Y vuelta la burra al trigo.
Parece que los gobiernos y los gobernantes se nos han vuelto recurrentes, recurrentos en el error, eso sí. Se empeñan en mirarse unos a otros para imitarse, para copiarse, para equivocarse en las mismas cosas.
Diriase que les gusta sentirse acompañados en sus tropiezos, como si poder señalar al de la frontera de al lado y decir "ese también lo hace" les fuera a facilitar una justificación cuando alguien les pregunte el motivo de cometer un error que ya se ha cometido antes.
Y eso es lo que está pasando con la política de medios de comunicación en América Latina, Hispanoamerica, Surdamérica, Iberoamérica o como quiera que la corrección política y la susceptibilidad del momento nos obligue a llamarla ahora.
Ya resulta más que sospechoso que alguien tenga una política de medios de comunicación, así de repente, como llovida del cielo, pero lo que resulta casi provatorio es que, en un país como Argentina, al que se le supone algo por delante del resto de sus vecinos en estas y otras cuestiones, a la señora Cristina Fernandez, esposa y sucesora de Kirchner, le de por copiar en la actitud y el deseo a su siempre molesto vecino Hugo Chavez.
Teniendo tan cerca -relativamente hablando- una política de control de medios tan desastrosamente dictatorial como la que ha impuesto e impone el mesias bolivariano venezolano, la presidenta Kirchner se empeña en intentar algo que lleva haciendo fracasar régimenes y gobiernos desde el albor de los tiempos. Cierto es que no hay mucho que copiar en Sudamérica en lo que a gobiernos se refiere, pero elegír emular a Chavez concretamente en esto es casi un chiste. de mal gusto, pero un chiste.
Kirchner y los suyos intentan algo que ha cercenado la imagen esperanzada que del bolivarianismo de Chavez tuvo alguna vez el sur del continente americano; algo que impidió al resto del mundo creer que algo había cambiado en la Rusia de Yeltsin y de Putin, pese a que se estrellaran contra el suelo todos los adoquines del muro de Berlín y se destiñera el rojo perpetuo de la bandera soviética para recuperar la tricolor rusa; algo que mató la revolución cubana antes de que le diera tiempo a crecer; algo que fue el germen del suicidio de la dictadura española durante cuarenta años.
La presidenta argentina, no se sabe muy bien si por soberbia, por ignorancia o por ambas cosas a la vez, parece creer que a ella le va a salir bien una operación que ni siquiera lograron los tres mayores aparatos de propaganda que ha construido levantado y mantenido el ser humano sobre la faz del planeta: La Inquisición, La AgitPro soviética y el Ministerio de Información y Propaganda Nazi.
Pretende silenciar a todos aquellos que no digan lo que ella quiere que se diga, que no escriban lo que ella quiere que se escriba y que no contribuyan al mantenimiento de su imagen y su poder.
Este es el momento en el que algunos -o muchos- argentinos pueden tirar de orgullo patrio -que a ellos les sobra y a los demás tampoco nos falta- y decir, defender y argumentar que no es lo mismo, que no se trata de una posición dictatorial, que a Kirchner se la ha elegido de forma democrática.
Puede que eso les haga vivir más tranquilos, puede que su percepción -ese gran crisol subjetivo tan de moda hoy en día- sea esa. Pero no dejará de ser una falacia.
Lo que Kirchner hace con el Juicio del Papel Prensa para amordazar, atar y domar a Clarín y La Nación no es diferente de que lo que se hizo con la Ley de Imprenta promulgada en Alemania en 1935 y firmada por un tal Joseph Goebbels -no sé si, a estas alturas del partido, ese nombre le sonará todavía a alguien-.
En esa ley, también apoyada por un parlamento elegido por el pueblo -por una vez haber estudiado periodismo sirve de algo-, se controlaban los recursos necesarios para la publicación de prensa -otra vez el papel- para evitar que accedieran a ellos de forma indiscriminada y monopolística publicaciones que habían demostrado tener relaciones con los enemigos del Estado Alemán.
Los chicos de Gooebbles recurrieron al comunismo, el anarquismo y el sempiterno monstruo judío y la presidenta argentina recurre al ogro y el fantasma nacional eterno en Argentina: la dictadura militar. Aunque separada por más de ocho décadas, un océano y dos continentes, la diferencia entre una legislación y otra es ínfima.
Es tan absurdo como intentar exterminar a los escualos por haber causado en el mosozoico la extinción de los peces teleósteros. Tan absurdo como si el congreso estadounidense retirara el papel prensa a Los Angeles Times por haber alentado la insumisión en la guerra de Vietnam o al Meridian Star por haber defendido la segregación racial en el viejo y profundo sur del país.
Y luego está la nueva Ley de Medios, creada a toda prisa, activada a machas forzadas en contra de la lógica judicial que imponen los recursos presentados por las partes y que obliga a los grandes grupos a vender emisorras de radio, estaciones de televisión y otras eempresas para evitar el monopolio.
Y esto puede parecer bueno, correcto, democrático. Un tercio de los medios en manos del estado, un tercio en manos privadas y otro tercio en manos de ONGs. Pero si suena hasta bonito y solidario.
¿Por qué será que me chirría en alguna parte del cerebro?, ¿por que será que me activa alguna parte olvidada de la memoria?
"El Estado garantizará el derecho a ser informados por los ciudadanos realizando las publicaciones provinciales, regionales y nacionales que sean necesarias para que todos ellos estén debidamente informados. También pondrá a disposición de los trabajadores y de sus organizaciones publicaciones destinadas a divulgar asuntos importantes para ellos y para la totalidad de la nación. Los ciudadanos particulares también podrán realizar publicaciones de caracter ligero y de divertimento bajo la tutela de los organismo que el estado de los Trabajadores designe para ello". Ley de Prensa e Información de la URSS (1929) -he consultado el texto, tengo una buena memoria, pero no infinita-.
¡Vaya, pues parece que la Kirchner tampoco se ha inventado esto! Un tercio de la prensa en manos estatales, un tercio en manos de organizaciones que -por pura casualidad- dependen del dinero de las ayudas y subvenciones gubernamentales como los sindicatos y las asociaciones ciudadanas soviéticas y un tercio en manos de empresas privadas, de las cuales -por pura lógica estadística del bipartidismo- la mitad estarán de tu lado. La mayoría y el control se hace abrumador.
Así las cosas los errores se repiten una y otra vez en el intento de los que no se sienten poderosos en el poder de permanecer en él, y valga la redundancia.
A lo mejor Kirchner, su esposo y antecesor y sus colegas de patido deberían ser más "democráticos".
Colocar a sus amigos y sus hombres de paja en los medios, beneficiar económicamente a sus medios afines con publicidad, concesiones, ayudas y riadas de dinero por los espacios de propaganda electoral; permitir la concentración de medios para que una sola mente, una sola línea editorial y una sola cuenta de resultados controle el flujo informativo más allá del zapping y la diversificación editorial; promover a cargos públicos y de gobierno a aquellos que desde las líneas de los periódicos o desde las pantallas de televisión actúan de voceros privados de su forma de ver el mundo, el país y la política; sostener un pulso constante en lso tribunales con los medios contrarios intentando buscar motivos -siempre económicos, eso sí- para cerrarlos o desacreditarlos.
A lo mejor no deberían mirar a Chávez y si a José Luis Rodríguez Zapatero y esperanza Aguirre. Lo que hacen ellos es igual de desonesto y antidemocrático, pero es lo que se estila en el mundo que se hace llamar democrático.
Pero, claro, a lo pero Cristina Kirchner no tiene ni el dinero ni la paciencia suficiente para eso.
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