Ahí va.
"Para que la educación se convierta en el principal motor de movilidad social es fundamental superar una grave deficiencia de actitud: nuestros alumnos creen que su futuro depende de la suerte, mientras que los de países más exitosos creen que su esfuerzo personal es determinante. Debemos enseñar a nuestros jóvenes a tomar las riendas de su destino".
¿A que queda bonito?
Pues lo ha dicho Montserrat Gomendio, Secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, en una columna de opinión. Y no hay nada que decir al respecto. No es que se esté en contra. No es que se le discuta tan firme y ponderada aseveración.
Solo unos matices.
Tal vez los jóvenes dejaran de creer que su futuro es cuestión de suerte si no vieran que el gobierno de este país permite -e incluso realiza en algunas comunidades autónomas- ERE fraudulentos en los que se conserva el puesto de trabajo por ser amigo, correligionario, comisario político o simplemente adlater adulador del político de turno, mientras que los profesionales de verdad son puestos de patitas en la calle.
Es posible que los jóvenes españoles tomaran el timón de su futuro y dejaran de recurrir a las preces a la diosa fortuna si vieran que cuando comienzan a trabajar les comienzan a pagar un sueldo digno y no se consiente a las empresas que los utilicen en régimen de semi servidumbre con la excusa de prácticas o contratos de formación.
Es muy probable que la juventud patria dejara de confiar en los hados si viera que los distintos gobiernos fuerzan a las empresas a pagar según preparación, fijan mínimos salariales reales por licenciatura, titulación en idiomas o cualquier otra preparación superior. O si se impidiera que se exigieran tres idiomas, el dominio de ocho programas informáticos y disponibilidad horaria a un administrativo para luego pagarle 900 euros mensuales.
A lo mejor los jóvenes españoles se centraban más en el esfuerzo en lugar de encomendarse a la santa providencia si no vieran que los profesores e investigadores de sus universidades cobran, después de años de estudio y de preparación, sueldos mileuristas y nunca promocionan a los cargos de responsabilidad que son cubiertos por designaciones a dedo, de escasa transparencia y que se seleccionan de forma nepotista.
Es casi seguro que los jóvenes españoles pondrían más énfasis en su esfuerzo y excelencia que en el esquivo albur si no vieran que los sueldos de los ejecutivos se disparan un 7% en los últimos años, mientras los de todos los demás se reducen en un 3,5%; si no contemplaran como nuestro gobierno salva de la quema y la cárcel a los inútiles que han hundido instituciones financieras enteras mientras permite que se cierre el crédito hasta ahogarlos a los que están intentando sacar a flote sus negocios.
Resulta plausible creer que la juventud española tomaría las riendas del hoy desbocado caballo de su futuro en lugar de dejarse llevar por la incierta galopada del azar si no asistiera anonadada al dantesco espectáculo de que unos sobres cogidos en pasillos y echados a los bolsillos helvéticos de los políticos determinan contratos, crecimientos empresariales y beneficios suculentos.
Y sobre todo es prácticamente incuestionable que nuestros jóvenes tirarían de trabajo y constancia en lugar de esperar eventualidades venturosas si no salieran fuera y vieran que como camareros ganan más dinero en Berlín que como técnicos especializados en las empresas españolas, que limpiando traseros ingresan más emolumentos en Londres que realizando curas especializadas en los ambulatorios españoles, que como cuidadoras de infantes franceses reciben más pago que como profesoras interinas en España.
Pero eso no es lo más grave, señora Gomendio. Lo más grave es que ya ni siquiera se encomiendan a la suerte.
Porque ven que si no hay dinero no solo no hay futuro sino que no han dejado que haya suerte.
Que se recorta el acceso a las becas a los que no tienen dinero mientras que aquellos que lo tienen y pueden pagarse la matricula -saquen cuatros, cincos, seises o sietes- lo harán y los que no puedan hacerlo tendrán que ser excelentes para que se les permita estudiar.
Y todo es mérito suyo, de su ministerio, de su gobierno.
Los jóvenes españoles no confían en su esfuerzo y su preparación porque gobierno tras gobierno, con tal de satisfacer a las empresas en sus ansias de beneficios netos, han permitido que no se remuneren ese esfuerzo, esos conocimientos y esa preparación en el mercado laboral español.
Y ya tampoco creen en la suerte porque el ministro Wert, usted y todos los que han decidido convertirse en croupiers de la suerte de la juventud española han cargado los dados.
Y con dados cargados la suerte no funciona, Señora Gomendio, ni siquiera la suerte nos funciona.
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