Me voy a ver en la obligación de retrasar al mes que viene una cena con una amiga; me voy a ver en la obligación de pasear con mis hijos por el parque un fin de semana en lugar de hartarnos a comida basura o de cine basura. Me voy a ver en la obligación de comprar tabaco y vino con antelación por si acaso no encuentro suministros, de calcular al segundo mis desplazamientos y aún así llegar tarde a todas partes. Me voy a ver en la obligación de no escribir mañana.
Me voy a ver en la obligación de perderme un concierto, cuatro copas, una ampliación de memoria -del ordenador, no mía-, una camisa de capricho, dos dvds clásicos y un fin de semana en quién sabe donde junto a quién sabe quién.
Me voy a ver forzado a contemplar los rostros adustos de aquellos que consideran un insulto personal que mi prioridad vital no sea su cuenta de beneficios, a compartir pancarta y paseo con individuos que ni me conocen ni les importa en lo más mínimo mi situación, aunque digan lo contrario; me voy a ver forzado a reconocer que no va a servir de nada, que nadie deroga una ley porque unos cuantos miles o unos pocos millones se lo pidan o se lo exijan.
Me voy a ver en la tesitura de explicar a aquellos que pregunten mis motivos, de escuchar sus excusas, de discutir sus razones. Me voy a ver en la tesitura de zamparme con ojos y cerebro un texto legal tan ambigüo e ininteligible como lo son todos los textos legales, de meterme entre neurona y sinapsis trípticos propagándisticos tan mal redactados como pobremente construidos, de discernir artículos sesudos, declaraciones grandilocuentes, intervenciones moderadas y discursos encendidos.
Me voy a ver en la tesitura de tener que hacer cálculos mentales de medias aritméticas entre números inmensos y cifras ínfimas, entre incidentes nimios y agresiones intolerables, entre éxitos incuestionables y fracasos rotundos.
Se me va dar la circunstancia de sentirme pequeño cuando nada nos cambie, de notarme frustrado cuando lea la nómina, de saberme ignorado cuando lea el periódico. Se me va a dar la circunstancia de considerarme usado cuando nada se arregle, de verme utilizado cuando todo se acabe.
Y lo sé, y lo sabré y no lo negaré.
Me voy a ver en esas obligaciones, en esas tesituras y en esos sentimientos y por eso no hay nada que me convenza de que no debo participar en la Huelga General. Porque las molestías, los contratiempos, las decepciones y las excusas no exoneran a mi dignidad de cuidar de si misma.
Voy a ir a la huelga por López Bulla, por Joffa, por Michael Collins, por Ettienne Lampier, por Hardie y Wagner, por Rosa Luxemburgo y Lasalle ¡Coño, voy a ir a la huelga hasta por Espartaco, los ilirios, Kunta Kinte, los cimarrones y el puñetero tío Tom!
Voy a ir a la huelga por lo que he de devolver. Porque mi estúpida dignidad y mi masoquista compromiso me impiden no delvover los favores aunque me los hayan hecho hace muchos siglos y sin conocerme.
Voy a ir a la huelga por Claudia, por Elena, por Gabriel, por la hija de mi compañero, por la nieta de mi vecina, por la hija de mi hermana, por el nieto de mi mejor amigo, por el sobrino de mi ex desaparecida, por el hijo del otro y la hija de la de más allá ¡Cojones, voy a ir la huelga hasta por el habitante número 11.000 millones, que nacerá dentró de una década y probablemente luzca un nombre acabado -o empezado, que siempre me he hecho un lio con eso- en Li o en Chu!
Voy a ir a la huelga por lo que he de regalar. Porque mi anacrónico sentido de lealtad y mi inconsistente e intermitente sentido de la responsabilidad me obligan a tener en cuenta a aquellos que nunca sabrán, que no querrán reconocer y que no estarán dispuestos a asumir que sus lodos vendrán de nuestros polvos -no solamente en el sentido sexual de la expresión-.
No haré la huelga por mi, por mis jefes, por mis sindicatos -que no lo son- ni por mis compañeros -que si lo son-. No haré la huelga por los parados de ahora, por los autónomos de ahora, por los contratos de ahora, por los empresarios de ahora, por los horizontes de ahora o por los recortes de ahora.
Hago la huelga no por lo que somos, sino por lo que fuimos y estamos llamados a ser.
Haré la huelga porque entre 50 y 80 euros -espero que sean cincuenta-, unos sindicatos funcionarializados e incapaces, una sociedad adormecida y egoista y unos individuos acomodaticios y temerosos del riesgo y el dolor que genera el compromiso no me van a impedir hacer mi trabajo. No me van a impedir trabajar por el futuro. Aunque no sirva de mucho. Aunque no sirva de nada. No me van a impedir intentarlo.
Como diría el torero ¡Va por ustedes! (Aunque ustedes no sepan o no les importe que vaya por ustedes)
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