Parece que hoy toca hablar de ello. No queda más remedio que hacer lo que aquellos que nunca han escuchado y que nunca han hablado de otra cosa que no sea ellos mismos quieren que hagamos: hoy toca hablar de ETA y de su tregua -una más-. Pues vamos a ello.
La mafia furiosa que se dice vasca y socialista -o abertzale, como se quiera- lanza un comunicado diciendo lo que siempre ha dicho, lo que nunca ha cumplido, lo que lleva repitiendo desde que la historia y la lógica le quitaron la razón, allá por los años brumosos de La Transición y el fin del franquismo. Dice lo mismo porque no sabe y no puede decir otra cosa.
Dice lo mismo de siempre porque, como diría el aburrido cantautor de buenas letras, "con el correr del tiempo hay quien no envejeció". Aunque, en el caso de los pistoleros supuestamente independentistas, habría que decir más bien que hay quien envejeció pero no creció.
Y así, mientras aquellos que otrora les defendieron y apoyaron a capa y capucha a espada y coctel incendiario siguen revoloteando en torno a un independentismo en el que no creen y, como eternas campanillas que reprenden a sus niños perdidos, exigen a la banda que dejen las armas, los tiros y las bombas, ellos cumplen su papel y afirman que van a hacerlo.
Todo esto estaría muy bien si el comunicado hablara del presente -y mucho mejor si lo hiciera del futuro-. Pero los mafiosos no pueden hacer eso. El sonido continuo de los disparos les ha impedido escuchar el sordo rumor de la evolución histórica de la tierra a la que sangran y a la que explotan; el continuo rugido de sus lemas, sus gritos y sus bombas no les ha dejado percibir el discreto sonido de algo que se llama realidad y que de repente les ha estallado en la cara.
Tanto tiempo han necesitado emplear en mirarse a si mismos para evitar deserciones, disidencias y detenciones que contemplan el mundo y Euskadi a través de una fotografía en tiempo congelado.
Tanto tiempo han necesitado emplear en mirarse a si mismos para evitar deserciones, disidencias y detenciones que contemplan el mundo y Euskadi a través de una fotografía en tiempo congelado.
Afirman que quieren dar pasos "en el camino de crear las condiciones para construir el proceso democrático", ignorando el hecho de que no se puede iniciar algo que ya está empezado. El proceso democrático en Euskadi se empezó hace tanto tiempo que ya casi no lo recuerdan ni los más viejos del lugar. Es algo que comenzó hace muchos años, cuando ellos, tras sus capuchas, sus atentados y sus éxitos, se negaron a reconocer que Franco había muerto y el resto del territorio español sí lo hizo; cuando se negaron a convencer en unas urnas, en un parlamento, en una sociedad y optaron por intentar vencer a través del miedo, del tiro en la nuca y de la imposición de aquello que entonces creían que defendían y hoy tan sólo simulan que defienden.
Los que hoy anuncian el alto el fuego para crear las condiciones para un proceso democrático lo hacen ignorando que esas condiciones llevan mucho tiempo creadas y que la única que faltaba es la que hacía imposible su propia existencia y su propia insistencia en una dinámica de enfrentamiento y muerte, que ha impedido que el camino del proceso democrático que tanto dicen desear pudiera ponerse en marcha.
Y por si esto fuera poco para darnos cuenta de que no han sido capaces de ver como Euskadi no es la pesadilla que ellos soñaron que fuera para que sus reclamaciones fueran entendidas, su guerra compartida y su mando aceptado, se atreven a decir que estan dispuestos a iniciar un camino "en la respuesta a la represión y en la defensa firme de los derechos civiles y políticos".
Es de suponer que el chantaje y la extorsión continua no atenta contra los derechos civiles, que la quema de papeletas, de autobuses y los piquetes en los colegios electorales, no atentan contra los derechos civiles. Es de suponer que el secuestro, la intimidación, el insulto y la persecución no atentan contra los derechos civiles. Yo me temo que sí -creo haberlo escuchado o leído en alguna parte-, que son algunos de los más graves atentados contra los derechos civiles .
Resulta sorprendente que ETA, los mafiosos que siempre han negado a los otros la posibilidad de pensar de manera diferente a ellos, sean ahora los que se muestren dispuestos a exigir pasos en esa línea cuando su incapacidad para respetar los derechos civiles ha sido un agujero negro del tamaño de un gigante gaseoso en las tierras de Euskadi.
Resulta sorprendente que ETA, los mafiosos que siempre han negado a los otros la posibilidad de pensar de manera diferente a ellos, sean ahora los que se muestren dispuestos a exigir pasos en esa línea cuando su incapacidad para respetar los derechos civiles ha sido un agujero negro del tamaño de un gigante gaseoso en las tierras de Euskadi.
Muchos se devanan los sesos preguntándose por qué ahora ETA pide, exige, concede o anuncia -según como se mire- una tregua; otros se preguntan si será indefinida, definitiva o temporal; otros si servirá para que se rearmen o si pretenden lavar su imagen para darles una opción de representación política a todos los que se encuentran en su entorno político.
La inmensa mayoría se pregunta ¿por qué ahora? y evita hacer otra pregunta -en enunciado negativo- que parece la misma pero exige respuestas radicalmente diferentes: ¿Por qué no antes?
La inmensa mayoría se pregunta ¿por qué ahora? y evita hacer otra pregunta -en enunciado negativo- que parece la misma pero exige respuestas radicalmente diferentes: ¿Por qué no antes?
Y la respuesta estalla ante nosotros como cualquiera de sus disparos, como cualquiera de sus gritos, como cualquiera de sus bombas. No lo hicieron antes porque creían que podían ganar. Porque creían que esa guerra sin enemigos contra su propia tierra podría acabar con su victoria, son su acceso al poder.
No lo han hecho antes porque contaban con que podrían llevarse la ganancia del pescador en el río revuelto de una sociedad dividida.
Pero no dividida entre el independentismo y el españolismo sino entre la indiferencia de aquellos que no se veían tocados por el conflicto y tan sólo protestaban por lo molesto que era que quemaran cajeros o autobuses y la apatía de aquellos que, pese a tenerlo cerca, no querían meterse en problemas con los perros furiosos que ETA lanzaba a las calles, los barrios y los pueblos de Euskadi.
Pero ahora saben que no pueden hacerlo, que están en el límite interior de la derrota y por eso piden una tregua, por eso fingen que llevan meses ejecutándola y por eso no han cometido atentados, por eso hablan de democracia y de procesos democráticos.
Más allá de los éxitos policiales que la han mermado, más allá de la respuesta social que la ha deslegitimado, más allá del impulso racional de las hadas abertzales que la han desamparado, más allá del rechazo internacional que la ha aislado, ETA pide -o concede, según ellos lo ven- una tegua porque se sienten vencidos.
Porque sus líderes, sus históricos y sus mitos, abjuran de ellos, porque sus campanillas borrokas se les suben a las barbas, porque sus bases ideológicas se les cambian de partido -nunca se dirá lo importante que en todo esto ha sido Aralar, no queda bonito-, porque sus presos les rechazan... Los mafiosos furiosos que quisieron hacer de Euskadi su feudo de poder y de control piden una tregua porque ya nadie les cree, porque ya nadie les sigue, porque ya nadie les escucha.
Pero no es la policía, ni la comunidad internacional, ni el entorno abertzale, ni el estado español los que están a punto de derrotar a ETA. Ni siquiera es el pueblo vasco, con sus comprometidos, sus indiferentes y sus apáticos. Lo que está a punto de derrotar a la banda mafiosa es la historia.
Pero con todo esto, con las motivaciones y las consecuencias, con los análisis y las explicaciones de esta tregua baldía e insustancial, corremos el riesgo de pasar por alto algo que también figura en su comunicado, algo que hace de todo lo que se pueda decir sobre la tregua materia digna de ignorarse. Cuando se ha estado tanto tiempo sin recurrir al diálogo y a la lógica, lo único que importan son los lemas y los gritos, son las consignas y los llamamientos a la batalla.
Y ETA acaba -como lo ha hecho siempre- su comunicado con un grito de batalla ¡Por una Euskadi libre y Abertzale!. Y eso es lo que no cambia, lo que no puede cambiar. No quieren una Euskadi libre en la que se decida sobre el independentismo, quieren una euskadi suya, que piense como ellos, se mueva como ellos y les sitúe en lo más alto de la cadena alimenticia política y social.
Si sólo la quisieran libre podríamos experimentar la tentación de creerlos. Como la quieren suya no nos resulta posible correr el riesgo de hacerlo.
No lo han hecho antes porque contaban con que podrían llevarse la ganancia del pescador en el río revuelto de una sociedad dividida.
Pero no dividida entre el independentismo y el españolismo sino entre la indiferencia de aquellos que no se veían tocados por el conflicto y tan sólo protestaban por lo molesto que era que quemaran cajeros o autobuses y la apatía de aquellos que, pese a tenerlo cerca, no querían meterse en problemas con los perros furiosos que ETA lanzaba a las calles, los barrios y los pueblos de Euskadi.
Pero ahora saben que no pueden hacerlo, que están en el límite interior de la derrota y por eso piden una tregua, por eso fingen que llevan meses ejecutándola y por eso no han cometido atentados, por eso hablan de democracia y de procesos democráticos.
Más allá de los éxitos policiales que la han mermado, más allá de la respuesta social que la ha deslegitimado, más allá del impulso racional de las hadas abertzales que la han desamparado, más allá del rechazo internacional que la ha aislado, ETA pide -o concede, según ellos lo ven- una tegua porque se sienten vencidos.
Porque sus líderes, sus históricos y sus mitos, abjuran de ellos, porque sus campanillas borrokas se les suben a las barbas, porque sus bases ideológicas se les cambian de partido -nunca se dirá lo importante que en todo esto ha sido Aralar, no queda bonito-, porque sus presos les rechazan... Los mafiosos furiosos que quisieron hacer de Euskadi su feudo de poder y de control piden una tregua porque ya nadie les cree, porque ya nadie les sigue, porque ya nadie les escucha.
Pero no es la policía, ni la comunidad internacional, ni el entorno abertzale, ni el estado español los que están a punto de derrotar a ETA. Ni siquiera es el pueblo vasco, con sus comprometidos, sus indiferentes y sus apáticos. Lo que está a punto de derrotar a la banda mafiosa es la historia.
Pero con todo esto, con las motivaciones y las consecuencias, con los análisis y las explicaciones de esta tregua baldía e insustancial, corremos el riesgo de pasar por alto algo que también figura en su comunicado, algo que hace de todo lo que se pueda decir sobre la tregua materia digna de ignorarse. Cuando se ha estado tanto tiempo sin recurrir al diálogo y a la lógica, lo único que importan son los lemas y los gritos, son las consignas y los llamamientos a la batalla.
Y ETA acaba -como lo ha hecho siempre- su comunicado con un grito de batalla ¡Por una Euskadi libre y Abertzale!. Y eso es lo que no cambia, lo que no puede cambiar. No quieren una Euskadi libre en la que se decida sobre el independentismo, quieren una euskadi suya, que piense como ellos, se mueva como ellos y les sitúe en lo más alto de la cadena alimenticia política y social.
Si sólo la quisieran libre podríamos experimentar la tentación de creerlos. Como la quieren suya no nos resulta posible correr el riesgo de hacerlo.
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