miércoles, septiembre 01, 2010

Volver o el tango del síndrome postvacacional



Volvemos, contra el tango, sin la frente marchita. Sin preguntas, sin cuitas, sin todo lo que el ardiente estío nos tiró del bolsillo. Sin aquellos dineros que perdimos soñando, sin aquellos amores que matamos muriendo, sin aquellos amigos que ganamos bebiendo, sin aquellas heridas que ocultamos riendo. Volvemos, sin prisas y sin pausas, sin calores, sin pasiones, sin brío. Volvemos a las casas, a las salas, al otoño, al hastío.

Volvemos -los que vuelven- sin todo lo perdido, sin todo lo ganado, sin todo lo olvidado, sin todo lo vivido. Lo hacemos con el peso liviano de preguntas no hechas y aún así contestadas; lo hacemos con la carga ligera de respuestas no dadas, demoradas al sol, arrojadas al viento, hundidas en la arena, esquivadas a tiempo. Cerramos el paréntesis de ser nosotros mismos como quien cierra un libro, como quien para un taxi, como quien mata un sueño, como quien duerme a un niño.

Volvemos a nosotros, volvemos a los otros, salvo a esos que el verano no dejó en el camino. A nombres susurrados de amores maldecidos, a apodos mascullados de odios contenidos. Volvemos a los nuestros y a los que hemos perdido, a los que hemos dejado y a los que no se han ido. A los que abandonamos en la ardiente revuelta que el calor nos impone, a todos los que extraviamos por mirar a otro lado y a aquellos que ignoramos para olvidar el frío. Volvemos a los mismos pero algunos se han ido. O los hemos echado. O nos los han movido.

Volvemos de la fiesta, del fandango, del rito veraniego de olvidar lo que somos siendo nosotros mismos. Y lo hacemos ocultando sonrisas surgidas del recuerdo de placeres vividos, eludiendo sollozos callados a destiempo de tristezas prohibidas, forzando los recuerdos en código binario, guardando la memoria en tiempo enloquecido. Volvemos al esfuerzo de mantener lo hablado, de respetar aquello que ya hemos prometido, de mordernos corazones y labios para no desdecirnos, de sostener sin tregua lo callado, lo pensado y lo dicho.
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Volvemos -los que vuelvan- sólo hasta que volvamos. Hasta que el ciclo eterno del correr de los tiempos nos devuelva a la vuelta, nos devuelva a la vida, nos devuelva a la esencia. Volvemos con las pilas cargadas, con las garras limadas, con las almas aladas, con las alas ajadas. Volvemos, como el tango, huyendo del olvido. Volvemos sin sentencia, sin condena, sin juicio. Volvemos para ver que no nos hemos ido.

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