lunes, enero 27, 2014

Hoy, la guerra de Lasquetty ha terminado.



http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/01/27/madrid/1390839012_137715.html

Para agoreros e hipócritas que esconden su eterno egoísmo entre falsas resignaciones contenidas...esta ha guerra ha terminado.
Para aquellos que niegan a los que dan legitimidad al os gobiernos las posibilidad de hablar y expresarse más a las de unas urnas cada cuatro años... esta guerra ha terminado.
Para los que no participaron, a salvo en sus seguros privados y sus clínicas de alcurnia... esta guerra ha terminado.
Para los que querían meter mano en la caja de nuestra salud y nuestra sanidad... esta guerra ha terminado
Para los que insultaron, los que corrompieron, los que despreciaron... esta guerra ha terminado.
Para aquellos que, escondidos en la sombra de corporaciones transnacionales, esperaban pasar por el campo de batalla alimentándose del os despojos, de las subcontratas fraudulentas, de las concesiones a dedo... esta guerra ha terminado.
Para aquellos que se quedaron en casa sin hacer nada, sin decir nada, sin participar en nada, esperando que la suerte o el acaso les salvara los trastos en el último momento... esta guerra ha terminado.
Y algunos la han perdido y otros la han ganado a rebufo pero han perdido la oportunidad y la ocasión de seguir diciendo que luchar no es bastante, que pelear por lo nuestro y lo de todos no lleva a ningún puerto.
La Sanidad Pública madrileña sigue siendo nuestra, sigue siendo de los que la pagamos, sigue siendo de los enfermos y de los profesionales sanitarios.
Y aquellos que siguieron en sus casas los días de diario, en sus camas las mañanas de domingo y en su resignación una jornada tras otra no tienen de qué preocuparse.
Los que hablaron, los que gritaron, los que se manifestaron han ganado esta guerra para ellos y ahora se la regalan.
Los que denunciaron, presentaron recursos, sacaron a luz desmanes, amaños, nepotismos, irregularidades, perversas relaciones y todo lo que ocultaba la "externalización" han ganado esta batalla sin su concurso, sin su refrendo, sin su apoyo y ahora les regalan los resultados. Les devuelven su sanidad sin que tengan que hacer nada.
los que se jugaron nóminas, puestos de trabajo, tratamientos, detenciones, denuncias y todo lo que les querían echar encima para poder callarles han ganado la lucha y ahora les dan los resultados sin que tengan siquiera que salir a por ellos.
médicos, enfermeras, cirujanas, anestesistas, limpiadores, conductores de ambulancia, sanitarios y todos los pacientes que sabían que luchar por lo de todos es el camino para lograr que todos tengan lo suyo hoy tienen su victoria, nuestra victoria, la victoria de todos.
Hoy, 27 de enero de 2014, expuesto y desarmado el nepotista ejercito de los corruptos gobernantes de la Comunidad de Madrid, se han alcanzado los últimos objetivos sanitarios. Nuestra Sanidad sigue siendo nuestra. Lasquetty ha dimitido. Esta guerra ha terminado y la hemos ganado.
 Pero solo esta guerra.
¿Que excusa valdrá ahora para no combatir en la próxima?

domingo, enero 26, 2014

Como para beber solo cerveza


Lo siento, no soy de infraestructuras.

infraestructura.
1. f. Parte de una construcción que está bajo el nivel del suelo.
2. f. Conjunto de elementos o servicios que se consideran necesarios para la creación y funcionamiento de una organización cualquiera.
Vale, no es la forma más poética y literaria de comenzar un post pero es lo que hay.
¿A que viene tirar de definición de la Real Academia de la Lengua sobre concepto tan marxista para empezar una entrada de estas endemoniadas lineas?
Pues muy simple. Me he dado cuenta de que yo no soy de infraestructuras.
Todo esto viene al caso porque en una conversación, una de esas charlas que se tienen entre cañas y que te descubren cosas cuando tu interlocutor -o interlocutora- luce la inteligencia y la sensibilidad que tan poco de moda están en nuestros tiempos en las charlas de bar, alguien me dijo que la gente, que nosotros, nos quedamos donde estamos, mentimos, engañamos, traicionamos y nos conformamos por "mantener la infraestructura".
Dados mis orígenes ideológicos desechados hace tiempo, me costó entender qué diantres tenía que ver la organización marxista de la sociedad con el asunto de las infidelidades y traiciones. Intenté relacionar la propiedad de los medios de producción con los adulterios, la circulación y tenencia del capital inicial con las delaciones, las adulaciones y las puñaladas laborales por la espalda y, claro, mis cejas se arquearon.
Engels y el bueno de Don Carlos seguro que hubieran estado más rápidos, pero la cerveza y la hora no acudieron en mi ayuda.
Pero al final no era eso. Era algo mucho más nuestro, mucho más occidental atlántico: miedo y comodidad, egoísmo e incapacidad de asumir el riesgo. Era lo de siempre.
De modo que tanta liberación sexual, tanta civilización, tanta sociedad de derechos para retornar al punto de partida del que parece que no nos hemos alejado nunca.
Ahora lo suyo es "mantener la infraestructura". 
Te buscas una "churri" tras otra en Badoo en lugar de cambiar de pareja cuando no la amas para no perder la hipoteca y la cena en la mesa; te agencias un "maromo" de Meetic y hostal de tres al cuarto para no afrontar sola el alquiler, mantener cerca a quien te sirve de porteador de altura para cargar con la compra en la escalera o no tener que hacer sola la toilette de los críos.
Eso es "mantener la infraestructura".
Como lo es hacer genuflexiones ante el jefe que putea, soberbio e inmisericorde, a todos los demás; como lo es actuar de delator, de correveidile, de soguillas y de escaqueador profesional para poder mantener el sueldo a fin de mes.
Todo por mantener la infraestructura.
Y la pregunta posterior, la pregunta que se impone cuando descubres esa nueva aplicación del concepto marxista tan usado, es tan obvia como inevitable:
¿Y el otro? ¿Y sus necesidades, deseos y dolores?
Pero, claro, el otro no existe. En nuestro mundo occidental atlántico el otro no es referencia, no tiene rostro. Aunque digamos que le queremos, aunque finjamos que nos interesa o nos importa, el otro no es nada salvo el satélite que hacemos girar al ritmo de nuestra propia gravedad planetaria mientras nos hace falta y que expulsamos de nuestra órbita cuando nos resulta conveniente.
De modo que no saber freír un huevo nos concede patente de corso para mentir, traicionar y hacer sufrir.
De manera que no saber montar los muebles del Ikea da carta de naturaleza a nuestros engaños, deslealtades y puñaladas dolorosas.
De forma que no llegar a fin de mes nos otorga licencia para permitir que nos mientan, traicionen y nos hagan sufrir.
De suerte que no saber poner la lavadora da condición de derecho a nuestra cobardía, nuestras renuncias y nuestros silencios cómplices de un daño realizado contra nosotros mismos.
Y así, como el televisivo alienígena de peluche de los años 90, me pregunto ¿mantener la infraestructura?, ¡curioso concepto!, ¿de donde proviene?
Y me veo obligado a tirar de la segunda definición del diccionario: 
"Conjunto de elementos o servicios que se consideran necesarios para la creación y funcionamiento de una organización cualquiera".
Si consideramos eso de ser juntos, de intentar vivir dos vidas en una, una organización cualquiera -aunque con una tendencia elevada a la desorganización, todo sea dicho- la cosa tampoco termina de cuadrarme.
Porque, aunque nuestro individualismo aciago, nuestro egoísmo atávico y nuestro mercantilismo recurrente nos impidan aceptarlo, la casa, la hipoteca, el coche, los fines de semana de esquí y la casa en la playa no son los elementos necesarios para esa organización en concreto.
Porque eso es más bien todo lo contrario: la superestructura.
Pero nos negamos a verlo. Nos negamos a aceptar que la casa no es el elemento, sino que lo es el apoyo y la complicidad que nos hace llenarla; que el depósito que hay que mantener lleno no es el de la gasolina o el del gasóleo de la calefacción sino el de la confianza que nos permita saber lo que somos, lo que fuimos y lo que queremos seguir siendo.
Nos negamos a reconocer que los servicios requeridos para el mantenimiento de esa organización llamada pareja no es hacer la cena, es estar cuando hace falta reír o cuando es necesario consolar; no es hacer la compra, sino hacer reír y sentir; no es pagar la mitad de la hipoteca, es ser la mitad que la otra persona necesita, cuando la necesita e intentar serlo siempre que la necesita.
Y por supuesto no es el polvo seguro cuando nos fallan todos los intentos virtuales o nocturnos de tener otro. Es el sexo que nos comunica que somos deseados y amados y en el que intentamos comunicar lo mismo.
Pero eso es demasiado para nosotros- hijos bastardos y orgullosos del Yo, Me, Mi, Conmigo- Eso no puede ser la infraestructura de una pareja porque exige esfuerzo y dedicación; esos no pueden ser los "elementos y servicios necesarios" para una "organización afectiva" porque implican responsabilidad y sobre todo anteponer, aunque sea un poco, aunque sea solo en ocasiones, al otro a nosotros mismos.
Y nosotros no estamos para eso. Nuestro egoísmo no está para eso. Nuestro individualismo entendido de mala manera no está para eso.
Así que lo cambiamos todo. Decidimos hacerlo y decidimos aguantarlo como hemos equivocado adrede los parámetros de lo imprescindible y lo esencial por lo superfluo y lo banal. 
Hemos cambiado una vez más -y ya hemos perdido la cuenta- la supervivencia por la dignidad, la seguridad por la vida.
Y así actuamos como polizones en nuestras propias naves afectivas, intentando beneficiarnos de ellas sin arrimar el hombro para mantenerlas a flote, queriendo escondernos en sus sentinas sin arriesgarnos a colgarnos de sus jarcias para trabajar en el velamen que las posibilita seguir navegando.
Y cuando hacen aguas y se hunden por los propios hachazos que nosotros les hemos dado bajo la linea de flotación, encima nos encogemos de hombros y decimos: "es lógico. Tenía que pasar".
Y todo por negar la mayor, la primera definición de infraestructura: "Parte de una construcción que está bajo el nivel del suelo".
Porque lo que está ocultando este nuevo y falso marxismo afectivo de "mantener la infraestructura" es el hecho de que lo que está por debajo del nivel de suelo, lo que sustenta esa organización en concreto llamada pareja no es nada de todo lo material, de todo lo que se puede cuantificar, sumar restar y en el peor de los casos dividir.
Es una palabra que nos da tanto miedo que ya ni pronunciamos, que sustituimos por iconos y eufemismos como si pudiera contagiarnos solo con pronunciarla. Es amor, simple y llanamente amor.
Y no es retórica poética o teoría romántica. Es lo único que puede salvarnos la vida.
Vaya, pues resulta que al final si soy de infraestructura,aunque la mía es ligeramente diferente de la de aquellos y aquellas que se empeñan en "mantener la infraestructura".

Los 800 golpes de Mato, Lasquetty & Co.

Hay una frase de esa mítica película francesa de Truffaut llamada los cuatrocientos golpes que describe como nos están dejando la sanidad pública los políticos artífices de su rápido desmoronamiento:
"Ya me quedan calcetines alrededor de los agujeros".
En efecto, cada vez nos dejan menos, cada vez nuestra sanidad es más parecida a los calcetines del huérfano de hospicio protagonista de la película gala: cada vez nos va quedando menos sanidad en el centro de tanto recorte.
Y la frase sería una boutade si fuera algo divertido, sería una queja si fuera algo intrascendente o sería una protesta si fuera algo político o ideológico. Pero no es ninguna de esas tres cosas.
Es una tragedia y por eso no es divertido, es una irresponsabilidad y por eso no es intrascendente. Es un homicidio en masa y por eso no tiene nada que ver con la política o la ideología.
Si los calcetines de Truffaut tenían sus 400 golpes, la sanidad publica española ya tiene sus 800 golpes. Y cada golpe es un muerto.
Porque 800 personas han muerto el pasado año por culpa de fallos sanitarios y clínicos, 106 más que el año anterior. Y muchos de esos fallos están ocasionados por los recortes en la sanidad pública, por decisiones de políticos tomadas por ese ansía de ganar dinero con un servicio público, de ahorrar con una fingida austeridad que en realidad tan solo oculta el deseo de beneficiar a empresas privadas de amigos y aliados.
No una, no dos ni una docena. 
Ochocientas personas han muerto porque nuestro gobierno está jugando al Monopoly con la sanidad pública.
Desde Mato a Lasquetty, desde Echaniz hasta Llombart, desde Boi Ruiz a Mosquera, todos tienen sus manos, ávidas de dinero, de prebendas y de otras muchas cosas, manchadas con la sangre de todos esos muertos. Por mucho que pretendan excusarse, por mucho que pretendan trasladarnos el mensaje de la "gestión privada optimizada", 800 muertos hablan mas alto que ellos.
De modo que la próxima vez que la santa toledana Cospedal  hable de gestión de ambulancias, que nos mire a la cara y vea cada uno de los rostros de los 77 muertos porque una ambulancia no llegó a tiempo. Porque tardó más de una hora porque ella o cualquiera como ella había recortado sus dotaciones, había privatizado la gestión de las llamadas de emergencia al 112, había cerrado urgencias rurales cercanas o había concedido a una empresa la gestión privada y esta había metido la tijera en medios, turnos y salarios para embolsarse más dinero.
La próxima vez que Lasquetty o Feijoo se vanaglorien de no tocar a los "batas blancas" y limitarse a "optimizar servicios no esenciales" como la lavandería hospitalaria o los servicios de limpieza no protestemos, no nos manifestemos. Limitémonos a entregarles un álbum de esquelas mortuorias con las 66 necrológicas de los pacientes hospitalarios que murieron en el sitio al que habían ido a ser curados porque los turnos reducidos de limpieza, la "externalización" de la esterilización del instrumental, la conversión en semi siervos de los trabajadores de limpieza o de lavandería hicieron que se dieran las condiciones óptimas para que contrajeran una infección hospitalaria que acabó con sus vidas.
Y así con todo. Cada vez que echan cuentas para privatizar un servicio, cada vez que decidan que una empresa privada tiene que hacerse cargo de algo que no tiene precio y que no puede devolverse como es la vida, recordémosles que están matando gente.
Cuando Nuñez Feijó y su consejera de Sanidad, la procelosa Rocio Mosquera, se dediquen a jugar al Risk con el mapa sanitario gallego y los helicópteros de emergencia, hablémosles de los muertos durante el traslado a un centro hospitalario demasiado lejano; Cuando Fabra y su ejecutor sanitario Llobart nos hablen de dotaciones a clínicas privadas o desvío de pacientes coreemos los nombres de aquellos que murieron porque llegaron a un quirófano público tarde y condiciones extremas porque las clínicas privadas a las que les derivaron no tenían los medios ni las ganas de atenderles.
En cuanto el ínclito González y el soberbio Lasquetty nos entonen la canción la canción de la bondad absoluta de la gestión privada de los hospitales, respondámosles con la infinita letanía de los que ha muerto en lista de espera para una operación quirúrgica y de los 650.000 que aún esperan para ella, cien mil más en un solo año. Y recitémosela durante los cien días de media que están esperando.
Y si todos los consejeros y consejeras, los presidentes autonómicos y las ministras no tienen suficiente con la lista de 106 muertos más por negligencias médicas en 2013, llevemos en santa procesión y rogativa a los 149 niños nacidos con discapacidad por partos llevados en condiciones extremas por falta de personal y con el casi centenar de personas que se han quedado con alguna discapacidad después de una operación quirúrgica.
Un cirujano que llevaba mi mismo apellido decía que los errores de diagnóstico se cubren con medicación, que los errores de medicación se cubren con cirugía y los de cirugía se cubren con tierra. Errores médicos ha habido y habrá siempre porque los profesionales son humanos y pueden fallar -y, aunque no queramos verlo, por cada fallo, por cada error, hay miles de aciertos-, pero lo que no podemos consentir es que a esos muertos se sumen los cadáveres de los muertos originados por los egoísmos criminales y las avaricias delictivas de aquellos que quieren hacer caja con nuestras vidas.
Evitar esos es nuestra responsabilidad. Ya que no les escucharon en vida que se vean obligados a oírlos en la muerte. Que sufran los 800 golpes de sus recortes sanitarios.

viernes, enero 24, 2014

El patrón de nuestro trabajo


Pero es mía

Esta mañana en Atocha,55 Sede de los abogados laboralistas asesinados tal día como hoy durante la Transición
No es que yo le de demasiada importancia a la enseña patria. Pero es mía.
No es de tu pasado glorioso.
No es de tu ideología furiosa y vengativa.
No es de de tu Caudillo, tu venganza o tu Dios.
No es que yo la quiera demasiado pero es mía.
Y tú no tienes derecho a usarla para esto.
Solo para que conste:
¿Por qué coño usáis mi bandera para vuestro fascismo?
¿No sois tan valientes?
¿No estáis tan orgullosos?
¡Pues usad las vuestras!

jueves, enero 23, 2014

La "mayor preocupación" de Don Mariano.

Dice el cantante algo así como "tus acciones te definen". Y es absolutamente cierto, cansinamente cantado, pero absolutamente cierto.
Cuando se quieren ocultar las motivaciones, cuando se pretenden disfrazar los objetivos, son las acciones lo único que tienen los demás para definirte, para darse cuenta de quien eres. Y, aunque parezca un contrasentido imposible las acciones son también las inacciones.
Nuestro ínclito Presidente del Gobierno, ese que nos echamos sobre los hombros y el futuro con nuestros sufragios, se ha hartado de repetir -lo dijo hasta seis veces en su entrevista televisiva- que su "principal preocupación son los ciudadanos de España".
Pero sus inacciones le definen.
Su principal preocupación son los ciudadanos pero estos le reclaman transparencia, menos -o ninguna, ya puestos- corrupción política y tiene paralizada hasta el hartazgo la famosa Ley de Transparencia que languidece en las salas de espera del Congreso de los Diputados; sus ciudadanos -o sea nosotros, por si alguien no lo tiene claro- le reclaman, de hecho le exigen, claridad en las cuentas, recortes en los sueldos de los altos cargos públicos pero el ralentiza y saca bajo cuerda una Ley de Reforma de las Administraciones Locales que prácticamente no reforma nada salvo los sueldos de los cargos públicos... al alza.
Y así con todo.
La ciudadanía le pide en las calles que deje la sanidad como está y el envía a ministras y consejeros autonómicos a desmantelarla, su juventud le pide que no hipoteque su futuro educativo y el deja que Wert, Catalá, Figar y el resto de los filibusteros educativos que pueblan los despachos de los gobiernos del PP hagan de su capa un sayo y la recorten hasta lo mínimo; la población le pide que ponga coto a los desahucios y al abuso hipotecario de las entidades bancarias y el Presidente del Gobierno demora su decisión, crea comisiones, escucha a expertos y tarda una eternidad en tomar una decisión que luego no evita que haya que seguir luchando en la calle para paralizar desahucios.
Todo aquello que afecta o preocupa a esos que dice que "son su mayor preocupación", llega tarde, mal o nunca. 
Sigue estudiando fórmulas para reactivar el crédito a las pequeñas y medianas empresas mientras estas caer como moscas de los cielos en un día de tórrido verano; sigue diciendo que baraja nuevas formas de ayuda a las familias con personas dependientes al tiempo que el retraso del ministerio encargado siguen haciendo posible que muchas de ellas mueran sin recibir las ayudas a las que ya tienen derecho por ley.
Se le demanda que los empresarios carguen también con la parte de la crisis que les toca y Rajoy y su área de economía tardan dos años en tomar una medida -la cotización de las retribuciones en especie- que afecte a los empresarios mientras en ese tiempo ha realizado dos reformas laborales y anuncia una tercera.
Pero como Mariano Rajoy es político no hay que fijarse solamente en sus acciones o inacciones para explicarle. Si lo que no hace le define, lo que hace a toda prisa le delata.
Tardó dos días en solicitar el rescate de las entidades financieras tras llegar al gobierno; una delegada del gobierno se queja de que la gente se manifiesta mucho y tarde mes y medio en presentar ante el Congreso la Ley de Seguridad Ciudadana más restrictiva desde la famosa ley de Vagos y Maleantes de la República, llevada a su máxima expresión por el dictador.
Tarda un suspiro en reformar por ley la forma de componer el Consejo General del Poder Judicial para poder controlarlo, archiva a toda prisa las cuestiones de fondo y de forma referidas a la recusación del presidente del Tribunal Constitucional para que no importe que sea un militante de su partido, envía a la fiscalía anti corrupción  a intentar que no se procese a la infanta por participar y beneficiarse en los manejos financieros de su esposo, despliega todas sus armas diplomáticas para evitar que allende los mares se abran juicios a torturadores franquistas.
Y todo a la velocidad del rayo, sin pasar por la casilla de salida, como si no hubiera mañana y la vida le fuera en ello mientras todo lo que tiene que ver con aquellos que "son su principal preocupación" languidece en una burbuja de tiempo congelado.
Y por si fuera poco, por si ya no estuviera clara y cristalina la definición de lo que importa a Rajoy y a Génova,13 en su conjunto desde que ejercen el gobierno, ahora fuerza una reforma acelerada de la ley para evitar que se pueda procesar en España a los líderes chinos por sus ordenes, organización y participación directa en el genocidio del Tibet.
Los dependientes mueren sin ayudas y él a su ritmo, las pequeñas empresas cierran ahogadas por la falta de crédito y el a su ritmo, las familias son desalojadas de sus hogares y permanecen endeudadas y él a su ritmo; 30.000 estudiantes se quedan sin beca o no pueden pagar las matrículas universitarias y él a su ritmo; los pensionistas ven como les resulta obligado elegir entre su medicina y su desayuno y él a su ritmo.
Pero los señores del nuevo imperio económico del mundo corren riesgo de sufrir un proceso que les enfadaría y el se pone a correr a la velocidad de Usain Bolt en una final olímpica a parar el asunto.
No vaya a ser que se enfaden y ya no dejen a sus amigos deslocalizar empresas en Huandong en las que puedan tratar a los trabajadores orientales como esclavos y obtener beneficios millonarios, no vaya a ser que China se olvide de las compañías de sus amigos y socios a la hora de invertir, no vaya a ser que no deje a sus colegas comerciar con ella y llevarse los bolsillos a costa del paro dentro de nuestras fronteras y la servidumbre dentro de las fronteras chinas.
Así que el cantante tiene razón. Tus acciones te definen, Mariano. Tus acciones te definen y la velocidad de ejecución de las mismas te delata.
Ya es público y notorio quienes son tu "mayor preocupación".

lunes, enero 20, 2014

Feijoo convierte Sanidade en su propio trampolín.

Los maestros de lo opaco precisan del silencio, de que no se hable de ellos para poder tejer sus manejos, sus trueques insanos y sus negocios bastardos.
Y si hay alguien que puede adquirir esa tintura de maestro en lo opaco en esta triste danza de beneficios ocultos e intereses bastardos que está tejiendo el gobierno del Partido Popular que nos echamos a las espaldas en las últimas elecciones es el eterno delfín gallego Alberto Núñez Feijoo.
Mientras Javier Fernández Lasquetty y con él Ignacio González y con ambos la falsamente retirada Esperanza Aguirre se enfrentan a una guerra abierta en la que tienen que pelear por cada pliego de condiciones en una docena de juzgados, por cada servicio en cada calle, cada plaza y cada puerta de hospital, el presidente gallego tira de sonrisa torcida y parsimonia y tira para adelante.
Mientras su homónimo valenciano se las tiene tiesas con los profesionales sanitarios que le airean las vergüenzas y ruinas de sus privatizaciones y tiene hasta que dar marcha atrás en algunas de ellas por presión popular u orden judicial, Núñez Feijoo avanza sin prisa pero sin pausa pasando casi inadvertido.
Al tiempo que hasta la ínclita ministra Ana Mato tiene que retirar copagos, controlar las riendas del caballo desbocado que es esa falsa austeridad sanitaria que disfraza la avaricia de aquellos que sostienen a la corte genovesa que habita Moncloa, el jefe de la Xunta prosigue sin sobresaltos.
Y así, como quien en la cosa nada tiene que perder, resulta ser quien más ha vendido la sanidad pública de su comunidad, de sus ciudadanos.
Desde la construcción del hospitales como el de Vigo a  las ampliaciones de los complejos hospitalarios como Ourense ySalnés; de la gestión de la central telefónica de llamadas de cita previa a la gestión de los helicópteros de emergencias del 112; de la alta tecnología diagnóstica y terapéutica hasta el mantenimiento, el mantenimiento de los equipos.
Y la plataforma logística de medicamentos, el archivo de historias clínicas, la atención de los accidentados leves de tráfico, las telecomunicaciones y finalmente, por ahora, los trabajos de esterilización clínica.
Todo un récord.
Toda una larga lista que suma cientos y cientos de millones de euros pagados a empresas privadas para hacer un trabajo que ya hacía y que no solamente no ha mejorado sino que ha empeorado en muchos casos. Colapsos en la cita previa, descenso de las horas de disponibilidad de los helicópteros de emergencias, paralizaciones de obras por falta de capital. Y así una cadencia casi constante de problemas, irregularidades y deficiencias.
Pero Núñez Feijoo sigue sonriendo a quien quiera mirarle y diciendo que no privatizará Sanidade, que la sanidad pública gallega siempre será pública.
Ha decidido dejar en paz -al menos de momento- a los "bata blanca", como los llama Sanidade. Es decir a los profesionales sanitarios. Y lo hace en la esperanza de que eso le permita seguir pasando inadvertido. Porque no es lo mismo que te proteste un limpiador que que lo haga un cirujano; porque no tiene igual repercusión que se colapse un sistema de citas que ver de repente como se paran las consultas y las curas por una huelga hospitalaria en toda regla. Porque en su visión elitista del mundo y la política cree que los profesionales sanitarios se quedarán quietos si no se les toca a ellos, aunque se arranquen los derechos a todos los demás.
Y por si esto fuera poco pretende hacer a los facultativos cómplices de su propia destrucción, de su propia privatización, creando o intentando crear las unidades de gestión clínica en las que cree que, por introducir a un médico, los demás callarán con respecto a sus decisiones que, controladas como estarán por las empresas concesionarias, solamente buscaran el beneficio y la rentabilidad.
Así el goteo de fondos públicos que van a lo privado continúa imparable, se aumenta, se duplica. Pero Nuñez Feijoo sigue adelante.
No le importan los 160 millones de euros gastados en la privatización de la esterilización hospitalaria ni los 42 millones de la ampliación del complejo hospitalario, ni los 10 millones de la ampliación del hospital del Salnés. Ni siquiera 1.400 millones que se darán a las concesionarias por el mantenimiento del hospital de Vigo -o el de Lugo, si es que consiguen terminarlo algún día-.
Y por supuesto no le importa lo más mínimo que su propio Consello de Contas le haya reprobado como funcionan los servicios ya privatizados que aumentan los costes un 100% con respecto a lo que gastaban cuando eran gestionados directamente por la Administración.
En realidad nada de lo que ocurre en Galicia le importa a Núñez Feijoo porque hace tiempo que dejó de mirar a Galicia.
El barón gallego solamente mira en una dirección. Otea por encima del desgaste de Mariano Rajoy en el gobierno, por encima de los varapalos que en la sombra recibe Esperanza Aguirre y sus políticas presentes y pasadas, por encima de la defenestración de la sucursal valenciana del Partido Popular por la corrupción y la mala gestión. Mira más allá de todo eso y allende las fronteras de su gobierno
Y ve Madrid. Génova y Madrid. Moncloa y Madrid.
Y aterrizará en la capital, se sentará con esa sonrisa suya, siempre alejada del rictus crispado y desdeñoso que aqueja eternamente a sus camaradas de partido, y dirá: "Veis, mi sigilo consiguió l oque no pudo conseguir la soberbia y el "por mis santas gónadas" de González y Aguirre, ni la corrupción de Fabra, ni el nepotismo oneroso y evidente de Cospedal, y he vendido la sanidad gallega y nadie se ha dado ni cuenta. 
Soy más listo que vosotros y me he ganado el sillón de mando en la Ejecutiva".
Y si para ello tiene que vender por lo bajo, sin ruido y con menos beneficios personales, hasta los datos sanitarios de los gallegos a una empresa de capital riesgo extranjera -algo que bordea lo legal tanto como pasearse en barco con narcos costeros-, pues lo hará.
Eso sí, lo hará en silencio si le dejan. Que así el capital será todo para él, sus socios y amigos y el riesgo todo para los gallegos. Si los gallegos le dejan. 
Y harían bien en no dejarle porque si se le deja en Galicia luego tendremos que pararle en el resto de España.

domingo, enero 19, 2014

Sanidad, Castellón y la auténtica cultura del esfuerzo

En estos días nuestros de involución forzada a los tiempos en los que la única forma de decirle a los gobiernos lo que quería la sociedad era gritarlo a pleno pulmón por calles y avenidas, se ha instalado entre nosotros una nueva especie humana.
En realidad no es nueva pero prolifera al abrigo de los tiempos. Es tan antigua como el instinto humano de supervivencia individual, tan vieja como nuestro ancestral egoísmo, tan atávica como el más profundo de nuestros miedos resignados: son los amoldados.
En un país en el que no dimite político alguno haga lo que haga, en el que no renuncia al cargo y al poder nadie aunque se le saque el rubor de su mezquindad, su inutilidad o su corrupción cada mañana y cada tarde, hay demasiada gente que dimite de su condición de ciudadano a las primeras de cambio, al primer revés, o simplemente para evitar esos reveses.
Son el coro infinito de los que antes de cada protesta preguntan a mil voces ¿y de qué va servir? son la coral perversa que inquiere en arpegio cansino tras cada manifestación ¿y de qué ha servido?
Y así siguen sus vidas ignorando que estas ya no van por el mismo camino, que están siendo cambiadas, que deben hacer algo.
Pues hoy, desde Castellón, le llega a esas aves de agüero resignado otro de esos bofetones planos con la mano abierta que la realidad se empeña en asestar a aquellos que la niegan de antemano.
La Consejería de Sanidad de la Comunitat Valenciana -nada sospechosa por otra parte, como buen gobierno del Partido Popular, de ser permeable a los requerimientos sociales y ciudadanos a las primeras de cambio- paraliza la la privatización del servicio de radiodiagnóstico y medicina nuclear del hospital de Castellón.
Los responsables de la política sanitaria valenciana habían visto que los servicios ya privatizados de resonancias magnéticas no eran del todo rentables para sus socios sombríos y las empresas a las que habían decidido beneficiar y así encontraron la solución: privatizar más servicios para que sus colegas de cenas y gastos de representación obtuvieran más beneficios.
Era una buena solución para ellos y los suyos y mala para los pacientes, que verían sus radiografías, mamografías -algunas de las cuales ya había que pagar- y ecografías realizadas fuera de la gestión pública del hospital.
En ese punto, los heraldos de la pía resignación hubieran encogido sus hombros y se hubieran encomendado al albur de que nunca les tocara necesitar esos servicios. Pero los profesionales sanitarios no lo hicieron.
Pusieron al descubierto los manejos que ya existían en el servicio de resonancias magnéticas, se movilizaron y anunciaron uno de esos accesos que últimamente tenemos los ciudadanos de este país de "antiespañolismo radical e irresponsable" en defensa de algo que las generaciones anteriores ganaron para nosotros y que nos quieren quitar de un plumazo.
Y lo lograron. 
Evitaron que, para que una empresa de un amigo de un político que luego contribuirá bajo cuerda a su campaña y le buscará acomodo en algún consejo de administración cuando pierda las elecciones ganara 40 millones de euros, las ecografías, mamografías y radiografías de los pacientes valencianos experimentaran el envite de la ley -que no es sagrada, por más que se empeñen- de la oferta y la demanda.
Y además han forzado a la Generalitat valenciana se ha visto forzada a recuperar lo ya privatizado, las resonancias magnéticas. 
Porque claro, si no son rentables la empresa pues no las quiere para nada, aunque nadie diga que ese es el verdadero motivo.
¿Y todo eso porque un puñado de personal sanitario la ha liado en el Hospital de Castellón?
No. Todo eso porque los que necesitan del silencio, la opacidad y la aquiescencia resignada de los ciudadanos para sus manejos se han visto venir con las primeras protestas el cuadro que han pintado otras muchas resistencias ciudadanas en todo el mapa sanitario de España.
Porque han recordado las paralizaciones judiciales de la privatización forzadas por la marea blanca madrileña; porque les ha venido a la memoria las suspensiones del cierre de las urgencias rurales que tuvo que digerir la santa de Cospedal en Castilla La Mancha cuando esas "gentes de pueblo" se echaron a la calle; porque les han sido traídos a la memoria los rostros de Lamela y Güemes imputados por corrupción en su gestión de la sanidad madrileña por mor de datos filtrados y recogidos por los que se resistían a sus manejos.
Y el rostro de Mas en Catalunya teniendo que garantizar la atención en el extranjero y colorado por la vergüenza de ver a los pacientes catalanes tirados en colchonetas en los ambulatorios de Mataró; la marcha atrás de Mato en algunos copagos sanitarios; El deglutir culpable de Núñez Feijoo en Galicia cuando un ayuntamiento le cierra una clínica ilegal a uno de los suyos o cuando los médicos de Pontevedra rechazan el desvío de pacientes a Santiago de Compostela o las constantes reconvenciones de la OMS sobre el riesgo sanitario que suponen las privatizaciones. 
Y un sinfín más de pequeñas o grandes victorias que nunca se hubieran logrado si en la primera manifestación hubiéramos pensado ¿y de qué va a servir ir? o si tras la primera protesta, huelga o encierro hubiéramos encogidos los hombros diciendo ¿y de que ha servido acudir?
Pero los que se refugian para ocultar su innato egoísmo y su culpable apatía social en la resignación no pueden ver eso, no quieren verlo. 
Son demasiado fieles a ese sentimiento tan occidental atlántico de conseguir las cosas por las buenas, de no ponerse en riesgo, de que algo que no se consigue a las primeras de cambio no merece la pena el cansancio y el sufrimiento que a veces cuesta obtenerlo.
Son los mismos y las mismas que deciden que un amor no lo es si no cae en tus brazos rendido de pasión en la primera cita, que una vocación no tiene salida si necesitas varios años de estudio, trabajo y dedicación para llegar a ella.
Quienes cogen su trole y vuelven a casa de sus padres a la primera discusión con su pareja por el lugar de vacaciones; quienes nunca obtienen un aumento por no perder un día de su sueldo apoyando una huelga; quienes pierden amigos por no esforzarse en mantenerlos en los malos momentos; quienes sufren familias imposibles por no intentar cambiarlas.
Quienes han decidido en todos los ámbitos de su vida que insistir es pecado, que esforzarse es baldío, que si no llega a la primera no ha de llegar nunca. 
Que, si no es suficiente con un me gusta en Facebook y un retwitt en Twitter para lograr los objetivos toda lucha, toda causa, está condenada a la derrota. Quienes olvidaron o nunca supieron que la resignación es un suicidio cotidiano, que diría Balzac
Por fortuna la marea blanca sanitaria -y la verde de Educación y todas en su conjunto- demuestran cada día que existe otra cultura.
Que, aunque pocos y a veces abandonados a su suerte por esa mayoría que hace de la resignación una excusa plausible, los hay que aún son capaces de perseverar, no solo para lograr lo suyo, sino también para facilitar el camino a los que después tienen que reclamar lo propio.
Una dicotomía que desgraciadamente no da muchas opciones: esforzarse o morir. Insistir o dejar que te maten.
Eso es lo que hicieron muchos de nuestros antepasados para nosotros. Eso es, ahora que se ha puesto tan de moda en los labios de ministros de Educación liberales y soberbios, la auténtica cultura del esfuerzo.

viernes, enero 17, 2014

Gomendio y la juventud de los dados cargados

Ahí va.
"Para que la educación se convierta en el principal motor de movilidad social es fundamental superar una grave deficiencia de actitud: nuestros alumnos creen que su futuro depende de la suerte, mientras que los de países más exitosos creen que su esfuerzo personal es determinante. Debemos enseñar a nuestros jóvenes a tomar las riendas de su destino".
¿A que queda bonito?
Pues lo ha dicho Montserrat Gomendio, Secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, en una columna de opinión. Y no hay nada que decir al respecto. No es que se esté en contra. No es que se le discuta tan firme y ponderada aseveración.
Solo unos matices.
Tal vez los jóvenes dejaran de creer que su futuro es cuestión de suerte si no vieran que el gobierno de este país permite -e incluso realiza en algunas comunidades autónomas- ERE fraudulentos en los que se conserva el puesto de trabajo por ser amigo, correligionario, comisario político o simplemente adlater adulador del político de turno, mientras que los profesionales de verdad son puestos de patitas en la calle.
Es posible que los jóvenes españoles tomaran el timón de su futuro y dejaran de recurrir a las preces a la diosa fortuna si vieran que cuando comienzan a trabajar les comienzan a pagar un sueldo digno y no se consiente a las empresas que los utilicen en régimen de semi servidumbre con la excusa de prácticas o contratos de formación.
Es muy probable que la juventud patria dejara de confiar en los hados si viera que los distintos gobiernos fuerzan a las empresas a pagar según preparación, fijan mínimos salariales reales por licenciatura, titulación en idiomas o cualquier otra preparación superior. O si se impidiera que se exigieran tres idiomas, el dominio de ocho programas informáticos y disponibilidad horaria a un administrativo para luego pagarle 900 euros mensuales.
A lo mejor los jóvenes españoles se centraban más en el esfuerzo en lugar de encomendarse a la santa providencia si no vieran que los profesores e investigadores de sus universidades cobran, después de años de estudio y de preparación, sueldos mileuristas y nunca promocionan a los cargos de responsabilidad que son cubiertos por designaciones a dedo, de escasa transparencia y que se seleccionan de forma nepotista.
Es casi seguro que los jóvenes españoles pondrían más énfasis en su esfuerzo y excelencia que en el esquivo albur si no vieran que los sueldos de los ejecutivos se disparan un 7% en los últimos años, mientras los de todos los demás se reducen en un 3,5%; si no contemplaran como nuestro gobierno salva de la quema y la cárcel a los inútiles que han hundido instituciones financieras enteras mientras permite que se cierre el crédito hasta ahogarlos a los que están intentando sacar a flote sus negocios.
Resulta plausible creer que la juventud española tomaría las riendas del hoy desbocado caballo de su futuro en lugar de dejarse llevar por la incierta galopada del azar si no asistiera anonadada al dantesco espectáculo de que unos sobres cogidos en pasillos y echados a los bolsillos helvéticos de los políticos determinan contratos, crecimientos empresariales y beneficios suculentos.
Y sobre todo es prácticamente incuestionable que nuestros jóvenes tirarían de trabajo y constancia en lugar de esperar eventualidades venturosas si no salieran fuera y vieran que como camareros ganan más dinero en Berlín que como técnicos especializados en las empresas españolas, que limpiando traseros ingresan más emolumentos en Londres que realizando curas especializadas en los ambulatorios españoles, que como cuidadoras de infantes franceses reciben más pago que como profesoras interinas en España.
Pero eso no es lo más grave, señora Gomendio. Lo más grave es que ya ni siquiera se encomiendan a la suerte.
Porque ven que si no hay dinero no solo no hay futuro sino que no han dejado que haya suerte. 
Que se recorta el acceso a las becas a los que no tienen dinero mientras que aquellos que lo tienen y pueden pagarse la matricula -saquen cuatros, cincos, seises o sietes- lo harán y los que no puedan hacerlo tendrán que ser excelentes para que se les permita estudiar.
Y todo es mérito suyo, de su ministerio, de su gobierno.
Los jóvenes españoles no confían en su esfuerzo y su preparación porque gobierno tras gobierno, con tal de satisfacer a las empresas en sus ansias de beneficios netos, han permitido que no se remuneren ese esfuerzo, esos conocimientos y esa preparación en el mercado laboral español.
Y ya tampoco creen en la suerte porque el ministro Wert, usted y todos los que han decidido convertirse en croupiers de la suerte de la juventud española han cargado los dados.
Y con dados cargados la suerte no funciona, Señora Gomendio, ni siquiera la suerte nos funciona.

Misterioso día de desgracias... Y encima yo


Podría decirse que hoy es un mal día.
Un 17 de enero de 1648 los parlamentarios ingleses rompen las negociaciones con el último rey absoluto de su país -a la sazón llamado Carlos- y se inicia la guerra civil inglesa.
Un 17 de Enero de 1843, con el conocimiento de su gobierno -no podría ser de otro modo-, un grupo de cultivadores de azúcar estadounidenses degüellan al último rey independiente de Hawai, violan a la reina delante de sus súbditos y proclaman la anexión de la isla a los Estados Unidos.
Un 17 de Enero de 1912, El Capitán Scott - el olvidado capitán Scott- realiza la hazaña más inútil que jamás se haya realizado. Alcanza el Polo Sur un mes después de que lo hiciera su rival noruego. Algo que hubiera sido memorable si no hubiera sido tardío, que hubiera sido heroico si hubiera sobrevivido alguien a quien considerar un héroe.
El 17 de enero de 1967 la aviación estadounidense despliega sobre Vietnam la operación Arco Voltaico que supone el primer bombardeo masivo con Napalm de la historia. Una unidad de marines, aislada por el bombardeo, decide pasar el tiempo mientras les recogen exterminando sistemáticamente a toda la población de la aldea de Mai Lai.
El 17 de enero de 1977 los estadounidenses recuerdan después de diez años que en su país está vigente la pena de muerte y se produce la ejecución de Gary Gilmore en la ciudad de Utah.
El 17 de Enero de 1991 Papá Bush desencadena la Operación Tormenta del Desierto para enfrentarse a las tropas iraquíes que habían invadido Kuwait.
El 17 de Enero de 1994 un terremoto sacude la ciudad de Los Ángeles, justo un año después, otro movimiento sísmico borra de la faz de La Tierra la isla japonesa de Kobe dejando más de 5.700 muertos.
Y eso no es todo:
En 1287, Alfonso III de Aragón invade Menorca; en 1675, Enrique VIII se cae de un caballo y, según diagnostico literal de los médicos, queda "mas fuera de su razón y su conciencia de lo que ya se encontraba", en 1793, La Convención Francesa firma la pena de muerte de Luis XVI -algo que quizás no deba considerarse negativo-.
En 1811, el ejercito realista mejicano destroza a los insurgentes en la Batalla de Puente Calderón, En 1817, el General San Martín pasa de libertador a conquistador cuando cruza con cuatro mil hombres Los Andes para, entre otras cosas, aniquilar a los indios araucanos.
En 1852, Gran Bretaña concede la independencia a Sudáfrica para librarse del problema de los zulús y los boers, creando un estado en el que la segregación racial formó parte de su acta de constitución; en 1919 mueren quinientas personas en el naufragio de un barco en el puerto griego de El Pireo; en 1930 dos barcos de la Unión Soviética ignoran la convención de Locarno y cruzan el estrecho de Dardanelos bombardeando parte de la costa de Crimea, uno de ellos es el famoso acorazado Potenkin; en 1934 el gobierno alemán suprime todos los derechos laborales, incluido el de huelga y arbitraje, originando una revuelta anarquista y obrera que es sofocada, entre otros, por los camisas pardas del partido nazi; en 1937, acosado por los militares golpistas, Manuel Azaña traslada el gobierno español a Valencia; en 1939 un edicto del Reichstag prohíbe la actividad medica profesional de los médicos y veterinarios judíos por considerar "una indignidad" que toquen los cuerpos arios.
En 1958 tiene éxito el primer misil Polaris estadounidense que supondrá el comienzo de la amenaza nuclear en los submarinos; en 1961 es asesinado Patrice Lubumba, líder de la independencia del Congo, y se desencadena un baño de sangre que duraría diez años....
Pero tres acontecimientos compensan con creces todo este infortunio -entre los que podría incluirse la sentencia a muerte de Luis XVI en Francia-.
El primero es que en el año 1213 el Santo Cruzado Luis, rey de Francia, atraviesa las puertas Vaticano y abofetea con su guantelete de guerra al papa Bonifacio VIII en el solio pontificio al tiempo que le espeta "mis hombres no han muerto por tu dios, han muerto por tu codicia". Bonifacio murió horas después.
El segundo hecho que compensa la acumulación de desgracias de esta fecha es, por supuesto, la caída en la playa de palomares de cuatro bombas atómicas que forzaron el baño de Fraga en 1966. Cuando un régimen hace el ridículo de esa manera está condenado a la muerte.
Y el tercero es, sin duda, que, en el Carnegy Hall londinense, esta fecha es la elegida para el primer concierto de Jazz de la historia en 1938. Eso compensa al mundo de tanta desgracia.
Y, para bien o para mal, encima nací yo.



Lasquetty, acato judicial y 'la antesala de los oscars'

Hay expresiones concebidas como un acto reflejo que se emplean como muletillas cuando la boca debe hablar pero la mente está incapacitada para pensar.
Los narradores deportivos tienen cosas como "las espadas están en todo lo alto", jugado de poder a poder" o "con un tiempo para cada equipo"; los comentaristas de sociedad y espectáculos tienen otras como "marco incomparable" o "lujo asiático"...Y "la antesala de los oscars", sobre todo "la antesala de los oscars".
Y los políticos tienen las suyas "marco previo", "dialogo distendido", "establecer las bases", "crear los resortes"...
Pero una de mis favoritas es esa que han acuñado nuestros políticos ante los reveses judiciales. Es, como diría una comentarista de ecos sociedad del vestido de Scarlett Johanson, "elegante a la vez que discreta" y reza así: 
"Acataremos las decisiones judiciales".
Ellos la venden y la enuncian como un síntoma inequívoco de su talante democrático, de su compromiso con el Estado de Derecho que dicen defender. Pero se convierten en todo lo contrario cuando te paras a pensar un momento: ¿acaso pensaron alguna vez que tenían la posibilidad de no respetar una decisión judicial?, ¿acaso creyeron que su condición de poder ejecutivo les habilitaba para pasarse por el arco del triunfo una sentencia judicial?
Pues bien, en el marco incomparable de la privatización sanitaria madrileña, en el que las la lucha de poder a poder de pacientes y profesionales contra la furia privatizadora del gobierno del Partido Popular se mantiene con las espadas en todo lo alto, Javier Fernández Lasquetty se ha permitido el lujo -asiático, se supone- de intentar pasar por encima de ellas, o más bien por debajo, de una forma elegante a la vez que discreta.
Porque pese a lo que dicen los jueces, pese a que su "externalización" está paralizada, él sigue haciendo contratos al personal eventual con una clausula -que ya era ilegal antes y que sigue siéndolo ahora- que condiciona el cumplimiento de los mismos a que se apruebe o no la privatización tan deseada.
Así que el TSJM dice que todo sigue parado pero él, en lugar de aceptarlo y hacer contratos de seis o doce meses en los seis hospitales en cuestión sigue empeñado en vincularlos a una decisión que de momento no se tomará y que no supondrá la privatización de los hospitales que quiere "externalizar".
Desde hace un mes Lasquetty y su consejería se dedican a hacer contratos eventuales supeditando la renovación de los mismos a la decisión que adoptase en TSJM respecto a la suspensión cautelar del proceso.
Y ahora que el tribunal ha decidido mantener paralizadas las privatizaciones pero ellos respetan tanto la decisión que siguen manteniendo esa clausula en las contrataciones como si ni siquiera se hubiera producido.
Manteniendo la precariedad de los profesionales y afirmando con su actitud el hecho de que les importa prácticamente un carajo lo que digan los tribunales sobre su privatización, que ellos están dispuestos a hacer lo que les venga en gana.
Porque al parecer no está dispuesto a consentir que los "irresponsables" jueces -como los califica su jefe político- pongan en riesgo las cuentas que ha hecho. No las públicas, por supuesto, esas son solamente una excusa, sino las que afectan a los beneficios de sus amigos y aliados.
Por mucho que declare su respeto a las decisiones judiciales demuestra que carece de él, que solamente es una muletilla verbal para salir del paso ante los micrófonos, las grabadoras y las cámaras. Como el "marco incomparable" o "el duelo en la cumbre". 
Porque respetar una decisión judicial es actuar en virtud de la misma cuando esta se produce y no funcionar como si la que hubiera de producirse ya fuera favorable.
Los jueces aceptan los recursos porque ven indicios de delito o como mínimo de ilegalidad, paralizan el proceso para evitar daños irreparables en un servicio básico como es la sanidad pública, pero él actúa como si pensara "Bah, esos tíos se equivocan, ¡Que sabrán ellos de leyes y de derechos! ¡A quien le importan esas cosas!"
No en vano su jefe, Ignacio González, ya ha declarado que la privatización es "perfectamente legal", para que esperar a lo que tengan que decir los magistrados.
Es como decir "predicarme padre, que por un oído me entra y por el otro me sale". Es como decir que las decisiones judiciales para el, su corte y a todos los que pretenden beneficiarse de la sanidad pública a costa de la salud del ciudadano y la dignidad laboral de los profesionales les traen completamente al pairo.
Y así coloca su respeto declarado a las decisiones judiciales en algo tan vacío como un mal comentario deportivo o una mala crónica de sociedad. 
En algo tan manido y vacío como "la antesala de los oscars". Un lujo asiático, vamos.

miércoles, enero 15, 2014

Wert, Mato, González... nuevos artesanos cosméticos

Si hay algo que está demostrando este gobierno nuestro, fruto legitimo de nuestros sufragios e hijo bastardo de sus mentiras, es su capacidad para crear toda una serie de artes aplicadas a la política que hasta ahora eran utilizadas por todos los que accedían al poder pero que los actuales inquilinos de Moncloa están llevando a su más alta expresión. Y tras el nada noble arte de dar la chapa, el proceso artesanal de la creación de humo y el no menos industrioso artificio del escapismo, nos llega otro arte menor elevado al rango de acto de gobierno: la artesanía de la cosmética numérica.
Probablemente reforzados por esa soberbia que les hace creerse una élite capaz de situarse intelectualmente por encima del resto de los mortales, han decidido que la presentación de cifras es la mejor manera de esconderse. Como ellos no dan la cara, como no están dispuestos a presentarse ante aquellos a los que están robando el futuro y el presente para explicarse, pretenden que los números hablen por ellos.- O si no es posible que callen por ellos.
Así presentan reducciones del numero de desempleados registrados y dicen: "ya está, el paro está descendiendo". No las contrastan con la afiliación a la Seguridad Social, no se preocupan de valorar el tipo de contrataciones. 
Como hay menos desempleo registrado el paro ha bajado.
Como somos idiotas, como no entendemos, tenemos que pensar que con eso basta, que con eso es suficiente. No vamos a descubrir que hay parados de larga duración que dejan de renovar su inscripción por puro desaliento, no vamos a saber que hay jóvenes que no han llegado a inscribirse aunque ya hayan terminado sus estudios y no encuentren trabajo. El paro ha bajado.
Y así siguen con todo.
Presentan como un triunfo que la lista de espera  para recibir las ayudas de Dependencia ha descendido. 
Y nosotros, pobres ignorantes, no vamos a caer en la cuenta de que 115.000 personas han salido de esa lista no porque hayan recibido las ayudas, sino porque ellos las han sacado a patadas de la misma a fuerza de aumentar hasta lo draconiano las exigencias para acceder a esas ayudas. Como hay menos personas esperando para recibir las ayudas es que ellos lo han hecho bien.
El maquillaje numérico prosigue en cada área, en cada balance en cada uno de los pilares del bienestar social que están empeñados en recortar. Como los números se empeñan -en un acto de antiespañolismo profundo y radical- a no cuadrarles, ellos les cubren de de base, rimmel y colorete hasta que parezcan una cosa distinta a lo que son.
Mientras todas las instituciones internacionales, todas las organizaciones no gubernamentales y hasta algún que otro gobierno amigo, les avisa de que el nivel de miseria entre las familias españolas, ellos se arrojan al triunfalismo de unos números que demuestran que el gasto estatal por familia ha aumentado.
Nosotros, podres incultos que precisamos de sus sabias explicaciones, no vamos a caer en la cuanta de que eso no se produce porque se haya gastado más dinero sino porque han dejado de considerarse familias a todo un abanico de formas de concebir las relaciones que van desde las madres solteras a las parejas del mismo sexo. Menos familias en la lista, no más dinero. Esa es la trampa.
Las lecciones de maquillaje social a lo Max Factor: 
Colorete en la Educación.
El ínclito Wert se atreve a decir que hay más gasto por alumno en becas ¡A la fuerza ahorcan! ha sacado a un tercio de los alumnos de la lista de becados.
Sombra de ojos en la Sanidad
La procelosa Ana Mato intenta esconder el aumento del gasto farmacéutico estatal afirmando que el gasto por paciente se ha reducido ¡Faltaría más! si hay parte de los medicamentos que la pagan los enfermos, se han sacado medicamentos de la lista  y además se ha sacado del sistema sanitario a los inmigrantes.
Laca de uñas en la Dependencia
El Ministerio comunica que se ha reducido la lista de Espera para la Dependencia ¡Nos ha jodido mayo con no llover a tiempo! Si un tercio han muerto sin recibirla y otra buena cantidad han sido incluidos en la lista como dependientes de grado I, que no reciben ningún tipo de ayuda, cuando lo solicitaban como dependientes de grado II o III, que si tienen derecho a esa prestación.
Y la engrandecida artesanía de de la cosmética numérica sigue para temporadas posteriores y Rajoy, Bañez, Mato, Wert y todos los nuevos finos estilistas del gobierno maquillado presentan las tendencias para las siguientes temporadas:
Se forzará a los parados de larga duración a jubilarse a los 55 años por la fuerza con el 60 o 70% de lo que les correspondería si se jubilaran en su momento
Resultado cosmético: se reducen las cifras de parados y se puede afirmar que aumenta el gasto en pensiones cuando en realidad te estás ahorrando un 30% o 40% de la pensión de cada uno de los prejubilados forzosamente.
Se alarga la formación profesional con un año de prácticas no remuneradas en las empresas y con contratos en prácticas también sin remunerar
Resultado cosmético: menos jóvenes en las listas del paro y barniz a sus planes de enseñanza, al "colocar" a más estudiantes en las empresas.
Y si todo eso falla siempre se pueda hacer como Ignacio González, el presidente de la Comunidad de Madrid, con la sanidad pública. Recurrir al maquillaje palmario.
Como los números de la Cámara de Cuentas de la Asamblea de Madrid hacen que no le salgan las cuentas de su privatización sanitaria y que se le vean todas las arrugas, las patas de gallo y las vergüenzas éticas y estéticas que acumula, sencillamente la saca de la fiscalización para que nadie pueda ver esos números.
Deja ocultas las cifras, esconde los balances y silencia los resultados de un área que supone la mitad del gasto público de su presupuesto como gobierno autonómico.
Como Gloria Swanson en el Ocaso de una Estrella, como Glenn Close interpretando a la pérfida y derrotada Marquesa de Merteuil en las Amistades peligrosas, los gobernantes del Partido Popular recurren al maquillaje definitivo. A esconderse los números de la vista de aquellos que ya pueden ver más allá de cualquier maquillaje que intenten usar para esconder la realidad de miseria que están creando.
A la cosmética del ¡ojos que no ven corazón que no siente!
Llegan tarde, genoveses, llegan tarde.

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