jubilación en sesenta años, mantiene los derechos  laborales aunque acepte una flexibilización que su país puede asumir y anula los ERES inventados por las grandes empresas como Citroën o Renault que pretenden mantener los beneficios de sus accionistas en el mismo nivel a costa de las pérdidas de sus trabajadores.
Y sobre todo cumple sus promesas electorales. No las cambia, no las modifica, no las reinterpreta, no las elude afirmando que las hizo cuando no sabía el verdadero estado de las cuentas. 
Como es un patriota, pero un patriota de los de ahora, no de los de antes, no se escuda en la herencia -una sola vez en toda la entrevista hizo referencia a lo no hecho por Sarkozy- para ejercer el digodiegismo. 
Como es un patriota respeta a los franceses y cumple lo que les prometió pongan la cara que pongan los gurús, pongan la cara que pongan sus socios europeos y los organismos garantes de la economía liberal capitalista en el mundo, pongan la cara que pongan las grandes corporaciones y pongan la cara que pongan las grandes fortunas de su país que huyen cual alma que lleva el diablo, como aristócratas ante La Convención, camino de la cercana Bélgica donde sus ganancias no estarán en peligro por la política de Hollande durante los próximos dos años.
Como es un patriota no se preocupa por la imagen que tengan los mercados de Francia más que por lo que necesita Francia, no busca desesperadamente una imagen junto a los poderosos aunque la consigue porque estos se ven en la obligación de respetarle. No porque haga lo que ellos quieren. Sino porque hace lo que cree que Francia necesita.
Como es un patriota sabe que las rentas más bajas de su país no soportarían el ajuste y deja fuera del mismo a todas las inferiores a 28.000 euros -lo que significaría prácticamente el 80 por ciento de las rentas del trabajo en España-  en lugar de aumentar impuestos directos e indirectos de forma indiscriminada.
Como es un patriota sabe que su país necesita la educación para seguir siendo moderno y competitivo y aumente su presupuesto aún en tiempos de crisis en lugar de reducir el gasto de forma drástica despidiendo profesores, cerrando centros y eliminando ayudas y becas.
Como es un patriota sabe que Francia no puede soportar el incremento indiscriminado del paro y se pone a crear doscientos mil puestos de trabajo en lugar de anunciar sin despeinarse el flequillo teñido que se en tan sólo un año se permitirá que se destruyan 600.000 puestos de trabajo.
Como es un patriota reconoce a los franceses el derecho a preguntar, a saber, a quejarse y a opinar -un derecho que curiosamente fue redactado también por primera vez en Francia- en lugar de intentar usar el patriotismo para exigir que todos callen y que asuman con sumisa aquiescencia su regresión a la servidumbre y la miseria.
Y hace todo eso sin necesidad de pedirle a los franceses que busquen "patrióticos" destinos turísticos de vacaciones, sin arremeter contra el nacionalismo corso, sin tener que reclamar la soberanía de las islas del Canal contra Inglaterra, sin cargar contra la inmigración ni contra los extranjeros...
Lo hace sin necesidad de cantar la Marsellesa ni de envolverse en la tricolor a cada paso y con cada palabra que dice.
Si otros gobiernos -sea cual sea su signo ideológico- en otras tierras tiraran de ese patriotismo que es más responsabilidad que orgullo del pasado, que es más compromiso que imagen, que es más inteligencia que víscera y no del de himno, bandera, selección nacional y orgullo vacío y vanidoso, a lo mejor a mucha gente como a mí no les produciría urticaria la palabra patriotismo.
Pero, claro para eso, tendrían que dejar de mirar los cielos en los que ondea la enseña y fijarse en el suelo en el que se apoya el mástil y los que lo sostienen. O sea, nosotros.

1 comentario:

Tu economista de cabecera dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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