Cuando la disensión se recibe como un insulto personal, la que llega de los propios, amigos y aliados se transforma en una afrenta de proporciones mayúsculas, en la misma visión arquetípica de la traición.
Eso cuando es auténtica disensión.
Y el partido que sustenta al Gobierno parece encontrarse en esas.
La "lideresa" Aguirre del PP madrileño permanece uncida al carro de la guerra y la victoria contra los locos furiosos del tiro en la nuca, pese a que Estrasburgo le diga lo contrario y los propios visionarios enloquecidos de la violencia hayan escenificado una y mil veces su propia derrota; su delfín, colocado al frente de la Comunidad al modo visigodo de la designación de heredero, se emperra en enfrentarse a Moncloa por la refinanciación autonómica -esto es, yo me gasto el dinero en fastos olímpicos, visitas papales y radiales inútiles, hundo empresas y entidades financieras en el proceso, y el Gobierno Central me paga la deuda-.
Pero, sin duda, las disensiones más llamativas son las que afectan a los temas sanitarios. Son aquellas voces disonantes que hablan del copago, del aborto, de la atención hospitalaria...
Monago en Extremadura carga contra el aborto, Cospedal en Castilla - La Mancha la emprende contra el copago hospitalario. Y así van sumándose barones y baronesas populares de repente, por sorpresa, sin anestesia ni nada, a una lucha comenzada contra ellos, planteada contra ellos, que arrancó como una forma -la única forma- de resistencia contra su visión monetarista y nepotista de la sanidad pública.
Vamos, como cuando sus cachorros cantaban hace años Libertad sin Ira de Jarcha -una canción compuesta contra sus fuentes ideológicas- en honor de Miguel Ángel Blanco.
Si en este punto alguien siente que por fin está calando la responsabilidad en esas supuestas disonancias del Partido Popular, que lo olvide; si alguien cree que ha llegado hasta ellos la preocupación por los ciudadanos sobre los que gobiernan, su futuro y su salud, que lo deseche; si alguien ha llegado a pensar que son auténticos disidentes, que se eche una siesta y lo reflexione con la almohada..
Porque es una simple estrategia, es una simple y sencilla acción de manipulación comunicativa que es tan vieja como el Gobierno.
Tan antigua como amenazar con la excomunión y castigar con el silencio, como apostar las legiones en el campo de batalla y enviar un anciano senador contrario al César a negociar la rendición; tan vieja como mentar a Stalin y enviar a Kruchev a las negociaciones, como mandar una carta con la firma de Hitler exigiendo la anexión inmediata de Los Sudetes y recibir tres minutos después una llamada de Goebbles para solucionar "la ofuscación del Furher".
Tan antigua como amenazar con la excomunión y castigar con el silencio, como apostar las legiones en el campo de batalla y enviar un anciano senador contrario al César a negociar la rendición; tan vieja como mentar a Stalin y enviar a Kruchev a las negociaciones, como mandar una carta con la firma de Hitler exigiendo la anexión inmediata de Los Sudetes y recibir tres minutos después una llamada de Goebbles para solucionar "la ofuscación del Furher".
Algo que en términos hollywoodienses se conoce con el poco glamuroso nombre de "Poli bueno, Poli malo".
Nadie puede creerse que la Santa Cospedal, que prentendió dejar sin urgencias rurales a toda su región, que se peleó en los tribunales con Valencia por el coste de una ambulancia, que pretende hacer pagar a los dependientes sus traslados, que ha borrado de la lista de dependencia con cualquier excusa -y sin ellas- a miles de personas, haya recibido de repente, mientras se colocaba la mantilla para ir a misa mayor en la catedral toledana, la visita de un ángel del señor que le haya conminado a preocuparse por los ciudadanos, a oponerse al copago hospitalario, so pena de condenación eterna.
Es imposible de creer -ni siquiera de concebir- que Monago, que recorta en Extremadura hasta los minutos de las horas, de repente sienta una inclinación concienciada hacia la dignidad de la mujer, del hombre, del feto o de ningún otro rango de existencia humana.
Este copago, que afecta a 43 fármacos, en 157 presentaciones, que toman enfermos crónicos y graves (cáncer de próstata, de pulmón, mama o renal; hepatitis C; diversas leucemias; artritis reumatoide; psoriasis...), ya se sabía injusto cuando se anuncio y callaron. Ya se habían hecho los cálculos del exiguo ahorro que significaba y no dijeron esta boca es mía.
Y ahora, cuando el Consejo de Estado les enmienda la plana, cuando los tribunales les paralizan las privatizaciones hospitalarias, los cierres de urgencias rurales y toda su dinámica de monetarización de nuestra salud, de repente les da por ponerse en contra.
Aparece el poli bueno para temperar la vena furiosa e irascible del poli malo.
¿De verdad creemos que el Partido Popular no esperaba un enfrentamiento frontal a su ley del Aborto?, ¿de verdad creemos que el anuncio de cambios de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría responde a las críticas de los supuestos disidentes del Partido Popular?
El Partido Popular aprobará la ley del aborto que siempre quiso aprobar -porque nunca quiso en realidad aprobar la que ha presentado- y la disensión interna nos venderá que gracias a ellos se pudo atemperar, se pudo mejorar, se pudo evitar el desastre.
Y muchos y muchas llegaran a percibirlo como un triunfo, pírrico si se quiere, pero como un triunfo.
Como a la Francia de entre guerras, les parecerá una victoria que le quiten la Cuenca del Rhur porque mantienen Alsacia y Lorena. Aunque la Alemania de 1931 solamente quisiera la Cuenca del Rhur.
Y con el copago hospitalario pasará o pretenden que pase lo mismo.
Sabían que el ahorro era ínfimo cuando diseñaron la norma; sabían que la sociedad reaccionaría poniéndose de uñas contra una medida que pone en riesgo la vida de enfermos crónicos, de dependientes, de ancianos... Y por eso la pusieron en marcha.
Porque prescindir de ella no supondrá un problema para sus cuentas, porque atemperarla les hará parecer compresivos y cercanos a la ciudadanía, porque no perderán nada si la pierden y tienen la esperanza de que esa pírrica victoria distraiga nuestra atención del copago farmacéutico, de la privatización de las donaciones de sangre y de los servicios auxiliares hospitalarios, del pago por la tarjeta sanitaria o del euro por receta.
Es decir, de todos los focos hacia los que no quieren que miremos.
Y así piensan cumplir su doble objetivo: presentarse como un gobierno dialogante y dispuesto a moderar sus medidas y reforzar electoralmente a los que son sus brazos armados en las comunidades autónomas, que siempre podrán decir un clásico de toda campaña electoral en cualquier país de Occidente "me enfrenté a mi partido para defender a mis ciudadanos" (salva de aplausos)
Como si nunca hubiéramos visto una peli de polis, como si no nos hubiéramos tragado Corrupción en Miami. Como si hubiéramos nacido ayer y encima nos chupáramos el dedo.
En nosotros está que les salga bien o no.
Y ahora, cuando el Consejo de Estado les enmienda la plana, cuando los tribunales les paralizan las privatizaciones hospitalarias, los cierres de urgencias rurales y toda su dinámica de monetarización de nuestra salud, de repente les da por ponerse en contra.
Aparece el poli bueno para temperar la vena furiosa e irascible del poli malo.
¿De verdad creemos que el Partido Popular no esperaba un enfrentamiento frontal a su ley del Aborto?, ¿de verdad creemos que el anuncio de cambios de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría responde a las críticas de los supuestos disidentes del Partido Popular?
El Partido Popular aprobará la ley del aborto que siempre quiso aprobar -porque nunca quiso en realidad aprobar la que ha presentado- y la disensión interna nos venderá que gracias a ellos se pudo atemperar, se pudo mejorar, se pudo evitar el desastre.
Y muchos y muchas llegaran a percibirlo como un triunfo, pírrico si se quiere, pero como un triunfo.
Como a la Francia de entre guerras, les parecerá una victoria que le quiten la Cuenca del Rhur porque mantienen Alsacia y Lorena. Aunque la Alemania de 1931 solamente quisiera la Cuenca del Rhur.
Y con el copago hospitalario pasará o pretenden que pase lo mismo.
Sabían que el ahorro era ínfimo cuando diseñaron la norma; sabían que la sociedad reaccionaría poniéndose de uñas contra una medida que pone en riesgo la vida de enfermos crónicos, de dependientes, de ancianos... Y por eso la pusieron en marcha.
Porque prescindir de ella no supondrá un problema para sus cuentas, porque atemperarla les hará parecer compresivos y cercanos a la ciudadanía, porque no perderán nada si la pierden y tienen la esperanza de que esa pírrica victoria distraiga nuestra atención del copago farmacéutico, de la privatización de las donaciones de sangre y de los servicios auxiliares hospitalarios, del pago por la tarjeta sanitaria o del euro por receta.
Es decir, de todos los focos hacia los que no quieren que miremos.
Y así piensan cumplir su doble objetivo: presentarse como un gobierno dialogante y dispuesto a moderar sus medidas y reforzar electoralmente a los que son sus brazos armados en las comunidades autónomas, que siempre podrán decir un clásico de toda campaña electoral en cualquier país de Occidente "me enfrenté a mi partido para defender a mis ciudadanos" (salva de aplausos)
Como si nunca hubiéramos visto una peli de polis, como si no nos hubiéramos tragado Corrupción en Miami. Como si hubiéramos nacido ayer y encima nos chupáramos el dedo.
En nosotros está que les salga bien o no.
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